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━ 𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈: Por amor a la fama y por amor a Odín

──── CAPÍTULO XXXVI ───

POR AMOR A LA FAMA Y
POR AMOR A ODÍN

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        LAS NEGOCIACIONES CON EL REY ECBERT habían llegado a su fin. Los Ragnarsson habían alcanzado un jugoso acuerdo con él, uno con el que obtenían derechos legales sobre las tierras de Anglia Oriental, una región situada al este de Inglaterra. A cambio de esto, el monarca de Wessex le había pedido un último favor a Björn: había solicitado elegir la manera en que iba a abandonar aquel mundo plagado de corrupción y pecado. Así pues, en lugar de sufrir la sádica y dolorosa Águila de Sangre, tal y como habían exigido Ivar y Sigurd, se le había permitido fenecer en su Sala de Baños, donde, en la más absoluta soledad, se había abierto las muñecas para morir desangrado, dedicando un último pensamiento a su familia, especialmente a Alfred, su nieto predilecto.

Muchos habían estado presentes durante la firma de la concesión de esos derechos legales, como Eivør y Drasil, quienes no habían querido perdérselo. A la más joven le había sorprendido el rey Ecbert, a quien había imaginado de forma distinta, de aspecto más rudo e imponente. Sin embargo, solo era un viejo decrépito al que, pese a haber sabido mover sus piezas hasta el final, le había resultado ineludible acabar como lo había hecho.

En cuanto el gobernante dejó de ser un problema, los miembros del Gran Ejército Pagano se reunieron en la ciudadela y en sus inmediaciones para poder celebrar la victoria por todo lo alto. 

Como llevaba siendo costumbre desde que habían desembarcado en tierras sajonas, habían organizado un exquisito banquete en el que no pudieron faltar la música y el alcohol. Dispusieron mesas a lo largo y ancho del patio y depositaron en ellas enormes fuentes a rebosar de alimentos. Carne, pescado, frutas, verduras, lácteos y sus derivados... La ocasión lo merecía, de ahí que no hubiesen escatimado recursos a la hora de festejar sus bienaventuranzas.

Drasil y Eivør se encontraban acomodadas en torno a una de esas interminables mesas. Junto a ellas había otros hombres y mujeres que platicaban animadamente los unos con los otros. Algunos ya empezaban a sufrir los efectos de la cerveza y el hidromiel que habían ingerido, mientras que otros reían a mandíbula batiente en tanto escuchaban las pintorescas historias que les relataban sus compañeros. Fuera como fuese, el ambiente que se respiraba en la fortaleza era alegre y dicharachero.

Los hijos de Ragnar Lothbrok también estaban presentes. Los cinco se hallaban en una tarima sotechada sobre la que se había apostado una mesa repleta de víveres para que pudieran comer y beber hasta reventar. Björn, Ubbe, Hvitserk y Ivar presidían dicha mesa, disfrutando de los deliciosos manjares que se habían preparado para ese día tan especial, mientras que Sigurd deleitaba a los presentes con animados acordes tocados con su jouhikko.

Los ojos de Drasil no dejaban de desviarse hacia el tablado que ocupaban los hermanos, que quedaba prácticamente enfrente de su mesa. Por más que lo intentase, le resultaba imposible no focalizar su atención en Ubbe, quien ese día lucía condenadamente apuesto. Había sustituido su peto de cuero endurecido y sus protectores por una vestimenta mucho más formal y elegante. Sus iris celestes brillaban con más intensidad que nunca y su sonrisa resplandecía bajo la tupida barba.

Tras el momento que habían compartido en los jardines interiores del castillo, donde ella se había disculpado por todo el daño que le había causado, los dos habían terminado de limar asperezas. Tan solo había transcurrido un día desde entonces, pero se notaba que su relación no estaba tan tirante como antes. Seguían manteniendo las distancias en determinados aspectos, puesto que ambos necesitaban algo de tiempo para reflexionar y aclarar sus ideas, pero al menos su amistad continuaba intacta. Y eso en aquellos momentos era lo único que le importaba a la hija de La Imbatible.

La muerte de Helga y su distanciamiento con Aven habían propiciado que se sintiera más sola que nunca. Era cierto que tenía a Eivør y que podía contar con ella para lo que fuera, pero también le gustaba relacionarse con otras personas. Y el cariño que le había cogido a la esposa de Floki le había servido para llenar un poco el vacío que había dejado su progenitora, a quien echaba muchísimo de menos.

Pensar en Helga hizo que se le partiera el corazón. Definitivamente no merecía acabar así, apuñalada por la persona a la que había acogido para cuidar y proteger como a una hija. Lo que había hecho Tanaruz no tenía perdón y Drasil rezaba a los dioses para que, allá donde estuviera, recibiese un castigo acorde al crimen que había cometido.

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no reparó en que los ojos de Ubbe se habían posado en ella. El muchacho la observó con sumo detenimiento, como si tratara de escrutar sus más oscuros pensamientos, para finalmente bosquejar una efímera sonrisa. 

Al verlo, la castaña parpadeó varias veces seguidas, azorada. Correspondió al gesto con cierta torpeza y se llevó su jarra de bjorr a los labios, en un intento por disimular el ligero rubor que se había adueñado de sus mejillas. Apenas un instante después, se secó las comisuras con el dorso de la mano y echó un vistazo rápido a su alrededor.

Se molestó consigo misma al darse cuenta de que estaba buscando a Aven con la mirada. Hacía tres días que no le veía, prácticamente desde el encontronazo que habían tenido en el dispensario. El aprendiz de herrero la estaba evitando, y no le culpaba. No obstante, Drasil albergaba la esperanza de arreglar las cosas con él, aunque solo fuera para mantener una relación más o menos cordial.

Tampoco avistó por ninguna parte a Floki, lo que le entristeció enormemente. Tras el fallecimiento de su esposa, el constructor de barcos se había encerrado en sí mismo, aislándose del mundo exterior. Por lo que tenía entendido, los Ragnarsson habían intentado animarle en más de una ocasión, pero todos sus esfuerzos habían sido en vano.

Suspiró, justo antes de volver la vista al frente. Sin soltar el recipiente se echó hacia atrás, apoyándose en el respaldo de la silla, y cruzó una pierna sobre la otra. La herida de su costado se iba curando poco a poco. Aún le dolía —y lo seguiría haciendo durante un tiempo—, pero no tanto como al principio, lo que era todo un avance.

Fue entonces cuando el sonido de un cuerno llenó el aire, provocando que todos los allí presentes guardaran silencio. Tanto Eivør como Drasil clavaron la vista en Björn Piel de Hierro, que se había puesto en pie para hablar.

—¡Amigos! —exclamó, alzando la voz para que todo el mundo pudiera oírle—. Nadie jamás podrá dudar de lo que hemos conseguido. Un ejército de nuestro pueblo ha derrotado, no uno, sino dos reinos ingleses —subrayó a la par que alzaba un cáliz dorado. Estaba tan pletórico que parte de su contenido se derramó en el proceso. La concurrencia a la que iba dirigida aquella perorata no demoró en aclamarle—. Para nosotros, los hijos de Ragnar, el primer deber era vengar su muerte. Y ya lo hemos hecho, pero también hemos alcanzado el sueño de mi padre. Tenemos derecho legal a esta tierra y a habitarla. —Más gritos y aplausos inundaron la ciudadela—. Depende de vosotros usar esta oportunidad para enviar nuevos colonos, familias jóvenes —continuó diciendo el rubio—. Por desgracia, yo no estaré aquí para ver prosperar esos asentamientos. —Realizó una breve pausa, lo justo para beber de su copa—. Mi destino me está llamando.

Las pulsaciones de Eivør se dispararon al ver que, mientras pronunciaba esas últimas palabras, Björn la miraba únicamente a ella, como si nada más existiese a su alrededor. Algo se prendió en su interior ante la manera en que la escudriñaba, tan primitiva y voraz que el vello de la cerviz se le erizó. Eran tantas las emociones que podían leerse en sus orbes azules que se sintió abrumada. Una mezcla de éxtasis, pena, incertidumbre y... deseo.

A Drasil no le pasó desapercibido aquel cruce de miradas entre sus dos amigos. Al principio le costó discernir a quién estaba observando el primogénito de Ragnar Lothbrok con tanta ferocidad, pero, en cuanto viró la cabeza hacia su compañera, supo que se trataba de ella. Su expresión la delataba.

—Siempre supe que había de volver a explorar el mar Mediterráneo. Y ahora soy libre para seguir mi sino —prosiguió Björn, ocasionando que la castaña emergiera de sus turbulentas cavilaciones—. Pero mis hermanos se quedan aquí —apostilló en un tono más animado—. ¡Skål! —Todos se unieron al brindis entre continuos vítores y ovaciones.

Drasil se removió en su asiento, incómoda. Conocía a Björn lo suficiente como para saber cuándo le interesaba alguien, y lo mismo ocurría con Eivør. Y las miradas furtivas que ambos habían intercambiado durante el discurso del rubio no hacían más que confirmar sus sospechas: que ahí había gato encerrado. Puede que para otros no resultara tan evidente, pero para ella sí lo era. Al fin y al cabo, había crecido con ellos.

—Veo que no soy la única que oculta cosas —articuló Drasil, arrimándose a su mejor amiga para que nadie más pudiera escucharla. Su fisonomía se había crispado en un gesto adusto, con los labios apretados en una fina línea.

Con aparente tranquilidad, Eivør se llevó un trozo de pollo a la boca.

—¿Lo dices por Björn? —inquirió, perspicaz.

—Así que no lo niegas. —La hija de La Imbatible arqueó una ceja.

—No. —La mayor se encogió de hombros con naturalidad—. Pensaba contártelo, pero no encontré el momento adecuado —se apresuró a aclarar. Su interlocutora frunció el ceño, poblando su frente de arrugas—. ¡Oh, vamos! No me mires así, Dras. Surgió de repente. —Le dio otro mordisco a su muslo de pollo y un sorbo a su hidromiel.

La mencionada cruzó los brazos sobre su pecho.

—«Surgió»... —repitió, más para sí misma que para Eivør—. De modo que ha habido algo entre vosotros. —Sacudió la cabeza con desaprobación, como una madre reprendiendo a su vástago.

La morena profirió un lánguido suspiro.

—Solo fue una vez.

—Por todos los dioses, Eivør. —Drasil se llevó una mano a la frente en un rapto de desesperación. Siempre había considerado a su compañera una persona prudente, de ahí que le hubiese descolocado tanto aquel morboso descubrimiento—. Es un hombre casado. Y te recuerdo que su esposa es Torvi —remarcó—. ¿Cómo crees que reaccionará ella cuando se entere? —Se sintió terriblemente mal por la rubia, dado que no merecía que Björn la engañase de esa forma tan ruin y descarada.

—No va a reaccionar de ninguna manera porque no lo va a saber —rebatió Eivør, a lo que la menor puso los ojos en blanco—. ¿De verdad piensas que soy la única mujer con la que Björn le ha sido infiel? Ni soy la primera ni seré la última, eso te lo puedo asegurar —puntualizó, dejando el hueso que había estado arrebañando en el plato—. Además, tú no eres la más indicada para recriminarme nada.

Sin variar lo más mínimo la expresión de su semblante, Drasil se terminó lo que le quedaba de bjorr de un trago. La garganta le ardió debido a ello, lo que contribuyó a que su humor empeorara. Depositó la jarra en la mesa y fulminó con la mirada al rubio, que se había quedado relegado a un discreto segundo plano en tanto sus hermanos discutían lo que iban a hacer ahora que habían vengado la muerte de su progenitor.

Bufó, hastiada.

Ya hablaría más tarde con él.

—Míralo por el lado positivo, Dras —volvió a hablar Eivør, provocando que la susodicha la observase de reojo—. Otra cosa más que tenemos en común: nuestro gusto por los Ragnarsson —bromeó en un improvisado tono jocoso.

Ante la cara que puso Drasil, la mayor no pudo evitar echarse a reír.

—Eres incorregible —masculló la castaña entre dientes.

Eivør estuvo a punto de contestar, pero la voz de Ivar se lo impidió:

—Yo estaré aquí, pero no me quedo para arar la tierra —manifestó El Deshuesado, que ocupaba uno de los extremos de la larga mesa en la que él y sus hermanos estaban reunidos. En la otra punta se encontraba Sigurd, que lo miraba con aversión—. ¿Quién quiere cultivar ahora? Tenemos un gran ejército y debemos usarlo. Hay muchos otros lugares que quiero atacar y saquear. Aquellos que penséis lo mismo que yo, acompañadme. —Esbozó una sonrisa altanera—. Y los que tengáis dudas, preguntaos... ¡¿Quién nos puede parar ahora?! —vociferó. 

Al igual que Björn, Ivar también fue aclamado una vez que terminó de hablar. Él también poseía un gran carisma. Sabía qué decir para tener a los demás comiendo de su mano.

—Es un maldito pretencioso —bisbiseó Drasil, que ya había rellenado su jarra. Esta vez con algo más suave, puesto que los efectos de ese último bjorr ya empezaban a hacerse patentes en su organismo—. Aun siendo el menor de los hermanos se cree con derecho a dirigir él solo las huestes. —Se inclinó ligeramente hacia delante, lo justo para coger un racimo de uvas y dejarlo en su plato. Arrancó una y se la metió en la boca.

—Yo estoy de acuerdo con él, al menos en parte —sentenció Eivør. Había terminado de comer, por lo que se enroscó con pereza un bucle de su cabello azabache alrededor del dedo índice—. Ya que estamos aquí, debemos aprovechar la ventaja de la que disponemos. —Drasil se volteó hacia ella, circunspecta—. Nuestras últimas victorias han coadyuvado a que los sajones nos teman más que nunca. Y es precisamente ese miedo lo que les hace débiles y vulnerables.

La hija de La Imbatible entornó los ojos, consciente de que a su amiga no le faltaba razón. Eivør siempre había sido muy pragmática. Para determinadas cosas era sumamente fría y calculadora, tanto que a veces le recordaba a Lagertha. Las dos eran inteligentes y ambiciosas, además de precavidas. De hecho, Drasil veía en la morena a una líder en ciernes.

—¿Quién de vosotros me seguirá? —rugió de nuevo Ivar—. ¿Quién me seguirá a la batalla por amor a la fama y por amor a Odín, nuestro Dios Padre? —Apoyó las manos en la mesa y se incorporó, cargando todo su peso en sus musculosos brazos y demostrando una vez más que la malformación de sus piernas no era un impedimento para él.

Drasil resopló cuando los guerreros de su alrededor gritaron con euforia. Desde su posición pudo apreciar cómo los demás Ragnarsson observaban con contrariedad al Deshuesado, que parecía estar disfrutando de la posición de poder que él mismo se había granjeado. Se fijó especialmente en Ubbe, en cómo la línea de su mandíbula se había tensado. Era evidente que no le estaba gustando nada la actitud de su hermano pequeño.

Fue Sigurd quien le pidió a Ivar que recapacitara, dado que ni él ni Hvitserk ni Ubbe estaban de acuerdo con lo que acababa de proponer. Ellos buscaban hacer realidad el sueño de su padre: crear colonias y prosperar en Inglaterra, algo que tendrían muy difícil si continuaban enfrentándose a los cristianos. Sin embargo y como cabía esperar, el moreno no le hizo el menor caso. En su lugar, aprovechó su intervención para humillarle delante de todos.

Aquella primera afrenta dio lugar a una serie de insultos y vejaciones entre Ivar y Sigurd, desencadenando una fuerte —a la vez que infantil— disputa en la que no titubearon a la hora de burlarse el uno del otro.

—Bueno, ¿quién trabajará las tierras? —intervino Björn, a fin de romper la tensión que podía palparse en el ambiente. Al contrario que a Ubbe, a él no parecía importarle lo más mínimo que dos de sus hermanos se estuvieran ridiculizando de esa manera.

El rey Harald Cabello Hermoso declinó amablemente su oferta, alegando que tenía otros planes en mente. Halfdan, en cambio, anunció que quería acompañarle en su viaje por el Mediterráneo. 

En tanto Björn bajaba de la tarima y se aproximaba a ellos para poder envolver al menor de los Gudrødsson* en un efusivo abrazo, el monarca de Vestfold miró a su hermano con desconcierto, como sintiéndose traicionado porque este prefiriera irse a explorar lugares inhóspitos antes que quedarse con él.

—Parece que lo único que ha mantenido unidos a los hijos de Ragnar es la muerte de su padre —se lamentó el rubio. Se apartó de Halfdan y giró sobre sus talones, quedando cara a cara con sus hermanos.

Ante ese último comentario, Ivar gruñó.

—Pobre Björn... Eres tú el que no quiere que el ejército siga unido. ¡Eres tú el que prefiere marcharse a tierras soleadas! —berreó, enrojeciendo de la cólera—. Todos los demás pueden seguirme si quieren —reiteró, una vez recuperada la compostura.

—Yo no pienso seguirte, Ivar —contradijo Sigurd al tiempo que se ponía en pie. Dio un golpe seco a la mesa para así enfatizar sus palabras—. Estás loco. ¡Tienes la mente de un niño! —le recriminó.

Drasil se masajeó las sienes con acritud. Aquel absurdo enfrentamiento le había producido dolor de cabeza. Eivør, sin embargo, parecía estar disfrutando enormemente del espectáculo.

A partir de ahí todo sucedió muy rápido.

Ivar y Sigurd se enzarzaron en una nueva discusión mucho más acalorada que la anterior. Sus improperios soeces causaron risas entre los oyentes, que no perdían detalle de la reyerta en la que se habían enfrascado ambos hermanos. Ni siquiera los comentarios de Björn y Ubbe, quienes les conminaban a que se callasen, los detuvieron.

Tan solo cuando El Deshuesado, en un arranque de ira, asió su hacha y la lanzó con todas sus fuerzas contra Sigurd, ocasionando que el filo se hundiera en su pecho, las carcajadas cesaron, dando paso a un inconmensurable estupor. El grito que profirió Ubbe fue tan ensordecedor que Drasil se encogió sobre sí misma, haciendo que la herida de su costado se resintiera.

La ciudadela quedó sumida en un silencio de lo más perturbador.

Con gran dificultad, Sigurd extrajo la hoja de su torso. Observó con incredulidad a Ivar, que había palidecido de golpe, y dejó escapar un exabrupto. Instantes después, con el arma pendiendo de su mano derecha, echó a andar hacia el menor de los Ragnarsson, tambaleante. Sus ojos, fijos en su agresor, parecían encontrarse en llamas.

El primogénito de Ragnar y Aslaug se incorporó de inmediato, temiendo que el rubio pudiera arremeter contra Ivar, quien, encajonado entre la mesa y la silla, carecía de escapatoria. Sigurd trató de llegar hasta él, boqueando frenéticamente. No obstante, antes de que tuviera la oportunidad de abalanzarse sobre El Deshuesado, las piernas le fallaron.

El rubio cayó al suelo con un ruido sordo, alarmando a Ubbe y a Hvitserk, que corrieron hacia él con el pavor reflejado en sus congestionados semblantes.

Drasil estrechó con fuerza la mano que Eivør le había tendido cuando, transcurridos unos segundos, se percató de que Sigurd no se movía. Algo en su interior se quebró al ver cómo Ubbe zarandeaba inútilmente su cuerpo para que reaccionara.

La sangre no demoró en teñir de rojo la madera del tablado, provocando que un segundo bramido brotara de la garganta de Ubbe, que golpeó el suelo de la tarima con el puño cerrado. Tanto él como Hvitserk alzaron el rostro hacia Ivar, que se había quedado paralizado, presa del terror y la confusión.

La hija de La Imbatible contuvo una peligrosa arcada cuando a sus oídos llegó la confirmación de que Sigurd estaba muerto. 

Inconscientemente sus iris esmeralda se posaron en El Deshuesado, que permanecía sumido en una especie de trance. Lo miró con repulsión y, por primera vez desde que lo conocía, sintió miedo de él.

El funeral de Sigurd se celebró ese mismo día, al atardecer.

Los Ragnarsson depositaron el cadáver de su hermano, a quien habían adecentado y amortajado, en un bote de madera. En su interior se habían dispuesto varios objetos que lo acompañarían en su viaje al más allá, desde oro y joyas hasta espadas y escudos. También había comida, tótems de los Æsir y los Vanir y las cabezas de los animales que se habían sacrificado en su honor.

Un nutrido grupo de personas se había congregado en torno a la barca para poder despedir a Sigurd Ojo de Serpiente, apodado así por la peculiar marca de su ojo derecho, la cual se asemejaba a una serpiente, concretamente a Fafner, la bestia a la que el Gran Sigurd, padre de Aslaug y abuelo del difunto, aniquiló tras un arduo combate.

El aire no tardó en ser llenado por una amarga melodía. Con ella, el hombre que la entonaba enaltecía a los dioses y le deseaba buena suerte al fallecido.

Drasil y Eivør se hallaban unos pasos por detrás de Ubbe y Hvitserk. Björn se encontraba en la fila de enfrente, con los brazos cruzados sobre su tonificado pecho y las facciones contraídas en un rictus severo, y a Ivar se le podía divisar junto a la proa de la pequeña embarcación.

El corazón de la hija de La Imbatible se resquebrajó al contemplar cómo Ubbe caminaba hacia el bote para depositar junto a Sigurd su preciada hacha, aquella que lo había acompañado desde que había sido lo suficientemente hábil para poder manejarla. Se acuclilló junto al rubio, cuya pálida piel comenzaba a adquirir un inusual tono azulado, y posó una mano en su frente.

Drasil tragó saliva, en un intento por deshacer el molesto nudo que se había aglutinado en su garganta, en tanto el caudillo vikingo articulaba un «adiós, hermano» que logró conmoverla. Apenas un instante después, Ubbe recuperó la verticalidad y regresó junto a Hvitserk.

Se prendió fuego a la barca y el silencio cayó sobre todos como una losa de piedra, opresiva y asfixiante. Lo único que se escuchaba en aquel claro era el crepitar del fuego y el ulular del viento.

Mientras los hombres y las mujeres que había allí reunidos observaban la pira funeraria, Drasil forzó a sus pies a que avanzaran hacia delante. Con gran agilidad, consiguió sortear los cuerpos que se interponían entre ella y su objetivo. Podía sentir la intensa mirada de Eivør clavada en su nuca, así como las de todos aquellos a los que, a medida que avanzaba, iba dejando atrás. Aunque poco le importaba lo que opinaran de ella. En aquellos momentos solo podía pensar en una cosa, en una única persona.

Exhaló despacio cuando se detuvo al lado de Ubbe. Al principio este no reparó en su presencia, pero, al cabo de unos segundos, viró la cabeza en su dirección, como si una fuerza superior lo atrajera hacia ella. Sus ojos, tan azules como el mar en calma, se encontraron con los de Drasil, que brillaban de puro desasosiego.

El contacto visual entre ambos fue tan intenso que la skjaldmö pudo ver las heridas internas que el primogénito de Ragnar y Aslaug había ido ganando con el paso de los años, siendo la última y más reciente la que le había generado la muerte de su hermano Sigurd. 

Verlo así, tan angustiado y abatido, hizo que una dolorosa punzada le atravesara el pecho, cortándole la respiración. Ubbe volvió la vista al frente, centrando nuevamente su atención en las llamas; tenía los hombros caídos y la cabeza gacha.

Una riada de tristeza afluyó en Drasil.

Se arrimó a él mientras con su mano tanteaba el aire, en busca de la del guerrero. La encontró y sus dedos acariciaron su dorso suavemente. El ritmo de sus latidos se aceleró cuando la mano de Ubbe apresó la suya. Sus falanges se entrelazaron y sus palmas se amoldaron la una contra la otra como si se trataran de dos piezas complementarias que encajaban a la perfección.

La sangre caliente cantaba en sus oídos cuando el Ragnarsson apegó su cuerpo al suyo. Tragó saliva y apretó su mano, haciéndole saber con aquel simple gesto que estaba ahí, con él.

La hoguera desprendía ascuas hacia el cielo, donde ya podía atisbarse alguna que otra estrella titilante. El olor a carne quemada emanaba de una profusa columna de humo negro, a través de la cual —según las creencias nórdicas— el alma de Sigurd se elevaría a la otra vida.

Ese día Drasil se dio cuenta de una cosa, algo que hizo que se sintiera desintegrada, como pendiendo de un hilo. Algo que cambiaría su vida para siempre, ya fuese para bien o para mal.

Porque fue ahí, en medio de aquel silencio mortuorio, cuando descubrió que Ubbe le importaba. Porque fue ahí, con su cálida mano cubriendo la suya, cuando se percató de que su mero contacto la arrastraba al filo de una rendición total, al deseo abrasador de ser uno. Porque fue ahí, con su cuerpo adherido al de ella, cuando reparó en lo mucho que extrañaba su compañía.

Porque fue ahí cuando comprendió que su dolor era el suyo.

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· ANOTACIONES ·

—En la realidad, Halfdan El Negro no fue el hermano menor de Harald Cabello Hermoso, sino su padre. Como en la serie no se especifica quién es el progenitor de Harald y Halfdan, me he tomado la libertad de emplear a Gudrød El Cazador para interpretar dicho papel, ya que, en términos históricos, fue el padre de Halfdan y, por tanto, abuelo de Harald.

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N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

Ay, estoy tan emocionada ahora mismo que no sé ni qué decir x'D Con este capítulo hemos concluido el primer acto de esta historia, aka la temporada 4B de la serie *se pone a tirar confeti y serpentinas de colores*. De verdad que no tengo palabras para agradeceros el hecho de que hayáis llegado hasta aquí. Y digo esto porque son 36 capítulos, lo que se traduce en 230 páginas de Word. Vamos, que tenéis más paciencia que un santo jajajaja. Pero en serio, muchísimas gracias a todos los que habéis votado y comentado en todos y cada uno de los capítulos que hay publicados hasta el momento :')

Decidme, ¿qué os ha parecido el capítulo? ¿Os ha gustado? No me agrada que sea tan parecido a lo que ocurre en la serie, pero es que la escena de Ivar y Sigurd no la podía suprimir xd Sin embargo, ya habéis podido comprobar que durante esa primera parte del capítulo Drasil se ha enterado de lo que hay entre Björn y Eivør. Que, por cierto, ¿qué creéis que pasará cuando sea Torvi la que descubra el pastel?

¿Y qué me decís de la última escena? No me digáis que no se os ha caído la baba con estos dos, porque a mí casi me explota la patata. DRASIL, ÁNGEL MÍO, GRACIAS POR DARTE CUENTA DE QUE ESTÁS PILLADÍSIMA POR UBBE. En fin, ya me calmo x'D

Y ahora que hemos dado por finalizado este primer acto, me encantaría leer vuestras opiniones sobre lo que os está pareciendo la historia hasta el momento. Si tenéis dudas, sugerencias, si hay alguna cosa que os chirría... Quiero que me deis algo de feedback para saber si estoy haciendo las cosas bien, que ya sabéis que me como mucho la cabeza jajaja. Y también quisiera saber si tenéis alguna teoría para el segundo acto. ¿Qué os gustaría que pasara en un futuro?

Yo ya aviso que se va a liar pardísima. O sea, el drama que ha habido en esta primera parte no se puede comparar al que se avecina x'D Las cosas se van a complicar mazo para nuestras chicas, así que ya podéis ir encendiendo alguna vela por ellas jajaja. Además, aparecerán nuevos personajes y, por tanto, se desarrollarán nuevas tramas bastante interesantes. Ahí lo dejo (͡° ͜ʖ ͡°)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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