━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Prometo que no os arrepentiréis.
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•─────── CAPÍTULO X ───────•
NO LO TOMES POR
COSTUMBRE
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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )
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EL SOL YA SE ENCONTRABA EN SU PUNTO ÁLGIDO cuando el ejército comandado por Lagertha arribó a Kattegat, trayendo consigo la promesa de una venganza y el inicio de un nuevo reinado, de una nueva era. Con paso firme y decidido, la cohorte, encabezada por la rubia, recorrió el camino terroso que conducía a la entrada de la ciudad, que permanecía cercada por unas simples vallas de madera.
El Conde Ingstad ancló los pies en el suelo, haciendo que el séquito que la acompañaba también se detuviera. Todos ellos se tomaron unos instantes para poder observar a los campesinos que, ajenos a su escabrosa presencia, faenaban sin descanso.
Drasil, que se encontraba en primera fila, junto a Kaia, Astrid y Eivør, sintió cómo el estómago se le encogía al darse cuenta de que la batalla estaba a punto de comenzar. Tragó saliva, a fin de deshacer el molesto nudo que se había aglutinado en su garganta, y se obligó a mantener la calma, puesto que de nada le iba a servir tener los nervios a flor de piel.
—No te separes de mí —pronunció Eivør, que se hallaba a su derecha.
La castaña la miró con el ceño fruncido.
—¿Y eso por qué? —quiso saber, aún con la frente poblada de arrugas.
Su mejor amiga esbozó una sonrisa lobuna.
—¿Cómo sino iba a salvarte? —bromeó, encogiéndose de hombros con naturalidad.
Al oírlo, Drasil también sonrió, para después darle un toquecito en el brazo con el umbo de su escudo. Acto seguido, ambas volvieron la vista al frente, justo a tiempo para presenciar cómo una implacable Lagertha daba la orden de que se iniciara el asalto.
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Como una manada de lobos hambrientos, los guerreros y las skjaldmö que estaban al servicio de la condesa echaron a correr hacia el corazón de la capital, sembrando el miedo y el caos entre los aldeanos, quienes, al percatarse de que estaban siendo atacados, no pudieron evitar dejarse llevar por el pánico.
Las piernas de Drasil se movían con agilidad y precisión, esquivando cada obstáculo que se interponía en su camino. A su alrededor podía escuchar los gritos y las súplicas de los habitantes de Kattegat, al igual que los berridos de los animales que había sueltos por el perímetro.
Eivør la seguía muy de cerca, aunque no le quedó más remedio que rezagarse cuando un beligerante del bando contrario le cortó el paso. Por suerte, la morena logró deshacerse de él antes de que la figura de Drasil desapareciera de su campo de visión. Bastaron un par de embistes con su broquel y una estocada para que su adversario se desplomara sobre un enorme charco de sangre.
Drasil, por su parte, pasó junto a un grupo de mujeres que hacía todo lo posible para mantener a sus respectivos hijos a salvo y arrolló a una escudera que amagó con rebanarle la cabeza de un tajo. Se agachó, sorteando la mortal arremetida, y deslizó linealmente su arma, causándole a su contrincante un corte bastante profundo en el muslo derecho. La skjaldmö dejó escapar un bramido de dolor, justo antes de que la espada de Drasil perforara su pecho, matándola en el acto.
Entretanto, no muy lejos de allí, Lagertha y Kaia socorrían a Astrid, a quien habían despojado de sus armas y, por tanto, dejado completamente indefensa. La rubia no lo dudó a la hora de acabar con el hombre con el que estaba forcejeando su pupila, mientras La Imbatible derribaba a otro que había aprovechado la inminente oportunidad para acercárseles por la espalda.
En cuanto Astrid recuperó la verticalidad, junto con su espada y su escudo, las tres mujeres reanudaron la carrera, aniquilando a todo aquel que osaba enfrentarse a ellas y dejando a su paso un espeluznante reguero de sangre, vísceras y miembros mutilados.
El plan que Lagertha y Kaia habían urdido, tras meses y meses de fríos cálculos, estaba saliendo según lo previsto. Mientras ellos asaltaban la periferia norte, acaparando la atención de todos los acólitos de Aslaug, otro grupo de guerreros se acercaba por la costa, preparado para desembarcar en el muelle y flanquear la zona sur.
Esa era la ventaja que los llevaría directos a la victoria. El factor sorpresa que privaría a los soldados de esa maldita bruja de la posibilidad de vencerles.
La espada de Drasil estaba teñida de rojo.
La muchacha, que llevaba varios minutos combatiendo contra una escudera de más o menos la edad de Eivør, gruñó cuando esta dirigió el filo de su hacha hacia su brazo izquierdo, rasgando la tela oscura de su camisa.
Con los labios fruncidos en una mueca desdeñosa, Drasil contraatacó, enarbolando su arma con ferocidad. Acortó la distancia que la separaba de la skjaldmö y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, hizo chocar su broquel con el de su adversaria, que se vio en la obligación de retroceder unos pasos, aturdida.
Sin darle tiempo a reaccionar, Drasil volvió a acercarse a ella, propinándole una patada en el estómago que la dejó sin aliento. La despojó de su escudo y, sin ningún atisbo de piedad, la atravesó con su espada. Pudo sentir cómo su cuerpo se convulsionaba y cómo la sangre se le acumulaba en la boca antes de dejarla caer al suelo.
Alzó la vista al cielo y gritó, eufórica.
Estuvo a punto de echar a correr, ansiosa por encontrar una nueva víctima, alguien en quien poder descargar toda su frustración, ese torbellino de emociones que la había acompañado desde que Lagertha había decidido ponerla a prueba. No obstante, antes de que pudiera hacerlo, algo llamó irremediablemente su atención.
Sus iris esmeralda fueron a parar a Eivør, que luchaba a unos metros de distancia contra un hombre que parecía estar poniéndole las cosas bastante difíciles. Pero eso no fue lo que en realidad la alarmó, sino la incorporación de un segundo enemigo a esa pelea que estaba librando su compañera.
El vello de la nuca se le erizó cuando Eivør, en un intento por eludir una ofensiva maniobrada por uno de esos dos sujetos, tropezó con sus propios pies y se precipitó al suelo.
Con una expresión de auténtico pavor contrayendo sus facciones, Drasil corrió hacia ellos en tanto la morena, que no tenía la menor intención de rendirse, desenfundaba su hacha arrojadiza y se la lanzaba a su agresor, acertando de lleno en su torso.
Al verlo, el otro individuo bufó, furioso. Aprovechando la situación de vulnerabilidad en la que se encontraba la joven, izó su arma, dispuesto a asestarle el golpe de gracia. Pero afortunadamente este nunca llegó.
Eivør, que seguía tendida en el suelo sin nada con lo que poder defenderse —ya que durante la caída había soltado su espada y su broquel—, escuchó cómo un sonido metálico cortaba el aire, justo antes de que el que iba a convertirse en su verdugo se detuviera en seco, con los músculos en tensión y la boca desencajada.
No fue hasta que este se desplomó con el mango de un cuchillo sobresaliéndole de la espalda que pudo vislumbrar a su salvadora.
Drasil, cuya frente permanecía perlada en una gruesa capa de sudor, dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo al comprobar que había sido lo suficientemente rápida para evitar lo que podría haberse convertido en una tragedia. Se acercó a Eivør, que aún respiraba con dificultad debido a la creciente tensión, y le tendió una mano para ayudarla a levantarse.
—¿Estás bien? —consultó Drasil sin poder disimular un timbre nervioso en la voz.
Eivør se limitó a asentir, para luego aferrar su hacha, que continuaba incrustada en el pecho del primer hombre. La menor hizo lo mismo con su cuchillo, aquel que siempre llevaba amarrado a su pierna, no sin antes patear el cadáver del malnacido que había estado a punto de arrebatarle la vida a su mejor amiga.
—¿Qué? —inquirió Eivør, reparando en la forma en que la observaba la castaña. Se agachó y recogió su espada y su escudo.
—¿Quién ha tenido que salvarle el culo a quién? —la picó Drasil a la par que esbozaba una sonrisilla divertida. Tenía restos de sangre en la ropa, al igual que en la cara.
La aludida puso los ojos en blanco, tratando de contener una carcajada.
—No lo tomes por costumbre.
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N. de la A.:
¡Hola, corazones!
¡Primera batalla de esta historia! ¿Qué os ha parecido? ¿Ha estado a la altura de vuestras expectativas? Sé que ha sido corta, pero no quería alargarla demasiado, ya que me estoy reservando para las que tienen lugar en Inglaterra (͡° ͜ʖ ͡°) Aun así, espero que os haya gustado <3 Las batallas suelen costarme un ovario y medio porque, pese a que las tengo muy bien pensadas y coreografiadas en mi cabeza, me resulta muy complicado narrarlas; suelo atascarme con facilidad y llega un momento en el que no sé cómo explicar las cosas xD
Por cierto, cada vez falta menos para que Drasil y Ubbe vuelvan a verse. ¿Qué creéis que pasará? ¿Cómo pensáis que reaccionará nuestro sassy príncipe cuando se reencuentre con ella? Hagan sus apuestas, señoras y señores.
Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)
Un besazo ^3^
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