━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
•─────── CAPÍTULO XXV ───────•
COMO LAS LLAMAS DE
UNA HOGUERA
────────ᘛ•ᘚ────────
( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )
◦✧ ✹ ✧◦
EL ESTRUENDO DE LA BATALLA aún resonaba en los oídos de Ubbe. Aquella baraúnda de metal contra metal, aunada con los relinchos de los caballos y los gritos desgarradores de los sajones, continuaba martilleándole las sienes, como si todavía se encontrara inmerso en el efímero enfrentamiento que ambos bandos, paganos y cristianos, habían protagonizado hacía apenas unas horas.
La victoria por parte del Gran Ejército había sido aplastante. El rey Ælla jamás imaginó que los hijos de Ragnar Lothbrok, el infiel que tantos quebraderos de cabeza le había ocasionado, se presentarían en sus dominios con un séquito tan colosal y monstruoso.
Lo demostró en el momento en que, con la altanería que le caracterizaba, comandó su cohorte —de dimensiones insignificantes en comparación con la multitud de guerreros y skjaldmö que coreaban el nombre de Odín desde las filas enemigas—, creyendo que el soplo de buena suerte que le había permitido acabar con el caudillo vikingo más famoso de todos los tiempos le acompañaría también en aquella reyerta.
No pudo estar más equivocado.
Los Ragnarsson no habían escatimado esfuerzos a la hora de reunir una milicia con la que hacer temblar toda Inglaterra. Habían allanado las costas de Northumbria con un hambre voraz y una sed de venganza que Ælla había tenido la desgracia de experimentar en sus propias carnes.
Porque, luego de aniquilar a todos y cada uno de sus guerrilleros, dejándole únicamente a él con vida para poder sonsacarle la localización del lugar en el que Ragnar había exhalado su último aliento, los hermanos, en compañía de un reducido grupo de beligerantes —entre los que se encontraban Eivør y Drasil—, pusieron rumbo hacia el pequeño claro del bosque en el que, según el orondo hombre, había ocurrido todo.
Fue allí, bajo una leve llovizna, donde pudieron ver con sus propios ojos el lúgubre foso al que su progenitor había sido arrojado sin contemplaciones, tras aguantar infinidad de insultos y vejaciones por parte de los subalternos de Ælla. Fue allí donde volvieron a sentir esa rabia que los embargó cuando el mismísimo Odín, Dios de dioses y Padre de todos, se les apareció en sueños para transmitirles la trágica noticia de que Ragnar había fallecido. Fue allí donde recordaron los momentos compartidos y lamentaron el tiempo perdido. Y fue allí donde la sangre del monarca sajón tiñó de rojo el suelo pedregoso.
Fue Björn quien se encargó de realizarle el Águila de Sangre. Él fue quien, pese a las súplicas y los sobornos de Ælla, le abrió en canal, rompiéndole las costillas y extrayéndole los pulmones. Los berridos del gobernante mientras agonizaba fueron música para los oídos de los presentes y la sangre que salpicó sus rostros durante el proceso el más dulce elixir.
Ubbe tomó una bocanada de aire, complacido por cómo se habían desarrollado los acontecimientos. Uno de los principales responsables de la muerte de su padre ya había «pagado por sus pecados», tal y como solían decir los cristianos, de modo que solo quedaba otro con el que ajustar cuentas. Porque tanto él como sus hermanos estaban de acuerdo en que Ecbert era igual de culpable que Ælla, dado que no solo convirtió a Ragnar en su prisionero cuando este se presentó en su fortaleza junto a Ivar, encerrándolo como a un vulgar perro, sino que, para más inri, no lo dudó a la hora de entregarlo al rey de Northumbria, aun sabiendo que este ansiaba su cabeza desde hacía muchísimo tiempo.
Se llevó la jarra de hidromiel que sostenía en su mano derecha a los labios y dio un largo trago. Apenas un instante después, se secó las comisuras con la manga de su camisa y paseó la mirada por las personas que había congregadas a su alrededor, las cuales festejaban por todo lo alto su inminente triunfo sobre los sajones.
