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• I V Y •

Días antes de la guerra.

Los descubrieron. A todos ellos.

Esos mestizos que se reunían en el bar, fueron capturados gracias a mis apuntes. Los mismos apuntes que de manera estúpida dejé en mi habitación, mis amigas los encontraron y acudieron a donde los demás arcángeles para poder desmantelar el punto de reuniones ilegales.

Fue mi culpa.

Todos los ángeles me felicitaron, dijeron que fue muy valiente de mi parte haberme arriesgado a eso yo sola y muchas cosas más a las cuales no me preocupé en prestar atención.

¿No era esto lo que yo quería?

Pues sí, pero... jamás imaginé que alcanzar este objetivo me hiciera sentir tan culpable y miserable.

— Ivy, ¿estás escuchando? — me reprendió Uriel al final de la mesa, su mirada amarillenta era seria.

Enfoque la vista en él. Kara y los demás líderes de cuadrilla permanecían sentados alrededor de la mesa con su atención sobre mí. Todos ellos expectantes por una respuesta de mi parte.

Miré a los lados de la sala esperando por una respuesta de parte de mis otras amigas, pero tanto Vela como Poppy apostadas a los lados de la pared con las manos a sus espaldas, hacían su labor de vigilar las puertas, ventanas y balcones para proteger a los líderes aquí reunidos. No podían ayudarme.

Uriel dejó salir un gran resoplido, sus cabello blanco cenizo danzó con el aire.

— Decía, que el Concilio Divino está interesado en que identifiquemos al culpable de todo esto antes de que inicie su sesión para así ellos decidir qué castigo aplicar. — Explicó Uriel con deliberada elocuencia. — Como tú fuiste quien reunió toda la información, queríamos darte la oportunidad de presentar los posibles sospechosos según tu criterio personal.

Oh, así que eso era lo que habían estado discutiendo por horas.

El Concilio era la reunión mensual que hacían los dioses para discutir muchas cosas que nos involucraban a todos. Había escuchado que más de una vez, esas reuniones resultaron en discusiones entre ellos mismos y que otras veces habían dado lugar a cosas espléndidas ya que cuando los dioses se unían, ocurrían milagros.

Pero con un caso como este sobre la mesa, me imaginé que esa reunión solo podría resultar en un castigo doloroso y lento, de esos que hacen ver a la muerte como un acto de misericordia.

— No tengo sospechosos — respondí sincera.

El arcángel asintió.

— Bien, nuestra acusada es la mano derecha de Coryanne. Una demonio llamada Lauren Bren. Se cree que ha estado usando su influencia entre los de su clase para obligarlos a albergar a demonios durante varios años, preparando un ejército para revelarse contra todos nosotros y la soberanía de nuestros dioses.

¿Mano derecha de Coryanne?

Me imaginaba que la diosa de la noche estaría muy enojada al enterarse de tal traición.

A decir verdad, estaba sorprendida por toda la información que presentaron en un segundo, como si hubiera sido tan fácil unir todas las piezas de esto.

— ¿Cómo sabes que fue ella y que planeaban una rebelión? — Cuestioné.

Los arcángeles me miraron con sus ceños fruncidos.

Ups, parece que habían mencionado ese punto ya hace un rato y yo estaba demasiado ocupada en mis pensamientos como para percatarme.

— Los rehenes nos lo dijeron.

Algo no me cuadraba bien, no podías solo descubrir todo eso en un día.

Creo que Uriel leyó la confusión en mi rostro porque sosteniendo mi mirada agregó:

— Los hicimos hablar.

• ✧ •

La reunión acabó, los reportes fueron enviados al concilio y no quedaba más que esperar la sentencia para la culpable.

Había escuchado que la susodicha fue atrapada y estaba custodiada en la celda bajo el concilio, un abismo frío y solitario donde tan solo los peores delincuentes habían respirado por última vez antes de ser condenados a crucifixión pública, decapitación en la horca o un sarcófago lleno de pinchos de hierro eran algunas de las penalizaciones más conocidas.

Todo dependía del humor de los dioses ese día.

En mi mente rondaba la idea de que ella sería condenada por mi culpa. Todo porque fui egoísta y desobediente, estaba hambrienta de poder y por eso sus planes fracasaron.

Ella, que al igual que muchos soñó con un mundo donde la gente como yo fuera libre, que pudieran andar por la calle sin temor y yo... yo había arruinado todo eso.

No me sentía orgullosa de nada.

Pensé en todo eso cabizbaja, acompañada de mis amigas fuera de la sala de reunión. Ellas me habían curado las heridas luego del ataque y se preocuparon porque yo estuviera bien antes de traerme aquí. No hicieron preguntas, tan solo actuaron.

Si tan solo hubieran sabido que no me sentía triste por las heridas.

Tantas cosas horribles que dije y había hecho, y ellas aún así trataron de entenderme y nunca se rindieron conmigo. Entonces me di cuenta de que, más allá de un interés amoroso no correspondido o de una posición importante, lo que más me importaba en la vida eran ellas. Lo que más me dolería perder en todo el mundo sería su compañía, su comprensión y hasta nuestras discusiones sin sentido.

Las extrañaría luego de lo que estaba a punto de hacer.

— Quiero estar a solas — dije deteniendo mi caminata en el pasillo.

Ellas intercambiaron miradas entre sí.

— ¿Te sientes bien? — cuestionó Vela

— Estoy bien. Sólo quiero discutir algo con Izar cuando acabe la sesión del concilio. Pienso que en privado podríamos llegar a un acuerdo con el tema de mi posición dentro de la cuadrilla.

Mentirles en la cara fue difícil. Pero era lo mejor que podía hacer. Ya había metido la pata en demasiadas ocasiones y esto era lo último que tenía por ofrecer.

Por fortuna parecieron creerlo. Así que asintieron y reanudaron sus pasos hasta salir de las instalaciones del edificio. Yo esperé a que dieran la vuelta, a que se perdieran en la distancia y bajé a la celda.

• ✧ •

Los guardias cerca de la celda eran arcángeles que me reconocieron y me felicitaron por el buen trabajo. No les respondí a ninguno.

La celda estaba ubicada en las profundidades del edificio del concilio, en un abismo donde el fondo no podía verse y tan sólo había un puente colgante de estabilidad cuestionable, que conducía de la entrada a una especie de columna ancha de roca en medio de la nada infinita. Sobre esa roca había un cuerpo, que se envolvía con una capa para luchar contra el frío.

La celda parecía más bien una jaula, un domo de hierro diseñado para contener a la criatura sólo de forma temporal.

Custodiando en la entrada encontré a Rigel, el rubio era un viejo compañero del campamento de arcángeles.

— Felicidades por una misión tan exitosa — dijo a modo de saludo — escuché que te devolverán tu posición de líder como recompensa.

Ignoré el revoltijo que dió mi estómago ante sus palabras.

— ¿Por qué la estás cuidando sólo? — pregunté en un intento de que cambiara el tema y me hiciera saber si había más ojos observando aquí abajo.

Él torció el labio.

— Ya sabes que Uriel es el líder de mi cuadrilla. Es demasiado exigente y sólo porque lo cuestioné una vez durante el ataque al bar de los demonios, me castigó enviandome a este lugar solo para que reconsidere mis modales. La verdad es que es demasiado inquietante y siento que las corrientes de aire frío me susurran cosas — su rostro se veía preocupado.

Bien, eso era todo lo que necesitaba saber antes de cortar la distancia entre nosotros y colocar mi mano sobre su cuello.

— Iv-Ivy— se sonrojó por mi cercanía.

Sonreí.

— Esto es un sueño — susurré contra su oreja mientras presionaba ese punto entre su cuello y hombro que lo envió a la inconsciencia.

Rigel cerró los ojos, sostuve su cuerpo con cuidado de que no se golpeara en la cabeza contra el suelo. Lo posicioné de forma que pareciera que había tomado una siesta inofensiva contra la pared de la entrada.

Objetivo uno, listo.

Atravesé el puente colgante con calma, sintiendo el peso de la mirada de la demonio que ahora había levantado el rostro, observando lo que le hice a Rigel. Sus grandes ojos abiertos eran señal suficiente de su sorpresa.

Para cuando estuve en la puerta de la celda, saqué una de las dagas que cargaba bajo mi armadura. La hoja fina me ayudó a forzar el mecanismo interior de la cerradura hasta hacerlo abrir. Un segundo después, ya estaba dentro con la rehén que ahora me miraba con miedo genuino.

— Seré rápida — le dije — vas a escapar de aquí, juntaras a los sobrevivientes y organizaran un ataque sorpresa cuanto antes. Deben aprovechar que las defensas son bajas en estos momentos.

Ella examinó mi rostro, mis ojos, mi cabello, todo. Extendió una mano y la acunó contra mi mejilla. Dioses, sus dedos se sentían congelados.

— Yo te conozco — respondió sonriendo con ternura, su voz era áspera — desde el día en que naciste... oh mi niña, no sabes cuanto te hemos extrañado tu madre y yo-

— No quiero hablar de ella — la corté cuando me di cuenta a donde estaba llevando la conversación.

Tal vez mi tono fue un tanto brusco, ya que ella apartó la mano aterrada.

— Escuché que los demonios pueden cambiar de forma ¿puedes hacerlo? — le cuestioné.

Ella asintió.

— Es lo que he estado haciendo por años para poder sobrevivir. — Explicó obvia.

Entre tambaleos, se paró como pudo ante mí. Era evidente que era una mestiza, a simple vista parecía demonio por el cabello oscuro y largo a juego con la piel pálida, pero ese cuerpo... tan alta y llena de gracia en cada movimiento, como mis amigas a las cuales me tomó años poder imitar a la perfección.0

Le pedí que me copiara, ya que era parte de mi plan para dejarla en libertad, ella obedeció. En un segundo tenía una copia casi identifica de mi misma frente a mis ojos.

— Sólo hago que tu cerebro vea algo distinto. — Explicó.

Increíble.

La recorrí con la vista y he de decir, que hasta ese momento no me había percatado de lo increíbles que lucen mis senos. Benditos sean los genes de mis padres.

— Bien, puedes irte antes de que Rigel despierte. Recuerda seguir mis instrucciones. — Le indiqué.

Ella se dirigió a la puerta, su rostro iluminado con una sonrisa. Pero antes de salir y poner un pie en el puente colgante cayó en cuenta de un detalle.

— ¿No crees que será un poco obvio que hayas entrado sola y luego salgas acompañada?

Asentí en su dirección. Así que cerré la puerta de la celda entre nosotras.

La mestiza parpadeó.

— Tienes razón. Es por eso que saldrás con la forma de mi cuerpo, y yo tomaré tu lugar aquí abajo.

Se puso frenética e intentó arañar el cerrojo para liberarme pero fue en vano.

— No puedes hacer esto... te matarán. Debe haber alguna forma-

— Dame tu capa — ordené.

A regañadientes ella obedeció. Yo hice lo mismo entregando mi traje de batalla dorado, junto con las armas que llevaba ocultas. Percibí varias lágrimas de su parte en el proceso.

— Antes del ataque, quiero que mis amigas sepan mi secreto — le pedí — también diles que lamento que por culpa de mi miedo no podremos llegar a ser estrellas juntas como lo habíamos acordado.

Su rostro, mi rostro, estaba marcado con lastima. Este era el modo en que las cosas acabarían.

— Y dile a mis padres, que siento no haber llenado sus expectativas.

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Mañana subiré la última actualización del pasado de Ivy, gracias por leer.

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