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━ 𝐕𝐈𝐈: Entre la espada y la pared

────── CAPÍTULO VII ──────

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        DRASIL CONTEMPLABA CON SUMO DETENIMIENTO sus manos, las cuales estaban repletas de cortes y magulladuras. Frunció el ceño al vislumbrar algún que otro callo originado por el uso constante de la espada y el escudo, además de varias ampollas, pero enseguida retornó a una expresión neutral. Aquellas imperfecciones eran la prueba de lo mucho que se había esforzado esos últimos años para convertirse en lo que era ahora: una auténtica guerrera.

Tras ella, Kaia le cepillaba el pelo. 

Mientras lo hacía, la mujer, que también estaba sentada en la cama, no pudo evitar que numerosos recuerdos acudieran a su mente como un puñal recién afilado. Recuerdos de cuando Drasil tan solo era una niña y solía trenzarle el cabello para que no le estorbase mientras jugaba con Eivør y Astrid. Recuerdos de cuando Søren aún vivía y le susurraba al oído lo mucho que la amaba. Recuerdos de cuando eran una familia feliz y unida.

Parpadeó varias veces seguidas y se sorbió la nariz, en un intento desesperado por recobrar la compostura. No era momento para lamentarse, ni mucho menos para evocar lo que ya no tenía, por lo que, luego de contar mentalmente hasta cinco, dejó el cepillo sobre el jergón y procedió a hacerle a Drasil algunas trenzas que después decoraría con abalorios de hueso y marfil.

—No entiendo por qué debo estar presente —pronunció la más joven, haciendo referencia a la cena que su jarl había organizado para esa misma noche en el Gran Salón de Hedeby y a la que estaban invitados, además de ellas dos, Ubbe y Sigurd Ragnarsson.

—Bueno, Lagertha lo cree conveniente —acotó Kaia.

Drasil frunció el ceño, poblando su frente de arrugas. Tras aquella noche en la que les había confesado sus intenciones de recuperar Kattegat, la condesa había meditado qué hacer con los hijos de Ragnar y Aslaug, llegando a la conclusión de que, tal y como le habían hecho saber Hilda y Kaia, deshacerse de ellos no era la mejor opción.

Sin embargo, la muchacha no tenía del todo claro cómo iba a ingeniárselas para retenerles en tanto ellas asaltaban Kattegat. Tampoco conocía el papel que jugaba ella en todo ese asunto, dado que el hecho de que Lagertha le hubiese pedido personalmente que acudiera a la cena era una clara señal de que la necesitaba para llevar a cabo su plan.

—¿Y por qué no ha invitado también a Eivør y a Hilda? —farfulló con la esperanza de que su madre le brindase las respuestas que tanto ansiaba, aunque lejos estaba de hacerlo.

—Porque ellas no confraternizaron con Ubbe Ragnarsson durante la fiesta de despedida de Björn y Hvitserk. —Kaia dejó de atusarle el pelo.

Ante sus palabras, Drasil se volteó hacia ella con las facciones crispadas en un mohín que denotaba asombro. Si antes no entendía nada, ahora mucho menos.

—¿Y eso qué tiene que ver? —inquirió sin poder disimular un timbre nervioso en la voz. No le gustaba nada el rumbo que estaba tomando aquella conversación.

Kaia profirió un lánguido suspiro, para después agarrarla de los hombros y forzarla a que se diera la vuelta, a fin de continuar trenzándole el pelo. Drasil se dejó hacer, aún con el ceño fruncido y los labios curvados en una mueca perpleja.

—Todo a su debido tiempo —musitó la afamada escudera, volviendo a enredar sus largos y delgados dedos en el cabello de su retoño.

Al escucharlo, un escalofrío recorrió la espina dorsal de Drasil.

Aquello no auguraba nada bueno.

Apenas una hora más tarde, cuando el sol ya empezaba a ocultarse en lontananza, Kaia y Drasil abandonaron la pequeña vivienda en la que ambas residían y pusieron rumbo hacia el Gran Salón de Hedeby, que no quedaba muy lejos de allí. 

Caminaron en absoluto silencio, cada una inmersa en sus propias cavilaciones. Ya en su destino, madre e hija intercambiaron una fugaz mirada antes de que un par de skjaldmö les abrieran las puertas, permitiéndoles el paso. Sin más dilación, las dos irrumpieron en el edificio, topándose allí dentro con Lagertha y Astrid, quienes, sentadas junto al fuego, conversaban con Ubbe y Sigurd.

—Oh, justo a tiempo —manifestó el Conde Ingstad, poniéndose en pie y acercándose a las recién llegadas, que enseguida acapararon la atención de los príncipes—. Ubbe y Sigurd acaban de llegar —apostilló, señalando a los mencionados con un suave cabeceo.

Cuando su mirada y la de Ubbe se cruzaron, Drasil sintió una molesta desazón en el pecho. Si bien el muchacho no había dejado de sonreír desde que la había visto entrar por la puerta, la castaña no compartía, ni de lejos, su entusiasmo por reencontrarse tras más de cuatro lunas sin verse.

No había olvidado que aquello tan solo era una estratagema por parte de Lagertha para que ninguno de los dos supusiera un obstáculo durante el asalto a Kattegat, y que ella sería una de las guerreras que ayudarían a la rubia a derrocar a Aslaug. Aun así, se obligó a esbozar una de sus mejores sonrisas cuando los dos hermanos se detuvieron frente a ellas, seguidos por Astrid, que lucía tan hermosa como de costumbre.

—Estas son Kaia, con quien ya habéis coincidido en alguna ocasión, y su hija Drasil —las presentó Lagertha, a lo que Ubbe alzó las cejas con desconcierto, puesto que jamás hubiera imaginado que la jovencita con la que coqueteó en la fiesta de despedida de sus hermanos fuese nada más y nada menos que la hija de La Imbatible—. Aunque, según tengo entendido, Drasil y tú ya os conocéis —tanteó, dirigiéndose al primogénito de Ragnar y Aslaug.

—Así es. —Ubbe asintió, sin poder reprimir una sonrisilla pícara cuando sus iris azules volvieron a clavarse en los verdes de la chica. Esta, lejos de corresponder al gesto, se mordió el interior del carrillo, sumamente incómoda.

Por suerte para Drasil, no tardaron en sentarse en torno a la gran mesa que regía la estancia, dispuestos a dar comienzo al nattveror de esa noche. Nada más hacerlo, los esclavos que trabajaban para Lagertha trajeron varios platos a rebosar de alimentos, entre los que predominaban el pescado asado y las verduras cocidas.

Pese a no tener apetito, Drasil comió un poco, lo justo y necesario para no levantar sospechas, pero sin llegar a atiborrarse. De vez en cuando intercalaba alguna que otra mirada entre su plato y los príncipes, hablando cuando así lo creía necesario —o cuando no le quedaba más remedio que hacerlo—, pero, por lo general, apenas interactuó con ellos.

Todo aquello no le pasó desapercibido a Lagertha, que tuvo que morderse la lengua para no llamarle la atención delante de todos. En su lugar, le preguntó si se encontraba bien, alegando que estaba muy seria, a lo que Drasil respondió que no se preocupara, que simplemente estaba cansada porque no había dormido bien.

—¿Cuántos hijos de Ragnar sois en total? —quiso saber Astrid, presa de la curiosidad.

Su intervención pareció aliviar a Drasil, que suspiró cuando los gélidos orbes de su jarl se apartaron de ella. Era evidente que a la rubia no le estaba gustando nada su actitud.

—¿Quién puede saberlo? —contestó Sigurd, haciendo que Astrid carcajease.

—Yo sé que parí uno —terció Lagertha.

—Sí. —Ubbe alzó su copa sin despegar la vista de las cuatro mujeres—. Y que los dioses vayan con Björn y con nuestro hermano Hvitserk, estén donde estén. Skål. —Se llevó el recipiente a los labios y dio un largo trago, completamente ajeno a las verdaderas intenciones que se ocultaban tras la afilada sonrisa de la condesa.

Sin saberlo, se habían metido en la boca del lobo.

Drasil no dejaba de cambiar su peso de una pierna a otra, intranquila. 

En cuanto el nattveror llegó a su fin, Lagertha les ordenó a un par de esclavos que acompañaran a Ubbe y Sigurd a sus respectivos aposentos, dado que, tal y como habían acordado previamente, esa noche la pasarían en Hedeby. Sin embargo, los príncipes no habían sido los únicos en abandonar el Gran Salón, sino también Kaia y Astrid, a quienes la rubia les había pedido que la dejasen a solas con Drasil.

La muchacha creía intuir por qué su jarl quería hablar en privado con ella, de ahí que estuviera tan nerviosa. Las manos le habían empezado a sudar y el corazón le latía desbocado bajo las costillas. Puede que conociese a Lagertha desde que tenía uso de razón, pero eso no significaba que no la temiera.

—Necesito que hagas algo por mí —habló el Conde Ingstad, situándose al lado de Drasil, que permanecía de pie junto a la chimenea con el cuerpo en tensión y una expresión inescrutable contrayendo sus facciones.

La aludida entreabrió los labios con asombro, ya que esperaba que Lagertha la reprendiese por su comportamiento durante la cena. Aun así, no se permitió bajar la guardia.

—¿El qué?

Lagertha tomó aire antes de contestar:

—Tu madre tenía razón respecto a los hijos de Aslaug. Puede que nacieran de las entrañas de una bruja, pero siguen siendo tan hijos de Ragnar como lo es Björn. Por eso he decidido dejarles vivir —explicó bajo la atenta mirada de Drasil, que seguía sin comprender qué tenía que ver ella en todo ese asunto—. Mañana partiremos a Kattegat para reconquistarla, pero antes debemos encargarnos de Ubbe y Sigurd. —Realizó una pequeña pausa—. Quiero que seas tú quien aprese a Ubbe.

Al oírlo, la fisonomía de Drasil se crispó en un rictus turbado.

—Yo... no... —balbuceó al tiempo que negaba con la cabeza.

