Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━ 𝐗𝐋𝐕𝐈𝐈: El inicio de una sublevación

──── CAPÍTULO XLVII──

EL INICIO DE UNA
SUBLEVACIÓN

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        KAIA PROFIRIÓ UN LÁNGUIDO SUSPIRO. Tendida en su camastro, dobló un brazo detrás de su cabeza y fijó la mirada en las gruesas vigas de madera que atravesaban el techo de su alcoba. Su otra mano resbaló a su vientre, el cual acarició con suma ternura, como si estuviera tocando la piel de su hijo nonato en lugar de la suya propia. Ya no cabía la menor duda de que una nueva vida estaba creciendo en su interior. La ausencia de sangrado en esas tres últimas lunas era prueba más que suficiente. Por no hacer mención de los numerosos cambios que estaba experimentando su cuerpo: se sentía más cansada y fatigada de lo habitual, con náuseas y vómitos matutinos, sus pechos habían aumentado de tamaño, tornándose extremadamente sensibles, y estaba sufriendo variaciones en el apetito.

Le resultó imposible no pensar en Trygve, en cuándo y cómo iba a decírselo. Si bien su vientre todavía no presentaba signos evidentes de hinchazón, pronto lo haría. Sabía cómo funcionaban los embarazos —no en vano había pasado por dos—, de modo que era perfectamente consciente de que el tiempo se le estaba acabando. Sin embargo, no era fácil. No cuando aquello había sido un completo imprevisto, algo que no entraba en sus planes. Y es que la diosa Freyja parecía tener un sentido del humor un tanto retorcido.

Volvió a suspirar. Sus miedos e inseguridades respecto a su amante no eran la única razón que la había instado a guardar silencio. Era cierto que prefería esperar a ver cómo se desarrollaban las cosas con él para saber a lo que atenerse, pero ese no era el único motivo por el que aún no se lo había contado.

Era consciente de que los embarazos a esas edades eran complicados. Existían más riesgos, sobre todo durante el primer trimestre, de ahí que hubiese creído conveniente no compartir la noticia con nadie, a excepción de Lagertha. Porque no quería precipitarse ni hacerse ilusiones. No hasta estar segura de que su pequeño saldría adelante.

Pensó también en Drasil, en su reacción cuando se enterase, si es que llegaba a darse el caso. Estaba convencida de que su primogénita la apoyaría y ayudaría en todo cuanto necesitase. Conociéndola —y sabiendo lo mucho que le gustaban los niños— estaría más que encantada de contar con un nuevo miembro en la familia.

La boca de La Imbatible se curvó hacia arriba al imaginarlo. Sus dedos largos y delgados continuaron trazando pequeños círculos alrededor de su ombligo, provocando que su piel cosquilleara bajo la fina tela del camisón que llevaba puesto. La tinta de los tatuajes tribales que exhibía en su brazo derecho resplandecía a la luz de las velas.

Fue entonces cuando unos golpes la sobresaltaron.

Sus músculos se contrajeron y su corazón arrancó a latir desenfrenadamente. Con todos sus sentidos alerta, se incorporó sobre el mullido colchón y frunció el ceño cuando alguien volvió a aporrear la puerta principal.

Veloz como un rayo, deslizó una mano bajo la almohada y aferró la daga que siempre ocultaba entre las mantas por si surgía algún contratiempo. Se levantó de un salto y, sin soltar el cuchillo, dirigió sus apresurados pasos hacia la entrada, dispuesta a descubrir quién diantres la reclamaba a esas horas tan intempestivas de la noche.

Escondió el puñal detrás de su espalda, cubriéndolo con los pliegues de su camisón, y abrió la puerta. Grande fue su sorpresa al toparse al otro lado del umbral con la figura de Ragnild, una de las escuderas de Lagertha. Pero fue la extremada palidez de su rostro y la gruesa capa de sudor que rebordeaba su frente lo que en verdad la alarmó.

—¿Qué sucede? —quiso saber Kaia, reprimiendo el temor y la confusión que aleteaban bajo sus costillas. Sus pulsaciones habían vuelto a dispararse y su respiración estaba agitada.

Ragnild cuadró los hombros, irguiéndose en toda su altura. Su larga trenza platinada, que le llegaba a la cintura, osciló en consecuencia.

—Ha habido un altercado en el Gran Salón —anunció sin poder disimular un timbre nervioso en la voz. La Imbatible le lanzó una mirada inquisitiva, a fin de que le proporcionase más detalles. La preocupación y la ansiedad habían empezado a abrirse paso en su interior—. Han intentado asesinar a Lagertha —reveló.

Al escucharlo, Kaia se llevó la mano que tenía libre al pecho, desasosegada. Tuvo que recostarse sobre la jamba de madera para no desplomarse, puesto que un terrible vahído la había hecho trastabillar.

—¿Ella está bien? —murmuró, luchando más allá de la agitación de su cuerpo y su mente. Su fisonomía se había crispado en un rictus inquieto y turbado, y sus piernas habían comenzado a temblar descontroladamente bajo la falda del camisón.

Para su alivio, la rubia asintió.

Kaia soltó todo el aire que había estado conteniendo, dando gracias a los dioses. Un dolor agudo se había instalado en sus sienes, fruto de la creciente tensión. Pese a ello, se enderezó y adoptó un porte firme e impertérrito.

—Me ha pedido que te avisara —dijo Ragnild—. Quiere verte.

La aludida realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, para después apretar con fuerza la empuñadura de su daga, clavándose el diseño de la misma en la palma de su mano. El miedo que la había embargado hasta hacía unos segundos se había desvanecido sin dejar rastro, viéndose opacado por una furia ciega. Una riada de enfado afluyó en ella, expandiéndose por todos y cada uno de los rincones de su cuerpo.

La otra mujer pareció darse cuenta de ello, ya que se encogió sobre sí misma. Y es que la ferocidad que transmitía su mirada intimidaba a cualquiera.

—Voy enseguida.

Kaia atravesó las puertas del Gran Salón de Kattegat como una exhalación, siendo la tormenta que se había desatado en el exterior un heraldo de sus frustraciones. Allí ya la esperaban Lagertha, Astrid y Torvi, que se hallaban en compañía de un puñado de esclavos —entre los que se encontraba la silenciosa Guðrun— que no dejaban de ir de un lado a otro con aparente ajetreo. La Imbatible avanzó hacia ellas con el fuego de la ira latiendo en sus ojos. Su larga capa, a juego con su sencillo vestido de lino, golpeaba el aire con cada paso que daba, creando una melodía casi musical.

Sus iris grises se posaron en Lagertha con una urgencia desesperada, sometiéndola a un riguroso escrutinio, como si quisiera —o más bien necesitara— cerciorarse de que no había sufrido ningún daño. No se molestó en saludar ni a Astrid ni a Torvi, quienes permanecían apostadas a ambos lados del trono. La primera con una mano cubriendo las de la soberana y la segunda con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Kaia —pronunció Lagertha, aliviada de que estuviera allí. Su semblante estaba demacrado, con algunas líneas de tensión enmarcando su boca, y había sombras debajo de sus hermosos orbes celestes.

La mencionada suavizó de manera inconsciente la expresión de su rostro. Aunque la pequeña arruga vertical entre sus cejas continuaba ahí, endureciendo sus rasgos faciales.

—¿Te encuentras bien? —Su voz se había vuelto ronca, cada palabra ardiendo mientras salía de sus labios—. ¿Te ha hecho algo? —consultó, desazonada.

La reina negó con la cabeza.

—No, tranquila. —Alzó una mano en actitud pacificadora—. Estoy bien.

Kaia se relajó un poco al oírlo. La rabia se había enfriado hasta convertirse en algo más afilado y frágil, pero no por ello menos peligroso. Procuró que la agitación de su pecho no se delatara en su expresión, aquella anhelante necesidad de rodearla con sus brazos y susurrarle al oído que todo estaba bien, que no permitiría que nada semejante volviera a ocurrir.

—¿Qué ha pasado?

Lagertha se removió en su asiento, haciendo crujir la madera del mismo. Con un movimiento de mano, les ordenó a los thralls que pululaban a su alrededor que las dejasen a solas. Estos obedecieron al instante, dispersándose como pajarillos asustados por un fragor cercano. Una vez que los esclavos se hubieron marchado, la soberana se aclaró la garganta y entrelazó las manos sobre su regazo. La lana plisada de su camisón silbó cuando cruzó una pierna sobre la otra.

—Un hombre se ha colado en mis aposentos y ha intentado matarme —respondió, ocasionando que un músculo pequeño sobresaliera en el lateral del cuello de Kaia, que cerró las manos en dos puños apretados—. Pero estoy bien. No me ha hecho nada —repitió en un vano intento por apaciguar la cólera de su amiga—. Conseguí reaccionar a tiempo —apostilló.

—¿Y las escuderas que estaban de guardia? —cuestionó La Imbatible.

Lagertha respiró hondo.

Junto a ella, Astrid y Torvi se pusieron rígidas.

—Debió entrar por la puerta de atrás, donde Nilsa y Skule hacían su turno de vigilancia —señaló la reina. Kaia advirtió un ligero temblor en sus manos unidas—. Ambas están muertas —manifestó con la voz algo tomada—. Les he pedido a Dayna y a Elva que avisen a sus familias.

De nuevo, una furia catastrófica se retorció en el fondo de la mirada de la castaña, que comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes. Se recordó a sí misma que en su estado no le convenía alterarse, por lo que trató por todos los medios de aplacar su enfado y mantenerse serena.

—¿Dónde está? —articuló, cavando profundamente para enterrar su ira.

—Preso en las barracas.

Kaia inspiró por la nariz. Contra todo pronóstico, se acercó a una de las pilastras que sostenían el techo y apoyó la espalda en ella, cogiéndose después los codos. Sus ojos resplandecían de tal forma que parecían plata líquida.

—¿Qué harás con él? —intervino Torvi, muy seria. Su largo cabello rubio estaba alborotado y su ropa de skjaldmö arrugada—. Porque es evidente que no puede salir indemne de esto. Podría haber sido cualquiera de nosotras —remarcó.

Lagertha se masajeó las sienes con acritud.

—Primero hablar con él. Sonsacarle toda la información posible —contestó sin ambages—. Quiero saber a lo que me estoy enfrentando. Si ha actuado solo o si, por el contrario, hay más como él —puntualizó.

Las falanges de La Imbatible se hundieron con saña en sus brazos, buscando con aquel pellizco de dolor que la mente se le despejara, cosa que le resultó imposible.

Habían sufrido varios altercados en los últimos meses. Desde que Lagertha se había hecho con el control de Kattegat, aniquilando a Aslaug en el proceso, habían sido conscientes de que no todos los aldeanos estaban de acuerdo con que ella volviera a ostentar el poder. No la creían digna, ni lo suficientemente capacitada para ello. Y había sido a raíz del ataque perpetrado por el rey Harald Cabello Hermoso que aquellas dudas habían empezado a cobrar más fuerza entre los habitantes de la comarca.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal, haciendo que el vello de la cerviz se le erizara. Podrían estar enfrentándose al inicio de una rebelión. A un conflicto civil.

—¿Y después? —Esta vez fue Astrid quien habló.

—Después morirá —solventó la soberana.

Kaia y Torvi intercambiaron una fugaz mirada.

—¿Sin deliberarlo antes? ¿No habrá juicio? —La más joven arqueó una ceja.

—No hay nada que deliberar. —La respuesta de Lagertha fue tajante. Su tono no admitía réplica—. Ese hombre ha matado a dos de mis escuderas y ha intentado hacer lo mismo conmigo. Es culpable de asesinato y sublevación, y debe pagar por ello.

La Imbatible entornó los ojos.

—¿Crees que es lo más conveniente, tal y como están las cosas? —inquirió, acaparando nuevamente la atención de la reina, que se había resguardado tras una máscara de impasibilidad.

Dudaba que a los aldeanos les hiciera gracia que se les privase de uno de sus principales derechos. Las sentencias siempre se decidían conjuntamente a través del thing, una asamblea local en la que participaban todos los hombres libres, sin excepción.

—Mi decisión es irrevocable —zanjó Lagertha—. Mañana será ejecutado.

Kaia ocupó el asiento que quedaba libre al lado de Lagertha. Dejó escapar un siseo de molestia y estiró sus doloridas piernas, que se resintieron a causa del esfuerzo. Tenía los pies hinchados y de vez en cuando sentía algún que otro calambre que la hacía contener el aliento.

Focalizó toda su atención en el fuego que crepitaba en el hogar. Se dejó embelesar por el hipnótico baile de las llamas y, por un momento, se olvidó de todos sus problemas y preocupaciones, del motivo por el que se encontraba allí a esas horas de la noche.

Torvi se había ido hacía unos minutos, dado que no quería dejar solos a sus hijos por más tiempo. Pese a que Guthrum se había quedado al cargo de sus hermanos pequeños, la rubia no se sentía tranquila, no con todo lo que estaba sucediendo. De ahí que se hubiera disculpado con Lagertha y marchado del Gran Salón una vez que el improvisado concilio llegó a su fin. Astrid, por su parte, había ido a comprobar que los nuevos turnos de guardia estuviesen funcionando correctamente.

—Deberías descansar. Mañana será un día largo —habló la soberana, que también tenía la vista clavada en la rudimentaria chimenea. Sus dedos tamborileaban sobre uno de los reposabrazos del sillón en el que ambas estaban acomodadas.

Kaia suspiró grácilmente.

—Tú también deberías descansar. —Fue su única contestación.

—Antes quiero hablar con él —rebatió Lagertha a la par que alisaba las arrugas que se habían formado en la tela de su camisón. Su amiga viró la cabeza hacia ella, circunspecta—. Sigmund y Orm están ahora con él, pero no iniciarán el interrogatorio hasta que yo esté presente. —Realizó una breve pausa, lo justo para tomar una bocanada de aire—. Quiero escuchar lo que tenga que decir. Saber por qué lo hizo —prosiguió, y aunque su tono era firme, su voz estaba tranquila.

Kaia se tomó unos instantes para poder contemplarla con detenimiento. Se maravilló ante la perfección de sus rasgos, que no parecían de este mundo —ni de cualquier otro—, y se preguntó a qué sabrían sus labios, cómo sería sentir su boca contra la suya.

Sintió la imperiosa necesidad de averiguarlo, de acortar la distancia que las separaba y besarla apasionadamente, pero la visión del enorme verdugón que comenzaba a formarse en su pómulo izquierdo hizo que la chispa que se había prendido en su interior se transformara en algo diferente... y letal.

—En ese caso, iré contigo.

El cuello de la reina dio un latigazo cuando se encaró a ella.

—No. No es necesario —contradijo, taxativa—. Es tarde, y tú debes descansar. Los dos debéis descansar. —Extendió una mano y la posó en el vientre de La Imbatible, que no pudo evitar estremecerse debido a su cálido toque.

—Estoy bien —farfulló Kaia.

—Yo también. —Lagertha esbozó una sonrisa conciliadora, consciente de que si aún estaba allí era porque no quería dejarla sola—. Así que regresa a casa y duerme un poco. Mañana será otro día —añadió en tono apacible.

La castaña la miró no muy convencida. Era cierto que estaba cansada —exhausta, de hecho—, pero no le importaba quedarse toda la noche en vela. Lo haría gustosamente, y más si era por ella. Aunque de sobra sabía que por mucho que insistiera, no le haría cambiar de opinión.

—¿Segura?

La rubia volvió a asentir.

—Sí, no te preocupes —musitó, estrechando su mano con cariño.

A Kaia no le quedó más remedio que ceder, resignada ante la contumacia de la soberana, que podía ser muy obstinada cuando se lo proponía. Esta insistió en que Ragnild la acompañara de vuelta a casa, puesto que así se sentiría más tranquila. La Imbatible tan solo asintió, consciente de que lo hacía por su bien y por el del niño que estaba creciendo en su interior. De modo que, luego de notar la calidez de sus manos una última vez, se despidió de ella y abandonó el Gran Salón.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

Lamento haberos hecho esperar una semana más de lo habitual, pero, como ya dije en mi tablón (si aún no me seguís os recomiendo que lo hagáis para estar al corriente de todo), he estado de exámenes finales y, como comprenderéis, no tenía la cabeza para actualizaciones xD Pero, por suerte, ya he terminado. Así que aquí me tenéis otra vez, dando guerra, jajaja.

Bueno, bueno, bueno... Como ya os comenté en capítulos anteriores, se viene drama y salseo. Muuuuucho salseo, jeje. Lo cierto es que tenía muchas ganas de subir este capítulo (y el siguiente ya ni os cuento xD). Las cosas en Kattegat se van a descontrolar bastante y yo tengo mucho hype, jajaja.

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Cómo os habéis quedado con lo del intento de asesinato? ¿Tenéis alguna teoría o sospecha sobre lo que pueda ocurrir más adelante? Yo solo sé que a cada capítulo que pasa amo más a Kaia y que estos momentitos tiene con Lagertha me dan la vida. Son demasiado bonitas juntas n.n

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: el próximo cap. viene con drama, que ya toca xP

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro