Treinta y seis
Ivy
Por primera vez me sentía ansiosa de asistir a clases. La idea de compartir el salón con pocos brujos que resultaban caerme bien me tenía ciertamente entusiasmada, sin embargo tendría que aprender a sobrellevar la presencia del príncipe.
Que él despertase tantas cosas en mi no era justificación para actuar sin pensar cuando él estuviera en los alrededores.
— Espero que Saías sea rápido. — Masculló Circe.
Muy a diferencia mía, la rubia había estado de mal humor todo el día. Imaginé que sería porque tendría que toparse con Lucas nuevamente, a este punto no sabía en qué términos habían quedado y supuse que lo mejor sería no meterme en el asunto. Ya había aprendido la lección.
— Oye, todo saldrá bien. — La animé. — Al final de la clase podemos visitar las hadas.
Estábamos atravesando el campo de la Academia, dirigiéndonos al gimnasio y hogar de Tramy que quedaba en una misma edificación aparte. Hoy tocaba la primera clase práctica, lo cual también era una de las razones de mi emoción ya que las clases prácticas de magia eran mi fuerte.
Tener una oportunidad para presumir lo que era capaz de hacer, siempre me ponía de humor.
Cuando por fin llegamos al gimnasio Circe vio algo que la obligó a arrugar graciosamente el rostro en señal de asco. Seguí su mirada, y allí, en medio de las dianas, cuerdas y espadas, estaba sentado Gavriel Scottie, el odioso compañero de habitación de Lucas.
En ese momento supuse que mi expresión facial debía de estar igual que la de Circe y con eso perdí la motivación de mi mañana.
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No me importó la llegada de las gemelas o Aiden, incluso no me importó tampoco que Saías estuviera entrando al gimnasio cuando Gavriel y yo manteníamos una silenciosa guerra de miradas. Por mi mente pasaban mil y una formas de estrangularlo, lo cual podría hacer fácilmente pero el problema sería arrastrar su cuerpo donde nadie lo encuentre. El bosque sería una opción, pero Tramy podría delatarme con Aurora, eran demasiado unidas.
— Escuchen jóvenes, sé que esto es muy confuso para todos. Incluso para mí lo es ya que nunca he dado estas clases prácticas pero confío en que todos son lo suficientemente educados en el tema y haremos que esto funcione de un modo u otro.
Gavriel parpadeó y yo sonreí con suficiencia. Había ganado.
Los diez estudiantes estábamos sentados en el suelo de madera, formando un círculo. Saías caminaba a nuestro alrededor y movía las manos mientras se explicaba, me pareció curioso ya que era un hábito que pensé que solo hacía durante sus clases de historia.
Mire a nuestros compañeros y noté como todos estaban enfocados en el profesor, particularmente Aiden lucía un tanto molesto mirando a Saías, como si este estuviera diciendo algo con lo cual él no estaba de acuerdo. Cuando él sintió el peso de mi mirada, relajó el rostro solo para sonreírme por un segundo y luego volvió a atender la clase. Justo a su lado, Esdras entrecortaba los ojos en mi dirección cómo si estuviese celoso.
Rodé los ojos, ya me estaba empezando a acostumbrar a las bromas y celos falsos de Esdras.
— Empezaremos con una prueba sencilla, invocar una bola de nieve y lanzarla lo más lejos que puedan. Lo haremos por orden alfabético. — Señaló el profesor. — Tú empiezas Tamber.
Lucas, aun sentado en el suelo al igual que los demás, frunció el ceño.
— Pero si lo hacemos por orden alfabético el primero sería Arcoelli, señor. — Cuidó sus palabras para que salieran lo más respetuosas posibles.
— Así es. — Sonrió saías, provocando que sus ojos se achicaran hasta el punto de perderse entre sus mejillas. — Pero se me antojó hacerlo desde atrás.
Aiden rodó los ojos. Supuse que entre estos dos debía de pasar algo, por lo que anoté mentalmente averiguarlo después.
— Está bien. — Dijo Lucas no muy seguro.
El susodicho se paró junto al profesor, tras una raya negra en el suelo, y frente a él se desplegaba un patrón de más rayas pero estas últimas numeradas, que señalaban la distancia y acababan en una pared de concreto bastante magullada. Saías tenía una lata en su agarre, de la cual sacó una gema de Opalo tan pequeña que era casi imperceptible, solo la note cuando Lucas la levantó entre sus dedos y la puso contra el sol.
— Casi lo olvido, todos retiren sus pulseras de gemas. Solo usarán estas pequeñas que les iré pasando.
Diligentemente todos retiraron sus pulseras, pero yo no tenía. Por un momento olvidé la razón por la que había desechado hace algunos meses mi pulsera. Tenía las gemas en la oreja.
— ¿Necesitas ayuda? — Se me acercó Circe apreciando mi oreja derecha.
— Te lo suplico.
Las gemas tendían a ser filosas y quitarlas por mi misma podría resultar en una cortada en mis dedos. Yo en algunas ocasiones recordaba la sensación de ser perforada varias veces seguidas por Lucas. Claro que el experimento había salido bien, algunas personas lo habían hecho anteriormente en labios o la nariz, era un proceso simple cuyo único defecto era el insoportable dolor que duraba ciertas semanas. Eso, y que algunas señoras mayores te miraban como un bicho raro.
Mientras Circe retiraba eficientemente las gemas, aprecié como Lucas se concentraba en sacar todo lo que podía de ese Opalo. Sus manos brillaban en un vibrante tono de azul pálido y levitando entre sus palmas había una bola blanca. La técnica era sencilla, congelar la humedad con una gema de aire y convertirla en nieve. No era algo que saliera a la primera, con un mes de práctica era fácil que un pequeño brujo de cinco años lo lograra, sin embargo con una gema del tamaño de un grano de arroz supuse que la cosa se complicaba. La magia de los brujos era nula sin las gemas, era necesario poner tanto de nuestra energía para que funcionara, y con tan poca magia que sacar el resultado se limitaría a invocar suficiente nieve como para agarrarla en una mano y nada más.
Lucas envió la bola apuntando a la pared, pero esta se detuvo a varios metros de él. Tres coma cuatro, para ser exactos.
— Excelente. — Apreció Saías. — Como pudieron notar, Tamber gastó la gema ya que sacó todo lo que pudo de ella. Quiero que hagan exactamente lo mismo. Seguimos con Scottie.
Cuando Gavriel se posicionó en el lugar de Lucas y estuvo a punto de lanzar, Circe sacó la última gema de mis orejas, esa estaba tan ajustada que no pude evitar el medio gemido que salió de mí cuando la retiró.
Torpemente tapé mi boca con las manos al segundo que el sonido dejo mis labios, lo cual obviamente no evitó dirigir la atención de todos los presentes hacia mi.
— Por su culpa me distraje. — Se quejó Gavriel, tratando de excusar el lamentable desempeño que había hecho. Solo había alcanzado al dos coma seis.
Saías para mi tranquilidad, solo negó con la cabeza y se rió.
— No fue mi intención. — Me defendí. — Aunque tampoco me arrepiento.
Gavriel me fulminó, pero Saías aun entre risas lo cortó y llamó al siguiente.
Conforme la clase continuó, todos los puntajes coincidían sobre los tres metros y no llegaron hasta los cuatro solo en dos ocasiones. Cuando Esdras llegó a los cuatro coma dos y de manera subsiguiente Theo empató con él. No era una competencia, pero esos dos tenían cierta complicidad entre ellos. Eran unos adictos a entrenar, recordé que Circe me había comentado.
Pero para mi todo era una competencia, y amaba ganar.
Cuando llegó mi turno repare en que la gema en lugar de un grano de arroz, se aproximaba más bien a la mitad de un grano de arroz, por un segundo temí de perderla entre mis torpes manos. Sin embargo decidí concentrarme antes de que eso pasara e inmediatamente sentí como toda la magia se salía de la gema e iba a parar en mis venas. El aire que respiraba bajaba su temperatura y se dirigía a las palmas de mis manos, condensandose en una masa blanca que luego envíe lo más lejos que pude hasta el objetivo.
Cuatro coma dos metros, y un milímetro por encima de los demás.
Los brujos a mis espaldas me felicitaron, Gavriel me mostró su dedo de en medio y Saías lucía un tanto sorprendido. Tal vez no fuí la mejor pero esa pequeña diferencia que se extendía por encima de lo que habían hecho Esdras y Theo era suficiente para hacerme sentir como si yo fuera lo puto mejor que hubiese existido en los tres mundos.
— Muy bien, pasaremos con Arcoelli y finalizamos por hoy.
Tomé mi lugar junto a Circe nuevamente y vi como Aiden recibía su gema. Todo pasó tan rápido y juraría que siquiera noté la minima de esfuerzo cuando lanzó y perfectamente anotó un cuatro coma tres.
Luego como si no fuera la gran cosa se volvió a su lugar, en ningún momento dejó de mirarme a los ojos mientras sonreía de lado, yo estaba perpleja y enojada. ¿Acaso este idiota me había arrebatado mi momento y ahora se estaba burlando?
Me sentí traicionada, y Aiden lo pagaría.
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