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━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas

──── CAPÍTULO LXV──

VISITAS INESPERADAS

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        A DRASIL NO DEJABA DE SORPRENDERLE lo rápido que estaba pasando el tiempo, la velocidad con la que se estaban sucediendo los diversos acontecimientos. Ya había transcurrido un mes desde que se había convertido en una mujer oficialmente prometida, desde que Ubbe le había propuesto matrimonio en aquella cabaña del bosque... A la que habían regresado un par de veces más para poder disfrutar de la paz y la tranquilidad que se respiraba en aquel recóndito lugar.

El ambiente en Kattegat continuaba enrarecido. La situación estaba demasiado tensa y tirante, sobre todo a raíz del sorpresivo regreso de Floki. La última vez que la hija de La Imbatible lo había visto había sido en Inglaterra, antes de que el constructor de barcos —destrozado por la trágica muerte de Helga— se embarcara él solo en un viaje por alta mar, poniendo su vida y su destino a disposición de los dioses. De ahí que su regreso hubiese sido de lo más repentino e inesperado, porque la inmensa mayoría lo había dado por muerto, especialmente aquellos que habían tenido la oportunidad de comprobar con sus propios ojos lo mucho que le había afectado la pérdida de su esposa.

Pero Floki había vuelto con un propósito, con un objetivo.

Decía haber encontrado una tierra mística en la que solo residían los dioses, un sitio de arena negra y bancos interminables de niebla que se hallaba totalmente deshabitado por el ser humano. El constructor de barcos había acabado allí por designios del destino y, ante semejante descubrimiento, había regresado a Noruega para poder reclutar espíritus afines y puros que estuviesen dispuestos a convivir con los Æsir y los Vanir.

Como cabía esperar, aquello no le había agradado lo más mínimo a Lagertha. Si bien le había alegrado reencontrarse con Floki tras tantas lunas sin saber nada de él, le había contrariado enormemente el hecho de que su viejo amigo quisiera llevarse a sus guerreros y escuderas a un lugar cuya existencia era bastante cuestionable. Necesitaba a todos y cada uno de sus soldados, puesto que tenía demasiados frentes abiertos. Harald no tardaría en volver a atacar y Ivar y Hvitserk no permanecerían eternamente en territorio sajón, de ahí que le hubiese prohibido a Floki llevarse a nadie de Kattegat consigo.

Aunque obviamente al constructor de barcos no le había supuesto ningún problema desobedecer las órdenes de la afamada skjaldmö, quien, sospechando que pudiera llegar a traicionarla en pos de sus propios intereses, le había pedido a Guthrum, el primogénito de Torvi —aquel que había engendrado con Borg—, que fingiera querer acompañarlo para así tener controlados sus movimientos.

Grande fue la sorpresa de Lagertha cuando, dos semanas después, se enteró de que un grupo bastante numeroso ansiaba ver esa tierra desconocida y que Floki planeaba irse con ellos con la próxima marea alta.

Tras un encuentro de lo más tenso e incómodo en el que la soberana, junto a Ubbe y sus preciadas hirðkonur, sorprendió al constructor de barcos y a su nueva tripulación a punto de soltar amarras, Lagertha llegó a la conclusión de que no podía detenerle y tampoco quería hacerlo por respeto a la amistad que alguna vez lo unió a Ragnar.

Así pues, luego de una despedida sumamente dolorosa, la rubia los dejó marchar, tanto a Floki como a las dos grandes familias que habían decidido embarcarse en aquella intrépida aventura. Aunque ello supusiera perder a dos grandes guerreros como lo eran Eyvin y Kjetill Nariz Plana.

A Drasil le sorprendió que Lagertha fuera clemente y misericordiosa con ellos, que les permitiera irse cuando las defensas de Kattegat eran más vulnerables que nunca, pero enseguida supuso que todo lo que había vivido junto al constructor de barcos era más importante que el amargo sabor de la traición. Por no mencionar que cabía la posibilidad de que ese sitio existiera realmente y que todo aquello fuese voluntad de los dioses, de modo que ella no era quién para inmiscuirse.

—¿Creéis que será cierto? —La voz de Torvi inundó aquella pequeña dependencia del Gran Salón en la que la rubia se encontraba reunida con Eivør y Drasil—. Que Floki ha hallado la Tierra de los Dioses —se apresuró a aclarar en cuanto hubo acaparado la atención de sus compañeras de armas.

La morena se encogió de hombros e hizo un mohín con la boca.

—¿Cómo saberlo? Floki siempre ha sido un bromista —se limitó a decir.

La hija de La Imbatible se tomó unos instantes para poder contemplar a su mejor amiga, que apenas había pronunciado palabra en todo lo que llevaban de conversación.

Eivør había cambiado desde que habían regresado a Noruega: se había encerrado en sí misma, tenía un humor más cambiante que el propio viento y la mayoría de las veces solía estar abstraída en sus pensamientos. Y aquello comenzaba a preocuparla... Pero por más que hubiese intentado hablar con ella al respecto, la mayor siempre ponía alguna excusa o cambiaba radicalmente de tema.

—No creo que haya mentido en esto —intervino Drasil, recibiendo una mirada desinteresada por parte de la morena, que lucía algo pálida y ojerosa—. Parecía muy seguro de lo que decía. No sé, se le veía bastante... Cuerdo —puntualizó.

Eivør se hundió aún más en su silla y se enroscó un mechón de su larga melena azabache alrededor del dedo índice. Podía sentir la penetrante mirada de Torvi clavada en ella, escrutándola con rigurosidad.

Había estado muy distante y evasiva con la rubia en esas últimas semanas, y esta había empezado a darse cuenta de que su trato para con ella había cambiado. Puede que hasta incluso sospechara algo o que ya hubiese comenzado a sacar alguna que otra conclusión acerca de su extraño comportamiento. Aunque sinceramente aquella era la menor de sus preocupaciones.

—Solo el tiempo dirá si es verdad o no —solventó la morena.

La más joven suspiró, consciente de que Eivør tenía razón.

Lo único que podían hacer era esperar.

—Si una cosa está clara —articuló una cuarta voz, sorprendiendo a las tres escuderas—, es que Lagertha ya no es la que era.

Casi de forma inmediata, Drasil giró sobre su cintura para poder encarar a la recién llegada. Sus facciones se contrajeron en un rictus hastiado cuando avistó en el umbral de la puerta a Margrethe, que las observaba con algo de prepotencia y altanería, como si de alguna manera se creyera superior a ellas.

—¿Y tú qué haces aquí? —le espetó Eivør con una ceja arqueada—. Te recuerdo que ya no eres bienvenida en el Gran Salón —soltó, punzante.

La rubia avanzó hacia ellas con las manos entrelazadas sobre su regazo y los labios fruncidos en una mueca desdeñosa. Lucía un bonito vestido en tonos lilas que realzaba todos y cada uno de sus atributos y tenía el cabello pulcramente peinado. A Drasil le resultó imposible no arrugar la nariz con desagrado; a sus ojos continuaba siendo una vulgar esclava.

—Si lo dices por Hvitserk, puedes estar tranquila —volvió a hablar Margrethe, una vez que se hubo detenido frente a las skjaldmö—. Me he desvinculado completamente de él, ya no lo considero mi esposo. —Alzó su mano izquierda para que pudieran ver que ya no llevaba su alianza—. Es un traidor —añadió, encogiéndose de hombros con naturalidad.

Eivør rio burlonamente al escucharlo, para después negar con la cabeza.

—Aun así, no pintas nada aquí —terció la hija de La Imbatible sin ningún ápice de amabilidad en la voz. Era evidente que no la soportaba y que su mera presencia conseguía agitarla hasta puntos insospechados.

La aludida fijó la vista en ella, a lo que Drasil irguió el mentón con altivez. Los orbes de Margrethe, que eran de un hermoso verde grisáceo, destellaban con el inconfundible brillo de los celos y la envidia. Se notaba a la legua que codiciaba lo que la castaña tenía: a Ubbe. Y es que la noticia de su compromiso no le había sentado nada bien, mucho menos ahora que Hvitserk la había abandonado a su suerte, dejándola totalmente sola y desamparada. A merced de Lagertha, quien nunca había confiado en ella.

—En eso te equivocas —rebatió la rubia, cruzándose de brazos—. Soy una mujer libre. Puedo hacer lo que quiera e ir a donde me plazca.

Drasil no pudo hacer otra cosa que poner los ojos en blanco.

—¿A qué te refieres con lo de Lagertha? —quiso saber Torvi, ceñuda.

Margrethe echó un vistazo rápido a su alrededor, como si quisiera cerciorarse de que la reina no andaba cerca, antes de retomar la palabra:

—¿Acaso no es obvio? Se ha vuelto débil. Pretende hacer creer que lo controla todo, pero no tiene ningún poder real. Lo ha demostrado con Floki —manifestó con simpleza, ocasionando que sus tres interlocutoras entraran en tensión.

Eivør chasqueó la lengua.

—Eso no es debilidad, Margrethe —impugnó con acritud. Su presencia allí la estaba empezando a irritar—. Que seas poderoso no significa que debas ser cruel. En el momento que cruzas esa línea dejas de ser un gobernante para convertirte en un tirano. —Ladeó sutilmente la cabeza y entornó los ojos—. Pensaba que tú lo entenderías mejor que nadie, dados tus orígenes. —Soltó aquel dardo envenenado con una sonrisa mordaz en los labios.

La susodicha la fulminó con la mirada. Tenía las mejillas rojas a causa de la indignación y los puños apretados contra sus costados.

—¿Y qué me dices de Astrid, Eivør? —cizañó Margrethe, devolviéndole el golpe. El semblante de la morena se ensombreció por completo al escucharlo, lo que le generó una enorme satisfacción—. Lagertha no pudo evitar que fuera secuestrada por el rey Harald... Y tampoco ha hecho nada para ayudarla, para tratar de rescatarla. ¿No es esa prueba suficiente? Es evidente que los dioses están en su contra —insistió.

Con una llamarada de enfado recorriéndola de pies a cabeza, Eivør se levantó de su asiento y avanzó a grandes zancadas hacia la antigua thrall, que no pudo evitar sobrecogerse al verla aproximarse de esa manera. Los iris pardos de la escudera centellearon con furia y en dos pasos tuvo a Margrethe agarrada por el cuello, privando a sus pulmones de la entrada de oxígeno.

—No vuelvas a nombrarla o te juro por lo más sagrado que te arrancaré esa sucia lengua que tienes y te la haré tragar a puñetazos —la amenazó con voz ronca y gutural.

La rubia compuso una mueca de auténtico pavor, justo antes de llevar sus manos al antebrazo de Eivør y apretárselo con toda la fuerza que fue capaz de reunir, en un vano intento por que la soltara. Su rostro no demoró en volver a enrojecerse, pero esta vez por la presión que la morena estaba ejerciendo en su yugular.

—Eivør, para. —Drasil se situó al lado de su mejor amiga y posó una mano en su hombro, buscando calmarla. Tras ellas estaba Torvi, lista para actuar en caso de que fuera necesario—. No caigas en sus provocaciones, es justo lo que quiere —indicó, lanzándole una mirada furibunda a Margrethe.

Aquello pareció hacer reaccionar a Eivør, que parpadeó varias veces seguidas, como si estuviera volviendo en sí. Esta dejó escapar un exabrupto, para finalmente soltar a la rubia, que trastabilló en el proceso. Margrethe tosió y jadeó, doblándose sobre sí misma mientras aspiraba una gran bocanada de aire.

Sin mediar palabra con ninguna de las tres, Eivør volvió a acomodarse en su silla, resguardándose tras una máscara de fría impasibilidad. Torvi la imitó, no sin antes reprender a su excuñada, que poco a poco iba recuperando la compostura. La hija de La Imbatible, por el contrario, se quedó de pie, observando a Margrethe con rabia contenida.

—¿Quién te crees que eres para andar conspirando contra Lagertha? —le recriminó Drasil, que ya estaba empezando a perder la paciencia—. ¿Acaso has olvidado de dónde procedes? Te recuerdo que hasta hace poco fuiste una esclava. —No sabía lo que pretendía, pero no iba a dejar que se saliera con la suya. Debía saber cuál era su lugar allí.

La rubia se apartó el pelo del hombro con un grácil movimiento de mano. Su semblante ya no estaba tan congestionado y había retornado a una expresión jactanciosa. Definitivamente aquello parecía un juego para ella.

—Pero ya no lo soy, y en mi cabeza nunca lo he sido —contradijo—. Ahora soy igual que tú. Que todas vosotras. —Paseó la mirada por las tres hirðkonur, sonriendo maliciosamente al ver cómo Eivør le torcía el gesto—. Tengo derecho a opinar y a decir lo que pienso, os guste o no.

Drasil se acercó un poco más a ella, encarándola de forma amenazante. Su sangre burbujeó y se caldeó al reparar en cómo Margrethe la desafiaba con la mirada, alentándola a que perdiera el control, tal y como lo había hecho su mejor amiga hacía apenas unos instantes. Las palabras le quemaban en la punta de la lengua, ansiando ser liberadas. Si pensaba que iba a lograr sembrar la discordia entre ellas, lo llevaba claro.

—Yo que tú andaría con cuidado. Puede que ahora seas una mujer libre, pero no olvides que eres la esposa de un traidor. —Obvió el hecho de que, supuestamente, ya no consideraba a Hvitserk su marido. Conveniencia pura y dura—. Podría matarte y a nadie le importaría —remarcó, cuadrando los hombros y enderezándose en toda su altura, a fin de parecer más intimidante.

—A Ubbe sí —corrigió Margrethe, incisiva.

Se hizo el silencio. Uno condenadamente opresivo.

Drasil apretó los labios con tanta fuerza que estos palidecieron. La ira hirvió en su interior hasta el punto de crear ampollas por el esfuerzo que estaba haciendo para no romperle los dientes de un guantazo. Su respiración se agitó y sus pulsaciones se dispararon en consecuencia, todo ello mientras sentía cómo una pequeña —a la vez que peligrosa— chispa se prendía dentro de ella.

Los ojos de la rubia resplandecieron de perverso placer al intuir la molestia que había despertado en la hija de La Imbatible con tan solo un comentario. Sabía que mencionar al que ahora era su prometido la haría reaccionar de esa manera.

Qué predecible.

—Largo —masculló Drasil entre dientes.

Margrethe sonrió de nuevo, buscando provocarla. No iba a negar que aquello la estaba divirtiendo en exceso. Acto seguido, giró sobre sus talones y echó a andar hacia la salida, triunfante. Sintió un inconmensurable deleite a medida que se alejaba.

Su primera jugada había sido un éxito rotundo.

Cada vez le gustaba menos pasar tiempo en esa casa.

Allá donde mirase, todo le hacía evocar a alguno de sus hermanos. Los recuerdos empezaban a pesar demasiado, así como la nostalgia y la melancolía que se habían aposentado en su pecho, resquebrajando su maltrecho corazón. Parecía estar siendo cazado por fantasmas que no descansarían hasta llevarlo con él y engullirlo en un pozo sin fondo. Y realmente temía que aquel momento llegase algún día.

Miró el fuego arder en el hogar y se dejó hipnotizar por el incandescente baile de las llamas, que chisporroteaban entre los troncos. Ni siquiera su cálido fulgor fue capaz de apaciguar el frío helador que sentía en su interior, aquel que había aparecido a raíz de la muerte de Sigurd y que no había hecho más que aumentar con el paso de los meses.

Respiró hondo y exhaló despacio, lamentándose por lo mucho que habían cambiado las cosas desde que habían zarpado hacia Inglaterra para vengar a Ragnar. Todo se había descontrolado desde entonces, dando paso a una serie de acontecimientos —a cual más turbador que el anterior— que solo habían servido para destrozar lo que quedaba de su familia. Ahora él y sus hermanos estaban más divididos y enfrentados que nunca, y dudaba que aquello fuera a cambiar en un futuro.

El sonido de unos golpecitos lo sacó de su ensimismamiento.

Ubbe se irguió en su silla y clavó la vista en la entrada. Una sonrisilla pícara asomó a su rostro, tanteando la posibilidad de que fuera Drasil. La sola idea de pasar unas horas con ella —o hasta incluso la noche entera— hizo que toda preocupación se desvaneciera de su mente. Y es que la compañía de la skjaldmö siempre lograba iluminar hasta sus momentos más oscuros.

Luego de acicalarse un poco, se puso en pie y avanzó hacia la puerta, para posteriormente agarrar el pomo con firmeza y tirar de él. La sonrisa se le congeló en los labios al descubrir quién se hallaba al otro lado del umbral.

—¿Margrethe?

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N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

Uy, uy, uy... Que con este capítulo Lucy ha empezado a asomar la patita (¬‿¬) Creo que ya os podéis imaginar por dónde van a ir los tiros, ¿verdad? Porque se va a liar pardísima en los siguientes capítulos, ya os lo adelanto. El salseo intensito y el mamarracheo están asegurados, mai friens.

Y hablando de drama...

¡Margaperra en acción, bitches! Os habíais olvidado de ella, ¿eh? No pasa nada, que aquí estoy yo para recordaros su insufrible existencia :D Y, madre mía, parece que viene pisando fuerte. 

Decidme, ¿qué os ha parecido la primera escena? Porque os he dejado caer cosillas bastante interesantes, jeje. ¿Qué opináis de ese cambio que está teniendo nuestra querida Eivør? ¿Y su tensión con Torvi? ¿QUÉ VA A PASAR CUANDO BJÖRN HAGA SU APARICIÓN ESTELAR? No sé a vosotros, pero a mí ese pequeño enfrentamiento Eivør-Margrethe me ha dado 100 años de vida. Lástima que Dras interviniera...

¡PERO MALDITA SEA DRASIL, HABER DEJADO QUE EIV LA AMACHAMBRASE! Que luego encima la peor parte se la ha llevado Dras... Y es que Margaperra sabe dónde dar. But la cuestión es: ¿tendrá razón la loca respecto a Ubbe? Porque ya sabemos lo que se suele decir: donde hubo fuego, cenizas quedan (͡° ͜ʖ ͡°)

El caso es que, por el momento, el marcador va tal que así:

Margaperra 1 - Drasil 0

Pero eso no es todo, mis preciados querubines. Porque aquí la amiga rubia no se ha conformado con ir a soltar su mierda al Gran Salón... Sino que encima SE NOS HA PRESENTADO EN CASA DE UBBE. ¡EN PLENA NOCHE ADEMÁS!

Inserten sus gritos e insultos aquí, gracias.

Y todo esto nos lleva a la gran pregunta: ¿qué ocurrirá en el próximo capítulo?

Lo descubriremos en breve :D

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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