Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━ 𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈: El veneno de la serpiente

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid la canción que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Prometo que no os arrepentiréis.

✹.✹.✹

────── CAPÍTULO XXVII ──────

EL VENENO DE LA SERPIENTE

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        LOS OJOS DE EIVØR no se apartaban de los de Björn, que la escudriñaba con un brillo libidinoso relampagueando en sus fulgurantes pupilas. La skjaldmö esbozó una sonrisilla pícara al tiempo que tomaba un mechón de su largo cabello azabache y comenzaba a juguetear con él, enredándolo y desenredándolo entre sus estilizados dedos. El Ragnarsson también sonrió, provocando que unas incipientes arrugas cincelaran el extremo externo de sus orbes celestes, para después desabrochar el peto de cuero endurecido que cubría su torso y quitarse la camisa, dejando al descubierto sus marcados músculos.

Eivør se mordió el labio inferior. Sus iris pardos no demoraron en recorrer aquella parte de la anatomía de Björn, que parecía haber sido esculpida por las manos más hábiles de los Nueve Mundos. Sin ningún atisbo de pudor, admiró los tatuajes de su pecho, así como las numerosas cicatrices que tiznaban su maltratada piel. Poco a poco fue alzando la mirada, recreándose en aquella visión tan afrodisíaca, hasta que sus ojos conectaron nuevamente con los del rubio.

Björn la observaba con inusitada atención, como si nada más existiese a su alrededor, ocasionando que la chispa que se había prendido en su interior mientras estaban en el bosque, antes de que se resguardaran en la intimidad de la carpa del caudillo vikingo, volviera a encenderse, convirtiéndose en un incendio abrasador.

La muchacha extendió el brazo derecho, posando su mano en los abdominales de Björn, que no pudo evitar estremecerse debido a su cálido toque. Sus falanges ascendieron con deliberada lentitud hacia sus pectorales, donde se tomaron la libertad de perfilar las líneas de uno de sus múltiples tatuajes tribales.

Sin romper el contacto visual con él, Eivør asió una de sus enormes manos y la condujo hacia su busto, concretamente hacia los cordones de su vestido. El primogénito de Ragnar Lothbrok no precisó ningún apoyo verbal para comprender lo que le estaba demandando, lo que quería que hiciera.

Desanudó los cordones de aquel bonito kirtle con suma maestría, provocando que la apertura de su escote se incrementara. Sus orbes azules se extraviaron en aquel pozo de perdición, donde la vislumbre de sus generosos senos fue la causante de que una dolorosa erección empezara a presionar el forro de sus pantalones.

Con una mueca traviesa coloreando sus facciones, Eivør deslizó cuidadosamente la prenda hacia abajo. Un agradable escalofrío recorrió su espina dorsal cuando aquella aterciopelada tela cayó a sus pies. Mostrarse ante el Ragnarsson tal y como la habían traído los dioses al mundo hizo que se sintiera liberada, además de deseada. 

Muy deseada.

Björn comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes. Su miembro palpitaba con fiereza, reclamando ser liberado. Aquella situación lo estaba llevando al borde del abismo, y la actitud juguetona de Eivør no mejoraba las cosas.

#

—¿Es que no vas a besarme, Piel de Hierro? —lo incitó ella.

El mencionado no necesitó más aliciente que ese para acortar la distancia que los separaba y estampar sus hambrientos labios contra los de la escudera. Rodeó su estrecha cintura con ambos brazos y la atrajo hacia sí con una pasión desenfrenada. Eivør enseguida correspondió al gesto; entrelazó las manos detrás de su nuca y abrió la boca para profundizar el beso. De nuevo, sus lenguas se encontraron.

Björn gruñó cuando los dientes de Eivør pellizcaron la carne sensible de su labio inferior. Se apartó ligeramente de ella, lo justo para buscar sus ojos, que centelleaban con perversa diversión. Sus pulsaciones se dispararon en el instante en que la joven rebasó los escasos centímetros que se habían interpuesto entre ambos para lamer el hilillo de sangre que manaba de la zona en la que había recibido el mordisco. Aquella simple acción, la sensualidad con la que la había efectuado, bastó para que su temperatura corporal aumentara de manera considerable.

Volvió a besarla, ignorando el escozor que provenía de su labio herido. Sus toscas manos descendieron por la espalda de la morena, trazando la línea de su cintura y el arco de sus caderas, hasta detenerse en sus nalgas. Las masajeó con contundencia, hundiendo los dedos en ellas y deleitándose ante su suave tacto.

Eivør jadeó, presa del éxtasis que le producía aquella situación prohibida. Sin querer postergar ni un segundo más el momento en que el rubio estuviese dentro de ella, cogió impulso y saltó sobre él, enredando las piernas alrededor de su pelvis.

Entre continuos besos y caricias, Björn la condujo hacia un lecho de mantas y cojines. La depositó en él con cuidado y, en tanto admiraba su desnudez, se deshizo de sus pantalones. Arrojó la prenda al suelo y procedió a colocarse encima de la skjaldmö, que no lo dudó a la hora de abrir tentativamente las piernas.

Luego de juguetear con sus torneados pechos y dejar un camino de besos húmedos en su cuello, el caudillo vikingo hincó las rodillas en la cama y repartió su peso. Orientó su masculinidad hacia la entrada de la muchacha y de una única arremetida se introdujo en su interior, rebosándola por completo.

Eivør dejó escapar un sonido ahogado. Arqueó la espalda y cerró momentáneamente los ojos, mientras su boca formaba una perfecta y sensual «o». Björn comenzó a embestirla con avidez, descargando toda su furia contra la escudera, cuyo organismo aún se estaba acostumbrando a aquella súbita invasión. 

Las piernas de Eivør apresaron sus caderas con ferocidad, exhortándole para que no se detuviera. Sus uñas se clavaron en los brazos de su compañero y su menudo cuerpo sufrió alguna que otra convulsión debido al inmenso placer que le generaba aquel vínculo carnal.

Contra todo pronóstico, la morena lo derribó de un solo empujón, quedando a horcajadas sobre él. Björn la miró con una mezcla de incredulidad y excitación. Debía reconocer que aquel giro en los acontecimientos le gustaba, y mucho.

Eivør se inclinó hacia él para besarlo apasionadamente.

—No sé a lo que estarás acostumbrado... —le susurró al oído con voz trémula. Se apartó el pelo de la cara y acopló su pelvis a la del Ragnarsson, propiciando que la penetración fuera todavía más profunda—. Pero yo no soy una amante sumisa —apostilló entrecortadamente.

Björn gimió cuando Eivør empezó a mover sus caderas en círculos. Envolvió los dedos en su sedosa melena y tiró levemente de ella, obligándola a echar la cabeza hacia atrás. 

La joven no pudo hacer otra cosa que sonreír con malicia.

—No quiero que lo seas —contestó el rubio, justo antes de dejarse llevar.

Drasil suspiró. Con las piernas entumecidas y los pies doloridos, echó a andar a través de la floresta, poniendo rumbo hacia la tienda que compartía con Eivør y otras escuderas. Algunos hombres y mujeres se habían quedado junto a las hogueras para continuar festejando su victoria frente a los sajones, pero ella, tras numerosos bailes y jarras de bjorr e hidromiel, había decidido que ya era momento de retirarse a descansar y recobrar energías.

Frunció el ceño, poblando su frente de arrugas. En un principio su idea había sido marcharse con Eivør. Sin embargo, su mejor amiga se había desvanecido sin dejar rastro. Por más que hubiese buscado su rostro entre los guerreros y skjaldmö que, al igual que ella, se habían dedicado a beber y danzar, no había conseguido dar con él. Era como si se hubiera evaporado, como si se la hubiese tragado la tierra.

Pese a la turbación inicial, enseguida supuso que su compañera había encontrado a alguien con quien pasar lo que restaba de noche, de ahí que hubiera cesado en su empeño de localizarla y se hubiese resignado a volver sola a su carpa.

Un nuevo resoplido brotó de sus labios. Masculló algo ininteligible cuando sus pies tropezaron con una raíz que sobresalía de la hojarasca, haciendo que perdiera momentáneamente el equilibrio, y suavizó de manera inconsciente la expresión de su semblante en el instante en que sus iris verdes divisaron en la lejanía una aglomeración de tiendas.

Les dio más celeridad a sus pasos, ansiosa por quitarse la ropa y caer rendida en un sueño profundo. Pasó de largo varias carpas, ignorando los ronquidos y carraspeos que procedían de algunas de ellas, y estuvo a punto de ingresar en la suya, no obstante, el crujido de una rama cercana hizo que se pusiera en guardia.

En un acto reflejo elevó un poco la falda de su vestido y desenvainó el puñal que siempre llevaba amarrado a su muslo izquierdo. Apretó el mango entre sus dedos y echó un vistazo rápido a su alrededor, en un intento desesperado por dar con el origen de aquel enervante sonido.

Una sombra se movió a su derecha, ocasionando que el vello de la cerviz se le erizara. Agarró la empuñadura del cuchillo con más fuerza, notando cómo el diseño se le clavaba en la palma, y reculó un par de pasos.

El aire se le quedó atascado en la garganta cuando reparó en que aquella sombra se arrastraba por el suelo como una serpiente. Como si fuera... Pronto unos brazos emergieron de la oscuridad, seguidos de unos ojos tan fríos y calculadores que le helaron la sangre.

Drasil se estremeció al darse cuenta de que eran los mismos ojos que tenía Ubbe, aquellos dos luceros de los que tan prendada se había quedado. Con la única diferencia de que los que tenía delante brillaban con depravación y frivolidad. No eran radiantes y vivaces como los del primogénito de Ragnar y Aslaug, sino malévolos e inquietantes.

La sonrisa que hilvanó Ivar hizo que volviera a la realidad.

No bajó la daga, así como tampoco relajó su expresión corporal. La tensión a la que estaban sometidos sus músculos podía apreciarse a pesar de la tela del kirtle que los cubría.

—¿Qué haces aquí? —exigió saber la castaña sin ningún ápice de amabilidad en la voz. Su presencia allí, a tan solo unos metros de la tienda en la que pernoctaba, la había perturbado sobremanera.

El aludido chasqueó la lengua con desaprobación.

—Tranquila, escudera —pronunció, una vez que se hubo detenido frente a ella. De un ágil movimiento deslizó las piernas hacia delante, adquiriendo una posición sentada. La diferencia de altura entre ambos se vio aplacada con aquel simple gesto—. Percibo cierta hostilidad en tu voz. ¿Qué pasa? ¿Acaso mi compañía no te es grata? —añadió con insidiosa ironía.

Drasil rio, desganada. Puede que debido al alcohol que había ingerido no estuviese del todo lúcida, pero sí estaba lo suficiente como para saber que si Ivar se hallaba allí era por algo. Era evidente que la había estado esperando, que su encuentro no había sido casual.

—¿De verdad quieres una respuesta? —espetó la hija de La Imbatible.

La sonrisa del moreno se ensanchó.

—Uh, qué agresiva. —Realizó un ademán con la mano para darles más énfasis a sus palabras. Aquella situación parecía divertirle, al contrario que a Drasil, cuyos nervios estaban a flor de piel—. Ahora entiendo por qué le interesas tanto a mi hermano —manifestó. Ante la mención de Ubbe, la fisonomía de la joven se crispó en un rictus azorado—. Aunque, pensándolo bien, nunca le ha hecho ascos a nada. No sé si me entiendes... —le guiñó un ojo con complicidad, queriendo provocarla.

Drasil cerró la mano que tenía libre en un puño apretado. Seguía sin comprender el motivo por el que estaba allí, con ella, librando una batalla de miradas y comentarios ponzoñosos que, como continuara así, no iba a llevarles a buen puerto. Aunque tampoco pensaba quedarse para averiguarlo.

Volvió a enfundar su cuchillo y, sin más dilación, giró sobre sus talones, no sin antes lanzarle una mirada furibunda al Deshuesado. Forzó a sus piernas a que se pusieran en movimiento, dispuesta a marcharse de allí cuanto antes, pero la voz de Ivar la retuvo antes de que pudiera perderse en el interior de su carpa.

—Sé que os veis a escondidas.

Drasil se quedó estática en el sitio. Las manos le habían empezado a sudar y el corazón le latía con fuerza bajo las costillas. Tragó saliva y sacudió imperceptiblemente la cabeza, tratando de recobrar la compostura. Segundos después, se dio la vuelta para poder encarar de nuevo al Ragnarsson.

—No sé de qué me hablas —contradijo la muchacha.

—Pues yo creo que sí —ronroneó Ivar al tiempo que se echaba el pelo hacia atrás. Drasil lo observó con una ceja arqueada—. Puede que mis otros hermanos sean tan estúpidos como para no haberse dado cuenta, pero he visto cómo os miráis, cómo os sonreís cuando creéis que nadie os ve. —Chistó de mala gana. Su rostro se había congestionado debido a la rabia que burbujeaba en su interior—. Lo que sigo sin entender es cómo Ubbe ha podido caer tan bajo. Revolcarse con alguien como tú, una de las hirðkonur de Lagertha, la mujer que asesinó a sangre fría a nuestra madre... Es vomitivo —masculló entre dientes, dejando entrever su irritación.

Drasil se cruzó de brazos, tratando de aparentar la seguridad de la que carecía. Hundió las uñas en la tela de su vestido, buscando con aquel pellizco de dolor que la mente se le despejara. No pensaba darle la satisfacción de caer en sus provocaciones. No iba a seguirle el juego.

—¿En serio crees que tu opinión me importa lo más mínimo? —rebatió ella.

—No pienses que he olvidado lo que tú y tus amiguitas hicisteis —indicó Ivar, a lo que su interlocutora puso los ojos en blanco—. Juré que vengaría la muerte de mi madre, y eso es lo que pienso hacer. Tanto Lagertha como vosotras, sus escuderas, pagaréis por todo lo que me habéis arrebatado. —Realizó una breve pausa, lo justo para relamerse los labios—. No pararé hasta acabar con todas y cada una de vosotras.

