13
• I V Y •
Carolay no sólo tenía la piel de un monstruo, también estaba corroída por dentro y ya no se podía hacer nada por ella. Había sido convertida en un ser de odio, encadenada a un cuerpo que no era suyo, privada de todo aquello que conocía y amó, no pude evitar sentirme identificada.
Cuando el capitán enterró la espada en su corazón y su cuerpo aterrizó en las aguas, vinieron los gritos.la roca tembló, se agitaron las olas y perdí el cuerpo del viejo de vista.
Carolay estaba fuera de sí, parecía ser que el último gramo de sentido común que poseía se había ahogado junto al cuerpo de Bjorn, ahora se comportaba como un verdadero animal hambriento y para mi pesar, yo era su presa.
Los tritones tomaron la decisión más prudente cuando todo empezó a marchar mal, saltaron de las rocas y aterrizaron en cubierta donde podían estar a salvo. Pero con los monolitos que estaban a mi lado destrozados, yo no tenía forma de volver al barco.
Mi garganta me apretaba, el cuerpo lo sentía débil y mis músculos adoloridos. Otra vez me enfrentaba a ese sentimiento de estar encerrada esperando lo peor por pasar. Si tan sólo hubiese sabido, no me hubiera arriesgado a ponerme en esta posición.
Carolay iba a destrozarme, pero mi tía se negaba aceptarlo así que la mantuvo detenida en su lugar. Quise gritarle que no tenía sentido, que ella debía voltear a otro lado tal como los tritones habían hecho pero no pude, no me atreví. Los dioses saben que intenté llamar mis alas, pero ellas nunca vinieron.
Mis amigos iban a ver cómo moría y nadie podía ayudarme. Los fluidos salían por mi nariz, mis ojos, por todas partes. No podía detenerlo. ¿Acaso sería este el último recuerdo que tendrían de mí? o peor aún ¿Me recordarán siquiera? Era cuestión de tiempo para que el barco se alejara, ya mi tía no podría sostenerla más y entonces vendría lo peor. Entre mi desesperación, me hice un ovillo en mi manta y dediqué una oración a los dioses que me cuidaban, para que mi muerte fuese rápida e indolora.
Pero Carolay nunca se me acercó, tan sólo pude escuchar el agua batirse.
Entonces desenterré mi cabeza de la manta, y caí en cuenta de que estaba pasando algo que jamás había visto en mi vida. El mar se arremolinaba a los lados, partiéndose en dos grandes masas que se alejaban la una de la otra cada vez más, dejando a Carolay en el medio, indefensa contoneaba su cuerpo sobre la seca arena blanca.
Parpadee varias veces. No podía creer lo que ocurría así que miré a todas partes con la boca abierta en busca de una respuesta. El mar se estaba secando, el barco estaba encallado en la arena y yo desde donde estaba ya no corría peligro.
Una risa extraña que parecía más bien un jadeo penoso surgió en mi garganta, mientras veía al mar desaparecer, dejando a la vista tan solo un infinito banco de arena blanca, neblina y los trozos de roca. Iba a vencer la muerte, un cosquilleo apareció en mi estómago con ese pensamiento.
Vi el cuerpo de Coralay a metros de distancia bajo de mi, y aunque parecía que ya estaba a salvo, no pude ocultar el escalofrío que recorrió toda mi espina. Su cuerpo esmeralda era más largo de lo que esperaba, tanto así que hubiera podido rodear el barco y estrujarlo hasta romperlo sin dificultad alguna. Sus escamas verdosas relucían cuando ella se contoneaba sobre sí, como un gusano sobre el lodo.
Después, afiladas lanzas de hielo aparecieron sobre ella y la clavaron. Eran golpes sordos carentes de remordimiento alguno cuando atravesaron y rajaron su cuerpo. Su grito de agonía fue horroroso, tuve que tapar mis oídos porque era demasiado. Las lanzas siguieron apareciendo y clavando. Una y otra vez.
En medio de mi confusión, levanté la mirada hacia el barco en busca de una explicación y me encontré con mis amigos con caras de asco y otros que simplemente prefirieron mirar a otro lado incapaces de soportar la escena. Pero entre todos ellos, estaba Aiden quien con la vista al frente y los labios fruncidos no despegó su atención de Carolay cuyos lamentos estaban empezando a silenciarse y su cuerpo sin vida se convirtió en algo irreconocible.
El aire olía a muerte cuando el príncipe terminó con su brutal acto. Cuando las escamas verdes se tornaron rojas por la sangre, nadie dijo nada. Algunos de los tritones intercambiaron conversaciones silenciosas entre ellos y aterrados miraron a Aiden. El brujo que con nada más que su poder fue capaz de secar el mar y mutilar el cuerpo de una criatura mítica.
Yo misma tragué.