—He visto cómo te mira. Te desea, es más que evidente —adujo la rubia, encogiéndose de hombros. Drasil la miró con el ceño fruncido, más confundida si cabe que antes—. Utiliza eso a tu favor. Si te presentas ante él como lo que eres, una mujer joven y hermosa, no te resultará complicado pillarle con la guardia baja —indicó.

La castaña se tomó unos instantes para poder procesar toda la información que acababa de recibir. Por muchas vueltas que le diese, no lograba encontrarles sentido a las palabras de la condesa. ¿Por qué quería que fuera ella, precisamente, la que prendiese a Ubbe? ¿Por qué no cualquiera de las otras escuderas que estaban a su servicio?

—Se le podría sorprender mientras duerme. No veo la necesidad de que yo intervenga —impugnó en un arranque de rebeldía.

Debido a su insolencia, Lagertha frunció los labios en una mueca desdeñosa, gesto que no le pasó desapercibido a Drasil, que enseguida se arrepintió de lo que acababa de decir.

—No te lo estoy pidiendo, Drasil. Te lo estoy ordenando. —El Conde Ingstad acortó la distancia que las separaba, quedando a escasos centímetros del cuerpo de la muchacha, cuyo semblante palideció de golpe—. ¿Acaso has olvidado que soy tu jarl?

Ese era el motivo por el que estaban allí reunidas, la razón por la que había decidido darle un escarmiento. Conocía a Drasil lo suficiente como para saber que era un espíritu libre, un alma indomable. Era rebelde por naturaleza, de modo que no lo dudaba a la hora de cuestionar sus dictámenes cuando no estaba de acuerdo con ellos. No era la primera vez que lo hacía, y eso era algo que no estaba dispuesta a tolerar. Puede que fuera hija de Kaia y que ya contase con el título de skjaldmö, pero eso no la dejaba exenta de cumplir con su deber para con ella. Tenía que aprender, aunque fuera por las malas, cuál era su lugar allí.

—No. —Drasil bajó la mirada, avergonzada.

—Pues a veces lo parece —le recriminó Lagertha.

La chica no dijo nada al respecto, sino que se limitó a mantener la cabeza gacha en señal de sometimiento. La condesa, por su parte, exhaló un tenue suspiro, justo antes de avanzar hacia la mesa en la que habían estado reunidas con los Ragnarsson y coger su copa.

—Necesito saber que puedo confiar en ti, que eres capaz de hacer lo que te pido a la primera, sin contrariarme ni poner en duda mi capacidad para tomar decisiones —dijo en un tono mucho más sosegado. Solo entonces Drasil se atrevió a mirarla directamente a los ojos—. ¿Puedo contar contigo? —Volvió a aproximarse a ella y posó la mano que tenía libre en su hombro.

Drasil tragó saliva, consciente de que aquella pregunta solo tenía una respuesta.

—Sí —musitó.

—Bien. —Lagertha asintió, satisfecha—. En ese caso, ya sabes qué hacer.

Sin nada más que añadir, la rubia giró sobre sus talones y abandonó la sala, dejando a Drasil sola con sus pensamientos. La joven tuvo que apoyarse en la pared que tenía al lado para no desplomarse, puesto que las piernas no dejaban de temblarle bajo la falda del vestido.

Se maldijo en su fuero interno, sintiéndose tremendamente humillada. Era cierto que tenía que aprender a controlarse y a acatar órdenes, que debía empezar a medir más sus palabras y a no dejarse llevar por los impulsos, pero eso no cambiaba el hecho de que los métodos de Lagertha se le antojaran de lo más retorcidos.

Respiró hondo, tratando de serenarse.

Aquella era su prueba de fuego, y más le valía superarla con creces.

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N. de la A.:

¡Hola, mis amores!

Publico este capítulo con el temor de haber metido la pata hasta el fondo. En mi cabeza todo tiene sentido y está bien atado, pero de ahí a que os lo parezca a vosotros hay un trecho. No sé qué os habrá parecido el cap. ni qué pensaréis de la última escena, pero espero que no haya quedado forzado ni nada por el estilo >.<

Con este capítulo lo que pretendía transmitir es que, pese a ser la hija de Kaia y contar ya con el título de escudera, Lagertha no se lo va a poner fácil a Drasil; no va a gozar de ningún tipo de privilegio y/o favoritismo. La aprecia, ya que la conoce desde que era un bebé, pero eso no significa que no quiera asegurarse de que puede contar con su apoyo. Sabe que Drasil es algo insolente y que le gusta mucho contrariar todas aquellas decisiones con las que no está de acuerdo (el capítulo anterior es una prueba de ello), de ahí que haya querido darle una lección. Porque todos sabemos cómo se las gasta Lagertha cuando algo no le agrada. También quería mostrar a Drasil como lo que es: una chica joven e inexperta que, a causa de su corta edad, se cree que el mundo es suyo y que puede hacer lo que le plazca sin atenerse a las consecuencias.

En serio, esto me tiene bastante preocupada, así que me gustaría conocer vuestras opiniones (La Dramas, me llaman x'D). Le estoy poniendo mucho cariño y empeño a esta historia, así que no me gustaría cagarla, al menos no tan pronto =/

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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