IV | Huyendo del incorrecto
Capítulo dedicado alguienenelmundl el collar ese les va a dar mucho dolor de cabeza...y a ti, creo que también jiji 🌚
Huyendo del incorrecto
Fayna abrió los ojos perezosamente y bostezó, estirando los brazos hacia atrás, girándose de manera brusca hacia un lado de la cama, como hacía cada vez que se despertaba para acabar en el filo de esta.
Sin embargo, esta vez terminó cayendo al suelo torpemente.
Eso logró despertarla de golpe.
De un salto, se levantó del suelo y se puso en la posición de defensa que Alkaid le había enseñado meses atrás. Todo su cuerpo emanaba tensión, con los puños al frente y tan apretados que los nudillos se tornaron blancos. Recorrió con la mirada toda la habitación en busca de alguna amenaza a la misma vez que agudizaba el oído, pero se encontró con el silencio y la soledad.
Dejó caer los brazos lánguidos a sus costados. Se giró sobre sí misma, observando cada rincón de la habitación. Tanto el suelo como las paredes eran del mismo color, dando la sensación de que la habitación era más pequeña y oscura de lo que era en realidad. En una de ellas había diversos carteles de películas antiguas y bandas de música rock.
Ella no había visto ninguna de esas películas, ni había escuchado ese tipo de música, pero sabía de alguien que sí.
Con paso lento, por miedo a llamar la atención a la nada, se fue acercando a la ventana.
Sacó la cabeza de ella y observó el exterior a su alrededor. Entonces, la casa que había en la calle de enfrente fue la confirmación que necesitaba. Como si le hiciese falta una última prueba más, miró a su derecha encontrándose con el gran árbol hosco que había justo en el final de la avenida.
Suspiró, aliviada y apartó la mirada del exterior centrándola de nuevo en la habitación. Se lanzó en busca de sus zapatillas, que habían acabado en una parte diferente de la habitación por culpa del despertar tan desastroso, atándolas con dedos temblorosos.
La sola idea de que alguien la pillará escapando de la habitación de Orión la aterraba, aunque no entendiese muy bien de donde provenía aquel miedo.
Se colgó la mochila en los hombros antes de volver a acercarse a la ventana. Al encaramarse en el filo de esta y no pudo evitar mirar al suelo. Se le heló la sangre tan solo con pensar en lo que ocurriría si no medía bien y acababa estampada contra el asfalto.
Tragó saliva con dificultad ante dicha perspectiva. A pesar de ser solo una segunda planta la idea de acabar contra él no era algo que le apeteciera demasiado.
Volvió a fijar de nuevo la mirada en el gran árbol de tronco ancho y ramas largas y fuertes. Se trataba de un roble que llevaba más tiempo allí que ellos. Era el más envejecido de los que había en los alrededores y, aun así, aguantaba su peso, o por lo menos lo hacía cuando eran más pequeños.
Esperaba que siguiera siendo así.
Fayna se acuclilló y se desenganchó la mochila del hombro, que cayó con un sonido sordo. Rezó al universo porque nada de lo que hubiese en su interior se hubiera roto, porque no tendría manera de explicar el porqué de ello sin escandalizar a sus padres o peor, ser el objeto de burla de Nashira durante al menos una semana.
Enganchó una mano en la parte superior y metálica de la ventana mientras estiraba una de las piernas hasta posarla en la rama del árbol. Estiró el brazo en el que tenía la mano libre hasta que fue capaz de alcanzar otra rama con ella. Cuando lo consiguió, repitió el proceso con la otra pierna y finalmente se impulsó al centro del roble para no caerse.
Bajó a través del árbol de la forma más sigilosa que pudo, a pesar de los leves crujidos que emitía la madera envejecida bajo su peso. Al llegar al suelo, recogió su mochila con rapidez y salió trotando hacia la salida de la avenida.
En medio de su carrera tanteó los bolsillos de la mochila en busca del móvil.
Al encontrarlo, llamó a la única persona que sería capaz de brindarle alguna explicación coherente a la situación.
No dio tiempo a sonar el segundo tono cuando contestaron.
—¿Qué hacía en casa de Orión? —cuestionó Fayna con la respiración acelerada.
—Hola, Nashira —ironizó ella—, ¿qué tal la tarde? ¿Bien? Me alegro. ¿Y tú qué tal?
—Bien, gracias por preguntar. ¿Por qué estaba dormida en casa de Orión?
Escuchó como bufaba al otro lado de la línea.
—El pobre chico se ofreció a llevarte a casa, de ahí en adelante es cosa vuestra, pillines —bromeó su amiga antes de reírse a su costa.
Nashira era la única persona que conocía que, incluso en la peor de las situaciones, no sería capaz de tomarse las cosas en serio.
Nunca.
—En quince minutos estoy en tu casa.
—Aquí te espero, princesita.
Sin dejarle decir nada más colgó y Fayna gruñó molesta ante el mote.
No entendía porqué le causaba tanta gracia llamarla así, pero siempre que tenía ocasión —que resultaba ser todo el tiempo— lo hacía.
Debido a la pequeña carrera con la mochila llena de libros a cuestas podía sentir todos los músculos de su espalda en tensión mientras que se le empezaban a agarrotar las piernas por el agotamiento.
Todas las veces que había acabado en el baño por culpa de los sofocos continuos, le habían pasado factura.
Si Alkaid la viera flaquear como estaba haciendo ahora mismo la obligaría a dar veinte vueltas alrededor del local de boxeo al que iba.
Estaba tan concentrada en imaginarse la cara de indignación de su entrenador que cuando escuchó el crujido de una rama cerca de ella se sobresaltó y volvió a adoptar la posición de defensa que le enseñó su entrenador. Aunque no sirvió de nada, porque al reconocer al chico de melena pelirroja y mirada castaña se relajó, mientras que este la observaba confuso.
—¿Leo? —preguntó, sin disimular la sorpresa—. No sabía que vivías por aquí.
—Vivo a un par de manzanas, sí. Corriendo suelo alejarme un poco más de la cuenta.
—¡Ah! Bueno, yo vivo bajando la calle.
—Ajá, ¿y tú qué hacías? —preguntó, elevando una ceja.
Nunca le habían gustado las mentiras, pero, ahora mismo, lo último que quería era que el chico nuevo con el que compartía pupitre se pensase que estaba loca.
—Correr también.
—¿Con la mochila? —dijo, señalándola con el dedo.
—Sí. Mi entrenador dice que así practico fuerza y resistencia a la misma vez.
En realidad, Alkaid la hubiera asesinado en esos momentos, pero Leo no era consciente de ello.
Sin embargo, su conversación se vio opacada por el ruido de una moto que se acercaba.
Todas las señales de alarma se activaron.
—Tengo que irme o Nashira me matará por llegar tarde. ¡Nos vemos!
Se despidió sin dejarle decir nada más. Salió corriendo en dirección opuesta al ruido de la moto. No dejó de trotar —que lo hacía como podía por culpa de la mochila— hasta que el rugido del motor se convirtió en un leve susurro que cada vez parecía perder cada vez más fuerza hasta que finalmente se silenció.
Fayna ralentizó el paso cuando estuvo en la calle de su mejor amiga.
Caminó con tranquilidad por el lugar con los recuerdos de Nashira, Orión y ella correteando por las calles en los días calurosos de verano invadiendo su mente. Sin darse cuenta acabó frente a la puerta hecha de tablones de madera de color de blanco que daba al jardín de su mejor amiga.
Se deshizo de la mochila y, de nuevo, la lanzó al otro lado ya sin miedo a que se rompiese algo porque dudaba que pudiera sino se había roto hacía unos minutos. Se agazapó encima de la valla y saltó al otro lado, aunque no midió demasiado bien cómo sería su caída y acabó de cara contra el césped húmedo de la lluvia que había habido hace unos días.
Al levantarse notó la piel de las manos y rodillas rasguñadas por la caída e intentó quitarse el resto de la hierba, frotando las palmas de esta contra la camisa antes de sacudirse la falda de cuadros que ya se había manchado, a pesar de no gustarle en absoluto, no quería una regañina de parte de su madre cuando regresase a casa.
Una vez más, recogió su mochila del suelo y se la colgó al hombro.
—¡Fayna! —gritó Nashira al localizarla.
Fayna levantó la vista del suelo encontrándose de golpe con un par de ojos cenizas antes de desviarse a lo que tenía entre las manos.
—¿Helado o chocolate caliente? —preguntó enseñando ambas.
Fayna enarcó una ceja en respuesta.
Como siempre, Nashira bufó algo incomprensible, divertida.
—Los dos. Siempre se me olvida. —dijo, con fingida angustia.
Ambas entraron dentro de la casa. La familia de Nashira siempre tenía la calefacción a máxima potencia, o por lo menos así lo percibía Fayna. Ella ni siquiera tenía, ni eso ni aire acondicionado para el verano. Su mejor amiga, por otro lado, tenía siempre a tope cualquiera de las dos opciones.
Por ello, cada vez que Fayna iba allí conseguía que su rostro adquiriese un sonrojo intenso en la zona de sus mejillas por el calor. Se quitó el jersey y lo metió dentro de la mochila para luego arremangarse la camisa.
—¿De quién has huido? —preguntó Nashira, captando su atención.
Fayna la imitó por lo bajo, molesta.
Nashira sabía perfectamente de quién había «huido» esa tarde.
—No sé. Me despierto en una habitación que no es la mía. Sola. Salto por una ventana y en medio de mi carrera me encuentro con el nuevo.
La última palabra llamó la atención de Nashira al momento.
—¿El nuevo?
—Sí, el pelirrojo: Leo.
Aunque intentó disimularlo, Nashira no lo consiguió demasiado bien.
Cada vez le gustaba menos ese pelirrojo y, por la forma en que lo había narrado Fayna, sus sospechas no dejaban de acentuarse. Lo peor de todo era que todavía no había conseguido hablar con su madre porque no sabía cómo abordar el tema sin que ella o Chaxiraxi montasen un escándalo de los suyos y les saliese el instinto «mamá oso» a las dos.
El resto del día transcurrió entre películas, helado y chocolate caliente resguardándose de la lluvia. Más tarde, cuando esta aminoró su fuerza, salieron al pequeño porche del jardín trasero y admiraron como el sol se ocultaba entre los altos árboles de la zona norte de Adar, cerca del acantilado.
El cielo pasó de un azul claro a un intenso naranja hasta oscurecerse del todo, convirtiéndose en una capa negra moteada por pequeños puntos blancos.
—¿Quieres ver los disfraces? —soltó, interrumpiendo el tranquilo silencio que las rodeaba.
Fayna ni siquiera tuvo la opción de responderle antes de que se levantase del banco y se adentrase de nuevo en la casa.
Ella aprovechó esos escasos momentos de soledad para cerrar los ojos y disfrutar de la tranquilidad que le brindaba el silencio. Los abrió justo en el momento en el que Nashira salía con dos perchas colgadas en los brazos.
Mientras que su amiga rebosaba emoción por cada poro de su piel, Fayna no pudo evitar poner los ojos en blanco. Nunca le había gustado estar rodeada por demasiada gente. No veía la necesidad de estar en un lugar a tan alta temperatura, rodeada de cuerpos sudorosos, pegados todo el tiempo.
Aunque claro, si eso se lo decía a Nashira esta no dudaría en echarle en cara cada una de sus escapadas a rincones recónditos de Adar en busca de pistas que encontraba en leyendas que, según ella, eran absurdas.
Así que se limitó a permanecer callada y asentir cada cierto tiempo para que no se enfadase con ella.
Cuando menos se lo esperó, Nashira le lanzó uno de los trajes plastificados.
Al bajar la cremallera, descubrió el disfraz de diablesa de color negro con las alas rojas que había en su interior. Nashira, por otro lado, llevaba los colores combinados al revés: su disfraz era rojo y a alas de color negro. Ambas se ataron las botas y se colocaron las diademas de cuernos en las cabezas.
Cuando terminaron de prepararse, salieron de casa y pidieron un taxi para que las llevara a la discoteca Limbo.
Tras soportar una cola de treinta minutos, consiguieron entrar en el local.
Nashira fue arrastrando a Fayna por la pista de baile hasta llegar a la barra. Al lado de ellas había un chico con una careta puesta.
El chico de la careta no tardó en retirársela y Fayna solo necesitó un par de segundos para reconocerlo.
—¡Leo! —exclamó con una sonrisa.
Se acercó al pelirrojo para darle un beso en cada mejilla a modo de saludo mientras que Nashira los observaba con cautela, sin perder un solo detalle de todo lo que ocurría.
Hasta que sucedió lo que estaba esperando.
La gema de Baham volvió a cambiar de color, tornándose en un rojo intenso.
Solo tenía una cosa clara: Leo no era mago.
N/A: Tan tan taaaaaaaaaaaaaaaaan 💅🏻💅🏻
Importancia a lo importante: ¿Leo qué es?
Alguna creo que en el capítulo anterior ya ha acertado varias cosas, pero ahora solo queda esperar que la historia continúe y descubrir si dichas teorías son ciertas o no jeje 🤨
Mientras tanto, yo he empezado otra novela de fantasía (llevo solo dos capítulos) y estoy muuuuy emocionada con ella, pero sé que debo ser paciente. Sobre todo porque no sé cómo saldrá la acogida de este y quiero saber si gusta o no gusta este género jeje
En fin...
➡️ Sección de teorías:
➡️ Sección de fangirleos:
➡️ Sección de s0spech0s0s:
Nos vemos la próxima semana, sin motes (os prometo que queda menos) 🖤
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