Aiden hizo contacto visual conmigo, y sentí que de pronto su expresión fría se relajó. Frente a mis pies, una estrecha escalera de rocas se extendió, conectando así el monolito y el barco. Me puse de pie y con cuidado bajé las escaleras, entre cada paso que daba tomaba una larga respiración tratando de relajar mi cuerpo pesado. Descubrí que mis piernas aún temblaban y mi manta se había mojado.
Iba por medio camino cuando me percaté de que toda la tripulación volteó a ver algo en la arena al mismo tiempo, así que me uní a ellos y miré a mi derecha. Toda sangre y rastro de destrucción desapareció, pero en su lugar estaban los restos sin vida de una sirena de cola esmeralda y un largo cabello azulado. Estaba a unos metros del cuerpo de Bjorn.
Pero la imagen solo duró unos segundos, porque después las aguas del mar volvieron a juntarse y cubrieron ambos cadáveres, como si nunca hubieran existido y todo lo que acababa de pasar solo fue una retorcida ilusión.
Voltee al frente, y seguí caminando.
• ✧ •
Cuando abrí los ojos, ya me encontraba en mi camilla. Con el cabello lavado, mi camisón de dormir puesto y un príncipe sentado en un banquillo a mi lado examinándome con intensidad.
— Tengo sed —. Le dije.
No recordaba nada de lo que había pasado luego de que llegué al final de las escaleras de roca, solo tenía el vago recuerdo de mis pies asiendo contacto con la madera de cubierta, y después todo se hizo negro.
Aiden me señaló con la cabeza una tetera que estaba en mi mesita de noche y hasta ahora no había notado. Con premura me senté en mi lugar y procedí a servirme del té, dejando que su humedad se hiciera cargo de mi lengua seca. Para cuando terminé, me serví más.
— Tenemos muchas cosas que hablar —. Él empezó diciendo.
Dejé la taza a un lado y le dediqué toda mi atención.
— Tal vez quisieras empezar tú. — Propuso.
Yo me perdí un momento viendo las ondas que su cabello crecido formaba, parecía una nube sin cuidado, como si se hubiera despeinado por haberse tocado la cabeza varias veces en un gesto nervioso. La única compañía que teníamos era la luz de las velas.
— ¿Estamos a salvo?
Él asintió.
— Vamos en dirección a Quisqueya. Los tritones querían disculparse por darte la espalda así que van a mantenerse despiertos toda la noche hasta llevarnos allá. Theo, Esdras y Moll están ayudando dirigiendo el viento fluya a nuestro favor.
La verdad es que no guardaba resentimiento alguno contra los tritones, huir por su vida es algo que cualquiera en su sano juicio hubiera hecho. Sin embargo las cosas salieron bien, y estábamos a salvo, todos.
Dejé la información asentarse un momento antes de continuar:
— ¿Quien carajos me cambió la ropa?
— Lauren. — Él respondió con una media sonrisa.
No me esperaba escuchar ese nombre después de tantos años, mucho menos me esperaba escucharlo de sus labios. Al notar mi sorpresa, Aiden agregó:
— Ella me confesó que es su nombre y que prefiere que la llame así de ahora en adelante.
Asentí sin saber muy bien de cómo reaccionar ante eso.
— Así que... una estrella — él empezó.
De pronto reparé en lo vulnerable que estaba mi cuerpo, mis músculos flojos y la incapacidad de concentrarme tomó sentido.
La sensación de crear esa estrella fue horrible, como si una parte de mí fuese arrancada, externándose como un rayo blanco de luz y amontonándose en un punto en el cielo. Fue un trabajo que tomó varios días de preparación, al principio fallé varias veces y hasta se me escaparon varias lágrimas en el proceso. Sabía que esto iba a costarme un precio pero a decir verdad, no había forma de prever que las cosas iba a escalar a tales niveles.
— Lo siento —. Mi voz no era más que un hilo.
Aiden tomó mi mano libre y acarició mis dedos. Como lo había hecho tantas veces en el pasado, no me resistí a su toque.
— ¿la estrella es para la directora Aurora cierto?
Mordí mi labio inferior en un intento de luchar contra las lágrimas por la mención de su nombre.
— Sé que ella no era un ángel ni nada parecido pero yo sentía que su historia merecía ser recordada. No tienes idea lo apenada que me siento por-
— Me parece algo maravilloso —. Me interrumpió.
Por un momento, el sonido de las velas quemándose y mi corazón desbocado era lo único que sonaba en esa habitación. No me atreví a seguir el tema, así que me serví un poco más de té, me sorprendió lo adictivo que era el sabor.
— Gracias por salvarme la vida —. Murmuré.
— Ya estamos a mano.
Aún no podía creer lo que había pasado, la forma en la que este brujo se había convertido en una promesa de muerte y destrucción, una demostración de magia cargada de las peores intenciones. Jamás lo había visto de ese modo. Así que tomando un sorbo más de té, me armé de valor y dije:
— No sabía que podías ser tan... letal.
Aiden dejó salir un largo suspiro, y sostuvo mi mano con más fuerza.
— ¿Te asusta?
— No —. Respondí de inmediato.
Él sonrió y mi corazón se estremeció. No importaba que tan mal estuvieran las cosas, jamás le temería a Aiden. Tal vez sería muy estúpido de mi parte confiar tanto en alguien que tenía no solo un gran poder, sino que también le había dado razones para odiarme. Aun así nada de eso me importaba, y por lo visto a él tampoco.
Sentí calor subir a mis mejillas, no pude evitar sentirme como una niña enamorada e idealista. Yo le importaba. Tuve que morder mi labio inferior para suprimir una sonrisa. Cuando él lo notó, se quedó viendo a mis labios por unos segundos, sus pupilas se dilataron.
— Lauren dice que debes tomar sangre para recuperar energías —. Un sutil cambio de tema.
— No quiero.
— Me lo imaginé, por suerte me preparé mientras dormías.
Eso último lo dijo con una sonrisa que me puso a pensar. Luego, como si me cayera un balde de agua, me percaté de la taza que aún tenía entre mis manos.
— Aiden Immanuel Arcoelli de Ylia—. Espeté entre dientes —. ¿De qué es este té?
Él empezó a rascar la parte trasera de su cabeza incómoda.
— Pues Lucas cultiva manzanilla en un pequeño huerto, deberías verlo es increíble lo que pudo hacer con unas cuantas tazas-
— Ve al punto.
— Pues de manzanilla... con algunas gotitas de mi sangre —. Murmuró al final para que no pudiera escucharlo.
Rodé los ojos y con un resoplido dejé esa taza de lado junto a la tetera. En definitiva, el mar lo estaba volviendo un idiota. Volteé su mano y lo obligue a que me mostrase su palma, él opuso un poco de resistencia al principio, pero al final se rindió y me dejó ver la pequeña herida que estaba empezando a cicatrizar. No era más que un pinchazo que a juzgar por sus dimensiones, se lo había hecho con la punta de algún cuchillo o daga.
— ¿Por qué te tomas tantas molestias? — me encontré diciendo a la vez que examinaba la costra roja en su palma.
— Porque lo vales.
Mis músculos se pusieron rígidos, y yo levanté la vista hacia hacia él. Pero antes de que pudiera decir algo o darme cuenta de lo que estaba pasando, ya sus labios estaban sobre los míos.
Aiden me tomó desprevenida, con un beso profundo lleno de emociones y toda la intención del mundo. Con timidez le respondí, imitando su intensidad, para así dejarle saber cuánto anhelaba de él y su cercanía.
Nuestros labios encajaban a la perfección, se deslizaban con lentitud y hablaban por nosotros. Sus manos, tan delicadas y cariñosas, abrieron su camino hasta acunar mis mejillas. Mis ojos estaban cerrados, su cuerpo sólido se aproximaba al mío y nosotros seguíamos compartiendo el mismo aliento a la luz de las velas. Nunca más cometería el mismo error, nunca más lo dejaría ir.
Me embargó un sentimiento líquido y cálido. No me había dado cuenta de que lo extrañaba tanto hasta ese momento, era como si hubiera pasado tanto tiempo esperando por algo y que por fin ocurría. Se sentía correcto, mejor que eso, se sentía demasiado bien.
El sonido de un sutil maullido me devolvió a la realidad. Aiden también lo percibió y murmuró una maldición contra mis labios antes de girar la cabeza hacia la puerta de mi camarote donde una quimera estaba plantada mirándonos con la cabeza de lado.
— Milo ahora no, mamá y papá están haciendo las paces —. Él le recriminó con dulzura.
Rodé los ojos, tendría que dejarle claro que no estaba interesada en ser la madre de nadie. Pero eso era algo que haría después.
— Sube aquí hermoso —. Le dije al pequeñito dando palmadas a mi regazo e ignorando a Aiden.
Como era de esperar, Milo me obedeció y con un saltito reclamó su lugar enrollándose sobre mis piernas. Aiden negó con la cabeza y me acusó de que lo estaba malcriando, a lo que de forma muy madura por mi parte respondí sacándole la lengua.
El resto de la noche la pasamos riendo, él me contó lo aliviados que todos nuestros amigos estaban después de mi rescate y que me deseaban una pronta recuperación. Luego de eso nos besamos muchas veces más, tan solo nos detuvimos cuando Milo se quejaba (al parecer estaba celoso).
Al final, cuando no pude más contra el sueño, Aiden me dejó descansar. Cuando el plantó un beso en mi frente y se marchó despues de apagar las velas, descubrí que por fin había encontrado un lugar en el mundo donde me sentía aceptada y que las cosas estaban marchando a mi favor.
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N. A. Gracias por llegar hasta aquí.
Fue demasiado escribir estos dos capítulos, así que si se sintieron agobiados, créanme que yo también.
Adiosito ♥.
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