La castaña se mantuvo firme e impertérrita. Se vio tentada a preguntarle la razón por la que aún no había actuado, el motivo por el que todavía no había intentado rajarle el gaznate. Aunque no tardó en dar con la respuesta: Björn. 

Tanto ella como Eivør contaban con la protección y el beneplácito del rubio. Todo el campamento lo sabía, incluido Ivar, quien era lo suficientemente inteligente como para saber que no le convenía tener al mayor de sus hermanos en su contra. Al menos no mientras el rey Ecbert siguiera respirando. En aquellos momentos la prioridad de los Ragnarsson era vengar a su padre, y para ello necesitaban estar juntos. Lo que hiciera cada uno después, una vez saldadas las cuentas pertinentes, solo lo sabían los dioses. Pero, hasta entonces, debían permanecer unidos.

—No podrías matarnos ni aunque lo intentaras durante cien años —esgrimió Drasil, cuyas mejillas se habían arrebolado a causa de la ira. Estaba llegando al límite de su paciencia.

De nuevo, Ivar sonrió.

—Yo no estaría tan seguro de ello.

Al oírlo, la escudera irguió el mentón con altivez. Sus orbes esmeralda no se apartaban de los zafiro del tullido, que no se había molestado en ocultar su regocijo. Sintió la imperiosa necesidad de acortar la distancia que los separaba y borrarle esa estúpida sonrisa a golpes, pero se contuvo.

Justo cuando se decidió a dar por finalizada la conversación, Ivar retomó la palabra:

—Tarde o temprano se cansará de ti —remarcó, mordaz—. Mi hermano acabará aburriéndose y, cuando lo haga, te destruiré. Ten por seguro que lo haré —puntualizó, señalándola con el dedo índice—. No podrás escapar de mí.

Esta vez fue Drasil quien sonrió. Si pensaba que le infundía algún tipo de miedo o temor, estaba muy equivocado. Sus fútiles intentos por amedrentarla, por hacerla sentir débil e inferior, no estaban funcionando en absoluto.

—Guárdate tus amenazas para quien se las crea. Tu veneno no me afecta —aseguró, justo antes de girar sobre sí misma y reanudar su camino.

—Dime, ¿qué pensaría Lagertha si se enterara de que una de sus preciadas hirðkonur anda abriéndose de piernas con uno de los hijos de su mayor enemiga?

Aquella interpelación bastó para que la castaña anclara los pies en el suelo terroso, con la cara desencajada y el lienzo que tapaba la entrada de la tienda que compartía con sus compañeras de armas entre sus temblorosas manos. Ivar, por su parte, se limitó a paladear el dulce sabor de la victoria, consciente de que aquella acotación sí había logrado herirla. Le había dado en donde más le dolía, y eso le encantaba.

—Puedo imaginarme su cara de decepción. Lagertha puede ser muy expresiva cuando se lo propone —adujo El Deshuesado con fingida inocencia. Al ver que Drasil viraba la cabeza hacia él y le fulminaba con la mirada, abrió la boca desmesuradamente y se llevó una mano al pecho en un gesto melodramático—. Oh... No me digas que he ahondado en un tema espinoso para ti —se mofó.

La hija de La Imbatible no contestó. Le dio la espalda a Ivar y, antes de que este pudiera seguir regodeándose de ella, ingresó en su carpa, donde tuvo que reprimirse para no patear lo primero que se le puso por delante.

No quería escuchar más.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Ufff, parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que actualicé, aunque solo hayan transcurrido dos semanas jajajaja. Lamento la tardanza, pero últimamente ando bastante liada con las prácticas y, bueno, digamos que no estaba muy inspirada. Me ha costado bastante redactar este capítulo, para qué os voy a mentir x'D No sé cuántas veces habré reescrito la primera escena, en serio. Me he frustrado mazo porque quería ponerme a escribir y no me salía nada, y lo poco que me salía era una mierda pinchada en un palo. Peeeeero al fin he conseguido terminar el dichoso capítulo.

Decidme, ¿qué os ha parecido? Porque tiene salseo por un tubo jajaja. Primero la escena de Eivør y Björn, quienes se han lucido en su primera vez juntos (¬‿¬), y luego la de Drasil y Ivar. Se veía venir una escena de este tipo entre los dos últimos. O sea, tenía que ocurrir sí o sí x) ¿Cómo creéis que actuará Ubbe cuando se entere de lo que el patas de alambre le ha estado diciendo a su chica? Si es que se entera, claro, porque a lo mejor Dras se lo guarda... Ya sabemos lo reservada que es nuestra muchacha para ciertas cosas.

Por cierto, ¿os habéis dado cuenta del guiño a las primeras temporadas que he colado en este capítulo? Se trata de una frase que dijo Lagertha. El caso es que siempre me ha gustado mucho y, bueno, pues eso. Que no he podido resistirme, vaya xD Además, pegaba bastante para esa escena jajajaja.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. No olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro