XVI | Cambios de planes... otra vez
Cambio de planes... otra vez
Silencio.
Eso era en lo que se había convertido la conversación entre los cuatro.
Donde, al parecer, la más pequeña de todos era la más sensata también.
Todos miraban con curiosidad a Sabik, mientras que ella presa del miedo y de los nervios, le costaba hacer algo tan simple como tragar saliva.
—Nashira —llamó a la espectro, sin ser capaz de disimular el temblor en su voz.
Su amiga clavó el par de ojos cenizas sobre ella, y notó como las dudas volvían a resurgir con renovada fuerza.
Aun así, se obligó a continuar hablando. Sabía que si primero explicaba como había ideado la forma en la que Nashira pudiera entrar y salir de Echeyde, y esta aceptaba, sería más sencillo convencer a su hermano mayor y al tigot que las observaban del otro lado de la mesa.
—Tú puedes entrar en Echeyde sin problema. Podrías decir que vas a visitar a alguien. Si te exigen algún nombre o apellido, puedes dar los nuestros y te dejarán pasar.
Nashira asintió, dibujando una pequeña sonrisa en su rostro, que consiguió relajar a Sabik más de lo que debería.
Todavía seguía nerviosa, sobre todo al sentir la mirada de su hermano clavada en su perfil.
Era consciente de que su plan podría tener fallos, pero era menos peligroso y suicida que los que habían propuesto su hermano mayor y Orión. Era cierto que el porcentaje de que saliera mal era alto... así que esperaba que, aun así, dicho porcentaje no desigualase la balanza. Porque sino estarían perdidos.
—Alkaid, tú eres un guanhaben. Eres respetado por todos los ctónics de la guardia y eres el más importante en la vigilancia de las mazmorras. Nadie sospechará de ti. Además, no sería la primera vez que te reúnes con Ker o Al-Niyat. Incluso podrías averiguar dónde la tienen, eras amigo del general de la mazmorra, ¿no?
Su hermano se quedó en silencio. Tenía la barbilla apoyada sobre una mano, mientras la acariciaba pensativo sin despegar la mirada de ella.
Sabik tragó saliva, entre nerviosa y ansiosa por la reacción de su hermano, aunque esta parecía que iba a tardar más de lo que creía, así que decidió seguir explicando su plan.
—Orión... tú no puedes entrar a Echeyde —masculló, insegura de su reacción.
El tigot estaba sentado ligeramente encorvado hacia delante, pero en cuanto la frase salió de la boca de Sabik, fue capaz de notar como se tensaba de pies a cabeza.
Se levantó de la silla y dejó caer un brazo lánguido a su costado mientras que el otro lo estampaba contra la madera de la mesa en propuesta. Sabik pegó un respingo e inconscientemente dio un paso atrás.
La mirada gélida de Orión se clavó en ella con una furia desmesurada que no se había preparado para observar. Sabik agradeció que con una mirada los tigot no pudieran hacer nada, porque estaba segura de que, si él tuviera ese poder, estaría hecha pedacitos de hielo.
—¡No!
—Orión —lo llamó Nashira con cautela.
Incluso la espectro parecía temerosa de su reacción.
—¡No, punto! ¡Es mi mayantigo! ¡Mi responsabilidad! —bramó en respuesta—. Si le pasa algo y y-yo... no he hecho nada. N-no podría...
Poco a poco el tono de su voz fue menguando hasta convertirse en un suave murmullo apenas audible, a la misma vez que volvía a sentarse de nuevo, pero con un brillo distinto en la mirada cuando se la devolvió a Sabik.
La furia había sido sustituida por la derrota en tan solo unos segundos.
Sabik tragó saliva, antes de atreverse a hablar. Sin embargo, cuando hizo el amago de decir algo, Orión la interrumpió.
—Lo siento... por lo de antes —susurró en voz muy baja.
Tanto, que resultaba increíble que los otros tres hubieran sido capaces de escucharlo.
Un mago no lo hubiera sido, pero ellos, en cambio, tenían un oído mucho más desarrollado, al igual que la capacidad de resistencia o la velocidad. Unos mejores que otros, había que añadir.
—Disculpa aceptada —dijo la pequeña ctónic, dibujando una tímida sonrisa en su rostro que dejaba entrever sus colmillos—. Ahora, ¿me dejarás terminar o volverás a gritarme como un energúmeno?
Esta vez el tono de voz de Sabik había dejado de ser miedoso o nervioso y había sonado como una auténtica limpide. Por la mirada de reojo que le había echado Alkaid, él también se había dado cuenta de ello y la observaba con un brillo de orgullo en sus ojos.
Desvío la mirada de él, para centrarla en el tigot que asentía con la cabeza.
Orión tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, supuso que por vergüenza. Nashira sonreía poco disimulada ante el detalle.
—No puedes entrar a Echeyde por tu cuenta, Orión, pero hay otra forma... —empezó a explicar Sabik con mucha más seguridad que antes, captando la atención de los tres—. Soy una limpide, es decir, soy la encargada de los prisioneros y también ayudo en la preparación de los amague. —Esperó un par de segundos y al ver que todos asentían continúo hablando—: Entrarás a Echeyde... como mi prisionero.
Aunque lo intentó disimular, no pudo evitar que se le quebrara la voz al hablar.
No le gustaba la idea de tener que encadenar y encarcelar a alguien que realmente no se lo merecía. Sin embargo, abía sido la única idea que le había ocurrido en la que todos pudieran entrar y salir sin arriesgarse.
—Acepto.
Sabik hizo un gesto con la cabeza y Orión le ofreció una sutil sonrisa, que la tranquilizó en demasía. La pequeña ctónic soltó un largo suspiro, expulsando cada uno de los nervios que la habían carcomido por dentro.
—¿Cuándo empezamos? —preguntó Nashira, interrumpiendo el silencio en el que se había sumido el despacho.
Después de haber pasado esas dos semanas dando palazos como ciego, Sabik se percató del tono esperanzador de su voz.
Era liberador, ahora tenían un plan y un objetivo concreto: encontrar a Fayna.
—Vale pues tendremos que... —empezó a relatar los pasos que debían seguir cuando la puerta del despacho se abrió de golpe, silenciándola en el acto.
Dos ctónics de estatura alta y espalda ancha aparecieron bajo el marco de esta, y pasearon las miradas por el reducido espacio en comparación a su tamaño hasta que estas recayeron sobre su hermano.
—Guanhaben —dijo uno de ellos, antes de inclinar ligeramente la cabeza en señal de respeto. El otro a su lado no tardó en imitarle. Entonces el primero volvió a hablar—. En las piedras del Sur, junto al árbol sagrado de Yruene, se acaba de abrir un portal. Los vigilantes de la zona afirman haber visto a una especie de tigot acompañando a un chico mago de la cúpula protectora. Aunque tenemos la teoría de que lo más probable es que él que creemos ser mago, sea en realidad ctónic.
Un nuevo silencio se instala sobre ellos.
Sabik vacilaba la mirada entre el guardián que acababa de hablar y su hermano mayor, que había palidecido dos tonos ante la nueva información. Nashira no dejaba de andar de un lado a otro y Orión se había quedado quieto como una estatua, mirando a la nada.
No entendía las expresiones furibundas de todos cuando era una buena noticia: Fayna estaba viva.
Y era todo en lo que podía pensar, eso junto al hecho de que podría abrazarla y asegurarse de que estaba bien.
—¿Sabes algo más? —preguntó Alkaid, interrumpiendo el silencio, adquiriendo de nuevo ese tono autoritario que empleaba siempre alrededor de los guardianes... y Orión.
Ambos ctónics negaron con la cabeza.
Sabik observó como su hermano mayor apoyaba la barbilla sobre las manos, con aire pensativo.
No necesitaba meterse en su cabeza para sospechar que de alguna forma estaría sopesando todas las posibilidades, todas las ventajas, y, desgraciadamente, todas las desventajas.
Podría tratarse de una trampa, también podría ser una coincidencia, que se tratara de una tigot y un ctónic cualquiera, pero sería demasiada casualidad.
Demasiado bueno.
Demasiado oportuno.
Y era eso lo que más les descuadraba a todos.
—Podrían describirla —pidió Orión, con voz calmada, aunque todo su cuerpo emanaba tensión.
Los dos ctónics intercambiaron una mirada antes de observarlo con desconfianza.
A pesar del tono calmado que había empleado, intimidaba mucho más que Alkaid y aquello era difícil.
***
Orión, sin embargo, no se retractó y les aguantó la mirada.
Estaba claro que lo verían como un enemigo, un intruso... o como un tigot a punto de traicionarle. Tampoco se dejó de amedrentar por ello.
—No tengo todo el día, caballeros —volvió a hablar, con un deje arrogante que pareció irritar a los dos ctónics.
Los dos se volvieron a mirar entre sí antes de posar los ojos en Alkaid, observándolo con la duda reflejado en ellos. Este, en cambio ypara sorpresa de los dos, asintió con la cabeza e hizo un gesto, alentándolos a que describieran a la tigot y el ctónic que habían visto en las piedras de Yruene.
—La chica tendría menos de veinte años. Tenía una melena larga y plateada, casi rozando el blanco, aunque no estaría muy seguro, porque estábamos bastante lejos de ellos. Aparte de eso, solo podías observar la manera lenta que tenía al caminar y que estaba ligeramente encorvada.
—¡También tenía marcas en la piel! —interrumpió el segundo ctónic al primero, obteniendo en respuesta una mala mirada de su compañero.
—Parecían una especie de moratones, que estaban repartidos por sus brazos y piernas, pero lo más probable es que tenga más alrededor del cuerpo —terminó por describir.
La habían dañado.
En tan solo dos semanas habían logrado marcar su piel y él no había hecho absolutamente nada por impedirlo.
Orión notó como un sentimiento ardiente iba ascendiendo a través de su cuerpo hasta la base de su garganta, que la sentía reseca. Carraspeó un par de veces, desesperado por deshacerse de esa sensación tan desagradable, pero no lo consiguió.
Lo único en lo que podía pensar era en los moratones que tenía Fayna repartidos por las piernas y los brazos.
A lo mejor por más partes de su cuerpo.
Entonces, esa sensación ardiente y frustrante, esa impotencia sofocante comenzó a transformarse en enfado. Uno que parecía aumentar con fuerza en su interior.
Hizo el amago de levantarse con toda la intención de marcharse en su busca, para poder verla y asegurarse de que era ella. Que no era ningún sueño ni tampoco un espejismo. Que no era un juego de su mente, como le había ocurrido en los últimos días.
Y a la misma vez, la idea de matar a Leo cada vez le parecía menos descabellada y más justa, porque no necesitaba pruebas para saber que él era el culpable de esos moratones.
Sin embargo, alguien lo detuvo en el acto y lo obligó a sentarse de nuevo.
Orión buscó frustrado al dueño de la mano que estaba presionando su hombro y se encontró de golpe con la mirada sanguinaria de Alkaid, que lo observaba con la advertencia reflejada en ella. Obedeció por primera vez al ctónic.
—¿Cómo era el ctónic que visteis junto a ella? —cuestionó Alkaid, frunciendo el ceño.
Orión se mantuvo en silencio, en espera a la respuesta de los ctónics. Las cosas seguían sin cuadrar.
No lo entendía. «¿Por qué ahora? ¿Por qué no hace unas semanas? ¿Por qué no hace unos días?», se preguntó a sí mismo.
Tenía la sensación de que algo había ocurrido y que Fayna estuviera aquí era la consecuencia de ello.
—Era un chico bastante musculado. El pelo de color cobrizo y arrastraba a la chica para que anduviese al mismo paso que él, por mucho ella se negase —respondió el mismo ctónic de antes.
Alkaid asintió varias veces en respuesta antes de hacerles un gesto de la mano, permitiéndoles que se retirarán.
No tuvo que decirlo dos veces para que ellos obedecieran y cerraran la puerta al salir. Esperaron un par de segundos hasta que el sonido de pasos fue menguando hasta que el silencio volvió a reinar a su alrededor.
Entonces, Alkaid habló.
—No lo entiendo, ¿por qué ahora? —soltó de sopetón Alkaid, mesándose el pelo. Le dirigió una mirada a Orión antes de desviarla y centrarla en Nashira y Sabik—. No soy el único al que le parece raro, ¿no? Ker no es piadosa ni compasiva. Moratones en los brazos es lo más suave que le puede ocurrir en comparación estando en compañía de ella. Su pasatiempo favorito es jugar a ser la muerte y matar a quién le plazca.
Orión apretó la mandíbula con fuerza, mordiéndose la cara interna de la mejilla izquierda.
Aquello solo conseguía preocuparlo cada vez más y que la imperiosa necesidad de tener que asegurarse por sí mismo de que Fayna estaba bien no dejara de crecer en su interior. Sin embargo, sabía que Alkaid tenía razón, había gato encerrado.
Tenía que haberlo.
Y la misma pregunta de antes volvió a surgir en su cabeza: «¿por qué ahora?».
N/A: Ando seca de ideas para las notas de autora, así que he pensado que como son actualizaciones muy seguida, haré una nota de autora larga los domingos :)
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