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• I V Y •

Semanas antes de la guerra

Tras los acontecimientos del día anterior y mi encuentro inquietante con el demonio en el bar, tenía las emociones a flor de piel.

Cómo en la patria celestial no había diferencia de día o noche era difícil intuir que hora era con exactitud, por lo que tan sólo las gruesas cortinas que cubrían las ventanas era lo que me indicaba que era la hora de dormir, y que por consiguiente eran altas horas de la madrugada para cuando regresé al apartamento que compartía con mis amigas.

Muy a mi pesar, no pude dormir. Me era imposible conciliar el sueño entre tanto alboroto y cristales rotos que estaban regados por mi habitación. Era un vil recuerdo de lo desagradable que había sido todo lo ocurrido durante el día en que nombraron a Kara como líder. Por otro lado, mi insomnio también se debía al hecho de que me sentía ansiosa por descubrir que ocultaban los mestizos reuniéndose.

En medio de mis revoluciones mentales, se me ocurrió que lo mejor que podía hacer era escribir todo lo que sabía hasta el momento acerca de esas reuniones secretas e incluso mis especulaciones. ¿cuales eran sus motivos? ¿quien los dirige? eran algunas de las preguntas que formulé y que debía responder para presentar mi investigación ante Izar, desmantelar lo que estaba ocurriendo y así obtener de nuevo parte del honor que había perdido.

Tenía que hacerlo sola, así cuando diera con el fondo de esto todos sabrían que no necesitaba de nadie a mi lado para hacer las misiones más importantes. Era el único modo que tenía para demostrar mi valía y el gran error que había cometido Izar al dudar de mí.

— El desayuno está listo — anunció Poppy abriendo la puerta de mi habitación sin avisar.

Con torpeza oculté las hojas que había escrito bajo mi almohada. Acto del cual me arrepentí en el segundo que lo hice porque era más que obvio que mi amiga me había visto.

Poppy al percatarse de mi acción tan sólo permaneció allí en el umbral, escudriñando con sus ojos lilas esperando una explicación. Sus alas plateadas lucían tensas.

— Estoy empezando un diario — mentí — ayuda a drenar los pensamientos negativos.

Sus alas se relajaron.

— Que alivio, por un momento pensé que estabas trazando un plan sobre cómo asesinar y deshacerte de los cuerpos de Kara y Uriel sin levantar sospechas.

No me sorprendía que tales cosas pasaran por su cabecita retorcida en las primeras horas de la mañana.

— Creo que deberías empezar un diario también —señalé — sin duda tienes muchas ideas negativas que drenar.

Ella me sonrío sin llegar a mostrar los dientes.

— Creeme, aquí adentro pasan demasiadas cosas que no quieres saber. Me gusta creer que le hago un favor al mundo al mantenerlas conmigo misma.

Me guiñó un ojo y se fue.

Eso me hizo estremecer en mi lugar. Pero por lo menos la conversación incómoda fue suficiente para desviar su atención de mis apuntes.

• ✧ •

No tenía planeado desayunar, muestra de ello fue que calcé mi capa y una vestimenta ligera que usaba en mis entrenamientos diarios. Pero el olor a tocino, panes dulces, jugo recién exprimido y mermelada de fresas, llamó mi atención haciéndome acercarme casi por inercia hacia el comedor donde tres figuras aladas me miraban con sonrisas cómplices.

Alcé una ceja.

— Ayer estuvieron a punto de clavarme los tenedores en los ojos y hoy hacen mi desayuno favorito — aprecié la comida frente a ellas con ambos brazos cruzados— ¿tienen algo que quieran decir?

Esas sonrisas no abandonaron su rostro nunca.

— Pues nos pusimos en tu lugar y pensamos lo difícil que es todo esto para tí — empezó diciendo Vela con las piernas cruzadas en uno de los asientos del comedor — así que es nuestra forma de disculparnos.

Sin lugar a dudas el gesto se me hizo un tanto tierno de su parte. Ninguna de nosotras era buena con expresar este tipo de emociones, así que todo esto era nuevo para las cuatro.

— Estar peleadas sería contraproducente con la regla número uno de nuestra cuadrilla — enunció Kara apartando una taza de café de sus labios — siempre estaremos juntas, en medio de la gloria y la sangre, hasta que el cielo nos reclame de vuelta y nos convirtamos en estrellas.

Mi respiración se tornó un tanto irregular.

— Eso fue... hermoso.

— Lo sé — dijo Vela orgullosa limpiando con cuidado una lágrima que amenazaba con arruinar el maquillaje de los ojos — ni yo misma sé como se me ocurrió.

Esta sin dudas sería una mañana demasiado emotiva.

Pero mis objetivos eran claros y no tenía interés alguno en apartarme de ellos.

— Iré a correr, guardenme algo — les informé girando a la salida.

Sus alas se encorvaron y sus expresiones faciales se tornaron un tanto decepcionadas.

En lo personal, me sentía culpable por haberlas evitado pero había una misión por cumplir y yo era la única que estaba al tanto.

• ✧ •

Volví al mismo bar del día anterior, en esta ocasión más atenta y sin los efectos de la sangre en mi organismo. Me fijé en que la entrada estaba siendo custodiada por demonios que controlaban quién podía entrar y quien no, eso me llamó la atención ya que ayer estuvo abierto a todo público.

Los clientes se formaron en una fila, todos llevaban capas que cubrían sus rostros, cuerpos o inclusive guantes, sombreros abultados y zapatos altos. Si acaso eran mestizos, hacían muy buen trabajo en disimular sus razas y es que de este modo podían hacerse pasar por cualquier cosa. Era imposible descifrar si quien estaba frente a mí en la fila era brujo o demonio, no sabía cómo sentirme al respecto.

Parecía que lo de las reuniones era cierto.

Cuando estaba a punto de atravesar la entrada, los demonios que hacían de seguridad, se pusieron delante de mí bloqueando el paso, uno de ellos me empujó haciéndome retroceder.

— ¿Nombre? — me pidió el guardia.

Aunque yo era conocida entre los ángeles, me preguntaba qué tanto sabían los demonios sobre mí y las hazañas que había hecho. Había orquestado muchas misiones importantes, llevaba a encarcelar criaturas por montones, detuve muchos enfrentamientos interraciales y ni contar la de veces que atrapé demonios succionando sangre de seres indefensos.

Aún así, ellos podrían pensar que tan solo era una arcángel más, como los otros cientos. Pero a considerar por el espectáculo que protagonicé el día anterior... no estaba tan segura de que podría pasar desapercibida.

— Déjala pasar — dijo el otro demonio con los ojos puestos sobre mí — va conmigo.

Ese fue el demonio que me intentó ayudar a levantarme del suelo y con solo mirarme a los ojos se dio cuenta de que yo era mestiza. El demonio de la ceja cortada.

El otro se echó a un lado para cederme el paso.

— Bienvenida a casa — sonrió.

El cambio de humor entre ser una pared impenetrable a un anfitrión amable me incomodó. Demasiado rápido para procesarlo, pero forcé a mis pies aprovechar lo que sea que fue eso para entrar allí.

Una vez adentro tuve que contener el aliento.

El bar estaba atestado igual que ayer, pero en esta ocasión no habían solo demonios. Había un brujo entreteniendo un grupo con sus trucos de magia wicca mientras tomaba una bebida con sangre, lo que significaba que era parte brujo y parte demonio. Por un lado vi una sirena hermosa, con el cabello en tono aqua y sus orejas que terminaban en delicadas puntas dejaban en evidencia su herencia élfica. Había también más seres con alas que no pude identificar muy bien a qué raza pertenecían, pero sin dudas había sangre angelical en sus venas.

— ¿hermoso no? — dijo el mismo demonio de la ceja cortada a mis espaldas.

Parpadeé saliendo del trance en que me había metido, reparando en que había mantenido la boca abierta hasta ese momento.

— ¿por qué se reúnen aquí entre los demonios? — cuestioné.

Él sonrió de lado, sin dejar de ver a la multitud.

— Resulta que mi familia es dueña del bar y al igual que todos los demonios que estamos aquí, somos simpatizantes con la causa. Todos, de una forma u otra conocimos a un mestizo que nos hizo ver las cosas de otra forma.

Asentí.

— Tú ... ¿tuviste que ver algo con alguno de ellos?

Volvió la vista hacia mi luego de un largo suspiro.

— Mi hermana iba a tener una cría mestiza pero no lo lograron — sus ojos se oscurecieron — los arcángeles la mataron antes de que pudiera dar a luz.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Eso era la justicia divina en su máxima esplendor. Cuando tus acciones se convierten en el peso de tu castigo, y los arcángeles se ven forzados a proceder sin titubear.

Por primera vez en mi vida, me sentí apenada de ser arcángel.

— Deberías decirme tu nombre ¿no? — le dije cruzándome de brazos. Un intento de cambiar de tema.

Él sonrió de lado, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos. Era más bien una perezosa.

— Sólo si me enseñas tus alas.

Fruncí el ceño.

Desde que había tomado la sangre oculté mis alas, sabía que se habían tornado de un tono gris.

Creo que la primera lección de mi padre fue esa: no tomes sangre, y si lo haces bajo ninguna circunstancia no enseñes tus alas.

Aprendí a ocultarme, a esconderme entre habitaciones donde me trataban como una princesa, a pasar desapercibida entre ángeles y querubines porque sabía que toda esa vida acabaría en el segundo que revelaría mi secreto.

Pero este libertinaje, era mucho.

No pude evitar el sentimiento de contrariedad que me atravesó, por un lado me sentía que todos ellos debían de ser encarcelados ya que eso fue lo que se me enseñó, pero por otro sentía que de algún modo pertenecía allí.

Eres una arcángel, me recordé a mi misma.

— ¿Acaso me robarás una pluma y la venderás en el mercado?

El demonio se rió.

— Sólo déjate llevar, es lo que hacen todos aquí.

Eché un vistazo rápido ante los presentes. Ninguno de ellos nos ponía atención, no se juzgan entre ellos y mucho menos se les antojaba raro nada de esto.

¿Me aceptarían por igual?

Tal vez podría intentarlo, pensé. Tomar sangre, dejar que todos vieran mis alas negras, bailar junto a la sirena que vi hace un rato, o hasta tomar malas decisiones era una posibilidad tentadora.

Por un día ser libre... no pretender.

Apenas alcancé a retirar mi capa sobre mi cabeza, cuando escuché el estallido que destrozó la entrada.

• ✧ •

Una sonrisa en el rostro del demonio fue lo último que vi antes de que la explosión me enviara lejos, estampándome contra una superficie.

Creo que choqué con una mesa, a mi lado habían botellas rotas y licor derramado. El golpe fue seco y lo sentí en mi espalda.

Intentar levantar la cabeza fue una odisea. Un pitido en mis oídos me impedía escuchar mis propios quejidos de dolor. Entonces me percaté de lo que estaba ocurriendo, y el dolor pasó a ser mi menor problema.

La entrada era un boquete, donde entraban los arcángeles armados con espadas, algunos montando unicornios y otros valiéndose tan solo de sus alas, atacaban a los mestizos. Sus movimientos eran brutales al cortar y golpear todo a su paso, aprovechaban que los enemigos estuvieran desorientados.

Entre todos los arcángeles identifiqué a Uriel, el arcángel de cabello cenizo que ahora era flanqueado por su cuadrilla, estaba cerca de donde yo estaba pero no me había visto aún. Desde mi posición aprecié como el degolló al demonio de la ceja cortada.

Mi amigo no alcanzó ni a suplicar por su vida.

Todo fue muy rápido, tan solo un corte fue suficiente para que su cabeza se desprendiera de su cuello y la sangre lechosa chorreara a borbotones. No tuvo tiempo de gritar, sus ojos estaban abiertos y Uriel no se molestaría en hacerle el favor de cerrarlos.

El arcángel se dio la vuelta y siguió con la matanza.

No se me ocurrió otra cosa que gritar.

Estaba confundida, aterrada y muy desconsolada.

No entendía como había pasado todo, mucho menos sabía porque hacían todo esto.

— Está aquí — escuché a Vela decirle a alguien pero no sabía con exactitud cuándo había aparecido mi amiga.

Su voz a la lejanía se confundió con las de Poppy y Kara.

No sé qué pasó después, tan solo recuerdo estar allí tirada en el suelo y a la vez no estar. Todo era ajeno, como si viera los acontecimientos desde una ventana y todo parecía irreal.

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Arriba imagen de Ivy. 

Gracias por leer♥

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