16
• I V Y •
Patria Celestial, antes de la gran guerra.
No recordaba el momento exacto en que empecé a escuchar los rumores. Parecía como si siempre hubiesen estado ahí, desde el día en que Vela, Poppy, Kara y yo nacimos.
Se decía que éramos una bendición enviada para cuidar a Izar, el Dios de los ángeles. Que en todo el campamento no había mejor cuadrilla de arcángeles. Que entre tantos guerreros rondando en el pabellón de los ángeles no había nadie que se nos comparara.
La verdad es que nosotras éramos todo eso y más.
Ellas eran mis amigas y confidentes. Compañeras de habitación, socias que hacían trabajos sucios con una brutalidad y eficiencia incomparable. Pero por encima de todo eso éramos familia, aunque no nos uniera la sangre.
Había perdido la cuenta de cuántas veces habíamos salido a matar juntas, de todas las fiestas que disfrutamos en el campamento o incluso las miles de carcajadas que compartimos sentadas en el sofá de la sala cuando no teníamos misiones.
Hoy era el día en que los rumores se hacían ciertos, ya que el campamento había acabado e Izar estaba obligado a darnos nuestros puestos oficiales.
Todo el mundo sabía cuál sería el resultado para nuestra cuadrilla: Vela, era la más fuerte por lo que le tocaban las defensas, Poppy conocía todas las formas posibles en las que se podía matar cualquier cosa así que iba a ser la mente detrás de cada ataque y Kara sería nuestra espía sombra, cuya función es recabar información sin ser vista.
Yo sería la líder, un puesto que me gané con mi sudor, astucia y años de práctica invertidos en dominar el arte de la letalidad.
— No puedo creer que haya llegado el día — le dije a Vela, quien me ayudaba con los broches de mi traje de batalla dorado al rededor de mis alas. — Cuando Izar me proclame como la líder del grupo frente a todo el mundo, luego Uriel se acercará a mí y me pedirá que sea su novia.
Vela recién terminaba de acomodar su cabello amarillo pálido. Lucía un rapado por los costados y un flequillo caía con una onda voluminosa a un lado, sin llegar más abajo de sus pómulos salpicados por pecas. Sus brazos de color bronce eran puro músculo al igual que el resto de su cuerpo alto y esbelto.
Nos encontrábamos en mi habitación, terminando de vestirnos y arreglarnos antes de partir al gran salón en el centro del pabellón de los ángeles donde sería la ceremonia de nombramiento.
— Aún no entiendo tu fascinación con ese tipo —dijo mi amiga torciendo sus labios que brillaban con los destellos rosa oro de su labial — ni siquiera sabemos si tiene novia porque no parece hablar de otra cosa que no sea entrenar.
Uriel podría decirse que era mi igual. Fuerte, astuto, según los rumores futuro líder de su cuadrilla y como decía Vela, demasiado enfoscado en sus deberes como para hacerme caso. Pero eso pasó en el campamento, ya las cosas estaban a punto de cambiar porque habíamos terminado todas las pruebas para ser reconocidos como arcángeles oficiales.
— A ver Vela querida — empecé diciéndole con dulzura. — Si Uriel estuviera con alguien, Kara lo sabría hace mucho tiempo.
Ella rodó sus ojos avellana.
— Eres demasiado terca.
Tomé eso como un cumplido.
Cuando terminó, me ubiqué en el espejo viendo mi traje dorado metálico que dejaba a la vista mis pechos apretados, remarcaba mi cintura y terminaba en una falda bastante corta, a lo largo de mis piernas brillantes se entrecruzan las ligas de mi calzado. Mis alas estaban extendidas, tan blancas como mi cabello corto que apenas rozaba mis hombros enmarcando así la forma de corazón de mi cara.
Sonreí satisfecha por la imagen, sin lugar a dudas sería un gran día.
— Esa es la peor armadura que he visto — opinó Kara entrando a la habitación. — Deja a la vista todos los puntos vitales.
Como era de esperar, Kara siempre tenía que estropear mis momentos por estar sobre analizando todo.
A diferencia nuestra, su traje era más práctico ya que era el que utilizaba en las misiones. Llegaba a cubrir sus brazos y sus piernas estaban protegidas por botas altas.
Su cabello tenía un sutil tono de cobre al igual que sus alas y apenas era lo bastante largo para ocultarlo tras sus orejas. A pesar de que ella no utilizaba nada de cosméticos como Vela, no era necesario ya que sus ojos verde pálido con un aro de oro quemado en ellos eran todas las joyas que necesitaba para decorar ese semblante imponente. Verla a los ojos era como ver el campamento por las mañanas, con el sol atravesando el follaje verde.
— Cumple con la regla número tres de nuestra cuadrilla — le dijo Vela.
Kara le dedicó una mirada inquisitiva.
— Estoy bastante segura de que en nuestro apartamento no tenemos reglas — señaló confundida.
— Me la acabo de inventar — volvió a decir Vela. — Regla tres: en eventos especiales nuestras armaduras deben ser lo suficientemente cortas para mostrar nuestros muslos.
Kara frunció las cejas.
— ¿Y eso por qué?
— Para cumplir con la regla dos: es obligatorio llevar nuestras mejores dagas atadas a los muslos porque así nos veremos más perras.
Vela era la única arcángel en el mundo que se le ocurrían ese tipo de cosas. Y eso era mucho decir, ya que todos los ángeles se caracterizaban por cuidar su apariencia en exceso, pero mi amiga llegaba a niveles extremos.
Una vez, nos ordenaron capturar unos pulpos gigantes que habían causado un desastre en el pabellón del mar, ella se preocupó por mandar hacer una armadura que combinara con la tinta, sólo por si llegaba a mancharse.
— A todo esto — dije llamando la atención de ambas— ¿Dónde está Poppy?
Kara, con sus labios en una línea recta señal de su constante falta de paciencia dejó salir un largo suspiro.
— Está con la novia, dice que nos esperará allá.
Hace algunas semanas conocimos a la novia querubín de Poppy. Al principio fue impactante ya que los querubines eran seres pacifico, que pasaban todo el día meditando y creando cuerpos celestes para adornar el cielo. No sabía cómo alguien así de calmada se fijaría en Poppy, la cual al principio piensas que es tímida ya que se trata de alguien reservada que nunca habla si no es necesario pero luego tratas de mantener la distancia cuando descubres que su pasatiempo preferido es reventar cráneos.
Pero yo que sé, el amor funciona de maneras muy extrañas y yo no soy quien para juzgar.
— Vela, ponme el mejor labial que encuentres — dije con una gran sonrisa — estoy lista para el mejor día de mi vida.
• ✧ •
El salón estaba lleno de arcángeles en armaduras doradas y querubines con togas blancas. Cada uno de ellos se acercaba a felicitarnos tanto a mi como a mis amigas incluso antes de que el evento iniciara, ya que el resultado era más que evidente.
Adentro nos encontramos con Poppy. Quien llevaba sus cabello plateado cubriendo toda su frente tan despeinado como siempre, me gustaba pensar que parecía una nube frondosa. Gracias al constreñimiento de Vela, ella también usaba un traje dorado muy revelador que iba a juego con la daga que se asomaban a ver por su muslo delicado.
Kara al notarlo tan solo negó con la cabeza rendida, nosotras reímos de manera estruendosa y juntas atravesamos el lugar. Dispuestas a tomar todo lo que esta ceremonia tenía para ofrecernos.
El salón era una expansión de losetas de marfil, con grandes ventanales con vistas al atardecer perpetuo, por donde podía entrar o salir volando quien quisiera. En el fondo había escaleras amplias que conducían a seis tronos que eran ocupados por los dioses.
Era raro ver a las seis deidades reunidas en un lugar diferente al Concilio, pero una gala de una magnitud como esta ameritaba la presencia de los otros cinco dioses como espectadores. Al y al cabo, los nombramientos de los nuevos arcángeles sólo ocurrían una vez cada mil años.
Por un lado estaban Hypatias y su hermana gemela Hécate en representación de los brujos, esta segunda se notaba interesada en la conversación divertida que sostenían Izar y Demi la diosa de los elfos, por otro lado estaba Namphys que se le veía aburrido revisando un reloj en una pared cada dos minutos y al final Coryanne, la diosa demonio que era la única que parecía interesada por los ángeles que revoloteaban frente a ella.
Ver a Izar y Coryanne en la misma habitación me impactó. Uno con sus alas blancas extendidas y la otra con su opulenta vestimenta ónix con chispas de diamantes en alusión a una noche estrellada. Ambos me recordaban lo que yo era, una mestiza mitad ángel y mitad demonio. Ni siquiera mis amigas sabían el secreto de mi descendencia. Jamás dudaron de mí ni me cuestionaron si en verdad era una de ellas. Mis intenciones era de que las cosas siguieran así, tampoco tenía deseos de compartir mi secreto con nadie.
El resto de la gala las felicitaciones me continuaron alcanzando, el vino se derrochaba al igual que las uvas, quesos y galletas. Una hora precedía a la otra hasta que alguno de los asistentes de Izar le susurró que era momento de iniciar con los nombramientos.
— Apuesto que Rigel le toca defensiva — señaló Poppy sin despegar sus ojos violeta de nuestro dios.
El proceso era simple, esperabas a que llamasen tu nombre, te inclinas frente a Izar y él decía tu puesto mientras posaba por un momento en tu cabeza a Orión, su espada bendita.
— ¿Por qué estás tan segura? — cuestionó Vela mientras revisaba su aspecto con un pequeño espejo que siempre cargaba en algún bolsillo.
— Se ve que es del tipo impenetrable y salvaje.
Kara por otro lado se había mantenido distante y silenciosa como siempre, escabulléndose entre la multitud y perdiéndose de vista como nadie podría haber hecho. Al final del evento, le preguntaría cuántos secretos había escuchado cuando los demás no la notaban.
Alguien sonó una trompeta para captar nuestra atención y se hizo el silencio.
Llamaron a Poppy al escenario, y mi corazón empezó a latir muy fuerte. Ya estaba llegando el momento.
Mi amiga delgada subió por las escaleras, cuando estaba frente a Izar se arrodilló. La espada apenas rozó sus ondas plateadas cuando Izar la nombró, Mente.
La siguiente fue Vela, quien no perdió ni por un segundo la gracia al mecer sus generosas caderas al subir las escaleras. Cuando se arrodilló en una pierna, arqueó sus alas amarillentas y estas lucieron magníficas. Fue nombrada defensa.
Luego llamaron a Kara, mi amiga salió de entre la multitud y con su rostro desinteresado como era costumbre, se inclinó y esperó paciente su nombramiento cuando la espada tocó su cabeza.
Podría jurar, que vi a Izar tragar antes de anunciar su puesto.
La nombró líder.
Todos los dioses, hasta los que hace unos momentos parecían aburridos voltearon extrañados a verlo. Los ángeles se unieron en un sólo jadeo por la sorpresa e incluso Kara levantó la cabeza sin poder creer lo que acababa de pasar.
No puede ser.
Según las costumbres, dejaban al líder de la cuadrilla al final. También estaba el hecho de que todos sabían que Kara era una buena sombra, la mejor en su clase.
Apenas me acordé de cómo se respiraba cuando llamaron mi nombre y no sé cómo me acerqué al frente de Izar, mi cuerpo temblaba y el peso de todo el mundo estaba sobre mí. Muy en el fondo esperaba que el resultado fuera distinto, tal vez decidió que ahora seríamos dos líderes
¿tal vez?
Subí las escaleras, sentí el filo de Orión descansando en mi cabeza, con un agarre firme y sin titubear, Izar me nombró Sombra.
Percibí una lágrima correr por mi rostro.
Los murmullos se hicieron presentes en el salón.
Tan solo tomó unas palabras para que alguien me arrebate de mis manos mi único sueño en la vida.
Uno de los asistentes de Izar me pidió que me levante y dejara el lugar libre para los demás arcángeles que les tocaba cruzar. Así que me levanté, pero permanecí allí frente a Izar, mirándolo a los ojos turquesa.
— Arréglalo — le ordené.
Los murmullos se intensificaron, entre ellos escuché a Vela y Poppy que me pedían bajar del escenario, pero no escuché.
Tan sólo quería que este desastre se resolviera.
— ¿Así es como dejas que te traten los tuyos? — señaló Hypatias. — No sé porqué no me sorprende.
— Metete en tus asuntos — Izar cortó al brujo sin necesidad de voltear a verlo.— Ivy, no hay nada que arreglar. Ve con tu cuadrilla.
Yo negué con la cabeza. Mis puños apretados a mis costados.
Cometer una insolencia frente a él era lo menos que podía hacerle.
Él era un dios todopoderoso, no tenía nada que perder. Yo tampoco.
— Sabes... jamás pensé que fueras capaz de fallarme de este modo — mi voz era afilada — sabías más que nadie lo ansiosa que estaba porque este día llegara y sin embargo nada de eso te importó.
Pude percibir por el rabillo del ojo como algunos sus asistentes se reunían en el comienzo de los escalones, no muy seguros de acercarse a mí o no.
Las alas de Izar se tensaron, él les indicó a los asistentes con una mano que se detuvieran. Claro, el idiota sabía que estaba apunto de revelar cosas y creía que podía mantener todo bajo control.
No se imaginaba lo que me disponía hacer.
— Ivy, por favor no hagas algo de lo que te puedas arrepentir más tarde — me indicó.
Que irónico me pareció todo. Él me humillaba y yo tenía que seguir con esta farsa de vida sólo porque sí.
— Felicidades, acabas de fallarme a mí al igual que le fallaste a ... — las palabras murieron en mi boca.
Quería exponerlo, decirles a todos su gran secreto, que el mundo se enterase para que sufriera la misma vergüenza que yo. Se lo merecía. Pero una fuerza externa me lo impidió.
De repente mi mente era más fría, mis pensamientos estaban corrompidos y tan solo me bastó echar un vistazo rápido a Coryanne para darme cuenta de que me había contenido con su control mental.
Ella era la única persona en todo el salón que no tenía su atención puesta en mí, tal vez por vergüenza o pena, y sin embargo se encargó de que cerrara la boca sin que nadie se enterara para susurrarme en los pensamientos:
Vas a bajar del escenario, te encerrarás en tu apartamento y no vas a salir de allí hasta que esta ceremonia termine.
La voz era sedosa, recubierta de un poder se sentía oscuro, antiguo e infinito, era un peso al cual no podía resistirme y que hacía que mis cuerpo se moviera por sí solo para hacerme saltar en el aire y dirigirme a mi hogar.
Ese día pasaron muchas cosas en las que pensé de camino a mi apartamento: perdí mi único sueño, me humillé frente a los ángeles y dioses, desafié a Izar y por primera vez Coryanne me habló.
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N. A. Gracias por la paciencia♥
El pasado de Ivy es algo que ni yo misma conocía pero que en el transcurso de Academia de Brujas fui descubriendo poco a poco. Me complace llegar a este punto donde ella se siente lista para compartir con todos los acontecimientos que la llevaron al lugar donde está.
Si bien tenía planeado contarlo a modo de relato ante una fogata, creo que es mejor escribirlo así tipo flashback para que no se pierda lo épico, el drama y la intensidad que Ivy se merece.
Continuamos la próxima semana, gracias por leer :)
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