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━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐈: Corazones enjaulados

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

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──── CAPÍTULO LXXXI──

CORAZONES ENJAULADOS

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        EL AIRE SE LE QUEDÓ ATASCADO EN LOS PULMONES cuando oyó que la puerta se abría tras ella, emitiendo un enervante chirrido. Se detuvo en seco, con la respiración agitada y el corazón latiéndole desbocado bajo las costillas, y entonces giró sobre sus talones, quedando cara a cara con Ubbe. Este parecía sorprendido de verla, puesto que la observaba con una mueca de desconcierto contrayendo sus facciones. Tenía las cejas alzadas y los labios entreabiertos, como si le costara asimilar que estuviese allí, frente a él.

Y realmente no le culpaba.

Drasil, por su parte, procuró que la agitación de su pecho no se delatara en su rostro, que estaba algo pálido y demacrado. Se había arrepentido de su impulsividad en el último momento, lo que la había llevado a sentir la imperiosa necesidad de marcharse de allí cuanto antes. Pero su plan de fuga se había visto interrumpido por la inesperada aparición del Ragnarsson.

—¿Drasil? —pronunció Ubbe tras unos instantes más de fluctuación. Tenía el ceño fruncido, con un par de arrugas surcando su frente, donde podía apreciarse alguna que otra cicatriz—. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, retornando a una expresión neutral.

La susodicha abrió y cerró la boca varias veces, sin saber muy bien qué decir. La conversación que había mantenido con su progenitora ese mismo día, hacía apenas unas horas, acudió a su mente como un puñal recién afilado, recordándole lo mucho que Kaia le había aconsejado que arreglara las cosas con el caudillo vikingo, dado que era evidente que quería estar con él. Que aquella situación la estaba haciendo infeliz.

—Yo, eh... Estaba dando un paseo y... —Cerró momentáneamente los ojos e inspiró por la nariz, tratando de dejar su mente en blanco. Se había puesto nerviosa, tanto que le estaba costando horrores articular una frase coherente—. Amh... ¿Ibas a salir? —inquirió, cambiando de tema. Necesitaba ganar algo de tiempo para poder aclarar sus ideas y pensar bien lo que iba a decir.

Ubbe hizo un mohín con la boca, siendo este uno de los muchos gestos que había heredado de su padre. Al igual que Drasil, él también llevaba una gruesa capa sobre los hombros, a fin de protegerse de las bajas temperaturas del exterior.

—Sí. Iba a dar una vuelta —respondió sin querer entrar en más detalles. Pareció darse cuenta de que su contestación había sido de lo más escueta, por lo que se apresuró a añadir segundos después—: Me ayuda a despejarme.

La hija de La Imbatible asintió en tanto se mordisqueaba el interior del carrillo, soliviantada. No se sentía cómoda allí, y sabía que Ubbe tampoco. La situación entre ellos estaba demasiado tensa, estancada a más no poder. El cómo había acabado su última conversación los había distanciado enormemente, aunque más el hecho de que ella le hubiese pedido algo de tiempo y espacio para poder pensar y aclararse.

Aquello no fluía, era más que obvio.

—Entiendo. —Se abrazó a sí misma en un vano intento por aquietar sus manos, que no paraban de juguetear frenéticamente la una con la otra—. Lo lamento, no quería molestar... Será mejor que me vaya —se disculpó, atropellándose con sus propias palabras.

Por Odín, ¿podía ser más estúpida?

Hizo el amago de darse media vuelta y emprender el camino de regreso a casa, ansiosa por marcharse de allí lo antes posible, pero la voz del chico la retuvo:

—¿Por qué has venido, Drasil? —volvió a preguntar Ubbe.

Todo cuanto pudo hacer la mencionada fue suspirar.

Ojalá ella misma conociera la respuesta.

—Sinceramente, no lo sé. —Se encogió de hombros y clavó la vista en el suelo, apocada—. Supongo que... —Calló antes de concluir aquella frase, temiendo decir algo de lo que luego pudiera arrepentirse—. Da lo mismo, olvídalo.

Una vez más, la skjaldmö se dispuso a marcharse de allí a toda prisa, ya que sentía que sus barreras estaban empezando a desmoronarse. Y una vez más, el primogénito de Ragnar y Aslaug se lo impidió. Este apresó su muñeca derecha con suavidad y tiró levemente de ella para forzarla a que lo encarase de nuevo, ocasionando que sus respectivos cuerpos quedasen a escasos centímetros de distancia.

Aquel simple acercamiento, aquel mero contacto, hizo que un agradable hormigueo se aposentara en el estómago de Drasil, quien no pudo evitar perderse en la magnética mirada de Ubbe. El guerrero la escrutaba con tanta intensidad que tenía la impresión de que podía ver a través de ella, llegar a aquello a lo que los cristianos llamaban «alma».

Se sentía diminuta a su lado, insignificante. Sus ojos, que eran tan azules como el mar en calma, la traspasaban con una facilidad increíble, como si solo ellos tuvieran acceso a lo más profundo de su ser.

Las comisuras de los labios de Ubbe temblaron, señal inequívoca de que quería decir algo. Y Drasil deseó fervientemente que lo hiciera, que pronunciase en voz alta todo aquello que podía verse reflejado en sus fulgurantes pupilas. Él también parecía cansado; su expresión le delataba, con esas prominentes ojeras surcando la parte superior de sus pómulos.

Se mantuvieron así durante unos instantes más, sin despegar la mirada del otro, hasta que finalmente el muchacho se aventuró a retomar la palabra:

—¿Quieres pasar? —le propuso.

La castaña respiró hondo y exhaló despacio.

Una parte de ella no dejaba de repetirle que aquello no era una buena idea, que tenía motivos más que suficientes para querer poner tierra de por medio... Pero la otra solo deseaba echarse a sus brazos y olvidarse de todo lo que había sucedido en esa última semana.

Dioses, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado?

Se tomó unos segundos para poder admirar cada detalle de su atractiva fisonomía y cuando pensó que la belleza de sus iris ya no podría maravillarla más, realizó un movimiento afirmativo con la cabeza.

Mientras Drasil se acomodaba en el sillón de dos plazas que había en la zona común de la vivienda, Ubbe se encargó de avivar el fuego que crepitaba en el hogar. Removió los troncos con un fierro y cuando las llamas aumentaron considerablemente de tamaño, se sentó junto a la hija de La Imbatible, quien se había sumido en un silencio sepulcral.

Pese a que había tratado por todos los medios de mantenerse serena, la postura de Drasil era tensa, con todos y cada uno de sus músculos contraídos debido a la crispación. Tenía la mandíbula comprimida y las manos entrelazadas sobre su regazo, con sus falanges tamborileando nerviosamente sobre sus nudillos. Rehuía la mirada del caudillo vikingo de forma constante, como si temiera enfrentarse a sus orbes celestes.

Y así era.

—¿Quieres algo de beber? —le ofreció Ubbe.

La escudera se aventuró a restablecer el contacto visual con él, justo antes de negar con la cabeza. Estaba serio, demasiado. Pero algo le decía que aquello tan solo se trataba de una fachada, de una máscara para ocultar lo que verdaderamente sentía.

Una vez más, se hizo el silencio.

Drasil volvió a apartar la mirada, sintiendo cómo el ambiente se iba tornando más pesado a cada minuto que transcurría. Se maldijo en su fuero interno, arrepintiéndose nuevamente de haberse dejado llevar por los impulsos, por su parte más visceral.

Primero sus descontrolados pasos la habían conducido hasta la casa de Ubbe y ahora había accedido a quedarse para... ¿Para qué exactamente? ¿Qué era lo que pretendía con aquella improvisada visita? Porque ni ella misma tenía claro el motivo por el que estaba allí.

Se mordisqueó el labio inferior, presa de su propia intranquilidad. No existían palabras para describir lo ridícula que se sentía en aquellos momentos. Se había bloqueado totalmente, con su mente convertida en una maraña de pensamientos brumosos e inconexos.

—¿Qué piensas de lo debatido ayer en el thing privado? —Aquello fue lo primero que le vino a la mente, el único tema de conversación que se le ocurrió para salir al paso.

El Ragnarsson exhaló un tenue suspiro.

—Que es arriesgado —declaró con simpleza. Se arrellanó en su lado del sillón, apoyando el tobillo de una de sus piernas en la rodilla de la otra—. Pero lo es más quedarse en Kattegat. Esto no deja de ser una ratonera. —Se masajeó el tabique nasal en un gesto que denotaba cansancio. Y es que se había pasado las últimas horas dándole vueltas al asunto, tratando de pensar como lo haría Ivar.

Drasil tragó saliva, sabedora de que tenía razón. De quedarse en Kattegat, Harald, Ivar y Hvitserk podrían dividir sus fuerzas y cercarlos como a animales, convirtiendo la capital en un auténtico campo de batalla. O bien podrían llevar a cabo un asedio y esperar pacientemente a que Lagertha se rindiera o a que todos muriesen de hambre.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal, haciendo que el vello de la cerviz se le erizara. No existía un punto medio: aquello podía salir muy bien o muy mal.

—¿Crees que tenemos alguna posibilidad de vencer? —consultó la joven. Aquella duda llevaba revoloteando por su mente desde el día anterior, aunque no se había atrevido a pronunciarla en voz alta hasta ese momento.

—Eso espero —manifestó Ubbe—. Aunque sigue sin hacerme gracia el hecho de tener que enfrentarme a dos de mis hermanos. —Una sombra de dolor cruzó su semblante al articular eso último, evidenciando lo mucho que estaba sufriendo con aquella situación—. A veces me pregunto qué pensaría Ragnar de todo esto... Supongo que le habríamos decepcionado por no habernos mantenido unidos.

El corazón de Drasil se resquebrajó en mil pedazos al escucharle decir eso. Era consciente de lo duro que estaba siendo aquello para su prometido, de lo mucho que había cambiado su vida en apenas unos meses. No debía ser nada fácil estar en guerra con alguien de tu propia sangre, con aquellos junto a los que te habías criado. Aunque de sobra sabía que el que más daño le había hecho de los dos era Hvitserk, puesto que siempre habían sido inseparables, como uña y carne. Toda su vida habían tenido una relación única y especial, un vínculo que solo compartían ellos, de ahí que su alevosía hubiese sido un duro golpe para Ubbe, hasta el punto de que la skjaldmö podía percibir su rabia y resentimiento cada vez que el tema salía a colación.

En un acto completamente impulsivo, Drasil posó una mano en la rodilla izquierda del caudillo vikingo, queriendo ofrecerle algo de consuelo. Aquello hizo que Ubbe volviera a mirarla a los ojos, entre sorprendido y anhelante. Incluso su expresión se había suavizado, como si su mero contacto fuese la cura para todos sus males.

Las pulsaciones de la castaña se dispararon cuando, contra todo pronóstico, Ubbe cubrió su mano con la suya propia. Los dedos del muchacho, que eran callosos y robustos, se entrelazaron con los suyos de una manera desgarradoramente gentil, provocando que todo a su alrededor se detuviera.

Drasil contuvo el aliento, pero no apartó la mano en ningún momento, disfrutando de la calidez que transmitía la curtida piel del guerrero.

Ubbe despertaba tantas cosas en ella con tan solo una mirada o una caricia que en ocasiones se preguntaba si no se encontraría bajo el influjo de algún hechizo. Porque era mirarle a los ojos, a ese par de cuentas azules que tanto la fascinaban, y sentir que todo lo demás dejaba de importar, incluidos sus problemas y preocupaciones.

—Te echo de menos, Dras —bisbiseó el primogénito de Ragnar y Aslaug, aún con su mano sobre la de la susodicha—. Extraño estar contigo.

Ante ese último comentario, una dolorosa punzada le atravesó el pecho a Drasil, quien no pudo hacer otra cosa que bajar la mirada, apesadumbrada. Apartó su mano de forma instintiva y se cruzó de brazos, encogiéndose sobre sí misma.

Ella también le echaba de menos, más de lo que nadie podía llegar a imaginar. Y el hecho de estar ahí con él, tan cerca y a la vez tan lejos, la estaba matando. Porque solo los dioses sabían lo mucho que se estaba conteniendo para no estrecharlo entre sus brazos. Para no besarle con todo el amor que le profesaba.

—No quiero seguir con esto, Drasil —prosiguió Ubbe en tanto negaba con la cabeza. Solo entonces su interlocutora volvió a alzar la vista hacia él—. Soy capaz de afrontar muchas cosas, como la muerte de mis padres o una guerra contra mis hermanos... Pero no me pidas que me mantenga lejos de ti, porque no puedo. —El énfasis en esos dos últimos vocablos fue más que notorio, lo que hizo que el corazón de Drasil aumentara su ritmo, alcanzando una cadencia casi frenética—. No sé cómo acabará este conflicto civil, ni si sobreviviré a él. Lo que sí tengo claro es que quiero pasar el tiempo que me quede en Midgard contigo.

#

Sin poder hacer nada para evitarlo, sus iris esmeralda se cristalizaron a causa de la represión de emociones, de todo aquello que llevaba guardándose para sí misma desde la noche del banquete. Las palabras de Ubbe, su sinceridad, habían derribado todas y cada una de sus barreras, haciéndola sentir débil y vulnerable. Desprotegida.

No fue consciente de que había comenzado a llorar hasta que las lágrimas nublaron su campo de visión, emborronándolo por completo. Notó la humedad en sus mejillas, además del típico nudo enroscándose alrededor de su garganta, y entonces sus hombros empezaron a convulsionarse en un llanto silencioso.

El joven se arrimó a ella de inmediato y acunó su rostro entre sus manos, acariciando sus pómulos en el proceso. Drasil rehuyó su mirada al principio, aunque no demoró en verse atrapada por el magnetismo de sus orbes celestes, que no parecían querer apartarse de ella.

—La pregunta es: ¿tú quieres estar conmigo? —le preguntó Ubbe en un susurro. Con suma dulzura le apartó un par de mechones que se deslizaban serpenteantes por su frente y se los acomodó detrás de la oreja—. Necesito saberlo, Dras.

La mencionada apretó los labios en una fina línea blanquecina, en un vano intento por refrenar el temblor que se había apoderado de ellos. Las lágrimas continuaban deslizándose por su congestionado semblante, siendo algunas secadas por el propio Ragnarsson, y los hipidos no cesaban.

Sentía un dolor lacerante en el pecho, justo donde se encontraba su corazón, y ello era debido a la simple idea de imaginarse una vida sin él. Porque lo hizo, durante unas milésimas de segundo recreó en su mente cómo sería todo de darle una respuesta negativa. Y, oh, dioses... Era lo último que deseaba.

—C-Claro que quiero estar contigo... —musitó Drasil con voz estrangulada. Pudo apreciar cómo la expresión de Ubbe cambiaba radicalmente al oírlo, cómo su mirada centelleaba de puro alivio—. Es... Es lo que más deseo...

El chico no titubeó a la hora de rebasar los escasos centímetros que los separaban, uniendo sus frentes en un tierno gesto. Cerró los ojos con fuerza, como si él también estuviera tratando de reprimir las lágrimas, y soltó todo el aire que había estado conteniendo. Sus dedos pulgares seguían describiendo pequeños círculos en las mejillas de la escudera.

—¿Y qué te lo impide? —cuestionó Ubbe, embriagado del familiar aroma que desprendía su rizado cabello. Le encantaba, al igual que todo en ella—. Si es por lo de Margrethe, yo...

—No es solo por ella —lo interrumpió Drasil, a lo que su prometido se apartó de ella, lo justo para poder retomar el contacto visual. Su ceño había vuelto a fruncirse en un mohín confuso—. Margrethe... —Realizó una breve pausa y aspiró una temblorosa bocanada de aire. Las manos de Ubbe aún sostenían su rostro, proporcionándole algo de seguridad—. Margrethe no fue la única que trató de boicotear nuestra relación la otra noche —reveló finalmente, armándose de valor para contarle lo que llevaba callándose desde hacía días—. También hablé con Lagertha y... Me dijo cosas.

Vio palpitar una vena en el cuello del caudillo vikingo, a quien definitivamente había pillado desprevenido con aquella alegación. Algo surgió y se retorció en el fondo de sus iris azules y ella se arrepintió enseguida de haber hablado, de haber compartido con él aquella pesada carga.

—¿Qué cosas, Dras? —quiso saber Ubbe.

La aludida tragó en seco, temiendo su reacción cuando se enterase de todo lo que había dicho la soberana de él. Sus pulsaciones volvieron a dispararse, pero esta vez por la inmensa desazón que le mordisqueaba las entrañas.

¿Y si estaba a punto de empeorar las cosas?

El primogénito de Ragnar y Aslaug pareció percibir su vacilación, dado que tomó sus manos entre las suyas y se las estrechó con delicadeza, queriendo infundirle algo de confianza.

—Hey... Puedes contarme lo que sea, tranquila —le aseguró Ubbe—. ¿Qué fue lo que te dijo? —repitió, instándola a que prosiguiera su relato.

Drasil cerró los ojos e inhaló profundamente, todo ello mientras su mente se ponía a trabajar a toda velocidad. Las palabras que aún no había llegado a pronunciar le quemaban la garganta y amenazaban con ahogarla, ansiando ser liberadas. Porque una parte de ella lo deseaba. Una parte de ella necesitaba sincerarse con el guerrero y hacerle saber que todo lo que había sucedido en los últimos días no se debía a un simple ataque de celos.

—La noche del banquete... Lagertha me vio golpear a Margrethe, así que fue a hablar conmigo cuando abandoné el Gran Salón —comenzó a explicar la hija de La Imbatible, quien había bajado la mirada, clavándola en sus manos unidas—. No le costó intuir que mi discusión con Margrethe estaba relacionada contigo, de modo que se valió de ello para... Para echar más leña al fuego. —Pese a no estar observando a Ubbe, pudo notar cómo este se ponía rígido—. Te comparó con tu padre. Dijo que tal vez no solo os parecierais físicamente, sino que también compartieseis ciertas... actitudes —declaró, volviendo a focalizar toda su atención en el muchacho, quien no necesitó que agregara nada más para entender a lo que se refería—. Me marché después de eso. No quería seguir escuchando.

Ubbe arrugó aún más el entrecejo, indignado.

¿Cómo se podía ser tan rastrera?

—Sigue sin aprobar nuestra relación —volvió a hablar Drasil debido a su silencio—. Ragnar engañó a Lagertha con tu madre cuando aún estaban casados, y tú fuiste el fruto de esa infidelidad. Creo que Lagertha te guarda rencor por eso, aunque tú no tengas culpa de nada. —Suspiró, derrotada—. Los hijos no deberían pagar por los errores de sus padres —añadió, negando pesarosamente con la cabeza.

De nuevo, el más absoluto mutismo se instauró entre ellos.

Ante su crispante silencio, Drasil escudriñó al Ragnarsson con rigurosidad, como si pretendiera desentrañar sus más oscuros pensamientos. Se encontraba expectante, a la espera de que Ubbe dijera algo, lo que fuese. Y cuando tras varios instantes repletos de tensión e incertidumbre lo hizo, todas sus alarmas saltaron.

—La voy a matar. Pienso matarla con mis propias manos.

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N. de la A.:

¡Hola a todos, vikingos y valquirias!

Sé que aún estamos en abril y que solo han pasado tres semanas desde la última vez que actualicé, pero, como ya os dije en la nota de autora del anterior capítulo, cuento con el suficiente material para actualizar con más frecuencia. Sin embargo, me gustaría aclarar varios puntos respecto a esto, así que os agradecería que leyerais la nota hasta el final.

Bien, en el cap. anterior dejé muy clara mi postura en cuanto a Yggdrasil y las actualizaciones. No estoy atravesando un buen momento y eso me está afectando bastante anímicamente. Sigo más o menos igual, no os voy a mentir. En estos últimos días no he recuperado la motivación, ni mucho menos. El desánimo por la falta de apoyo y el aumento de los lectores fantasma continúa ahí, pero he decidido dar un salto de fe y probar cómo funcionan las cosas ahora que voy a intentar mantener más activa la historia.

También me hicieron muchísima ilusión los mensajes de apoyo que recibí en el capítulo anterior. Muchos llegaron a emocionarme incluso, así que mil gracias a todos los que os molestasteis en dedicarme unas palabras de aliento. Sois un amor, en serio. No miento cuando digo que es por vosotros que sigo aquí =')

Por otro lado, fueron muchos los usuarios que, sin sonarme de nada, votaron en el cap. anterior. Y esto me llevó a la triste conclusión de que, hasta que un autor no toca fondo y llega a su límite, la mayoría de la gente en Wattpad no reacciona. No me malinterpretéis, agradezco el apoyo que me disteis, pero me decepciona que solo se pulse en la estrellita cuando el escritor se queja o da un toque de atención. Hay más capítulos aparte del 80 y todavía quedan por publicar otros cuantos, así que de nada me sirve que se vote en un cap. si luego en los que están por venir me voy a encontrar igual de sola que antes xd

¿A dónde quiero llegar con esto?

Ya habéis visto que puedo actualizar con más regularidad que como he estado haciendo hasta ahora. Puedo comprometerme a subir un capítulo cada tres semanas, pero necesito que vosotros también pongáis de vuestra parte. Es decir, si queréis que la siguiente actualización llegue antes, tendréis que apoyar este capítulo. De ser así, no tendré ningún problema en publicar más seguido. Si, por el contrario, veo que la cosa vuelve a decaer, me limitaré a actualizar únicamente una vez al mes, lo que significa que el siguiente cap. no estaría disponible hasta finales de mayo. Creo que es lo más justo, dadas las circunstancias.

Bueno... Una vez aclarado esto, vayamos al contenido del capítulo.

Me encantó escribirlo. Extrañaba tanto que Ubbe y Drasil volvieran a estar juntos, que hablasen y se diesen algo de cariño, que mientras redactaba las escenas se me caía la baba. Y es que nos han hecho sufrir durante 8 capítulos, que no es poco. Madre mía, si es que cuando no es un drama es otro xD

Pero bueno, no cantemos victoria tan pronto, porque las cosas se han puesto muy intensas al final del capítulo... ¡Drasil por fin se ha sincerado con Ubbe y le ha soltado la bomba! Aunque a nuestro sexy Ragnarsson se le han cruzado un poco los cables y está en modo Trygve, queriendo cometer regicidio :D

Así que hagan sus apuestas, señoras y señores, sobre lo que va a pasar en el siguiente capítulo:

A) Ubbe se presenta en el Gran Salón hecho una furia y practica tiro al blanco con Lagertha.

B) Drasil se caga en los muertos de Ubbe y se arma la de Dios es Cristo.

C) Ubbe es realmente Trygve disfrazado, así que mata a todo quisqui y se convierte en el nuevo rey de Kattegat.

D) No sabe/No contesta.

Solo voy a decir que el siguiente cap. va a ser MUY INTENSO, al igual que todos los que tengo de reserva. Actualmente estoy en los capítulos de la guerra civil (se viene batallote, gente), así que el drama y el salseo están asegurados.

Recemos a Odín para que no haya muchas bajas, jeje.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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