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• G I N G E R •

Los demonios eran reales.

Era la primera vez que veía a una criatura de esa clase, y ya no estaba segura de que creer.

Luego de que Ivy enviara lejos al demonio con un portal de cenizas, no pude relajarme ni un segundo. Nuestra única alternativa esa noche fue encerrarnos en una cueva hasta que la mañana llegase. Ivy nos obligó a todos a tomar un turno de guardia durante una hora, así estaríamos alerta.

Al día siguiente, podría haber jurado que nadie pegó un ojo toda la noche. A excepción de Milo, que podría dormir incluso arriba de un dragón en pleno vuelo. La pequeña cría de quimera tenía sus patitas explayadas sobre el colchón de Ivy. Esta última, rascaba con sutileza su espalda provocando así que el animalito emitiera ronroneos de placer que nos hicieron sonreír a todos mientras mirábamos tierna escena.

—Es extraño que luego de algunos meses siga siendo tan pequeño —dijo Circe fascinada, a la vez que aplicaba una tinta rojiza en sus labios.

—Eso es porque alguien le dio una pócima que detiene su crecimiento —explicó Theo.

Todos nos volvimos estupefactos hacia él.

—¿Cómo sabes eso? —La pregunta escapó de mis labios.

Me arrepentí en el segundo en que las palabras dejaron mi boca ya que había olvidado que no nos habíamos dirigido la palabra desde el incidente del barco. La sensación de la humillación y el recuerdo de sus manos sobre mi piel expuesta vinieron hacia mí tan pronto el tornó sus ojos marrones en mi dirección.

—Como dijo Circe, el pequeño apenas ha crecido desde el día en que Ivy lo rescató. He tratado lo suficiente con animales a lo largo de mi vida para identificar uno encantado cuando lo veo.

Sus ojos no dejaban de perforarme. Si acaso lo nuestro había sido un juego para ver quien duraba más sin hablarle al otro, yo había perdido y él estaba disfrutandolo.

—¿Por qué alguien haría eso? —cuestionó mi hermana del otro lado de la cueva.

La pregunta hizo que el brujo desviara la atención a mi gemela, permitiéndome volver a respirar. Sin que nadie además de Rosielo percibiera, murmuré un gracias por sacarme de ese aprieto.

—Por estética —respondió con frustración—. Los brujos estamos muy mal acostumbrados a interferir en la naturaleza con nuestros encantamientos. Es común que alteren el crecimiento de los animales solo porque quieren convertirlos en un objeto decorativo que puedan cargar en sus bolsos.

Dejé que las palabras se asentaran en mi mente. Aunque Milo era demasiado tierno en este tamaño y nos cabía a la perfección en una mano, pensé que era muy egoísta interrumpir su crecimiento normal. Era como si mis padres decidieran que yo sería una niña el resto de mi vida.

He de admitir que Theo Faler tenía un punto, pero aprendí mi lección y no le daría al idiota la satisfacción de hacerle saber que estaba de acuerdo con él.

—Es imposible —arrebató Aiden con el entrecejo fruncido.— Esas pócimas se administran en dosis semanales. Milo ha estado a nuestro lado desde su rescate, así que si alguien le dió una pócima debió haber sido uno de nosotros.

Aunque lo que acababa de decir el príncipe no sonaba como una acusación, eso no evitó que todos empezaran a sospechar los unos de los otros. Todos empezamos a pensar quién de nosotros sería capaz de hacer algo así, hasta que de forma eventual y casi por inercia, uno a uno pusimos nuestra mirada sobre Ivy.

—¿Acaso creen que fui yo? —cuestionó indignada.

Ella estaba aún sentada junto a Milo en el colchón, pero había apartado su mano de la quimera y ahora jugaba con un mechón de su cabello, evitando el contacto visual con alguno de nosotros.

—Vaya, además de ser diminuta quiere que todo lo que la rodea lo sea también —enunció Esdras negando con la cabeza—. Si que eres una pequeña y malvada cosilla. Me compadezco de ti hermano.

Lo último lo dijo para Aiden, quien a juzgar por la forma en que sus ojos zafiro descansaban sobre la susodicha, no estaba nada complacido.

Ivy parecía que iba a defenderse, pero tan sólo llegó a abrir y cerrar la boca un par de veces antes de dejar caer sus brazos a los lados de su cuerpo rendida.

— Si, fui yo —admitió apenada— pero lo hice porque no quería aceptar que creciera, me encanta que sea un bebé. Jamás pensé que fuera algo mal hasta ahora que Theo lo pone en esa perspectiva-

— ¿Dónde conseguiste la pócima? —La interrumpió el príncipe.

Cuando Aiden hizo esa pregunta su voz... era como si de la nada hubiera envejecido unos cuantos años más. Si con ese tono él me ordenara a pasear desnuda por las calles de Caelum, yo lo haría sin dudarlo.

—Fue durante mis compras de regalos antes de la nevada. Uno de los vendedores del mercado de Caelum me convenció pero repito, no pensé que sería algo tan malo hasta ahora —respondió arrepentida.

Registré el rostro de Aiden y caí en cuenta de que podría ser la primera vez en que note que él miraba a la mestiza sin una pizca de emoción. Estaba de más decir que él no estaba de acuerdo con que el cuerpo de la mascota que compartía con Ivy fuera afectado de forma artificial.

—Me gustaría que continuáramos discutiendo esto — expresó voz firme— a solas.

***

¿Cómo había logrado Aiden que todos saliéramos de la cueva y lo dejáramos solo con Ivy?

Pues aún no tenía idea.

Cada uno decidió ir a un lugar distinto para aclarar la mente. Lauren con Milo fueron a casar el desayuno, mi hermana y su novio recogían florecillas en el campo, Esdras trotaba por los alrededores y Circe sentada en la hierba admiraba el torso desnudó de Esdras sin vergüenza alguna.

Yo opté por bajar hacia el riachuelo, cerca de donde se abrió el portal que envió lejos al demonio. La corriente de agua y las hojas de los árboles componían una canción relajante a mis oídos. Aquí se sentía más fresco, era un escape al incesante calor de Quisqueya. Creo que eso fue lo mismo que motivó a Theo a bajar hasta aquí también.

—¿Estás siguiéndome? —preguntó el brujo desconcertado.

Podría decirse que tal vez lo vi bajar por la colina y sin darme cuenta mis pies fueron tras él. Pero esa una conversación que decidí ahorrarme.

—¿Qué fue eso de ahí dentro? —espeté. —Primero me ignoras por días y luego no me quitas los ojos de encima. No sé a qué juegas pero sea lo que sea, no cuentes conmigo.

Esos cálidos ojos suyos recorrieron mi cuerpo de brazos cruzados. Mis labios eran una inflexible línea en señal de la poca paciencia que tenía.

—Si que estás llena de sorpresas, rojita —dijo burlón— pues la verdad no me esperaba que reaccionaras así, tan solo trataba de darte una lección.

Fruncí las cejas.

—Vaya, así que todo este tiempo se trató de una clase de educación sexual —respondí con sarna.

Él se rió.

—Amo tu sentido del humor pero no, solo trataba de darte una lección de paciencia. Me parece que estas mal acostumbrada a tener todo lo que quieres cuando lo quieres, así que trate de hacerte las cosas un poco diferentes para ti —explicó dándome la espalda— si me disculpas, quería darme un baño.

Para él yo no era más que una niña malcriada. Estaba empezando a ponerme más roja de lo normal Gracias al enojo y vergüenza que me causaba la situación.

—Ya me has escuchado jadear, creo que tú y yo podríamos saltarnos la parte de la vergüenza a este punto.

Su cuerpo se puso rígido y volvió atónito la mirada hacia mi. No se esperaba que le dijera eso. Como siempre, decirle esta clase de comentarios subidos de tono era lo que me hacía tener cierta superioridad entre todas mis relaciones.

Pero para mi sorpresa él reaccionó quitándose la ropa. Nunca pensé que lo haría de verdad.

Theo retiró su camisa blanca, la tela reveló el tatuaje negro de unas alas en todo su esplendor. La tinta se amoldaba a los músculos y formas que componían esa espectacular espalda, sus brazos anchos se flexionaron para tirar la prenda sobre las piedrecitas secas a un lado del río.

Tragué fuerte, y como si él me hubiera escuchado tragar, volteó hacia mí para dedicarme una sonrisa de lado. Él estaba consciente de lo que estaba causando en mí, y quedaba claro que disfrutaba cada segundo de ello.

—¿Por qué quieres que sea paciente? —pregunté sin pensarlo mucho. Mi voz era apenas un susurro.

Él no apartó su mirada de la mía. Noté como el marrón de sus ojos empezó a oscurecerse y la forma en que lamió su labio inferior. El espacio entre mis piernas empezó a humedecerse.

—Te lo dije aquella vez, el día que estés conmigo quiero hacer las cosas bien para que jamás me olvides. No soportaría ser uno más del montón.

Eso fue todo lo que necesité para cortar el espacio entre nosotros. Me acerqué con pasos decididos, él no titubeó. Cuando estuve a centímetros de su cuerpo, mi respiración era irregular. Mirándolo a los ojos puse mi mano sobre uno de sus pectorales.

—No creo que sea buena idea —dijo sosteniendo mi muñeca.

El bulto que se formó en sus pantalones no pasó desapercibido.

—Por favor, así estaremos a mano —susurré.

Dirigí mi mano hacia su vientre, el movimiento de mis dedos fríos sobre su piel cálida era lento cuando acaricié sus abdominales, el hueco de su ombligo y deteniéndome en el comienzo del pantalón. Esperé que él dijera algo, una señal para continuar, pero lo único que pudo hacer fue aflojar su agarre en mi muñeca.

Tomé eso como un si, y me puse de rodillas.

Mis manos no perdieron tiempo y se acomodaron por encima de la tela, abrazando el considerable músculo que se endurecía más a cada segundo. Sus piernas temblaron y escuché un jadeo escaparse.

Decidí desabrochar sus pantalones y dejar las formalidades de lado, estaba claro que él deseaba esto tanto como yo así que no había necesidad de perder el tiempo. Cuando lo liberé, no me esperaba que fuera tan grande. No pude evitarlo cuando mis labios se abrieron por la sorpresa.

—No tiene que entrar todo —dijo apenado— sólo... haz lo que puedas.

¿Acaso acababa de disculparse por tenerlo grande?

Con la boca echa agua acerqué la lengua a él, desde la base hasta la punta, repetidas veces. Su respiración se hizo más pesada, así que levanté la vista y me encontré con una mirada ida, sus ojos completamente negros.

Cuando me aseguré de que cada centímetro de él fuera tocado por mi lengua, enrosque una mano y comencé un movimiento constante. Los jadeos se hicieron presentes, acompañados de mi nombre y unas cuantas palabras que sonaron como maldiciones.

Me convencí de que esta era la forma de estar a mano. Theo logró hacerme un favor aquel día en alta mar, este era mi turno de devolverle el gesto.

Él se sentía suave y firme entre mis dedos, sus venas saltando a la vista. En cualquier momento el llegaría al clímax, era de esperarse. Así que sin pensarlo demasiado acerqué mis labios a la punta, y empecé a descender hasta lo más bajo.

Él gruñó. Seguí bajando y él llenando mi garganta con su grosor. Cuando llegué al límite, ascendí y volví a bajar. Theo enrolló unos dedos en mi cabello, yo esperaba que él me tomara por la cabeza y me dirigiera pero en lugar de eso fue como si... acariciara mi cuero cabelludo. Eso hizo que algo dentro de mi se removiera.

Repetí el movimiento de subir y bajar mis labios apretados unas cuantas veces hasta que él se descargó dentro de mi boca.

***

Minutos después de que todo pasara, me senté en una roca y miré mi reflejo en el agua abrazada a mis rodillas enrojecidas. Theo hacía lo mismo, pero él se metió en el río a diferencia mía, el agua llegaba hasta su cintura.

Ninguno de los dos dijo nada.

No era como si fuera incómodo, pero definitivamente habían límites... y acabamos de cruzarlos todos. No había vuelta atrás, creo que los dos caímos en cuenta de ello a la vez.

—Pues... — Él empezó diciendo.

Enarque una ceja en su dirección.

—Esta es la parte en la que dices que fue mala idea y no deberíamos repetirlo.

Juraría que él se sonrojó.

—Estuviste increíble, quiero repetirlo —masculló perdido en su reflejo en el agua.

Este era mi turno de sonrojarme.

—Increíble —dije para mi misma.

—increíble —repitió en confirmación.

Creo que esta era la primera vez en mi vida en la que me sentía tan atraída por alguien que conocía de hace meses y que aún no había tenido la oportunidad de dejarlo entrar en mí. Tal vez fue la lección de paciencia, o el hecho de que aún no tenía relaciones con nadie en meses que hacía que todo lo relacionado con Theo se sintiera más intenso.

Volví a levantar la mirada y en esta ocasión lo encontré mirándome, parecía que estaba tratando de decir algo pero yo me adelanté:

—Sólo tendremos sexo, nada más.

Si estaba en desacuerdo con ello, lo disimuló bastante bien. Tan solo asintió en respuesta.

Sin nada más que agregar, di la conversación por terminada y me levanté de la roca para irme a otra parte. Donde sea que él estuviera lejos sería suficiente, no confiaba en mí para estar sola con él tanto tiempo.

—La próxima vez me toca a mí —dijo llamando mi atención— puede que me tome mi tiempo para planearlo, pero sin duda será memorable.

Esto era nuevo para mi.

Era algo a lo que debía acostumbrarme y que agradecí a los Dioses por todo ya que muy en el fondo, sabía que sería mi distracción con el tema de los demonios y el estrés emocional que representaba mi situación familiar.

—Bien —resolví en decir.

—Bien.

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