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━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida

────── CAPÍTULO III ──────

FIESTA DE DESPEDIDA

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        PARA CUANDO LAGERTHA Y SUS ESCUDERAS llegaron a Kattegat, la luna llena ya se alzaba en el cielo estrellado. Las cinco mujeres, junto a otras dos skjaldmö de confianza, se habían pasado las últimas horas cabalgando, por lo que cuando las más jóvenes divisaron la capital en la lejanía no pudieron evitar sentir cierto alivio. Y es que no estaban acostumbradas a realizar trayectos tan largos, de ahí que les doliera la zona interior de los muslos, al igual que las manos de aferrar durante tanto tiempo las riendas.

Drasil se maravilló ante la hermosa imagen que ofrecía la ciudad —que estaba situada en una enorme bahía— en plena noche, con infinidad de luces titilando como estrellas en el firmamento. Por lo que pudo llegar a observar, Kattegat estaba rodeada por frondosos bosques, además de acantilados desde donde debía haber unas vistas magníficas. Una cantidad ingente de edificios se extendía a lo largo y ancho del valle sin seguir ningún patrón en concreto, como si las casas hubiesen sido construidas según las necesidades del momento. Y realmente así era, dado que el número de habitantes había aumentado de manera exponencial en los últimos años.

Las guerreras se adentraron en la capital con la oscuridad de Nótt* cerniéndose sobre ellas como un lobo hambriento y, tras desmontar y dejar a sus corceles a cargo de unos esclavos, se dispusieron a ingresar en el Gran Salón de Kattegat.

Con Lagertha a la cabeza, un par de guardias les abrieron las puertas, permitiéndoles el paso. Casi de forma inmediata, un fuerte olor a alcohol y sudor inundó las fosas nasales de Drasil, que no pudo hacer otra cosa que sonreír al ver lo animado que estaba el ambiente. 

Al principio se sintió algo aturullada, puesto que la música, así como las escandalosas risas de los invitados, se agolpaban en sus oídos y le martilleaban las sienes, aunque no tardó en acostumbrarse.

Tal y como le había prometido a Astrid, ese día había dejado que la morena la ayudara a prepararse para el festejo. Lucía un elegante vestido de manga larga, cuyos tonos, principalmente negros y granates, realzaban su esbelta figura. Contaba con un insinuado escote que, según su amiga, atraería más de una mirada y dos broches ovalados situados a la altura de los hombros. Se había recogido parcialmente el pelo, lo justo para apartarlo de la cara y que no le molestase durante la celebración, intercalando alguna que otra trenza y varias cintas de los mismos colores que el vestido. Y, por último, se había maquillado los ojos, delineándolos en negro.

Eivør, por su parte, había elegido un traje de tonos más fríos, tales como el verde esmeralda y el gris, pero no por ello estaba menos hermosa. Al contrario que Drasil, había optado por soltarse el cabello, decorándolo con un bonito kransen* en el que predominaban las flores, y también había perfilado sus grandes y expresivos ojos, provocando que estos parecieran más claros. En sus muñecas llevaba ostentosas pulseras y brazaletes que hacían juego con los brocados del vestido.

A los pocos segundos de entrar en el Gran Salón, Björn apareció frente a ellas. Los orbes de Drasil se iluminaron por completo al verle, ya que, desde que tenía uso de razón, había mantenido una estrecha relación con él. La amistad que unía a sus respectivas madres había hecho que ellos también confraternizaran y pasasen bastante tiempo juntos, a pesar de la diferencia de edad.

—Madre —saludó el joven, envolviendo a Lagertha en un efusivo abrazo. Apenas un instante después, hizo lo mismo con Kaia, a quien consideraba un miembro más de la familia. Intercambió un par de palabras cordiales con Astrid y alzó las cejas al posar la vista en Drasil—. ¡Por todos los dioses, Dras! ¡Mírate! ¿Cuándo has dejado de ser una renacuaja? —canturreó, tomándola por los hombros y examinándola de arriba abajo.

—Tú, por lo visto, no cambiarás nunca —contestó ella sin poder reprimir una sonrisilla pícara.

Björn correspondió al gesto. La notaba tan... distinta. Era como si en los meses que llevaban sin verse la chica hubiese crecido de golpe, convirtiéndose en una mujer hecha y derecha. Aunque enseguida supuso que se debía al maquillaje, que la hacía parecer más adulta de lo que en realidad era.

—Me alegro de veros, ¿qué os trae por Kattegat? —quiso saber, dirigiéndose a su progenitora.

—Tengo que ver partir a mi hijo hacia su destino, ¿cómo no iba a venir? —Ante las palabras de Lagertha, el rubio esbozó una amplia sonrisa, para después abrazarla de nuevo. La había echado muchísimo de menos, no lo iba a negar. Sus visitas esporádicas a Hedeby no bastaban, necesitaba verla más a menudo.

Lagertha, junto a Kaia, Astrid y las otras dos skjaldmö, se abrió paso entre la multitud, a fin de saludar a la reina Aslaug. Drasil y Eivør, por el contrario, no se movieron de su sitio, dado que no les había pasado desapercibida la forma en que Björn escudriñaba a la morena.

—Esta es Eivør —la presentó Drasil—. Supongo que la habrás visto en Hedeby, es escudera de tu madre. No tan buena como yo, obviamente, pero hace lo que puede —bromeó, recibiendo un codazo de parte de su amiga, que carcajeó, al igual que el mayor de los Ragnarsson.

—Un placer, Eivør. —Björn inclinó la cabeza en su dirección.

—El placer es mío, Piel de Hierro —manifestó la susodicha, justo antes de entrelazar su brazo con el de Drasil y echar a andar, obligándola a que la acompañase—. Eres pésima presentando, ¿lo sabías? —susurró, una vez que se hubieron apartado lo suficiente del rubio.

Björn las vio alejarse, para posteriormente darles la bienvenida a sus siguientes invitados: el rey Harald y su hermano Halfdan, de Vestfold.

Entretanto, a unos metros de distancia, Lagertha y Kaia eran recibidas por Aslaug. La mujer, alta, delgada y de radiantes ojos azules, se posicionó delante de ellas, con las manos entrelazadas sobre su regazo y una sonrisa forzada en los labios.

—Reina Aslaug —pronunció Lagertha.

—Conde Ingstad. —La soberana realizó un movimiento con la cabeza a modo de saludo—. Kaia —añadió con la vista clavada en la castaña, que cuadró los hombros e irguió el mentón con elegancia.

Lagertha miró a su más fiel skjaldmö, indicándole que quería hablar a solas con Aslaug. Kaia asintió y, luego de que la rubia cogiera una copa de hidromiel de una mesa cercana, la vio retirarse junto a la reina de Kattegat.

Segundos después Astrid, Eivør y Drasil se detuvieron a su lado. Las más jóvenes observaron con cierto recelo cómo su jarl* platicaba con Aslaug. Por mucho que se empeñaran en disimularlo, era evidente que entre ambas había un vacío insalvable. Solo había que fijarse en cómo se miraban. El odio y la envidia podían apreciarse en sus ojos.

—Es una víbora —musitó Astrid, que lucía un hermoso traje de dos piezas.

—Peor que una víbora —secundó Eivør.

Kaia les dedicó una mirada cómplice, para a continuación reunirse con Helga, la esposa de Floki, a quien hacía tiempo que no veía. La rubia, nada más posar sus orbes negros en ella, esbozó una resplandeciente sonrisa, seguida de un abrazo que hizo que la castaña riera con dulzura.

Por otro lado, Astrid y Eivør le comunicaron a Drasil que iban a por algo de beber, de manera que, mientras las morenas se perdían entre aquel tumulto de gente ebria, la más joven decidió esperarlas allí.

Esa era la primera vez que visitaba Kattegat, puesto que había pasado toda su vida en Hedeby, y no podía evitar sentirse emocionada. Ver caras nuevas, así como disfrutar de la brisa marina que procedía del muelle, le generaba una enorme satisfacción y una agradable sensación de bienestar.

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se percató de que alguien la observaba con gran interés. No muy lejos de ella, sentado en torno a una mesa junto a sus hermanos, Ubbe Ragnarsson no le quitaba el ojo de encima. De entre todas las personas que había allí reunidas, aquella muchacha de cabello castaño y mirada triste había acaparado irremediablemente su atención.

Fue entonces cuando los iris verdes de ella se clavaron en los suyos, que eran tan azules como el mar en calma, aquellos que había tenido la suerte de heredar de su padre. Una descarga eléctrica le recorrió todo el cuerpo, como si el mismísimo Thor habitara dentro de él, por lo que, aprovechando la inminente oportunidad, sonrió a Drasil.

Esta, lejos de corresponder al gesto, arqueó una ceja y se volteó, dándole la espalda. Aquello solo sirvió para aumentar el interés de Ubbe, quien, luego de terminarse lo que le quedaba de cerveza, se levantó de su asiento y se aproximó a ella.

—Creo que no nos conocemos.

Al darse cuenta de que alguien le estaba hablando, Drasil giró sobre sus talones, encontrándose con aquel chico que, sin ningún tipo de reparo, había estado devorándola con la mirada. 

Era alto, no tanto como Björn, pero sí lo suficiente para sacarle una cabeza, con el pelo recogido en una larga trenza y una espesa barba oscureciéndole el mentón. Pero lo que más le llamó la atención de él, sin duda alguna, fueron sus ojos, tan claros y de un color tan intenso que no parecían terrenales, sino obra de los dioses.

—¿Es la primera vez que vienes a Kattegat? —prosiguió debido al silencio de la joven.

—Así es —respondió Drasil tras unos instantes más de fluctuación. Sus facciones se le antojaban tremendamente familiares, aunque no sabía de qué. 

Con gran disimulo, la escudera echó un vistazo rápido a su alrededor, en un intento por avistar a Eivør o a Astrid, pero no logró vislumbrar a ninguna de las dos.

—En ese caso, bienvenida. —El chico sonrió—. Soy Ubbe, por cierto.

Drasil arqueó una ceja, sorprendida. Ahora entendía por qué le sonaba tanto: tenía el mismo porte que Björn, su misma desenvoltura al hablar y su misma determinación.

—Un Ragnarsson... —murmuró ella con un deje travieso en la voz—. ¿Debería sentirme afortunada? —Se llevó una mano al pecho en un gesto melodramático.

Ubbe esbozó una sonrisa torcida.

—Muy afortunada —acreditó, siguiéndole el juego.

Ante ese último comentario, Drasil también sonrió. Sin apartar la vista de él, se mordisqueó el interior del carrillo y negó con la cabeza. No cabía la menor duda de que era hijo de Ragnar Lothbrok.

—Disfruta de la velada, Ubbe Ragnarsson. —Dicho esto y sin esperar a que el príncipe la detuviera, Drasil se dio media vuelta y se alejó de él. Por suerte, no demoró en dar con Astrid y Eivør, quienes se habían entretenido hablando con unos hombres a los que ella no conocía.

Ubbe rio por lo bajo. La miró una última vez, justo antes de que la muchacha se perdiera entre los invitados, y regresó junto a sus hermanos, que no se habían movido de su sitio; Sigurd continuaba tocando su preciado jouhikko* y Hvitserk y Ivar conversaban entre ellos.

Cuando Drasil alcanzó a sus amigas, el rey Harald tomó la palabra, haciéndose oír por encima de la música y las voces. Las tres chicas enseguida le prestaron atención, al igual que el resto. Eivør le tendió a la castaña una jarra de hidromiel, a lo que esta se lo agradeció con una pequeña sonrisa.

—¡Brindemos por todos nosotros, reunidos y más fuertes que nunca! —exclamó el hombre, pletórico. A su lado, Halfdan le pasó un brazo por encima de los hombros—. ¡Skål*!

Todos correspondieron al brindis entre continuos vítores y aplausos.

—Son Harald Cabello Hermoso y su hermano Halfdan El Negro —señaló Eivør, muy cerca del oído de Drasil para que nadie más pudiera escucharla—. Tienen algo en su mirada que no me inspira confianza.

Drasil tomó una bocanada de aire antes de contestar:

—Haces bien. ¿Acaso te fiarías de alguien que aspira a convertirse en rey de toda Noruega? —Miró a Eivør de reojo, quien asintió, de acuerdo con ella—. Sea como sea, suponen una amenaza. —Una vez terminado su alegato, bebió otro trago de su hidromiel, dejando que el jolgorio de la fiesta y el alcohol le nublaran los sentidos y le abotargasen la mente.

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· ANOTACIONES ·

—En la mitología nórdica, Nótt es la personificación de la noche e hija del gigante Nörfi. Fue esposa de Naglfari, con quien tuvo un hijo llamado Auðr. Luego con Annar tuvo una hija llamada Jörd (quien, a su vez, es la madre de Thor) y finalmente se casó con el dios Delling, con quien tuvo un hijo llamado Dagr, que es la personificación del día.

—En la sociedad vikinga, al igual que en muchas otras, las mujeres casadas solían llevar el pelo recogido. Las solteras, por el contrario, tendían a llevarlo suelto. El kransen era una especie de tocado, parecido a una corona de flores, que podían llevar las mujeres solteras en ocasiones especiales.

Jarl es, en la sociedad nórdica, el equivalente al título de conde o duque.

—El jouhikko es un instrumento tradicional de Escandinavia, muy parecido a la lira, realizado en madera con dos o tres cuerdas, las cuales originalmente eran de pelo de caballo.

Skål (o skol) es una palabra de origen nórdico utilizada para sellar un brindis grupal o individual.

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N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Os dije que en este capítulo iba a haber salseo, y así ha sido. ¿Qué os ha parecido? Porque aquí hay bastantes cosillas que comentar, no sé si me entendéis (͡° ͜ʖ ͡°) El caso es que he disfrutado un montón escribiéndolo, así que espero que a vosotros también os haya gustado. El siguiente será la continuación de este *guiño, guiño*.

¿Qué me decís de ese primer encuentro entre Ubbe y Drasil? Personalmente, creo que no podría haber sido de otra forma, no teniendo en cuenta cómo es este muchacho x'D Quiero dejar claro que al principio va a haber mucha tensión sexual (no solo entre ellos, sino entre las demás parejas que se van a formar). El amor tardará en llegar, ya que este no se desarrolla de la noche a la mañana, pero eso no quiere decir que nuestros personajes no quieran pasárselo bien de vez en cuando.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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