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━ 𝐗𝐈𝐗: Limando asperezas

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid la canción que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

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────── CAPÍTULO XIX ──────

LIMANDO ASPEREZAS

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        UNA DE LAS TRADICIONES que más le gustaban a Drasil de la festividad del Jól era decorar la casa con muérdago. Aquella planta de hojas lanceoladas y frutos carmesíes les confería un toque bastante acogedor a las viviendas, por no mencionar las propiedades mágicas y curativas que se le atribuían y que hacían que su presencia en esas fechas tan especiales fuera imprescindible para asegurar una vida larga y próspera. Este era precisamente el motivo por el que la skjaldmö se había dispuesto a sustituir las ramitas ya secas por otras frescas y recién cortadas.

Mientras lo hacía, subida a una silla para alcanzar el dintel de la puerta, sus cuerdas vocales no pudieron resistirse a la tentación de entonar una dulce melodía. Se trataba de una canción popular, una que ella muy bien conocía por las veces que sus padres se la habían cantado cuando era pequeña. Le tenía un cariño muy especial, no solo por los recuerdos que le traía de su infancia, sino por todo lo que la letra expresaba y representaba.

Ask veit ek standa
heitir Yggdrasill 
hár baðmr, ausinn
hvíta auri;
þaðan koma döggvar
þærs í dala falla;
stendr æ yfir grœnn
Urðar brunni.

Drasil engarzó a una punta que previamente había clavado en la madera del dintel una rama de muérdago, la última que le faltaba por colocar. Se aseguró de que esta no hubiera quedado torcida y, acto seguido, se bajó de la silla. Dejó el martillo en la mesa que se situaba a su izquierda y, con las manos apoyadas en su cintura, echó un vistazo rápido a su alrededor, paseando la mirada por todas las zonas que había decorado con aquella planta tan peculiar.

Sonrió, satisfecha con el resultado.

Sus iris verdes fueron a parar al pequeño abeto que se erigía en una de las esquinas de la estancia, el cual habían adornado con diversos objetos, tales como cintas de colores y figuritas de madera. 

Aquello era costumbre en los pueblos nórdicos: talar un árbol —de dimensiones reducidas, claro está— y ponerlo en casa para representar a Yggdrasil durante los días que duraba el Solsticio de Invierno.

Lo admiró durante unos instantes antes de seguir cantando.

Þaðan koma meyjar 
margs vitandi 
þrjár, ór þeim sal
er und þolli stendr;
Urð hétu eina,
aðra Verðandi,
skáru á skíði,
Skuld ina þriðju;
þær lög lögðu,
þær líf kuru
alda börnum,
örlög seggja.

En el otro extremo del aposento, frente a la ventana, Kaia esbozó una inapreciable sonrisa. Escuchar a su hija cantar siempre había sido una delicia. Sin embargo, no tardó en retornar a una expresión neutral, borrando de su semblante cualquier atisbo de placidez.

Con una inmensa desazón en el pecho, La Imbatible encendió tres velas, para posteriormente colocarlas en el alféizar. 

Más allá de aquel estrecho ventanuco la oscuridad se había apoderado por completo de las calles de Kattegat. Tal era el grado de lobreguez, puesto que se trataba de una noche cerrada, que Kaia apenas podía distinguir la estructura de la vivienda que colindaba con la suya.

Suspiró, volviendo a centrar toda su atención en las llamas. Aquellos cirios representaban a sus difuntos, a las personas que una vez amó y que, desafortunadamente, ya no estaban con ella.

Tan pronto como los recuerdos comenzaron a arremolinarse en su mente, algo dentro de ella se resquebrajó. Tragó saliva al notar la mano de Drasil en su hombro derecho y se forzó a hilvanar su mejor sonrisa cuando apreció en los radiantes orbes de su vástago la preocupación que en aquellos momentos le profesaba.

El contacto visual entre ambas apenas duró unos segundos, pero fue suficiente para que Drasil pudiera darse cuenta de lo mucho que su progenitora se estaba conteniendo.

Durante el Jól era habitual honrar la memoria de los familiares fallecidos. Se solían encender velas para que estos, desde el Valhalla, el Fólkvangr o el Bilskírnir, supieran que estaban siendo recordados. Era como una especie de homenaje.

Drasil inspiró por la nariz. Podía percibir el dolor que expelía su madre, cuyo rostro era la viva imagen de la desolación, así como el tremendo sufrimiento que le habían ocasionado esas tres muertes, todas ellas súbitas e inesperadas. Puede que fuera la mujer más fuerte y valiente que hubiese conocido, pero no dejaba de ser humana.

—Fue tu padre quien eligió tu nombre —pronunció Kaia, rompiendo aquel aciago silencio.

La aludida sonrió efímeramente. Le había contado esa historia varias veces —más de las que podía llegar a recordar—, pero nunca se cansaba de escucharla. Le fascinaba la manera en que su progenitora la relataba, con tanta dulzura que siempre conseguía encogerle el corazón.

—Te puso «Drasil» porque, desde el primer instante en que te tuvo en sus brazos, fuiste su Árbol de la Vida, la sujeción de su propio mundo —explicó Kaia. Giró sobre sus talones para poder encarar a su hija, que la miraba con ojos vidriosos—. Ojalá estuviera aquí para ver la mujer en la que te has convertido. Al igual que tu tía —musitó a la par que acariciaba su sonrosada mejilla con ternura.

Ante sus palabras, la susodicha se mordisqueó el interior del carrillo, en un vano intento por no ceder a esa vorágine de emociones que se había agolpado en su interior. 

Dioses, les echaba tanto de menos... Y lo peor de todo era que, a medida que transcurrían los años, su mente poco a poco iba olvidando sus caras. Ya no recordaba de qué color eran los ojos de Jórunnr, ni si a su padre se le formaban hoyuelos al sonreír. Su retorcido subconsciente había empezado a omitir ese tipo de detalles, y eso era algo que le entristecía enormemente.

Con un rictus amargo contrayendo sus facciones, Kaia volvió la vista al frente. Drasil la imitó, dejándose obnubilar por el hipnótico baile de las llamas, que se movían al compás del aire que se colaba por la ventana. Se arrimó al cuerpo de su madre y apoyó la cabeza en su hombro.

Kaia depositó un beso en su coronilla, para finalmente envolverla en un efusivo abrazo. El calor que le proporcionaba su retoño logró reconfortarla durante unas milésimas de segundo, aunque la congoja volvió a apoderarse de ella en cuanto su mirada se posó en uno de los cirios, concretamente en el tercero.

La Imbatible podía hablar de su hermana y de su marido con total libertad, pero había una persona a la que jamás mencionaba. Alguien cuyo solo recuerdo le producía un inmenso dolor.

Su hijo.

El hermano menor de Drasil, a quien llamaron Gunnar, era una herida abierta y supurante, una llaga que, por mucho tiempo que pasase, jamás terminaría de curarse. 

El pequeño falleció a las pocas semanas de nacer, cuando ya no tenía fuerzas ni para llorar. Kaia estuvo con él hasta el final, al igual que Søren, arrullándolo en sus brazos y susurrándole lo mucho que lamentaba que los dioses quisieran arrebatárselo tan pronto.

Porque podían superarse muchas cosas, como la muerte de una hermana o de un esposo, pero la pérdida de un hijo era lo peor que podía sucederle a una madre.

El último día del Solsticio de Invierno era el más importante de todos, dado que al caer la noche se celebraba la Vigilia Nocturna. Los lugareños, ataviados con sus mejores galas y en compañía de sus familiares y amigos, se reunían en la plaza del mercado para presenciar la quema del leño. Era en el centro de la ciudad donde un tronco de proporciones considerables se prendía para que ardiese durante toda la noche, a fin de ahuyentar a los malos espíritus, fomentar la prosperidad y reiniciar el Ciclo de la Vida.

Como cabía esperar, fue Lagertha quien ofició la liturgia. Luego de dar un pequeño discurso en el que recalcó lo maravilloso que había sido el Jól de ese año, la soberana, con antorcha en mano, inflamó el tronco que se erigía junto a ella, cuyas cenizas serían esparcidas al día siguiente por los campos de cultivo para potenciar la fertilidad de los mismos.

Aquello dio lugar a un sinfín de cánticos y alabanzas. Los habitantes de Kattegat contemplaron cómo el leño ardía con la fascinación relampagueando en sus titilantes pupilas en tanto enaltecían y ovacionaban a los Æsir y a los Vanir.

No fue hasta prácticamente una hora después que todo el mundo se reunió en el Gran Salón, donde pudieron disfrutar de un exquisito banquete. Así pues, las mesas fueron ocupadas por numerosos hombres y mujeres, cuyas voces no demoraron en llenar el aire. Todos ellos rieron, bromearon y contaron relatos triunfales, al tiempo que los efectos del alcohol que habían ingerido comenzaban a nublarles los sentidos y a abortagarles la mente.

En cuanto su estómago quedó saciado, Drasil decidió salir para despejarse un poco, ya que aquel ambiente tan bullicioso había empezado a agobiarla. Cogió su jarra de hidromiel y, sin más preámbulos, abandonó la sala.

Llevaba aburrida varios minutos, puesto que su progenitora, Hilda y Torvi estaban conversando con Lagertha, y de Astrid y Eivør no sabía nada. Las morenas se habían desvanecido sin dejar rastro, lo que le pareció tan sospechoso como divertido.

Una vez en el exterior, respiró hondo y se recostó sobre una de las columnas que formaban parte de la edificación. Se arrebujó en su capa y oteó el horizonte. Desde ahí podía ver la enorme columna de humo que manaba del tronco, que continuaba ardiendo.

#

—¿Qué haces aquí fuera?

Aquella voz potente y atronadora la sobresaltó, provocando que casi vertiera el contenido de su jarra. Azorada, volteó la cabeza y miró por encima de su hombro, encontrándose con Ubbe, que la observaba con una mueca divertida coloreando sus facciones.

—Me aburría —respondió Drasil con simpleza.

El primogénito de Ragnar y Aslaug se posicionó a su lado, permitiendo que la luz de la luna iluminara cada detalle de su atractiva fisonomía. Él también portaba una gruesa capa para protegerse del frío y en sus manos sostenía un cuerno a rebosar de jólaöl.

—Eso es porque no estabas con la compañía adecuada —indicó, divertido.

Drasil tuvo que morderse el labio inferior para no carcajear.

Su ego no conocía límites.

—Has estado evitándome últimamente —volvió a hablar Ubbe, ocasionando que los músculos de la aludida se tensaran bajo la aterciopelada tela de su vestido.

La hija de La Imbatible carraspeó, incómoda.

—Han sido unos días muy ajetreados —se excusó, tratando de sonar lo más convincente posible.

De sobra sabía que Ubbe tenía razón: desde la noche del baile lo había estado evitando. No quería más problemas con Lagertha, ni tampoco con Eivør, de ahí que hubiese preferido poner tierra de por medio. Sin embargo y pese a todos sus esfuerzos, el Ragnarsson siempre parecía encontrar la forma de romper esa barrera que constantemente se interponía entre ambos.

—Tranquila, no es ningún reproche —aclaró Ubbe, alzando la mano que tenía libre en un gesto conciliador—. Lo comprendo. Tienes tus reservas. —Se llevó el cuerno a los labios y dio un generoso sorbo.

Drasil lo miró de soslayo. 

Sin poder hacer nada para evitarlo, los recuerdos de aquel baile hicieron que el calor le subiera a las mejillas y que sus pulsaciones se disparasen. Una parte de ella, la más impulsiva y pasional, se lamentaba de que Ubbe no hubiese sido el hombre con el que terminó acostándose aquella noche. Sus encuentros con Aven habían sido muy placenteros, no lo iba a negar, pero no era él a quien deseaba realmente.

—Yo... —El joven se rascó la nuca con cierto nerviosismo—. He estado pensando mucho en los últimos acontecimientos, en todo lo que ha ocurrido desde que nos conocimos —añadió.

Drasil exhaló un grácil suspiro.

—Ubbe...

—Y he llegado a la conclusión de que no he sido justo contigo —la interrumpió, clavando sus iris celestes en los esmeralda de la skjaldmö, que parecían brillar con más vigor que nunca.

Tal era la intensidad con la que la observaba, el anhelo con el que la escrutaba, que Drasil tuvo que apartar la mirada de él. Tenía la impresión de que si continuaba perdiéndose en el mar de sus ojos estos acabarían ahogándola.

—Estabas en todo tu derecho a odiarme —murmuró ella.

—Lo sé, pero tú solo cumplías órdenes —puntualizó Ubbe.

Drasil se estremeció al rememorar la noche en la que Lagertha le ordenó que embaucara al muchacho para poder arrestarlo, aunque enseguida recobró la compostura. No quería remover el pasado.

—Pues tus hermanos no piensan lo mismo —manifestó. Cada vez que se topaba con ellos en algún sitio, ya fuera en el campo de entrenamiento o en el mercado, tanto Sigurd como Ivar le dedicaban malas miradas—. Por lo que he podido apreciar, no les hace mucha gracia que te relaciones conmigo. —Ella también le dio un trago a su hidromiel.

Al mentar a sus hermanos, Ubbe chasqueó la lengua.

—Ni a tus amigas tampoco —señaló—. Pero eso a mí no me importa, ¿y a ti? —Aquella interpelación bastó para que Drasil volviera a clavar la vista en él, desconcertada.

Quiso decirle que a ella tampoco le importaba lo más mínimo lo que pensaran los demás, que tenía edad suficiente para tomar sus propias decisiones, pero algo dentro de ella se lo impidió.

Debido a su silencio, el primogénito de Ragnar y Aslaug se aventuró a retomar la palabra:

—Sé que hemos tenido nuestras diferencias, pero me gustaría que empezáramos de cero. —Se giró hacia su interlocutora para así tenerla cara a cara. Por Odín, era tan hermosa que tuvo que contenerse para no acortar la distancia que los separaba y besarla apasionadamente—. ¿Crees que podría ser posible? —inquirió.

El corazón de Drasil dio un vuelco.

No sabía cómo lo hacía, pero Ubbe siempre conseguía ablandarla.

—Bueno... En eso consiste esta celebración, ¿no? —dijo mientras trazaba el contorno de su jarra con los dedos—. En dejar atrás el pasado y centrarse en el presente.

Al escucharlo, una resplandeciente sonrisa asomó al semblante del Ragnarsson. Drasil no tardó en corresponder al gesto, sintiendo un ligero hormigueo en el estómago.

—Por un nuevo comienzo. —Ubbe alzó su cuerno.

—Por un nuevo comienzo —secundó la escudera, uniéndose al brindis.

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· ANOTACIONES ·

—Los versos de la canción que se menciona en este capítulo forman parte de la Edda Poética, una colección de poemas escritos en nórdico antiguo. Dentro de esta se corresponden con las estrofas 19 y 20 de Völuspá, que significa «La Profecía de la Vidente». Aquí os dejo su traducción al castellano:

Sé de un fresno que se alza, se llama Yggdrasil,
árbol alto, bañado de blanca humedad;
de él baja el rocío que cae en los valles;
se yergue en la verde fuente de Urð.

De allí vienen doncellas de gran sabiduría,
son tres, desde el mar que mana del árbol;
Urð se llama una, Verðandi la otra,
Skuld es la tercera;
las leyes hacen, eligen las vidas
de todos los hombres, el futuro predicen.

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N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Bueno, pues, con este capítulo, damos por terminado oficialmente el Yule. Espero que os haya gustado mi versión de esta festividad, ya que, aunque me haya informado y documentado al respecto, he incluido varios detalles de mi invención. Lo cierto es que, aunque hayan supuesto un reto, estoy muy orgullosa de cómo han quedado estos tres últimos capítulos. ¿Vosotros qué pensáis? ¿Habéis disfrutado leyéndolos?

Respecto al contenido del cap., creo que no hace falta aclarar qué estuvieron haciendo Astrid y Eivør, ¿no? x'D Pero no os preocupéis, que no van a tener nada serio, lo suyo tan solo era tensión sexual no resuelta jajajaja.

¿Y qué me decís de Ubbe y Drasil? Porque a mí se me ha caído la baba mientras escribía la última escena. En mi opinión, esa conversación entre ellos era muy necesaria. Necesitaban aclarar las cosas y arreglar sus diferencias. Entonces... ¿será que ese tan esperado beso está cerca? Síp, damas y caballeros, está más cerca de lo que creéis (͡° ͜ʖ ͡°)

Y, por último, mi pobre Kaia. Soy la primera que odia hacerla sufrir, de verdad, pero tuve claro desde el principio que su historia iba a ser triste. ¿Os esperabais lo de Gunnar? Su muerte es algo que jamás logrará superar T_T

Por cierto, me gustaría daros las gracias a todos los que comentasteis en el capítulo anterior. Vuestras palabras me han animado muchísimo, en serio =)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =D

Besos ^3^

P.D.: En el próximo cap. volverá a aparecer un personaje por el que habéis preguntado mucho, así que... (¬‿¬)

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