Habían acampado en el bosque, muy cerca del sucio agujero en el que Ragnar había vivido sus últimos momentos, antes de ser devorado por un puñado de serpientes. Se habían encendido voluptuosas hogueras, cuyas columnas de humo se alzaban hasta prácticamente tocar el cielo estrellado, y aderezado la velada con música y alcohol. Algunos hombres y mujeres reían a mandíbula batiente en tanto compartían sus experiencias en el campo de batalla con sus camaradas, reviviendo cada embiste, cada mandoble... Y otros danzaban en torno a las ardientes fogatas.
Los labios de Ubbe se curvaron en una inapreciable sonrisa cuando sus iris celestes se desviaron hacia una de las figuras que bailaban junto al fuego. Aquella silueta —que él muy bien conocía— giraba sobre sí misma con gran alborozo, provocando que la falda del vestido que llevaba puesto se elevara varios palmos por encima de sus tobillos y que sus rizados cabellos centelleasen debido a la incandescencia de las flamas.
Aquella noche Drasil lucía hermosa y despampanante, tanto que casi parecía brillar con luz propia. Había sustituido su ropa de escudera por un sencillo kirtle que se ajustaba perfectamente a sus pronunciadas curvas y limpiado los restos de sangre y suciedad que se habían quedado adheridos a su piel tras la batalla. Su larga melena bailoteaba sobre su espalda, siguiendo el ritmo que ella misma marcaba con cada uno de sus movimientos, y su reluciente sonrisa parecía querer competir con el fulgor de las piras que ardían a su alrededor.
Porque ella era como las llamas de una hoguera, como el fuego que crepitaba en su interior: apasionada y vehemente, arrolladora e impetuosa. Era, en otras palabras, un auténtico torbellino, un huracán que había irrumpido en su vida de la manera más repentina e inesperada posible. Aquella jovencita de lengua afilada y bravo corazón había puesto todo su mundo patas arriba. Y él... él no había hecho nada para impedírselo.
—Es muy guapa.
La voz de Hvitserk, que permanecía sentado a su lado, con las piernas flexionadas y un cuerno de bjorr* en las manos, hizo que saliera de su ensimismamiento. Ubbe lo miró de soslayo, pudiendo reparar en la mueca divertida que coloreaba sus facciones.
—Es ella, ¿verdad? La chica de la que me has hablado —prosiguió Hvitserk debido al silencio de su hermano mayor, que se mostraba algo reticente a contestar a su pregunta—. Drasil, ¿no? —indagó.
Ubbe asintió, justo antes de darle un nuevo sorbo a su hidromiel.
—Me has contado algunas cosas sobre ella —volvió a hablar el más joven—, pero estoy seguro de que te has ahorrado los detalles más jugosos. —Esbozó una sonrisilla pícara, acompañada de un sugerente movimiento de cejas. El primogénito de Ragnar y Aslaug, por el contrario, negó con la cabeza—. ¿Te has acostado ya con ella? —quiso saber, bajando minuciosamente el tono de voz.
—Hvitserk... —lo reprendió Ubbe.
Era en esos momentos, cuando el susodicho trataba de tirarle de la lengua para estar al corriente de todo lo que había sucedido en su ausencia, mientras navegaba por el mar Mediterráneo, cuando se arrepentía de haberle revelado ciertos aspectos de su relación con la hija de La Imbatible. Obviamente había detalles que se había guardado para sí mismo, como el beso que le robó en la puerta de su casa o las noches de pasión que habían compartido. No porque no confiara en él, ni mucho menos, sino porque aquella información podía llegar perfectamente a oídos de Ivar, quien siempre se las arreglaba para estar al tanto de todo. Y eso era lo último que quería.
—¿Qué? ¿No puedo sentir curiosidad por la mujer que le ha absorbido la sesera a mi hermano? —inquirió Hvitserk, burlón—. Porque a mí no me puedes engañar: sé que entre vosotros dos hay algo. —Le apuntó con el dedo índice en un gesto acusatorio.
Ubbe tuvo que comprimir la mandíbula para no carcajear.
Cuando de féminas se trataba, Hvitserk poseía un sexto sentido.
—No digas tonterías.
—Ubbe, te conozco mejor que nadie —puntualizó el menor—. Sé cuándo te interesa una chica. Y por la forma en que la miras, esta te gusta. Y mucho. ¿O acaso lo vas a negar? —apostilló.
El mencionado suspiró, consciente de que estaba en lo cierto. Hvitserk siempre había sido su mayor confidente; el vínculo que les unía era poderoso e inquebrantable. Amaba a sus otros hermanos, por supuesto, pero de todos ellos Hvitserk era con el que más afinidad tenía. Habían crecido juntos y compartido numerosas experiencias —además de amantes—, por lo que no era de extrañar que se conocieran tan bien.
Una punzada de remordimiento le atravesó el pecho, arrancándole un leve carraspeo. Se sentía tremendamente mal consigo mismo por no haber sido del todo sincero con él, por no haberle hecho partícipe de sus idas y venidas con Drasil. Y es que la skjaldmö había insistido tanto en que nadie debía enterarse de lo que había surgido entre ellos que no le había quedado más remedio que fingir también con él.
—Es complicado —se limitó a decir.
—¿Complicado? —El segundogénito de Ragnar y Aslaug arqueó una ceja.
—Le es leal a Lagertha, es una de sus hirðkonur. Y yo intenté matarla, ¿recuerdas? —matizó Ubbe. Un molesto nudo se aglutinó en su garganta al recordar aquel día en el Gran Salón de Kattegat, cuando él y Ivar estuvieron a punto de liquidar a la rubia. Aún recordaba la gélida mirada que Drasil le dedicó antes de verse en la obligación de abandonar el edificio—. Por no mencionar que Ivar la odia, al igual que a las demás escuderas de Lagertha. —Se pasó una mano por la cara en un mohín cansado—. Pertenecemos a bandos opuestos. Técnicamente somos enemigos.
«Sé que nuestra situación no es fácil, pero no estoy dispuesto a renunciar a esto. No quiero hacerlo». Aquellas palabras que articuló la noche previa a la travesía, después de que él y Drasil tuvieran sexo por primera vez, resonaron en su mente como un eco penetrante, haciendo que el corazón se le encogiera.
Lo que estaban haciendo era arriesgado —muy arriesgado—, pero también excitante. Esa pizca de peligro, ese temor a ser descubiertos en cualquier momento, era lo que hacía que cada encuentro mereciera la pena. Lo que mantenía encendida la pasión.
—Algo me dice que eso no ha sido ningún impedimento para vosotros —comentó Hvitserk al tiempo que delineaba una sonrisa lobuna.
Ubbe también sonrió, confirmando así sus especulaciones.
De nada servía seguir ocultándole la verdad.
—No me lo ha puesto nada fácil, créeme. Es de armas tomar.
—Imagino que eso se extiende a todos los ámbitos —tanteó Hvitserk con bravuconería—. De lo contrario no estarías tan encaprichado con ella. —Volvió la vista al frente, clavándola en Drasil, que continuaba danzando junto a otras skjaldmö, para luego darle un trago a su bjorr.
Al escucharlo, el mayor rio por lo bajo.
—El sexo con ella es bueno, no te voy a mentir. Sabe cómo provocarme y llevarme al límite —manifestó, rememorando las ocasiones en las que habían tenido encuentros íntimos. Aquellas cavilaciones bastaron para que el calor le subiera a las mejillas y a las orejas—. Pero eso no es lo único —añadió tras una breve pausa—. Me gusta pasar tiempo con ella. Es salvaje e impredecible. —Una nueva sonrisa asomó a su semblante, ligeramente enrojecido por el alcohol—. No es como las otras mujeres con las que he estado. Drasil no lo duda a la hora de desafiarme y contrariarme. —Sus orbes azules no se apartaban de la susodicha, que bullía de energía y jovialidad. Fue entonces cuando su mirada y la de ella se encontraron, ocasionando que algo dentro del muchacho se agitara—. Ella es diferente —finalizó.
No fue hasta que un silencio sepulcral se instauró entre ambos que Ubbe se percató de que había hablado más de la cuenta. Pudo ver por el rabillo del ojo cómo Hvitserk lo observaba con una clara expresión de asombro, lo que hizo que se maldijera en su fuero interno.
—Cualquiera diría que te estás enamorando de ella —indicó el menor.
Ante ese último comentario, los músculos de Ubbe se tensaron.
Como si pretendiera jugarle una mala pasada, su mente lo retrotrajo a la batalla que habían librado contra Ælla y sus hombres. A pesar de que había podido comprobar en diversas ocasiones que Drasil era perfectamente capaz de cuidar de sí misma, no había podido evitar estar pendiente de ella durante todo el tiempo que había durado el enfrenamiento, temeroso de que pudiera ocurrirle algo.
—Creo que ya has bebido suficiente por esta noche —masculló entre dientes.
Hvitserk le propinó un suave codazo.
—Yo no soy Ivar, hermano —le recordó, sabedor de que El Deshuesado era uno de los principales motivos por los que habían decidido mantener su arriesgada relación en secreto—. No voy a juzgarte. Nunca lo he hecho y nunca lo haré. —Palmeó la espalda de Ubbe con cariño, en un intento por transmitirle todo su apoyo—. Puedes confiar en mí. No diré nada.
El aludido chasqueó la lengua, irritado.
La insistencia de Hvitserk estaba empezando a agobiarle.
—No me estoy enamorando de ella —impugnó, tajante. Tenía el ceño fruncido y los labios curvados en una mueca desdeñosa—. Nos lo pasamos bien juntos, eso es todo. —Realizó un aspaviento con la mano, enfatizando así sus palabras—. Así que no insistas más.
Notó una inmensa desazón en el pecho, seguida de un ramalazo de culpabilidad. No pudo evitar preguntarse cómo habría reaccionado Drasil de haber sido ella la que estuviera sentada a su lado, ocupando el lugar de Hvitserk. La posibilidad de que se hubiese sentido decepcionada —o hasta incluso dolida— hizo que el estómago se le revolviera.
Hvitserk, por su parte, entornó los ojos.
No le creía, era más que evidente.
—Como quieras —dijo, encogiéndose de hombros con simpleza—. Pero que sepas que no te estás haciendo ningún favor. —Bebió nuevamente de su cuerno, sintiendo cómo los efectos del bjorr comenzaban a hacerse patentes en su organismo—. Por todos los dioses... Como ella sea igual de tozuda, lo vais a llevar claro.
—Hvitserk —bramó Ubbe con voz ronca y gutural.
El segundogénito de Ragnar y Aslaug alzó la mano que tenía libre en un gesto conciliador.
—Vale, vale. Ya me callo.
▬▬▬▬⊱≼❢❁❢≽⊰▬▬▬▬
· ANOTACIONES ·
—El bjorr es una bebida escandinava, conocida por ser más fuerte que la cerveza tradicional. Según algunas personas, también es más fuerte que el vodka.
▬▬▬▬⊱≼❢❁❢≽⊰▬▬▬▬
N. de la A.:
¡Hola, mis pequeños vikingos!
Vale, debo confesar que, en un principio, este capítulo iba a contar con dos escenas más, pero no me ha quedado más remedio que dejar las otras dos para el siguiente porque la primera se me ha alargado más de lo que esperaba x'D El caso es que la noche no ha terminado, so... be prepared porque se avecinan cosas interesantes (͡° ͜ʖ ͡°)
No sé qué os habrá parecido el capítulo, pero a mí, personalmente, me ha encantado escribirlo. Tenía muchísimas ganas de redactar una escena que estuviera más centrada en Ubbe y, bueno, este ha sido el resultado jajajaja. ¿Os ha gustado? ¿Qué me decís de esa conversación tan interesante que han mantenido ambos hermanos? Porque a nosotros no nos puede engañar: es evidente que está empezando a sentir cosas por Dras. Esa atracción tan fuerte que sienten el uno por el otro se está convirtiendo en algo más profundo (¬‿¬)
Aunque ya aviso que se avecina dramote. Me he puesto a sembrar tragedias y estoy a la espera de que florezcan. Porque todo está yendo muy bien y no puede ser. Aquí hace falta una buena dosis de sufrimiento. Os lo digo para que os vayáis poniendo en situación, porque aún no habéis visto nada de lo que tengo planeado x'D
Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)
Besos ^3^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro