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• L U C A S •

Las tres arcángeles estaban locas.

Llegar a esa conclusión solo me tomó unos cuantos días, tras apreciar como ellas cortaban el aire con sus alas, afilaban sus cuchillas contra rocas e incluso se sumergían de vez en cuando en las profundidades del mar en busca de comida para toda la tripulación.

Me imaginé que Aren tendría una opinión similar a la mía, ya que no pudo ocultar su asombro el otro día cuando Vela estranguló con sus piernas a un pulpo gigante que más tarde fue degollado por Poppy. Todo bajo la supervisión e instrucciones de Kara. Luego de eso, tuvimos pulpo asado de cena durante toda una semana.

Comprendí entonces que convivir junto a ellas, era como tener a Ivy multiplicada por tres. No sabía si sentirme seguro o preocuparme por ese dato.

Algo que me quitaba esa preocupación de encima era saber que por lo menos, aún tenía mis momentos matutinos para mí. En medio de tanto alboroto en la nave por las nuevas acompañantes, esto parecía ser lo único que permanecía igual. Yo y mis plantas en tazas que no me juzgaban, no me aterrorizaban y me hacían sentir como que tenía todo bajo control.

Es por ello que estaba en la popa del Leviathan, sentado sobre mis rodillas con los dedos llenos de tierra y el cabello alborotado por la brisa impregnada de salitre.

Pero como todos los días últimamente, la paz no duró mucho.

—Oye brujito —llamó Vela—. ¿te quedarás todo el día cuidando esas plantas o tan solo esperas a que tu novio termine de entrenar con la espada?

Suspiré aburrido. Sabía con exactitud a donde terminaría esta conversación.

—Ya te lo he dicho, no es mi novio. Tan sólo somos-

—Amigos que pasan mucho tiempo juntos, se besan y ocasionalmente, comparten la misma habitación. —Ella terminó por mí.

Ensanchó esa típica sonrisa suya pintada con un labial brillante.

Esa era otra cosa que había aprendido en estos días, Vela era la más sociable de las tres y al parecer disfrutaba no perder una discusión. Una vez plantaba una idea, no había forma de hacerla cambiar de parecer.

— ¿Cómo sabes que compartimos habitación? —cuestioné preocupado por la falta de privacidad. Según yo, nadie sabía eso.

—Kara los vio —dijo encogiéndose de hombros—. Tiene una tendencia de espiar por la noche antes de ir a dormir.

—Eso no está bien. —Señalé con el ceño fruncido.

—Sólo está mal si te atrapan —me guiñó el ojo.

Sí, creo que los valores de ellas tres y al igual que el sentido de cordura estaban bastante desajustados.

Pude haber seguido con el intento en vano de hacer que Vela entrase en razón de que yo no era novio de nadie, pero hubo algo en su posición apoyada contra la pared, sus brazos cruzados y esa sonrisa victoriosa que me hizo detener.

Había visto esto antes.

Si no hubiera sido por las alas explayadas, casi pensaría que era una imagen idéntica a Ivy molestandome en un día común y corriente.

No detuve la sonrisa perezosa que se me escapó.

— ¿De qué te ríes?

—Nada, es solo que me recordaste a Ivy por un segundo. Tuvimos una conversación bajo circunstancias muy parecidas a estas —explique señalándome a mí como a mis plantas—. Es gracioso ya que en ese entonces, la conversación también giró en torno a Aren.

Vela mantuvo su mirada con la mía por un largo instante. Su garganta tembló varias veces y sus alas descendieron.

No sabía que la mención de una amiga la haría ponerse de ese modo, tan decaída y derrotada. Estaba dolida y le costaba disimularlo.

—Lo siento, dije algo que no-

—Háblame más de ella —suplicó con la voz ronca.

Recién estaba empezando a entender esto de ser querido por alguien, de que el bienestar de una persona sea lo que primero pienses en todos los días. Y aunque Ivy jugó sucio conmigo desde el principio, eso no le quitaba el mérito de ser la primera persona a la cual le importé. La primera que fue gentil conmigo por otro motivo que no fuese lastima y la cual me confió esa parte suya que no le mostraba a todo el mundo, su amistad.

Tal vez fui ciego en aquel entonces para no notarlo, pero ella había sido genuina conmigo. Así que esta sería la forma en la que le pagaría devuelta todo eso, compartiendo el lindo recuerdo de ella con alguien que lo apreciaría.

—Ivy Bren fue una bruja que vivía en una torre de Wiccianas. Amaba la comida, las risas y de vez en cuando, portarse mal. Por las noches, tendía a escabullirse en la cocina y robar todo el chocolate que encontrara para devorarlo en tan solo unos minutos.

Vela sonrió. Recostandose aún más a la pared y acomodando sus alas, me indicó que prosiguiera con el relato.

—Además de un gran apetito, también tenía un corazón gigantesco. Recuerdo que uno de los brujos jóvenes en Pineville me estaba molestando, así que ella fue a su casa y prendió en fuego toda su ropa interior. No sé cómo logró hacerlo sin ser atrapada, pero de algún modo consiguió que todos pensaran que la causante del incendio fue una rata.

La arcángel rió mostrando su perfecta dentadura.

—Otro día tuvimos una discusión que empezó con palabras feas y terminó con golpes. —Subí la manga de mi camisa para enseñarle una cicatriz arriba de mi codo—. Ese día, me mordió tan fuerte que las Wiccianas tuvieron que hacerle un exorcismo al ver la herida. Después, nos obligaron a limpiar la cocina como castigo, allí hicimos las paces luego de una guerra de agua. Al final del día, nos volvieron a castigar por hacer un desastre durante el castigo.

Vela seguía con una sonrisa, esta vez más tenue, pero su atención estaba en la punta dorada de sus botas.

—Pero Ivy no es una bruja, y tampoco se apellida Bren —dijo cabizbaja.

Este fue mi turno de acomodarme en mi lugar, abrazándome a mis rodillas.

—Ahora háblame tú sobre ella —le pedí con cuidado.

Vela mantuvo sus ojos avellana y vidriosos sobre los míos. La brisa despeinaba su corto cabello arenoso acompañando al movimiento de sus plumas que se mecían, pero ella parecía ignorarlo.

—La Ivy que yo recuerdo le encantaba ser el centro de atención y amaba a sus hermanas. —Su voz disminuyó una octava en esa última palabra—. Las cuatro nos conocemos desde toda la vida, así que tengo miles de recuerdos a su lado. La he visto derramando tanto lágrimas de felicidad como de tristeza, pero una memoria que siempre me viene a la mente al pensar en ella, es el de una misión en la cual ella debía vigilar que unos grifos no se escaparan de su jaula, pero de algún modo las cosas salieron de control y los grifos lograron atraparla entre sus garras. Cuando recibí la noticia de que ella estaba en problemas, recuerdo que la sangre de mis venas se heló, sin esperar instrucciones de nadie reaccioné y corrí a salvarla porque la idea de perderla me aterraba. Pero cuando llegué a la jaula ya no era necesario, ella había logrado salvarse por sí sola y ató a los cuatro grifos. Terminó muy herida y tuvimos que curarla durante días, pero ninguna de nosotras se quejó. Porque ella hubiera hecho lo mismo por nosotras y porque habíamos hecho una promesa de que siempre estaríamos juntas, hasta convertirnos en polvo de estrellas.

No me esperaba para nada saber esas cosas.

Aún estaba tratando de procesar su realidad, una Arcángel. Y aunque la idea de verla empuñando una espada no era tan difícil de imaginar, sin dudas era algo que representaba más de lo que yo pudiera entender nunca.

—Pero supongo que una nunca termina de conocer a las personas, porque tampoco era una arcángel del todo como yo pensaba —añadió finalmente.

Incliné la cabeza a un lado.

— ¿Cómo saben que no es arcángel del todo? ¿Se los dijo alguna vez?

Entre suspiros, ella negó.

La confusión que surcó mi rostro era tan evidente, que ella continuó:

—El día que ella desapareció, había una guerra horrible y nosotras corrimos donde se supone que ella estaría, hablando con Izar. Pero para nuestra sorpresa, él estaba igual de frenético que nosotras y nos reveló que ella era mestiza, seguido de una orden para buscarla y henos aquí.

— ¿Estás diciéndome que un dios sabía el secreto de Ivy y estaba preocupado por buscarla?

A mí me parecía la cosa más impresionante del mundo, pero ella estaba como si nada.

—Pues sí, eso es lo que dije.

— ¿y por qué no la buscaba el mismo? sin ofender pero, se supone que él es un dios un todopoderoso y-

— ¿Quien dice que no la está buscando? — Puso una ceja en alto.

Se me desencajó la quijada.

—Pensé que él estaba muerto al igual que ... ustedes. —La realización me golpeó como una cachetada.

—Izar no está muerto, tan sólo decidió buscarla en otro lugar.

Trás una revelación como esa, el sol parecía brillar de forma más intensa.

Izar, el dios de los arcángeles, estaba vivo y buscaba a Ivy. Cualquiera que fueran sus motivos, Vela parecía que no tenía intenciones de compartirlos conmigo por ahora.

Al parecer, todos los mitos y las clases de historia estaban incorrectos. O bueno, parecía que fueron modificados a conveniencia de algo más.

Vela miró al horizonte, a un punto donde las olas nacían y morían. Había varios tritones en el agua, todos ellos saltando y haciendo que sus escamas relucieran al atrapar la luz solar

— ¿Por qué nunca te unes a ellos? —Ella cuestionó sin despegar la mirada de las olas.

Me removí incómodo en mi lugar.

—No sé nadar —respondí cabizbajo.

Me esperaba burlas de su parte. Era el único pirata en todo el barco que no sabía nadar. Tal vez fue la emotividad de nuestra conversación segundos atrás, pero ella no se burló.

— ¿Te enseño? —ofreció en su lugar.

Me parecía mala idea.

—No estoy seguro, estas aguas son peligrosas y creo que... ¡espera no! ¡Vela suéltame!

Ella hizo caso omiso a mis suplicas ya que inició un forcejeo. No sabía que planeaba hacer, pero conociendo el salvajismo con el que operaba, sabía que era capaz de lanzarme al agua para dejarme a mi suerte, y rescatarme cuando estuviera a un segundo de morir ahogado.

—Vela, déjalo. —Alguien le llamó la atención.

Ella se detuvo en seco, y yo me volteé para agradecerle a quien quiera que fuese mi salvador. Pero entonces me percaté que no era más que Aren, quien acababa de llegar de sus entrenamientos con la espada guardada a un lado.

Vela bufó, y sin mediar palabras se arrojó por la borda y emprendió el vuelo hacia otra parte de la nave.

Se hizo un silencio muy grueso, interrumpido ocasionalmente por el sonido de las olas a la distancia.

—Gracias —murmuré incómodo.

— ¿Qué pretendía? —cuestionó muy serio.

¿Acaso estaba... enojado?

Se me hizo difícil verlo a los ojos, así que enfoque mi mirada en mis dedos que no paraban de temblar.

—Yo... no sé nadar.

A pesar de no levantar la cabeza, pude percibir cuando liberó una larga bocanada de aire.

— ¿Es enserio? —Su voz cargaba incredulidad—. Tienes un novio tritón, que podría enseñarte a nadar con tan sólo pedirlo, pero prefieres la ayuda de una arcángel que pasa la mitad del día volando y la otra limpiándose las mugrosas plumas.

Volví la cabeza a él sorprendido. Parpadee varias veces.

— ¿Dijiste la palabra con "n"? —pregunté con los ojos muy abiertos.

La cara de Aren pasó por una secuencia de emociones: de la molestia de hace unos segundos, a unir las cejas en confusión y después abrió la boca preocupado.

— ¿Acaso dije algo ofensivo?

—No, no es eso —me puse de pie y di un paso a él para evitar ser escuchados—. Dijiste que nosotros somos novios.

Él volvió a fruncir las cejas.

—Pensé que era oficial ya que tenemos varios días juntos desde el beso de aquella vez pero si te molesta puedo dejar de-

—No me molesta —dije sin pensar.

El pobre Aren me miraba de hito en hito como si estuviera demente.

— ¿Entonces...?

Me mordí el labio.

—Esto es nuevo para mí. Es mi primera vez con un novio y no sé, creo que estoy aterrado de no ser suficiente para ti y que las cosas entre nosotros salgan mal por mi culpa.

Él resopló y me tomó por los hombros.

—Es difícil de aceptar pero créeme, eres suficiente. Me gustas mucho tal y como eres. —Me dedicó una sonrisa simple—. No tienes que pensar tanto las cosas, tan sólo déjalas ser y tomarán su curso por si solas a su debido tiempo.

Decirlo era más fácil que hacerlo, pero de algún modo él tenía razón.

—Haces que parezca una tarea sencilla.

Él sonrió de lado y acunando mi mejilla con una mano, me obligó a enfrentarlo.

—Estar en alta mar puede ser muy agobiante a veces, pero algo que me ayuda es detenerme y apreciar la vista. Tal vez puedas intentar hacer lo mismo —recorrió mi rostro y se detuvo en mis labios—. Yo definitivamente estoy apreciando una vista increíble.

Mis mejillas se prendieron en fuego.

Con toda la vergüenza del mundo y un montón de inseguridades en mi nuca, cerré los ojos y me dejé besar por él. Sin pensar mucho las cosas, y dejando que nuestros labios se movieran a su propio ritmo. Lento, suave y sin presiones.

Supongo que tendría que hacer un intento. Porque esperar lo peor no me hacía feliz y también era algo que debía hacer por mi novio.

Vaya, mi novio. Qué extraño sonaba.

—Aww que tiernos son. —dijo una voz femenina en algún punto del barco.

Aren se detuvo. Aún con su mano apoyada contra mi mejilla miró a los lados confundido.

— ¿Acaso escuchaste algo? —preguntó preocupado.

—Creo que es Kara. Al parecer disfruta espiarnos y es muy buena ocultándose.

Él frunció los labios.

—No estoy acostumbrado a tener espectadores, pero supongo que tendremos que hacer un espectáculo que valga la pena.

Dicho esto y sin perder el tiempo, volvió a unir sus labios con los míos. Acercando aún más nuestros cuerpos y sin dejarme escapar, besándome como sólo él sabe hacerlo; haciéndome sentir el mar, la magia y los latidos de nuestros corazones al mismo tiempo.

En ese momento bajo el agarre de mi novio fui feliz. Así que comprendí que había pasado tanto tiempo perdido y que por fin había encontrado mi hogar.

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