15
• I V Y •
Quisqueya se extendía frente al barco, ostentando una hermosa vista que parecía trazada con una paleta de los más ricos tonos de verde. Las inmensas y suaves montañas cubiertas de follaje silvestre que se veían a la distancia despertaron algo en mí. Tal vez fue esperanza.
Atracamos el barco en una playa virgen y desierta cuyas aguas eran de un bello color turquesa, sus arenas blancas y estaba decorada por palmeras que se extendían a lo lejos hasta perderse de vista hasta los pies de las montañas.
Mi recuperación era lenta pero por fortuna constante. Podía caminar por mi cuenta sin problema alguno pero sin embargo, Aiden se negaba a dejar mi lado porque según él quería prevenir cualquier caída o mareo repentino.
En realidad, él no era más que una garrapata que se negaba a soltarme y yo no tenía corazón para rechazarlo. Que puedo decir, soy débil a veces.
— Supongo que aquí nos dividimos de los tritones — observó Rosie.
Nuestro equipaje era ligero, nada que no pudiera caber en algunas mochilas, por lo que bajar hacia esa playa era lo único que necesitaríamos para emprender el resto del viaje por nuestra cuenta en dirección al pueblo de los Elfos sabios que podían darnos las respuestas a nuestros problemas.
Una vez que todo se resolviera, Aiden estaría feliz de nuevo y yo incluso podría plantearme vivir en Caelum. Tal vez los reyes podrían aceptar a una mestiza en Caelum si ayudaba a erradicar la plaga de demonios en la ciudad.
— Yo me quedo —dijo Lucas captando la atención de todos. — Decidí formar parte de la tripulación del barco y Aren me acepto.
Pensé que había escuchado mal o que se trataba de una broma de mal gusto, pero volví la vista en dirección al brujo y lo encontré mirándome muy serio. A su lado, Aren lucía un tanto ansioso.
¿Cuando?
La pregunta resonó en mi cabeza y mi cuerpo se tensó. Con un susurro le pedí a Aiden que me dejara un minuto a solas con mi amigo. Él príncipe plantó un beso en mi mejilla y aceptó, llevándose a los demás consigo hacia la playa.
Incluso Aren tuvo la decencia de dejarnos privacidad, así que quedamos tan solo Lucas y yo para atar nuestros cabos sueltos.
— ¿Fue por mi culpa? — fui la primera en cuestionar.
Él sopesó sus palabras.
— Podría decir que en parte sí, pero más que todo lo hago por mí.
Mis cejas se unieron.
— No entiendo.
— Iv, no estoy seguro que me depara el mañana, sólo sé que ya tuve suficiente de estar junto a ti. Es hora de que haga las cosas a mi modo, de que me equivoque y vuelva a intentar. De eso se trata la vida.
Sus palabras dolían, como si alguien lanzara cuchillos hacia mi corazón.
— Está bien, estás en tu derecho —resolví en decir. — Sólo... quiero que sepas que yo no te engañé como piensas.
Lucas se cruzó de brazos.
—¿A qué te refieres?
— Cuando llegué a Pineville hace dos años, estaba en búsqueda de un lugar tranquilo donde pudiera olvidar toda la mierda que me había ocurrido años atrás. Así que llegué al pueblo, conocí las Wiccianas y les hice creer que me conocían hace mucho tiempo. Planté en sus cabezas la idea de que yo era una chica egocéntrica, promiscua e insolente. Eso era lo que todos allá en el aquelarre reprochaban. Pero luego te conocí a ti, e hice lo mismo pero tú... fuiste el único que no me rechazó.
Él dio unos pasos hasta llegar a mi lado pero sin tocarme, recostandose en la baranda del barco.
— Tengo recuerdos muy borrosos junto a ti de hace muchos años. Eso significa que te metiste en mi cabeza y alteraste algo.
— Si, los recuerdos los puse yo. Pero la decisión de ser mi amigo fue siempre tuya —. Lamí mis labios secos. — Lamento no haberte contado en su momento pero es que pensé que me odiarías.
El asintió.
Su silencio fue demasiado, así que le di la espalda y tomé una bocanada de aire para irme. Ya había dicho todo lo que tenía que decir, la verdad que él merecía, así que nada más importaba por ahora.
Pero entonces Lucas me abrazó por la espalda.
— Tal vez la nuestra fue una mala introducción, pero lo cierto es que algo me dice que no es el final. Esto es tan sólo un paréntesis.
Rodé mi cuerpo para quedar frente a él y enroscar mis brazos alrededor de su torso.
— Espero volver a verte, Lucas Tamber. Sé que serás alguien grande.
Y lo decía enserio. Él era una persona con un corazón inmenso y una gran valía, podía hacer lo que sea que se propusiera cuando creía en él mismo.
Que el mundo se preparara, porque un brujo se había vuelto pirata. Las cosas estaban cambiando y no había vuelta atrás.
• ✧ •
Después de una despedida amarga, me reuní junto a los demás en la playa. Él sol había alcanzado su máximo punto cuando el Leviathan partió y Aren se despidió de todos nosotros desde cubierta.
Mis primeros pensamientos ya en Quisqueya fue que la arena se sentía suave bajo mis botas y la brisa fresca resultaba agradable. Mi tía fue la primera en hablar y nos dijo que era hora de que nos pusiéramos en marcha, ya que debíamos atravesar la playa para adentrarnos en el bosque hasta llegar donde los elfos.
— Ya estoy cansada de caminar — empezó quejándose Ginger.
— Por lo menos tú no estás cargando con el equipaje — Señaló Esdras.
El brujo de melena castaña hacía un gran esfuerzo por llevar una gorda maleta sobre sus hombros.
— Esperen un momento — se detuvo Aiden, los demás imitamos su acción. — Si todos estamos cargando mochilas con nuestro equipaje, ¿qué es lo que lleva Esdras en esa maleta?
— Pues mi ropa — respondió Circe encogiéndose de hombros.
La mirada azulada del príncipe se alternaba entre la gorda maleta y la delgada bruja frente a él.
Sabía lo que pasaba por su cabeza; no tenía sentido llevar tantos cambios de ropa cuando estábamos en una misión casi suicida, pero él era demasiado educado como para decirle algo así.
— Muy bien, sigamos — dijo en un tono que antojaba cierto escepticismo.
Todos reanudamos la marcha.
— Creo que deberíamos cazar algo para la cena — sugerí.
— Yo puedo intentar conseguir algo — se ofreció mi tía. Detrás de ella, Milo le seguía el paso.
— Espera — empezó diciendo Rosie — ¿Te refieres a cazar matando animales?
Yo asentí en su dirección.
— Pues sí, así es que consigues comida —expliqué.— No es como que el pollo frito crezca de los árboles.
— Claro que sé eso, no soy tan estúpida — dijo en un tono de voz con el cual cualquier rastro de niña mimada que la caracterizaba había desaparecido. — A lo que me refiero es que nunca he matado nada, así que no creo que tenga el corazón para hacerlo.
— No te preocupes por eso, yo puedo hacer el trabajo sucio por mi cuenta — intentó calmarla mi tía. — Podrías ser de ayuda en la cocina si te parece.
Rosie negó con la cabeza.
— Jamás he cocinado nada, Ginger tampoco.
Vaya eso era un detalle que no me esperaba.
— Somos un grupo grande, creo que los demás podríamos encargarnos de eso — dije — ¿Cierto?
Todos los brujos intercambiaron miradas recelosas entre sí sin mediar palabra alguna.
— No me digan que ninguno de ustedes sabe cocinar — solté exasperada.
No me había dado cuenta de ese detalle porque habíamos pasado las últimas semanas en el barco comiendo los mariscos que preparaba el cocinero. Pero ahora caí en cuenta de que estaba siendo acompañada por nada más que hijos de nobles y unas gemelas asquerosamente ricas. Ninguno de ellos había tenido que mover un dedo en su vida para conseguir algo, tan sólo pedirlo al mayordomo más cercano.
Empecé a arrepentirme de este viaje.
— Si te sirve de algo, una vez quemé un pato a los siete años — enunció Moll.
— ¿No te refieres al pato que me regalaron por la nevada verdad? — inquirió Esdras —Me dijiste que le había caído un rayo.
Moll abrió la boca para decir algo más, pero consideró que era mejor correr por su vida. Esdras soltó una maldición antes de dejar caer la pesada maleta en el suelo y perseguirlo a través de los árboles.
— Genial, dos bocas menos que alimentar — aprecié cuando los perdí de vista.
Aiden frunció el ceño en mi dirección.
—¿Qué? — le dije extrañada. Tan solo había dicho lo obvio.
— Yo sé cocinar — dijo Theo.
El alivio recorrió mi cuerpo. Por lo menos había un ser funcional entre todos ellos.
— Pero soy vegano — añadió.
Me dieron ganas de llorar.
— Está bien, yo puedo hacer la carne junto a mi tía — me ofrecí.
— Pues problema resuelto — dijo Circe. — ¿Ahora podríamos buscar un lugar donde descansar?
El cansancio era inminente, la noche estaba a punto de caer así que la caminata sería algo que continuaremos mañana.
• ✧ •
Buscamos un claro, levantamos un campamento con unas tiendas que Aren nos regaló y encendimos una fogata.
La comida fue decente. Theo encontró unas papas, las rostizó en una fogata y las cubrió con una salsa que preparó con tomates. Tía casó un conejo al cual le sacó la sangre y luego lo calentamos contra el fuego.
Cuando probé el conejo casi se me sale una lagrima de felicidad. Dejar de tomar sangre era una decisión que no me afectaba tanto más allá de mis poderes demoníacos, pero la proteína que me aportaba la carne era algo a lo cual no podía resistirme. Eso sí que era una necesidad. Tantos días de sobrevivir a base de pescado funcionaron para sostenerme, pero no era lo mismo.
Con el estómago lleno y la calidez del fuego frente a mí, miré a cada uno de los brujos que sonreían o reían satisfechos. Incluso a Moll y Esdras, que volvieron con los rostros amoratados y la ropa sucia de lodo.
Cada uno con sus razones, otros con sus secretos pero todos ellos a mi lado en esta travesía por conseguir la libertad de los suyos y que habían confiado lo suficiente en mi como para acompañarlos aun después de ocultarles tanto.
— Antes de seguir el viaje, quería agradecerles a todos por preocuparse por mí el otro día cuando Coralay... bueno ya saben.
El peso de sus miradas se posó sobre mí.
— Lamentamos no haber hecho más — murmuró Circe.
Le dediqué una sonrisa como respuesta, y ella me sonrió de vuelta. Lo que hicieron fue lo necesario, cada uno de ellos. No guardaba resentimiento o rencor alguno.
— Saben, cuando estuvimos en el barco les conté una historia sobre Arcángeles y Querubines — ellos asintieron recordando el relato sobre los guerreros alados que dieron su vida en la guerra y los creadores de estrellas que intentaron preservar sus historias. — Creo que hoy, ya que tenemos más privacidad, les contaré la historia completa.
En ese instante podría haber jurado que incluso el fuego había hecho silencio para permitirme contar mi historia.
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N. A. Pues el plan era publicarles la historia de Ivy en este mismo capítulo, y créanme que lo intenté. Pero la cosa es tan larga que se tomará sus dos capítulos completos para la próxima semana. Ya empecé a escribirlo y creo que será mi parte favorita de toda la historia.
Hasta entonces, nos leemos.
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