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28.

~Benjamin Clutier~

Sabía que este momento llegaría.

Me preocupaba mi familia.

Les había pedido que me llevarán a conocer el planetario porque cuando fui niño siempre tuve el deseo de conocer el espacio exterior. Papá me había prometido apoyarme en mis estudios y sueños, pero no dependía de mí el tiempo que tenía en la tierra y estaba acabando. Por eso me preocupaba lo que mi familia pudiera sufrir después de mi ida.

Isana y Evora se habían convertido en personas importantes para mí  desde unos meses atrás cuando se enteraron de mi condición.

Observé la tristeza en sus rostros cuando entraron a mi habitación del hospital. Todos los días venían a visitarme.

—Deberían disfrutar su juventud, chicas —les aconsejé —. Todos sabemos cómo terminará esto, solo es cuestión de tiempo.

Dejé escapar las palabras y al instante siguiente el rostro de Isa estaba más nostálgico mientras Evora luchaba por no llorar.

—¿Y donde quedó tu positivismo? —me preguntó la mayor de ellas.

—Donde siempre está. Pero ya es momento de enfrentar mi destino y estoy bien con ello, solo les pido que ustedes también lo estén —digo —. Las amo, hermanas.

—Estoy segura de que es así.

—¿Ahora se supone que me despida de ti? —pregunta mi hermana menor.

—Solo asegúrate de hacerlo antes de que sea tarde —digo —. Es hora de que lo aceptes.

—Terminó la visita señoritas, Benjamin necesita comer algo y tomar sus medicamentos.

—Creo que es momento de irnos. Te vemos mañana —ambas salen.

Realmente las amo mucho.

—Doc, me gustaría pedirte un favor. ¿Podría comer gelatina de mora el día de hoy? Es que es mi favorita.

—Tu mandas, Benjamin. Te traeré tu gelatina, pero necesito que te tomes tus medicamentos hoy o tendré que hablar con tus padres y el doctor Martin.

—Esta bien.

La enfermera se va de la habitación y yo me levanto de la camilla para buscar entre mis cosas unos sobres, metí las cartas que había escrito días antes y las guardé en un suéter que tenía a la mano. Ahora sí podía seguir con mi rutina.

~×~

~Evora Martin

El día apestaba.

La llamada de papá a las tres de la mañana me indicaba que algo no andaba bien y solo pude pensar en Ben.

—¿¡Ahora que sucedió!?

Con que no sea lo que creo.

—Mi hermana está aquí. ¿Quieres decirme que es lo que pasa? —comenzaba a molestarme que no fuera al punto y el silencio que escuchaba del otro lado de la línea no me daba buena espina.

No decía nada. 

—¡Dime que está pasando! ¡Sí te quedas en silencio solo haces que mi ansiedad aumente! —grité —.
Solo dime qué sucede.

Escuché las palabras de mi padre de una manera casi letal.

—Se ha ido, cariño... —dijo —. Deben venir en cuanto puedan.

—¡Dios santo! ¡¿Por qué?! —me lamenté —. ¡¿Realmente hicieron todo lo que pudieron, papá?! ¡Él no puede haberse ido también!

—Así es la vida, cariño. Nadie habría podido detener su enfermedad a este punto —trató de sonar reconfortante, pero no lo logró porque las lágrimas bañaron mi rostro.

—¿¡Realmente necesitaba llevarse a Ben!? ¿Por que no le bastó con mamá? ¿Por que tenía que quitarmelo a él también? ