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━ 𝐋𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈: ¿Quién dice que ganarías?

──── CAPÍTULO LXXVIII──

¿QUIÉN DICE QUE GANARÍAS?

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        EIVØR PODÍA TIRARSE HORAS Y HORAS en el campo de entrenamiento. Le encantaba pasar tiempo en él, poniendo a prueba sus habilidades bélicas o participando en combates amistosos con sus compañeras de armas, puesto que la ayudaba a evadirse del mundo exterior, a olvidarse de sus problemas y preocupaciones. Era su lugar de mayor desconexión, allí donde podía descargar en forma de estocadas y golpes de escudo todo aquello que se guardaba para sí misma. Aunque debía reconocer que no era lo mismo sin Astrid, sin sus constantes piques y provocaciones. Siempre había entrenado con ella y Drasil, y ahora que la mayor no estaba sentía que le faltaba algo.

Dioses, la extrañaba demasiado.

Siempre habían sido ellas tres, desde que eran pequeñas; donde iba una, las otras dos iban detrás. Formaban la tríada perfecta, un tándem único e irreemplazable. Pero ahora todo eso había acabado y dudaba poder recuperarlo en un futuro. Harald se había llevado a Astrid, y ella... Ella se había convertido en su esposa y, por tanto, en la reina de Vestfold.

Conocía a su amiga como la palma de su mano y sabía que si se había casado con él era por pura supervivencia, porque no le había quedado más remedio. Astrid amaba a Lagertha con todo su corazón, jamás la traicionaría de esa manera. Aunque la soberana, como ya venía siendo costumbre, había tenido sus dudas al respecto.

A día de hoy seguía molesta por eso, porque Lagertha empezara a recelar hasta de aquellos que siempre le habían sido leales. Había cambiado mucho en esos dos últimos años; no era la misma mujer que había abandonado Hedeby con la promesa de una venganza y una nutrida hueste para derrocar a Aslaug y hacerse con el control de Kattegat, recuperando la vida que le había sido arrebatada inviernos atrás. Se había vuelto mucho más paranoica y controladora, obsesiva en todos los sentidos. No tenía reparos a la hora de manipular a los demás con tal de obtener lo que quería, así como tampoco escatimaba en amenazas para mantener a todo el mundo bajo su poder e influencia.

Floki había sido una prueba fehaciente de ello, de lo mucho que el poder la estaba corrompiendo. Puede que lo hubiese dejado marchar junto a su tripulación, pero si lo había hecho era porque no había tenido otra alternativa. Su prohibición de que no se llevase a nadie de Kattegat, luego de que el constructor de barcos le comentara sus intenciones de regresar a la Tierra de los Dioses junto a todo aquel que quisiera acompañarlo, aún resonaba en sus oídos.

Ojalá hubiese puesto el mismo empeño en tratar de rescatar a Astrid.

Se secó el sudor de la frente con la manga de su camisa y, tras dejar su espada y su broquel en el suelo, avanzó hacia el árbol más cercano. Abrió el morral que colgaba de una de las ramas y sacó un odre lleno de agua. Bebió hasta saciar su sed y luego se mojó la palma de su mano derecha, para finalmente humedecerse la nuca y el cuello.

Cerró los ojos, disfrutando de la frescura del líquido en su piel sudorosa. Se encontraban en pleno skammdegi, lo que significaba que las temperaturas eran sumamente bajas, pero el esfuerzo físico mantenía su sangre caliente.

Segundos después volvió a meter la cantimplora en su zurrón y se pasó ambas manos por el cabello. Las deslizó por la larga trenza que le llegaba a la mitad de la espalda, a fin de asegurarse de que ningún mechón se hubiera salido de su sitio, y suspiró lánguidamente. El sol ya se encontraba en su punto álgido, señalando la llegada del mediodía.

Era hora de volver a casa.

—¿Ya te vas?

Eivør dio un ligero respingo, sobresaltada. Había estado tan inmersa en sus cavilaciones que no se había percatado de que alguien se había situado tras ella... Siendo ese alguien nada más y nada menos que Björn Piel de Hierro.

El mayor de los Ragnarsson, que también había estado entrenando durante la última hora, la observaba con una sonrisa torcida coloreando sus facciones. A pesar del ambiente frío, se había desabotonado la camisa, dejando al descubierto su torso. La morena tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no fijarse en los músculos que asomaban bajo la oscura tela.

—¿Tan evidente es? —respondió ella con sorna.

No habían vuelto a hablar desde la noche del banquete. Lo había estado evitando, tratando de poner tierra de por medio para no tener que enfrentarse a la principal causa de sus quebraderos de cabeza. Y aun así, lo que habían hablado en aquella desértica —o no tan desértica— callejuela, las cosas que Björn le había dicho con sus rostros a apenas unos centímetros de distancia, no dejaba de repetirse una y otra vez en su mente.

Al igual que su conversación con Torvi.

Con ella tampoco había vuelto a hablar. Y aunque le dolía que las cosas hubiesen acabado así entre ellas, sabía que era lo mejor. Le había hecho mucho daño y era perfectamente entendible que la rubia no quisiese saber nada más de ella.

Cogió el morral y se lo cruzó sobre el pecho, consciente de que Björn no le quitaba el ojo de encima. Se sacó la trenza de debajo de la correa y se dispuso a volver sobre sus pasos para recoger sus armas, que continuaban en el suelo. El hombre no titubeó a la hora de ir tras ella, lo que le generó una enorme satisfacción.

Adoraba el poder que tenía sobre él, debía reconocerlo.

—¿No te vas a enfrentar a mí ni una sola vez, Hrólfrsdóttir? —pronunció Björn, deteniéndose cuando Eivør así lo hizo. Esta se agachó para poder aferrar su espada y su escudo—. Y yo que te había reservado un duelo... —Negó con la cabeza en un gesto melodramático.

Una vez recuperada la verticalidad, la skjaldmö lo miró con una ceja arqueada y la sombra de una sonrisa tironeando de las comisuras de sus labios. La insistencia del caudillo vikingo en todo lo referente a ella seguía asombrándola, aunque debía admitir que no le desagradaba. A una parte de ella le gustaba que no se diera por vencido, que estuviese constantemente buscando la más mínima excusa para poder estar con ella y disfrutar de su compañía.

—Podrás superarlo, estoy segura —ironizó Eivør al tiempo que posaba una mano en el hombro de Björn y se lo palmeaba con suavidad. Le resultó imposible no sonreír de forma burlona, y es que aquellos piques le encantaban—. Adiós, Ragnarsson. —Dicho esto, pasó airosamente por su lado y echó a andar hacia la salida del campo de entrenamiento.

O al menos esa había sido su intención.

Apenas había dado cinco pasos cuando Björn se interpuso en su camino, cortándole la retirada. Esta vez sus cuerpos quedaron mucho más cerca el uno del otro, lo que obligó a la morena a echar la cabeza hacia atrás para poder verlo a los ojos, a ese par de cuentas azules que tan confundida la tenían. Porque, como bien le había dicho a Drasil el día que se sinceró con ella, todo lo referente al primogénito de Ragnar Lothbrok la desconcertaba, y mucho.

—Oh, vamos... Eras más divertida en Inglaterra —bromeó Björn en un improvisado tono jocoso. A veces se comportaba como un crío—. ¿O es que acaso te da miedo perder? Tal vez sea eso, que no quieres que los demás vean cómo te hago morder el polvo —añadió con picardía, buscando provocarla.

Eivør rio entre dientes.

—¿Quién dice que ganarías, Piel de Hierro?

El aludido cruzó los brazos sobre su pecho e hizo un mohín con la boca.

—Cualquiera con dos dedos de frente —continuó picándola, sabedor de que no iba a necesitar mucho más para hacerla caer en su juego—. Aunque no te culpo, la verdad. Es comprensible que no quieras luchar contra mí. —Tuvo que apretar los labios en una fina línea para no carcajear, ya que la manera en que su interlocutora arrugó la nariz le hizo demasiada gracia.

Una sonrisa crispada apareció en el semblante de Eivør, quien también se cruzó de brazos. Saltaba a la vista que los piques de Björn estaban surtiendo el efecto deseado.

—Me pregunto a dónde irá tu fanfarronería cuando te haga caer de culo al suelo —soltó ella con fingida dulzura. El rubio se estaba ganando a pulso que le diera una lección.

Björn se aventuró a avanzar un paso, reduciendo considerablemente la distancia que había entre ellos. La escudera ni se inmutó, manteniendo en todo momento el contacto visual con él.

—¿Eso es que aceptas el desafío, valquiria? —inquirió el guerrero.

Eivør se tomó unos instantes para poder detallar su atractiva fisonomía. Tenía la trenza algo despeinada, al igual que la barba, pero eso solo lo hacía más atractivo a sus ojos. Por no mencionar la fina capa de sudor que acristalaba sus rasgos y sus músculos, confiriéndole el toque perfecto. Uno bastante morboso.

Por Odín, cada vez le costaba más controlar sus pensamientos cuando estaba con él.

—Solo para que te calles y me dejes en paz, principito.

La noticia de que Björn Ragnarsson y Eivør Hrólfrsdóttir iban a batirse en duelo no demoró en recorrer hasta el último rincón del campo de entrenamiento. Algunos de los hombres y mujeres que habían acudido a aquel claro para perfeccionar su destreza con las armas no lo habían dudado a la hora de dejar de lado sus propios adiestramientos para poder congregarse alrededor de la pareja, que ya se había situado en el círculo de combate.

Oh, cómo se notaba que los vikingos adoraban una buena pelea.

Eivør movió sus hombros e hizo rotar su cuello en círculos, preparándose para el enfrentamiento. En torno a ellos se habían reunido varias personas que no dejaban de vitorearles e instarles a que iniciaran el duelo, impacientes. Muchos de ellos hablaban en susurros en tanto los examinaban de arriba abajo, probablemente haciendo apuestas sobre quién se alzaría con la victoria.

Su mirada fue a parar entonces al caudillo vikingo, quien se había despojado de su camisa para —supuestamente— mayor comodidad. La visión de su torso desnudo, en el que podían apreciarse numerosos tatuajes y cicatrices, hizo que sus pulsaciones se dispararan y que su mente se retrotrajese a las dos noches de pasión que habían tenido en territorio cristiano.

Sacudió imperceptiblemente la cabeza, a fin de librarse de esos pensamientos que tan empañada estaba en sepultar en lo más profundo de su mente, y cogió su escudo con la mano izquierda, mientras que con la derecha empuñaba su espada. Björn enseguida la imitó, solo que él no poseía broquel.

Egocéntrico.

—¿Preparada para la derrota, Hrólfrsdóttir? —articuló él con una sonrisa fanfarrona. Enarboló su espada con un hábil movimiento de muñeca y se posicionó en el otro extremo del círculo que había pintado en la hierba, quedando cara a cara con la susodicha.

Eivør puso los ojos en blanco. Esa iba a ser la primera vez que se batiesen en duelo y Björn ya estaba convencido de que iba a ganar. Típico de hombres.

—¿Y tú, Ragnarsson? —Flexionó levemente las rodillas y alzó su escudo, adquiriendo una posición defensiva. Björn, por el contrario, mantuvo una postura relajada—. Aún estás a tiempo de echarte atrás... Ya sabes, para mantener intacto tu ego masculino —cizañó con diversión. De fondo se escucharon risas y algún que otro «uh» que la hicieron sonreír.

Todo cuanto pudo hacer Piel de Hierro fue carcajear, justo antes de blandir su arma y avanzar a grandes zancadas hacia la que se había convertido en su nueva contrincante.

La pelea había comenzado.

Ya llevaban varios minutos luchando.

El combate estaba siendo intenso y sumamente desgastante. Las diferencias físicas entre ambos eran de lo más notables: Björn era alto y corpulento, con una fuerza descomunal y un brío que bien podría compararse al de un berserker, mientras que Eivør era pequeña y menuda. Sin embargo, lo que le faltaba de fuerza y bestialidad, lo ganaba en agilidad y rapidez. Sus movimientos eran mucho más fluidos que los del rubio, quien en ocasiones pecaba de lento. Él era un gigante cuyos ataques se basaban en la fuerza bruta, mientras que ella era una bailarina que, más que caminar, parecía flotar.

La skjaldmö no dejaba de moverse de un lado a otro, dando pequeños saltitos para poder sortear las feroces acometidas de Björn, quien no estaba siendo nada piadoso con ella. Sus piernas se movían con una presteza admirable, al igual que su brazo izquierdo, demostrando sus buenos reflejos. Cada vez que la espada de su adversario amenazaba con alcanzarla, Eivør elevaba su escudo a una velocidad que dejaría en evidencia hasta a la mismísima Gungnir*.

—Eres dura, no lo voy a negar... —comentó el guerrero con la respiración entrecortada. La capa de sudor que perlaba su frente y gran parte de su pecho era ahora mucho más gruesa que antes—. Aunque ¿cuánto más podrás aguantar a este ritmo? —cuestionó, jactancioso.

La aludida resopló, apartando un mechón rebelde de su ojo derecho. Era cierto que estaba empezando a cansarse, pero todavía se encontraba muy lejos de su límite. Llevaba a su espalda muchos años de duro adiestramiento, por lo que el dolor y la extenuación eran algo con lo que estaba perfectamente familiarizada.

—Quizás eso debería preguntártelo a ti —dijo ella, escrutándolo con rigurosidad. Habían vuelto a salvaguardar una distancia prudencial, yendo cada uno a un extremo del círculo de combate—. Pareces al borde del colapso, Piel de Hierro... ¿Necesitas un descanso? —Ladeó ligeramente la cabeza, hilvanando una sonrisa juguetona—. La edad es muy mala compañera, ¿verdad? —Más risas llenaron el aire.

Björn se llevó la mano que tenía libre al pecho, fingiendo ofensa.

—No me tires de la lengua, valquiria...

El primogénito de Ragnar Lothbrok echó a correr hacia ella, quien se preparó para recibirle. El filo de su arma, que era casi tan larga como Eivør, destelló a la luz del sol, justo antes de impactar brutalmente contra el broquel de la morena, a quien le resultó imposible no sisear debido a la descarga de dolor que le recorrió el brazo.

Björn reculó en un acto reflejo, con un poso de preocupación en sus iris celestes, momento que Eivør aprovechó para girar hacia su derecha. Blandió su espada con determinación y, empleando toda la fuerza que fue capaz de reunir, la hizo chocar con la del caudillo vikingo, a quien le estaba costando cara su ingenuidad. Y es que, por un instante, llegó a pensar que la había herido o lastimado.

Varias chispas brotaron a causa de la fricción del acero.

Sin darse un solo respiro, la muchacha fintó, amagando con atacar nuevamente por la derecha cuando, en realidad, lo hizo por la izquierda. Y no precisamente con su espada... No tuvo reparo alguno en golpear a Björn con el umbo metálico de su escudo. Un impacto seco en el esternón que sirvió para dejarle sin aliento.

El hombre volvió a retroceder, aturdido. Las voces de aquellos que se habían congregado a su alrededor, aclamándolos con gran entusiasmo, apenas llegaban como un simple eco a sus oídos.

Había logrado desorientarle. Perfecto.

Contra todo pronóstico, Eivør soltó su broquel, dado que ya no iba a necesitarlo más. Acortó la distancia que la separaba de Björn y, luego de eludir una torpe estocada de su parte, volvió a fintar para poder desarmarle. Qué satisfacción sintió cuando vio cómo su espada resbalaba por sus dedos, cayendo sobre la húmeda hierba.

Con lo que no contó, sin embargo, fue que el rubio se abalanzaría sobre ella, haciendo que perdiera irremediablemente el equilibrio y que, por tanto, los dos se precipitasen al suelo.

Los gritos y las ovaciones se intensificaron, sobre todo cuando ambos continuaron peleando sobre la tundra. El duelo de espadas se había convertido en un combate de glima que ninguno de los dos tenía la menor intención de perder. Björn trataba de apresarla bajo su enorme cuerpo, buscando inmovilizarla para así llevarse la tan ansiada victoria, pero Eivør no se lo estaba poniendo nada fácil.

La glima era su especialidad, de modo que siempre conseguía liberarse de su férreo agarre. Como su fuerza no podía compararse a la de él, recurría a ciertas llaves que le permitían equilibrar la balanza e incluso inclinarla a su favor. Aunque, a decir verdad, sus ventajas no solían durar mucho, especialmente cuando el Ragnarsson le practicaba esas mismas llaves que, como cabía esperar, también había aprendido de Lagertha.

En cierto momento Eivør logró derribarle, para posteriormente sentarse a horcajadas sobre su regazo y apoyar el antebrazo derecho en su cuello. Estuvo a punto de ejercer algo de presión en su yugular cuando, para su sorpresa, las piernas de Björn se enredaron con las suyas.

Todo ocurrió tan rápido que apenas tuvo tiempo de reaccionar: cuando quiso darse cuenta, el hombre realizó un rápido movimiento de caderas, provocando que ella volviera a perder el equilibrio y cayese de bruces a su lado.

La joven gruñó, justo antes de sentir un gran peso sobre ella. Cuando giró sobre su eje para poder quedar bocarriba, se topó con la imagen de Björn observándola con una sonrisa triunfal y el filo de su arma —que había podido recuperar sin problema— amenazando su cuello.

Eivør se resistió, pero fue en vano.

Todos guardaron silencio fuera del círculo de combate.

—¿Qué te dije, Hrólfrsdóttir? No puedes vencerme —canturreó el guerrero, aún sobre ella. Estaban tan cerca el uno del otro que sus hálitos se entremezclaban, con sus torsos golpeándose frenéticamente entre sí a causa de sus agitadas respiraciones.

Durante unos segundos Eivør no dijo nada. Sus orbes pardos no se apartaban de los azules de Björn, quien literalmente se encontraba encajado entre sus piernas. Tenerlo sobre ella en esa postura tan comprometida hizo que su corazón arrancara a latir desenfrenadamente y que su mente se dispersase, como si nada más existiera a su alrededor. Solo ellos dos.

—¿Seguro, Ragnarsson? —rebatió la escudera, una vez recuperada la compostura. Su proximidad y contacto la habían agitado hasta puntos insospechados—. Yo no cantaría victoria tan pronto. —Dicho esto, le indicó a Björn con un suave cabeceo que bajara la mirada hasta la daga que, en el último instante, había cogido de su cinturón y con la que ahora apuntaba a su abdomen, concretamente a su hígado.

El caudillo vikingo alzó las cejas, atónito.

Ni siquiera se había percatado de la presencia de aquel puñal.

—Vaya, esto sí que no lo esperaba —admitió, volviendo a alzar la vista hacia Eivør, cuyo rostro estaba algo congestionado. Por todos y cada uno de los dioses, era tan hermosa... Con sus facciones bien definidas, su piel ligeramente tostada por el sol y esos ojos oscuros tan poco comunes entre su gente. Sintió el impulso de besarla ahí mismo, delante de todos, pero se contuvo—. Supongo que esto lo deja en un empate. —De fondo se oyeron numerosos aplausos.

Con cuidado de no hacerla daño, Björn se apartó de ella, para finalmente ponerse en pie. Clavó la espada en el suelo y le tendió una mano a la muchacha para ayudarla a levantarse. En cuanto Eivør recuperó la verticalidad, envainó su cuchillo y se sacudió la ropa. Su trenza estaba algo deshecha, con algunos mechones de cabello azabache cayendo serpenteantes por su frente y sus sienes.

—La próxima vez no tendrás tanta suerte, valquiria —sentenció el primogénito de Ragnar Lothbrok lo suficientemente bajo para que solo ella pudiera escucharle. Puede que el duelo hubiese finalizado, pero sus piques y provocaciones eran inagotables.

Eivør sonrió.

—Digo lo mismo, Piel de Hierro.

Ambos caminaban juntos hacia la salida del campo de entrenamiento.

Los minutos posteriores al combate habían sido agradables, no lo iba a negar. Había echado de menos aquellos momentos con Björn, esa complicidad y camaradería que nunca antes había tenido con un amante —a excepción de Astrid, claro está—. En Inglaterra había descubierto lo mucho que le gustaba pasar tiempo con él, compartiendo vivencias, hablando de sueños e ilusiones, de planes futuros... Y es que, dejando a un lado su aventura, debía reconocer que había encontrado en el Ragnarsson algo parecido a un amigo.

«Los amigos no se miran como lo hacéis vosotros. Y dudo que entre amigos haya tanta tensión sexual», le recordó una insidiosa voz en su cabeza.

—No ha sido tan malo, ¿verdad? —La voz de Björn se coló nuevamente en sus oídos, haciendo que emergiera de sus turbulentas cavilaciones. Parpadeó varias veces seguidas y lo observó con algo de confusión, puesto que no sabía de qué le estaba hablando—. Pasar tiempo juntos. Estar juntos —se apresuró a aclarar él, quien había vuelto a ponerse la camisa. Y esta vez con todos los botones abrochados.

Eivør volvió la vista al frente.

—Nunca he dicho que sea malo —repuso ella con simpleza.

—Pero es algo que evitas —señaló el rubio.

Ante eso último, la skjaldmö inspiró por la nariz.

—Y ambos sabemos muy bien por qué —contestó sin rodeos. Björn se detuvo en seco, al igual que ella. Aún les faltaban unos metros para abandonar el claro, pero, por suerte, apenas había gente en esa zona, lo que les brindaba algo de intimidad—. Torvi lo sabe. Nos vio la otra noche en el callejón —reveló tras unos instantes más de fluctuación. Hasta ese momento no había tenido la oportunidad de contárselo—. Lo escuchó todo.

Piel de Hierro soltó todo el aire que había estado conteniendo. Se pasó una mano por la cara en un gesto que denotaba cansancio y adquirió una posición en jarras. Era la primera noticia que tenía.

—Tenía que pasar tarde o temprano —solventó.

Eivør frunció el ceño, poblando su frente de arrugas.

—Pero no así, Björn —contradijo ella en tanto negaba con la cabeza—. Hemos convertido a Torvi en un daño colateral y la forma en que se ha enterado de lo nuestro solo ha servido para que se sienta aún más traicionada. —Llevó su mano dominante a la correa de su zurrón, que había vuelto a cruzarse sobre el pecho, y la apretó con fuerza, ocasionando que sus nudillos se tornasen blancos como la nieve recién caída—. Me odia. Y la verdad es que no la culpo.

El hombre se mantuvo silente durante unos segundos que a Eivør se le hicieron eternos. La manera en que la escudriñaba era tan intensa y sofocante que tenía la impresión de que podía ver a través de ella. Y tal vez así fuera, lo que explicaría muchas cosas, como su facilidad para atravesar su coraza, para debilitar las barreras que, con el paso de los años, había erigido en torno a su corazón.

Por Odín, ¿qué le estaba sucediendo?

—¿Recuerdas lo que me preguntaste antes de que partiera hacia el Mediterráneo? —Björn avanzó un paso hacia la morena, a quien había pillado completamente desprevenida con aquella interpelación—. Quisiste saber si me arrepentía de lo que había pasado entre nosotros, y yo te dije que no —prosiguió sin romper en ningún momento el contacto visual con ella. Se había detenido a medio metro de Eivør, pero el espacio que los separaba le pareció curiosamente íntimo—. Lo sigo manteniendo.

Las pulsaciones de la escudera se dispararon al oírlo.

—Björn... —Calló al ver cómo el mencionado se agachaba para poder arrancar una flor del suelo. Aunque no una cualquiera.

El aire abandonó sus pulmones cuando reconoció el brezo púrpura entre sus dedos callosos y robustos. A su mente acudió la imagen de aquel hermoso ramo que había encontrado junto a la puerta de su casa. Ramo que aún conservaba.

Björn dio otro paso más hacia ella, acercándose lo suficiente para poder enganchar la florecilla a su oscuro cabello. El caudillo vikingo aprovechó que tenía la mano extendida para poder pasar fugazmente la yema de sus dedos por la mejilla izquierda de Eivør, a quien le resultó imposible no estremecerse debido a su cálido toque.

Quiso decir algo, lo que fuera, pero las palabras la habían abandonado. Todo cuanto podía hacer era observar esos magnéticos y profundos ojos azules que no parecían querer apartarse de ella.

Hasta que el momento mágico terminó.

Y lo hizo de la mano de uno de los guardias de Lagertha.

—Björn. —El recién llegado se detuvo frente a ellos, lo que llevó a Eivør a apartarse del primogénito de Ragnar Lothbrok mientras se aclaraba la garganta—. Tu madre quiere verte. Es urgente.

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· ANOTACIONES ·

Gungnir es la lanza de Odín. La palabra en sí significa «la que provoca un terrible temblor», puesto que produce sacudidas a todo aquel que es golpeado con ella. Dicha lanza posee un poder especial, y es que jamás falla su objetivo cuando es arrojada por Odín.

Gungnir fue un regalo de Loki a Odín en compensación por cortarle el pelo a Sif, esposa de Thor. La lanza simboliza el poder y la fuerza de Odín, y fue esta misma arma con la que dicho dios se colgó del fresno Yggdrasil durante nueve largos días.

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N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

¡Nuevo mes, nuevo capítulo de Yggdrasil! ¿Soy la única a la que enero se le ha hecho interminable? Porque entre unas cosas y otras... Madre mía, vaya mierda de mes :') Pero por fin estamos en febrero, lo que significa actualización mensual de nuestras escuderas favoritas uwu Aunque este cap. se ha centrado única y exclusivamente en una de ellas: nuestra bienamada Eivør, quien parece estar más confundida a cada capítulo que transcurre (ups).

Pero mejor vayamos por partes, que aquí hay mucha chicha, jeje.

¿A alguien más le han dolido esos primeros pensamientos sobre Astrid? Porque Eivør es incapaz de superar que ya no está (madre mía cuando lleguemos a cierta escena de la guerra civil, gente). Pero eso no es lo único, sino que nuestra sexy morena también empieza a tener sus reticencias respecto a Lagertha. A Eiv no le ha gustado nada que la soberana de Kattegat no haya intentado rescatar a su amiga de la infancia, y eso es algo que a mí también me chirrió bastante en su momento. Porque se notaba a leguas que Astrid estaba enamorada de Lagertha, que habría hecho lo que fuera por ella, y aun así Lagertha se desentendió completamente del tema, llegando incluso a pensar que Astrid la había traicionado =/

Y esto me lleva a una cosa que quisiera aclarar: soy consciente de que Lagertha es uno de los personajes más icónicos y queridos de Vikings, pero eso no la convierte en una santa. Hizo muchas cosas mal a lo largo de la serie, como asesinar a Aslaug cuando esta se había rendido públicamente, violar a Harald o mismamente abandonar a Astrid a su suerte. En mi opinión, su época como reina es la peor (la prefiero mil veces más como condesa), ya que se volvió muy intensa, muy paranoica y muy manipuladora... Y si no que se lo digan a Floki xD

¿Qué quiero decir con esto? Pues que en Yggdrasil siempre he potenciado esa parte de Lagertha. La serie cuenta con muchos agujeros en la trama (cosa que es normal, dado que una película/serie no puede abarcar todo lo que incluye un libro) y a mí me gusta detallarlo absolutamente todo para evitar que eso ocurra en mi historia, y creo que, de haber llegado a existir un personaje como Drasil en la serie (con todo lo que eso conlleva), Lagertha no habría actuado muy diferente a como lo hace aquí.

A lo que voy es que me parece muy bien que os guste el personaje de Lagertha o cualquier otro que sea canon, pero yo en esta historia los represento tal y como los veo y los siento en según qué temporada. Ahora Lagertha está en modo perra intensa porque es lo que toca y lo que considero más veraz teniendo en cuenta su actitud durante su reinado en Kattegat. Para ponerle un altar ya está la serie, y lo mismo digo de Ivar, que no es la primera vez que recibo comentarios de gente random que se indigna y se pone a defenderle a capa y espada. Es decir, ¿acaso no es evidente que Yggdrasil es una historia anti Ivar? x'D

Así que lo dicho: no olvidéis que esto es un FanFic en el que la inclusión de mis personajes originales modifica muchas cosas de la serie U^.^

Ahora sí, prosigamos con el capítulo, jeje.

¡EL EIVÖRN ESTÁ QUE ARDE, GENTE! O sea, ¿he podido disfrutar más escribiendo este capítulo? Porque yo creo que no. Amo la química que hay entre estos dos, esa tensión sexual constante. Y, cómo no, sus constantes piques y provocaciones (͡° ͜ʖ ͡°) Por no mencionar que tenía unas ganas tremendas de que se batieran en duelo, porque son tan diferentes en cuanto a físico y técnica que sabía que nos iban a ofrecer un combate memorable.

Y así ha sido, porque ninguno de los dos nos ha decepcionado (¬‿¬)

¿¿Y QUÉ ME DECÍS DE LA ÚLTIMA ESCENA, DE LAS PALABRAS DE BJÖRN Y DEL DETALLE DEL BREZO PÚRPURA?? Confirmado queda que fue él quien le dejó el ramo en la puerta de su casa... Todo un romántico este Piel de Hierro x'D

Por cierto, ¿alguna teoría de qué puede ser eso tan urgente que quiere tratar Lagertha con Björn? Yo solo voy a decir una cosita: en el próximo capítulo se va a liar muy fuerte. Aquí vamos de drama en drama y de desgracia en desgracia como en el juego de la oca... Y lo cierto es que no me arrepiento lo más mínimo xP

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: ¡llegamos a los 16K votos y a las 166K lecturas! Muchísimas gracias a todos los que seguís apoyando Yggdrasil y, por supuesto, a los nuevos lectores que recién comenzáis esta aventura llena de drama y desdichas :3

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