Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━ 𝐗𝐕𝐈𝐈: Solsticio de Invierno

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

✹.✹.✹

────── CAPÍTULO XVII ──────

SOLSTICIO DE INVIERNO

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        EL SOLSTICIO DE INVIERNO era, sin lugar a dudas, una de las épocas más importantes del año, puesto que señalizaba el final de la oscuridad y la llegada de la luz. Era precisamente durante la festividad del Jól, que solía durar unos doce días, cuando el sol permanecía más oculto, levantándose apenas un palmo del horizonte, y por ende cuando las noches eran más frías y lúgubres. Se trataba de un momento mágico, donde familiares y amigos se reunían para celebrar que estaban vivos, así como para honrar la memoria de sus difuntos. Consistía, en otras palabras, en la representación del triunfo de la vida sobre la muerte.

Aquel era el primer día del Solsticio de Invierno, de modo que toda Kattegat bullía de actividad y jolgorio. La mayoría de los lugareños se había implicado en la preparación del festival, ya fuese en el ámbito decorativo o en la planificación de las diversas actividades que a lo largo de las próximas jornadas tendrían lugar en las calles recientemente fortificadas.

Tal y como marcaba la tradición, esa misma mañana se había llevado a cabo el Jól Blót —también conocido como «El Gran Sacrificio»—, en el que una implacable Lagertha, con el rostro pintado de rojo y negro, había consagrado a los dioses la vida de un macho cabrío, no sin antes manifestar lo afortunada que se sentía de poder ser ella quien ese año diera por iniciadas las fiestas.

Así pues, luego de enaltecer y ovacionar a los Æsir y a los Vanir con uno de los sacrificios más trascendentales y significativos del Jól, la diversión y la jovialidad se adueñaron por completo de la capital, convirtiéndola en un sumidero de risas, bromas y buenos deseos.

En la plaza del mercado, junto a otros hombres y mujeres, Astrid, Eivør y Drasil ponían a prueba su destreza con un juego de puntería y precisión. Este consistía en encajar en una estaca de madera —que permanecía clavada en el suelo— un aro o, en su defecto, una herradura. Obviamente el lanzamiento solo podía efectuarse a una distancia considerable del objetivo, de ahí que la concentración y la coordinación óculo-manual fueran imprescindibles para el buen desarrollo de la praxis.

—¡Oh, vamos! ¿Cómo puedes tener tanta suerte? —pronunció Astrid al ver que de nuevo Eivør había conseguido introducir su aro en la estaca. Con esa iban ya ocho veces las que había acertado, siendo diez la puntuación máxima—. Es increíble... —farfulló.

La aludida esbozó una sonrisa taimada.

—¿Notas eso, Dras? —inquirió al tiempo que se agachaba para recoger su aro. La mencionada, que se hallaba de pie junto a Astrid, la miró con la diversión relampagueando en sus orbes esmeralda—. Creo que a alguien no le sienta muy bien perder —añadió, burlona.

Drasil tuvo que morderse la lengua para no echarse a reír.

—¿He dicho ya que eres insufrible? —soltó Astrid, a lo que Eivør le guiñó un ojo con picardía—. Por todos los dioses... No sé cómo te soporto. —La mayor frunció los labios en una mueca desdeñosa.

Eivør brincó hasta situarse a su lado.

—Porque en el fondo me amas, y lo sabes —puntualizó mientras batía sus largas y espesas pestañas—. No aguantarías ni dos días sin mí. —Volvió a sonreír, aunque esta vez de una forma mucho más sugerente y cautivadora.

—Más quisieras —rebatió Astrid con las mejillas ligeramente sonrosadas.

Drasil, por su parte, negó con la cabeza, sabedora de que aquellos piques aparentemente infantiles no hacían más que avivar la tensión sexual que había entre sus compañeras. Porque por mucho que se empeñaran en aparentar lo contrario, era evidente que entre ambas existía una fortísima atracción. No se trataba de algo romántico, ni mucho menos, dado que Astrid estaba enamorada de Lagertha, sino de una cuestión más bien fisiológica, algo puramente libidinoso.

Haciendo oídos sordos a los comentarios de las morenas, que no dejaban de incordiarse la una a la otra, la hija de La Imbatible se colocó en la zona de tiro, dispuesta a realizar un nuevo lanzamiento. Tomó una bocanada de aire y, sin más preámbulos, arrojó su aro, que dio de lleno en el objetivo.

Cuando Drasil regresó junto a Eivør, permitiendo que Astrid ocupara su lugar y comenzase la penúltima ronda, se tomó unos segundos para poder observar a su alrededor. Las calles de Kattegat estaban abarrotadas de gente, tanto que casi no se podía transitar por ellas. Los aldeanos reían, vitoreaban, aplaudían y participaban en las numerosas actividades que se habían organizado para esos días tan especiales, entre las que destacaban los combates de glima —tanto masculinos como femeninos— y algunos juegos tradicionales.

Los bufidos de Astrid hicieron que volviera la vista al frente.

Como cabía esperar, Eivør había dado nuevamente en el blanco.

—Eres consciente de que está a tan solo un punto de la victoria, ¿no? —manifestó Drasil.

Astrid se cruzó de brazos, dejando entrever su irritación.

—Sí, lo soy —masculló entre dientes—. Y lo peor de todo es que vamos a tener que invitarla a una jarra de cerveza cada una. —Se masajeó el tabique nasal en un gesto cansado—. Recuérdame no apostar la próxima vez que juguemos a algo.

Con una expresión jocosa contrayendo sus facciones, Drasil intercambió una mirada cómplice con Eivør, que no lo dudó a la hora de regocijarse de la situación.

—Admítelo, Astrid —intervino la morena de pelo largo, una vez que se hubo aproximado a sus amigas. Sin romper el contacto visual con la susodicha, empezó a juguetear con su aro, haciéndolo girar sobre su propio eje—. Te encanta que te ponga las cosas difíciles. —Una leve risita brotó de su garganta.

Astrid rodó los ojos, resignada.

—Te crees irresistible, ¿verdad?

—No lo creo, sé que lo soy —corrigió Eivør, encogiéndose de hombros con naturalidad.

Ante esa última alegación, Astrid la miró con una ceja arqueada. Le resultó imposible no carcajear, borrando de su semblante cualquier atisbo de discordancia. 

Definitivamente Eivør no tenía remedio.

#

En cuanto la oscuridad de Nótt envolvió la bóveda celeste, se dio paso a un exquisito banquete en el que se sirvió la carne del Jól Blót, además de otros manjares tales como el julskinskan*. En las mesas del Gran Salón de Kattegat, en torno a las que se habían congregado infinidad de invitados —en su mayoría jarls de otros condados que habían jurado lealtad y obediencia a la nueva soberana—, no pudo faltar el alcohol, especialmente el jólaöl*, provocando que muchos de los comensales se emborracharan antes incluso de que el nattveror llegase a su fin y que, por tanto, se produjeran las primeras bajas.

No fue hasta que la luna llena alcanzó su cénit que los lugareños volvieron a apoderarse de las calles, colmando las tabernas y encendiendo voluptuosas hogueras cuyas columnas de humo se alzaban hasta casi tocar el cielo estrellado. Algunas personas se habían agrupado cerca del fuego para poder encomendarse a los dioses o para lanzar a las llamas determinados objetos que simbolizaban cosas pasadas. Y otras simplemente se habían limitado a buscar la calidez reconfortante que proporcionaban las piras.

Las risas de los borrachos, así como las alegres canciones que provenían de las posadas, no demoraron en llenar el aire, aunque estas enseguida fueron eclipsadas por una música festiva y vivaracha.

Cerca de una de las hogueras, Drasil daba vueltas sobre sí misma, provocando que la falda de su vestido, de un hermoso color cian, se elevara varios palmos por encima de sus tobillos. Tan solo cuando un terrible vahído la embargó de pies a cabeza, amenazando con hacerla trastabillar, se detuvo.

Junto a ella, Astrid y Eivør bailaban con el mismo alborozo. Las escuderas contoneaban las caderas y movían los hombros al ritmo de los jouhikkos, ganándose los aplausos del público, además de algún que otro piropo que las hizo reír y cuchichear entre ellas.

Luego de avisar a sus compañeras de que necesitaba unos minutos de descanso, Drasil dirigió sus pasos hacia la taberna que se erigía a pocos metros de ellas, a fin de tomarse un respiro. Ignorando los comentarios obscenos de algunos de los hombretones que habían ido allí para beber hasta perder el conocimiento, caminó hasta detenerse junto a la barra. Pidió una jarra de cerveza y dejó escapar un sollozo debido al intenso dolor que le recorría las piernas y le martilleaba los pies.

En tanto le daba un primer trago a su jólaöl, buscó con la mirada a Astrid y a Eivør, quienes continuaban danzando junto al fuego, en compañía de otros aldeanos que, al igual que ellas, no habían podido resistirse a esa melodía tan dicharachera.

Negó con la cabeza, incapaz de comprender cómo sus amigas podían tener tanto aguante, y rio cuando un hombre tomó a Eivør de la cintura y la levantó, haciéndola girar con tanta fuerza que, cuando la depositó nuevamente en el suelo, tuvo que apoyarse en Astrid para no perder el equilibrio.

Fue entonces cuando sus iris verdes se posaron en una de las mesas del establecimiento. Frunció el ceño al darse cuenta de que Ubbe, Sigurd y Ivar Ragnarsson eran quienes la ocupaban y le dio un nuevo sorbo a su cerveza cuando se percató de que el mayor la observaba fijamente.

Con las mejillas rojas a causa de la exaltación alzó su jarra en dirección a Ubbe y articuló un inaudible «skål» que no tardó en ser correspondido por otro de parte del joven. Drasil sonrió, justo antes de llevarse el recipiente a los labios.

El primogénito de Ragnar y Aslaug, que no le había quitado el ojo de encima desde que la había visto irrumpir en la posada, se terminó lo que le quedaba de hidromiel de un trago. Luego de secarse la barba con el dorso de la mano, se aseguró de que sus hermanos no hubieran reparado en que su atención ya no estaba puesta en ellos y volvió a clavar la vista en Drasil.

Esa noche la skjaldmö lucía condenadamente arrebatadora. Se había soltado el pelo, dejando que este le cayera libremente por la espalda, y se había maquillado los ojos, delineándolos en negro. Por no mencionar aquel vestido que tan bien se ceñía a su silueta y que parecía haber sido confeccionado para que tan solo ella lo exhibiera.

Sintió la imperiosa necesidad de acercarse a ella, puesto que su sola presencia había logrado despertar sus más bajos instintos, pero se contuvo. Sus hermanos no verían con buenos ojos que anduviese confraternizando con una de las escuderas de Lagertha —menos aún con una que formaba parte de su séquito personal—, de ahí que prefiriera guardar las apariencias y evitar discusiones innecesarias.

Drasil, por su parte, continuaba apostada junto a la barra. De vez en cuando se tomaba la libertad de cruzar alguna mirada con Ubbe, aunque el hecho de que Sigurd y Ivar estuvieran con él no hacía más que refrenar sus impulsos. Porque si de una cosa estaba segura era que no podía fiarse de ellos. Ya había quedado demostrado que Ivar no pararía hasta acabar con Lagertha, pero aún desconocía las intenciones de Ubbe y Sigurd.

—Hola.

Drasil viró la cabeza hacia su derecha, topándose con una figura alta y tonificada. Un muchacho de facciones bien definidas, cabello castaño claro y ojos color miel se había posicionado a su lado. Tendría la misma edad que Astrid, puede que un par de años más.

—Hola —saludó Drasil tras unos instantes más de fluctuación. Su fisonomía se le antojaba tremendamente familiar, aunque no sabía de qué.

El desconocido se reclinó contra la barra, adquiriendo una pose desenfadada.

—Soy Aven —se presentó—. Trabajo en la herrería.

Al escucharlo, la skjaldmö alzó las cejas con asombro. Ahora entendía por qué le sonaba su cara. Era el chico que tanto interés mostró por ella aquel día que fue con Eivør al mercado.

—Yo me llamo Drasil —respondió.

—Lo sé. —Aven le regaló una resplandeciente sonrisa—. He oído hablar mucho de ti.

—¿En serio? —cuestionó Drasil, incrédula.

—Por supuesto. Tú y tus compañeras estáis en boca de todos —explicó el aprendiz de herrero—. Tanto Lagertha como vosotras, sus huscarles, os habéis ganado el respeto y la admiración del pueblo de Kattegat —apostilló.

La hija de La Imbatible arrugó la nariz, no muy convencida.

—Ya, bueno... Pues lamento decirte que no todos piensan lo mismo. —Esbozó una sonrisa mordaz, para después señalar con un suave cabeceo la mesa en la que se encontraban reunidos los Ragnarsson—. Por increíble que parezca, algunos ansían ver rodar nuestras cabezas —ironizó.

Fingiendo que aquel tema no le afectaba lo más mínimo, Drasil trazó el contorno de su jarra con los dedos mientras su acompañante musitaba algo que no llegó a discernir. Inevitablemente su mirada volvió a posarse en Ubbe, que parecía estar muy pendiente de todos y cada uno de sus movimientos. Aquello le generó una enorme satisfacción, dado que era evidente que al joven no le hacía ni pizca de gracia que estuviese tan bien acompañada.

—¿Y bien? —La voz de Aven la sacó de su ensimismamiento.

—Perdona, ¿qué? —Drasil parpadeó, confusa.

Lejos de molestarse por su falta de atención, el joven rio por lo bajo.

—Te he preguntado si querrías bailar conmigo —repitió.

La castaña vaciló unos instantes antes de contestar:

—¿Pero tú me has visto dando vueltas antes? —Se señaló a sí misma—. Me duelen tanto los pies que dudo que sea la pareja de baile más apropiada. Seguro que un ganso tendría mejor coordinación que yo ahora mismo —bromeó.

El aprendiz de herrero carcajeó.

—¿Acaso tienes miedo? —la retó, una vez recobrada la compostura.

Drasil entornó los ojos.

—Yo no le tengo miedo a nada.

—¿Entonces? —Aven sonrió pícaramente.

Ante su provocación la skjaldmö se relamió los labios, juguetona. Con gran disimulo, desvió la mirada hacia Ubbe, en cuyos orbes celestes podía apreciarse cierto grado de crispación.

—De acuerdo, tú ganas.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· ANOTACIONES ·

—El julskinskan, también conocido como «Jamón de Yule», es un plato típico de esta festividad. Se cree que esta tradición surgió entre los pueblos escandinavos como un sacrificio al dios Frey, a quien relacionaban con los jabalíes, la cosecha y la fertilidad.

—El jólaöl es un tipo de cerveza que se consume exclusivamente durante el Yule.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

Vale, finalmente he decidido dedicar tres capítulos a la festividad del Yule en vez de dos. La razón es que este capítulo, con todas las escenas que tenía planeadas para él, me estaba quedando muy largo y no me apetecía publicar la Biblia en verso, de ahí que haya preferido dividirlo en dos partes, para que así se os haga más amena la lectura. No me matéis por ello, please xD

La verdad es que me ha costado muchísimo encontrar la inspiración suficiente para redactarlo, ya que quería meter mucha información sobre el Yule y no sabía cómo hacerlo. Espero que no os haya resultado tedioso de leer >.< Prometo que en el siguiente habrá más acción y diálogo (en realidad, va a estar bastante calenturiento xP).

Necesito saber vuestras opiniones sobre Astrid y Eivør, porque no me he podido resistir a la química que hay entre ellas x'D Algunos me comentasteis que las shippeáis, so... ahí tenéis un poco de salseo jajajaja. ¿Y de Aven? ¿Qué me decís de él? Porque a Ubbe no le ha hecho mucha gracia que estuviera tan pegadito a Drasil (͡° ͜ʖ ͡°)

Por cierto, como los vikingos contaban los años por inviernos, a partir de este capítulo todos los personajes van a ser un añito más mayores. Por tanto, sus edades quedarían así: Hilda 66 años, Lagertha 49, Kaia 38, Björn 33, Torvi 32, Astrid 23, Eivør y Ubbe 21, Hvtiserk 20, Drasil 19, Sigurd 18 y Ivar 17.

Y eso es todo por el momento. No olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: feliz Navidad y próspero Año Nuevo <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro