X | Directos al Inferno
Directos al Inferno
La noche oscura y gélida comenzó a cernirse sobre Adar como el depredador sobre su presa.
El frío invernal era un susurro que se colaba por la ventana de Nashira, meciendo sus cortinas de un lado a otro, creando figuras extrañas en la oscuridad. Se acomodó su gran sudadera gris, abrigándose del frío antes de cerrar la ventana de su habitación.
Llevaba alrededor de media hora escuchando susurros, provenientes de la planta baja, que cada vez se iban alzando más en el silencio que la rodeaba. Abrió la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido y desvelar que estaba despierta. Salió hacia al pasillo y lo recorrió hasta la entrada del salón en puntillas, casi sin tocar el suelo.
Se apoyó en una de las columnas y aprovechó las sombras que hacían para ocultarse mejor.
Entonces, dos personas captaron su atención por completo, lo último que se esperaba era encontrar a los padres de Fayna allí. Hizo un ademán de acercarse un poco más para poder escuchar mejor, pero al final optó por seguir oculta tras la columna.
—Se marchó esta mañana y todavía no ha vuelto —volvió a hablar Chaxiraxi, con la amargura invadiendo su tono de voz.
Magec, por otro lado, tenía los hombros de ella rodeados con su brazo, reconfortándola de alguna forma.
A pesar de los años, Nashira no dejaba de sorprenderse sobre el gran parecido que tenían Magec y Fayna físicamente incluso siendo él un tigot y ella una ctónic. Aun así, no podían negar que eran padre e hija.
—Encontré que tenía uno de los viejos libros de la biblioteca del Este, aquel que narra teorías de nuestra historia y que, incluso, tiene imágenes de nosotros o que se asemejan. No tuve otra opción que castigarla —continuó la madre de Fayna, igual de desolada que hacía unos segundos.
Su madre y Chaxirari eran amigas desde hacía siglos.
Había sido una de las pocas y más admirables relaciones en los Tres Mundos entre dos especies.
A la gente, siglos más tarde, le seguía sorprendiendo que una ctónic, con su crueldad y su poder, y una espectro del Abora con su sumisión y a la misma vez rebeldía, fuesen capaces de tolerarse, de vivir en paz y disfrutar de la compañía de la otra.
Sin embargo, esa amistad, tras el destierro de Chaxiraxi de Echeyde se había vuelto en algo mucho más fuerte hasta el nivel de que Meissa —su madre— atacaría por Chaxiraxi, y Chaxiraxi mataría por ella.
Nashira se fijó en como su madre se enderezaba en su sitio, cuadrando los hombros.
No necesitaba siquiera escucharla hablar para saber que lo que iba a decir sería honestidad pura, aquella que nadie quería oír, mucho menos cuando es un «te lo advertí», pero sin pronunciarlo en voz alta direcatamente.
Se limitó a observar a Chaxiraxi con la mirada, dejando que el silencio los consumiera a todos.
—Meissa, yo... no sé qué hacer —dijo en voz baja.
—Ocultarle nuestra historia, vuestro pasado y su futuro no iba a cambiar absolutamente nada —comenzó su madre con voz calmada. Era, y seguía siendo, una de las espectros más fuertes e importantes del propio Abora—. El destino está escrito en las estrellas y nada ni nadie puede detenerlo, mucho menos cambiarlo.
—Fayna estaba en peligro, ahora mismo podría estarlo. Ker no se detendrá hasta conseguir lo que quiere: reinar Echeyde. Tú mejor que nadie debes saberlo, conviviste con ella —soltó Chaxiraxi, rompiéndose la voz al terminar.
—¿Tu hermana sería capaz de matar a su propia sobrina?
Tras la pregunta de su madre, el silencio se asentó de nuevo sobre la conversación.
Ni su padre ni Magec habían intervenido en ningún momento, se limitaban a observar a la una y a la otra en silencio, aunque presentes escuchándolas.
O había sido así hasta hacía unos instantes.
—Ker es capaz de todo —habló por primera vez Magec, con voz calmada y baja, sin necesidad de tener que elevarla porque era capaz de imponer así—. La sangre para ella queda en un segundo plano cuando interfiere en su objetivo.
A Nashira se le puso la piel de gallina al escucharlo.
Si aquello era cierto e Iqueleo estaba rondando tan cerca de su amiga, Fayna podría estar en cualquier lugar, mundo mago o en los Tres Mundos, en peligro o salvo. Tragó saliva ante la imagen que comenzaba a formarse en su cabeza.
Debía buscar ayuda.
Con eso en mente se separó de la columna y salió con rapidez de su escondite, marchándose hacia las escaleras del fondo del pasillo que desembocaba al garaje de la parte de atrás.
Así podría salir sin que se enterasen.
En medio de su huida, no obstante, sintió una sombra a su alrededor, camuflándose con la oscuridad del pasillo. Enfocó la vista, localizando a su hermano pequeño frotándose los ojos y bostezando.
—¿Nana? —preguntó Kari con voz somnolienta.
Andaba dando tumbos, todavía con el sueño arraigado en su pequeño cuerpo.
Nashira se acercó silenciosamente hacia él y le hizo un gesto para que no hiciera más ruido del necesario. Lo cogió en brazos y anduvo con cuidado de donde pisaba hasta llegar a su habitación. Se acercó a la cama y lo dejó sobre el colchón antes de arroparlo.
—Duérmete. Abora te estará protegiendo —susurró con dulzura.
Se arrodilló cerca de la cama, besó su frente y se mantuvo ahí, simplemente observándolo hasta que a Kari se le cerraran los ojos y volviera a bostezar.
Cuando sucumbió por completo al sueño, se marchó.
Mantuvo en pie su plan inicial.
Minutos más tarde, después de corretear por las calles de Adar bajo la luz de la luna se encontró en la avenida de Fayna y Orión. Rodeó uno de los jardines de las casas que había a su alrededor hasta acabar frente a la casa de su mejor amiga.
Esta tenía las luces apagadas y se encontraba vacía, no se escuchaba ni un solo sonido proveniente de ella, dándole un toque lúgubre.
Al otro lado, sucedía todo lo contrario.
La casa de Orión se encontraba iluminada tenuemente por la luna y, el cuarto de él, desprendía una claridad amarillenta al tener las cortinas descorridas.
Hizo el amago de coger su teléfono y advertirle de su presencia, pero cayó en la cuenta de que se había marchado sin él, así que debía ingeniarse una técnica más rudimentaria para captar su atención.
Observó a su alrededor minuciosamente hasta que se fijó en las pequeñas piedras y rocas que habían alrededor de los árboles de la calle. Agarró las más pequeñas, midiendo su peso sobre la palma de la mano. Se alejó un par de pasos hasta quedar frente a la ventana de Orión a la distancia adecuada para alarmarlo, pero no para romperle el cristal.
Al cabo de varios intentos, una mata de pelo azabache y revuelto se asomó por la ventana.
—¿Nashira? —cuestionó confuso, clavando su mirada jade sobre ella.
Ni siquiera se molestó en responder.
Le indicó con un gesto de la mano que bajara.
Nashira pensaba que saltaría de la ventana y bajaría por el árbol, como le había visto a Fayna tantas veces, pero él no lo hizo. Observó como se introducía de nuevo en su habitación, las luces de estas se apagaban y como segundos más tarde aparecía Orión frente a ella con una camiseta de tirantes y un vaquero corto, típico del verano, así que no era raro que le sorprendiera al estar en pleno inicio del invierno.
Se acercó a ella con parsimonia, sin preocupaciones mientras que Nashira, en esos instantes, era todo lo contrario.
Aunque, si supiera el motivo por lo que estaba ahí, no estaría tan tranquilo.
—¿No tienes frío? —le preguntó Nashira mientras se frotaba los brazos para entrar en calor a pesar de vestir una sudadera.
A pesar de que el viento era más suave a estas horas, todavía era capaz de calarle por dentro. Orión negó con la cabeza, divertido. Notó como se le afianzaba el nudo en el estómago ante la perspectiva de estar a punto de borrarle la sonrisa que surcaba su rostro. Tragó saliva antes de volver a hablar.
—Fayna ha desaparecido —soltó de golpe, Orión abrió la boca para decir algo, pero Nashira no se lo permitió porque siguió hablando—. Sus padres llevan sin verla desde esta mañana.
La sonrisa de Orión se había esfumado por completo de su rostro y tenía las cejas pobladas estaban tan juntas que no se diferenciaban si eran dos o una.
—Dime que es una broma —suplicó Orión con voz ronca.
Ojalá lo fuera.
Ojalá poder decirle que era una broma y que al instante Fayna apareciese a su lado para reírse de él, pero, desgraciadamente, no era así.
Vivían entre el mundo de los magos y los Tres Mundos, y ahora mismo, daba igual en cuál se encontrase Fayna, porque ambos suponían un peligro para ella.
—Tenemos que encontrarla —dijo él, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos.
Nashira vio que se pasaba varias veces una mano por el pelo antes de maldecir en voz baja y comenzar a andar sin rumbo hacia el final de la calle.
—¿Y dónde pretendes buscar?
Porque ella había ido en su busca para encontrarla, ahora el problema residía en dónde.
Orión asintió con la cabeza en respuesta a su pregunta sin articular palabra, no sabía si aquello significaba lo mismo para él que para ella. Sin advertirle, comenzó a acelerar el paso. Ella tuvo que corretear para volver a estar a su altura cuando ocurrió.
—¿A dónde estamos yendo, Orión? —cuestionó con voz agitada por el paso acelerado que mantenían, estaba en ese punto en que no se sabía bien si estaban andando o corriendo.
—Al Inferno —respondió rotundo.
Nashira sintió un escalofrío recorriéndole toda la espalda ante el nombre del lugar y ante lo que representaba. Iban a adentrarse en territorio ctónic, ellos solos, sin protección alguna.
Eso podía ser igual o incluso más peligroso que atreverse a entrar en el hábitat de caimanes hambrientos.
Fácil de entrar, casi imposible de salir.
Al llegar frente al local, Orión abrió la puerta con fuerza y entró, Nashira iba detrás de él.
El sitio tenía un ambiente sombrío entremezclado con las tonalidades rojizas de las luces, que le daban un aspecto sanguinario más imponente de lo que se imaginaba. Simplemente estando en la entrada, Nashira fue capaz de detectar la presencia de dos espectros del Abora al fondo de la sala y supuso que el resto debían de ser ctónics.
Aunque no eliminaba la posibilidad de que hubiera algún mago entre ellos también.
Apareció de golpe un chico de piel oscura y de cabello rojo intenso del mismo tono en el que se teñía el cielo frente al amanecer. Ni siquiera se molestó en disimular la mueca de desagrado que se apoderó de sus facciones al observarlos a los dos, aunque centró más su atención en Orión.
—Es territorio ctónic —escupió de manera hostil. Al hablar, dejó a la vista su dentadura, resaltando los temibles y blancos colmillos que se teñían de rojo por la iluminación, dándole un aspecto más aterrador del que ya tenían—. ¿A qué habéis venido?
—Fayna suele frecuentar este lugar...— comenzó a decir Orión, igualando la furia y el asco que había mostrado el ctónic hacía unos instantes. Se acercó a él un par de pasos, desafiándole con la mirada. Nashira se fijó en como la vena del cuello empezaba a ser más visible y como palpitaba acelerada. Ella se tensó en su sitio ante el panorama, siendo consciente de que un simple paso en falso podría provocar un desastre traducido en muerte y mucha sangre—. ¿Dónde la tienes? —siseó, demasiado cerca del ctónic.
Y, a pesar de la actitud que estaba mostrando, ella lo conocía y sabía que Orión estaba incluso más aterrado que ella.
Aun así, cuando el chico desconocido dio un nuevo paso hacia delante, no se dejó amedrentar ante la atenta y sanguinaria mirada del ctónic que gritaba peligro en cada gesto.
N/A: Está feo tener favoritismos, lo sé, pero adoro muchísimo los capítulos narrados por Nashira. 😜
Pronto, muy pronto, vamos a descubrir nuevos personajes que vais a odiar o amar, no estoy muy segura todavía. Dependerá de si sois team villanos o no jiji
En fin, qué guay, ya hemos pasado el primer límite, diez capítulos.
¿Qué tal os está pareciendo la historia? 😎✨
Es mi primera novela de fantasía y sé que habrá cosas que todavía hay que pulir, pero bueno, tenía ganas de compartirla con vosotras e ir viendo vuestras reacciones, y es que no hay mejor aliciente para seguir escribiendo que lectoras teorizando en cada párrafo.
➡️ ¿Qué os ha parecido Meissa (la madre de Nashira)?
➡️ ¿Y los padres de Fayna?
➡️ Orión VS Alkaid, ¿quién ganará?
Nos vemos el próximo domingo, mayantigos 🖤
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