29
AIDEN
La bañera caliente estaba llena de espuma. Era agradable la sensación que provocaba el agua en mis músculos doloridos, como si de algún modo el agua alejara todas mis preocupaciones, por lo menos por un momento.
—Podría acostumbrarme a esto —dijo Moll, con la cabeza hacía atrás y los brazos descansando en el borde de la bañera.
A su lado, y en posiciones idénticas a la suya, estaban Esdras y Theo quienes gruñeron en afirmación con los ojos cerrados. En medio de nosotros cuatro, el pequeñito Milo flotaba en una tabla de madera que lo mantenía a salvo de mojarse.
El lugar era una especie de cámara subterránea, el sitio del palacio que no era de madera sino de roca gris y contenía unas amplias bañeras de agua caliente donde cabíamos los cuatro a la perfección. Flanqueando las paredes, unos cuantos estantes mostraban toallas limpias y aceites esenciales a disposición de todos.
—Estamos aquí para discutir lo que presentaremos a los sabios, no se supone que deben descansar —les llamé la atención.
Esdras, con su abundante cabello atado en un moño desordenado, me dedicó una mirada aburrida.
—Lo que digas, mi amor.
Torné los ojos al cielo y masculle una plegaria a los dioses gemelos por paciencia.
—Será difícil de creer lo que diremos porque hay demonios buenos, demonios malos y unas bestias que no sabemos ni de dónde vienen. Mucho menos sabemos el propósito de todo esto —expresó Theo.
—Pues las pistas apuntan a que estuvieron intentando llegar a nosotros. Creo que buscaban una forma de llegar a la corona y así saciar su sed de poder. —Mi lengua se sentía pesada con cada palabra—. Y al final pudieron hacerlo, ya que llegaron... a mis padres.
Un nudo nació en mi garganta. La idea de que mis padres estuvieran ajenos a sus pensamientos, que ellos estaban atrapados por algo más fuerte y que nosotros estuviéramos descansando en un momento así, me hacía sentir como el peor hijo.
No, no estaba descansando.
Esto lo hacía por ellos.
—Buen análisis Aiden, eso tiene sentido —apuntó Moll— entonces, ¿presentaremos la versión de la historia en la que Coryanne es sospechosa o la otra?
Uní las cejas.
— ¿A que te refieres?
El rubio, aun con la cabeza hacia atrás dejó escapar un suspiro.
—Pues Circe me convenció de que la historia de Ivy en la que la diosa la ayuda a escapar sólo porque tiene un gran corazón es demasiado idealista para ser verdad. Mi prima se rehusa a creer que todo esto haya pasado sin motivo alguno. Puede que la diosa demonio sea la que está detrás de todo esto y está utilizando a Ivy como carnada.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta el mechón más alto en mi cabeza. ¿Podría ser que Ivy había sido engañada? La idea de Moll y Circe no era tan descabellada si me detenía a apreciar los hechos. La verdad era que la diosa arriesgó todo por Ivy. Sacrificó a toda su gente por salvar a una simple mestiza.
Tal vez había algo más grande detrás de todo eso, algo de lo cual ni siquiera Ivy o Arlen estaban enteradas.
—¿Coryanne no se supone que murió luego de la gran guerra? —cuestionó Esdras confundido.
—¿Qué pasaría si no? —arremetió Moll.
Se hizo un silencio incómodo.
Si, podría ser que Coryanne estaba detrás de todo esto y hasta ahora no lo habíamos considerado porque de algún modo ¿fingió su muerte? Debía darle crédito, fue un plan bien ideado que sólo pudo funcionar en manos de una deidad cuyo talento era retorcer la realidad en nuestras cabezas.
No sabía si alegrarme o temblar con tal descubrimiento.
—Ahora que llegamos a un acuerdo, ¿Cuándo es nuestra audiencia con los sabios? —preguntó Theo.
—No tengo idea —respondí sincero.
Los elfos hasta ahora habían sido demasiado generosos con todos nosotros, no podía negarlo. Pero luego de darnos refugio y tratarnos con las mejores atenciones, no había nada más. Todo era príncipe por aquí, y príncipe por allá. Para recibir comida o ropas limpias solo debía pedir y ellos al instante me servían sin rechistar. Sin embargo, no habían mostrado intenciones de escucharme. Ninguno de ellos había mencionado los sabios ni parecía que estuviesen cerca.
En los libros de cuentos élficos, habían ilustraciones de elfos antiguos sentados en grandes tronos de madera que decoraban una habitación circular. Eran los más viejos de todos, y por ende los de mayor conocimiento. Rumores decían que cuando la historia misma empezó a formarse, ya ellos deambulaban en Midg. Vieron naciones crecer y derrumbarse, linajes poderosos perderse en batallas, fueron cercanos a grandes héroes y aunque se supone que yo estaba en su palacio y las posibilidades de conocerlos eran demasiadas, no había señal alguna de ellos..
La fiesta en el palacio parecía ser tan eterna como la inmortalidad de quienes la oficiaban, jamás se detuvo en alguno en este tiempo que estuvimos aquí. Me era imposible creer que, aquellos sabios de las historias que leí eran una farsa y que las grandes aventuras que de aquí surgieron no eran más que una fiesta sin sentido ni fin.
—Creo que iré a dormir —dije sintiéndome abrumado.
Me paré en mi lugar y apoyándome de mis manos salí de la tina. Mis pantalones cortos empezaron a escurrir agua por todos lados, Esdras apuntó su mirada en ellos.
—¿por qué no estabas desnudo? —cuestionó indignado.
Por la espuma en el agua, no podía saber si ellos tenían ropa puesta o no. tan sólo dejaban a la vista sus torsos descubiertos. Aun así; ¿Cómo por qué demonios estaría desnudo con mis mejores amigos en una bañera de agua caliente en primer lugar?
—No estoy seguro de si deba preguntar esto pero, ¿se supone que debía estar desnudo con ustedes en la tina?
Para perturbarme aún más, ellos tres asintieron al mismo tiempo.
—En la entrada había una nota que decía que debíamos estar desnudos a esta hora en este lugar. Mi élfico no es tan bueno pero hasta yo pude descifrar eso por mi cuenta, me sorprende que no lo hayas notado —enunció Esdras.
Eso me pareció bastante... extraño.
Entonces, si ellos tres estaban desnudos eso significaba que-
—Saquen a Milo de ahí —les ordené asqueado.
Ellos rieron por lo bajo y sacaron al animal con todo y su trocito de tabla. Dioses, le daría un baño profundo luego de eso. A mi incluido.
Estuve a punto de tomar a la desdichada criatura entre mis manos cuando un par de elfos riendo entraron por las cortinas de lianas que servían de entrada a este lugar.
Para hacer las cosas aún más extrañas, estaban desnudos también. Mi primera reacción fue tapar los ojitos de Milo con mis manos.
Los elfos eran dos machos de piel brillante y oscura parecían estar de humor al principio, pero después las risas se detuvieron y se pusieron serios al intercambiar unas cuantas palabras entre ellos que no escuché. Luego volvieron hacia nosotros y uno de ellos nos habló en nuestra lengua:
—¿Vinieron a la orgía?
Abrí los ojos como platos.
—No, no, no —se apresuró a decir Esdras—. Creo que ha habido un malentendido, pero ya nos vamos.
Esta mañana tuve el mal presentimiento de que dejar a Esdras a cargo de elegir la ubicación de nuestra reunión era una mala idea, pero esto ya era algo que se escapaba de mis expectativas.
—¿Puedo quedarme? —Preguntó Theo a los elfos. Los tres brujos nos volteamos a verlo sorprendidos por tal pregunta—. Oigan estoy soltero y me antojado, no me juzguen.
—Por nosotros no hay problema, las hembras vendrán más tarde —respondió el elfo.
—Oh, no te preocupes por eso, no soy selectivo —dijo Theo con una sonrisa de lado.
¿Cómo hacía para tener una conversación así y aún conservar la cara de niño inocente? pues no tenía idea. Pero así era Theo.
—Oigan antes de irnos quería preguntarles por los sabios —señaló Moll ya fuera de la tina y con una toalla amarrada en su cintura. Tanto él como Esdras ya estaban algo cubiertos, pero yo seguí tapando los ojos de mi pobre Milo.
—¿Qué quieres saber?
—Pues tenemos ya unos cuantos días acá y no sabemos cuándo será la audiencia que solicitamos ante ellos, me preguntaba si tal vez podrían hablarnos sobre eso.
El segundo de los elfos, él que hasta este momento no había hablado, fue quien nos respondió:
—Los sabios sólo obedecen a su propio tiempo y su propia voluntad. Tan solo aceptaran una audiencia cuando estén aburridos y necesiten de las suplicas de algún mortal para divertirse.
Su voz fue grave y sus palabras se me antojaron agrias.
—¿De cuanto tiempo estamos hablando? —me encontré preguntando, con un presentimiento de que no quería saber la respuesta.
—Pueden ser días, tal vez meses y en algunos casos años. Todo depende de qué tan interesados los sabios en su caso particular, que tan entretenido lo encuentren.
No podía creerlo. Estuvimos tan cerca y a la vez tan lejos de nuestras respuestas.
No contábamos con tanto tiempo y el hecho de que los sabios vieran nuestros problemas como un entretenimiento me asqueaba. Debí haberlo sabido, ya que en un mundo donde hay tantos seres malos una hospitalidad como esta era una trampa. Éramos el hazmerreír de esta semana.
Mis amigos se miraron entre sí con expresiones derrotadas. Claro, habíamos perdido lo último de esperanza que nos quedaba y no había otra opción más que rendirnos. Bueno, no rendirnos del todo porque al fin y al cabo eso no resolvería nada. Tal vez planear una nueva estrategia y buscar el camino de vuelta a casa.
Si, eso sonaba mejor.
Nos despedimos de los elfos y los dejamos a solas con Theo para, bueno, lo que sea que estuvieran a punto de hacer allí dentro. No quise pensar demasiado en eso. Así que cabizbajo, y junto con la compañía de Esdras y Moll decidimos retirarnos con la información fresca en nuestra mente.
Tenía que decirle a Ivy todo esto y lo más probable es que le sentaría mal traerle las malas noticias, y encima de todo tenía que compartir nuestras sospechas sobre Coryanne. Eso último era lo que me aterraba más de todo, ya que no sabía cómo ella reaccionaría al decirle que la persona que la salvó podría ser la culpable de todos sus problemas en primer lugar.
Por otro lado, ya era demasiado tarde en la noche y decirle eso no cambiaría mucho nuestra situación. Así que se me ocurrió omitir contarle algo de esto para no arruinarle su sueño.
Esta noche dormiríamos juntos, y no quería que fuera un recuerdo amargo por las malas noticias. La primera y última vez que hicimos algo así fue durante mi cumpleaños el año pasado, el cual terminamos demasiado borrachos para recordar lo que pasó, y solo supe que dormí con Ivy ya que al despertar, su carita dormida y sonrojada fue lo primero que ví. Bueno, eso y el trasero de Milo que estaba pegado a mi frente.
—Buenas noches su majestad. — Me sorprendió Ginger con una reverencia graciosa a mitad de camino en la salida de las bañeras. Seguido de eso, se acercó a Millo y le acarició detrás de las orejas.
La bruja llevaba su cabello flamante tejido en dos trenzas que sumadas con su eterno rubor, la hacían ver demasiado angelical. Su cuerpo estaba envuelto en una bata de baño blanca y en sus pies calzaba unas sandalias de algodón.
—Luces fresca, me gusta —dijo Esdras con un guiño.
—Gracias por el cumplido, a mi me gusta tu cabello así. Deberías llevarlo recogido más seguido. — La bruja se volvió en dirección a Moll y su semblante se tornó ápatico—. Hola, novio de Rosie.
—Hola, hermana de Rosie.
Si, estos dos se odiaban sin razón alguna. No sé desde qué momento empezaron a fingir que no sabían el nombre el uno del otro. Era una cosa que no tenía sentido alguno pero alguna forma me hacía agradecer ser hijo único.
—¿Acaso te dirigías a las tinas? —cuestionó Esdras preocupado por nuestra amiga.
—Pues sí, ¿pasa algo?
Esdras empezó a sonrojarse así que me empujó al frente para que hablara. Torné los ojos al cielo. Por las tetas de Hécate, luego de todo esto necesitaría vacaciones de Esdras.
—No puedes entrar allí porque hay...—intenté buscar en mi mente un sinónimo de orgía que no sonara desagradable a los oídos de una señorita—. digamos que un encuentro de cuerpos sudorosos.
Ella alzó una ceja.
—Si te refieres a la orgía, estoy enterada. Incluso venía a eso mismo porque la elfa que me cambia las sábanas me invitó.
¿Qué demonios?
Mi cara debía ser un autentico poema.
—Usaras protección, ¿cierto? —le dije intentando no sonar demasiado autoritario.
Ella sólo rio con sorna. Y pasó de nosotros para entrar a las tinas.
Nosotros tres nos quedamos allí medio confundidos por lo que acabamos de presenciar.
—Ahora que lo pienso se va a encontrar con Theo allí dentro —murmuró Moll —. No sé cómo reaccionará ante eso.
Este era mi turno de hacer preguntas.
—¿Hay algo entre ellos dos?
Los ojos verde pino de Moll no dejaron de ver la cortina de lianas.
—No tengo idea, pero supongo que lo sabremos luego del encuentro sudorosos de cuerpos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro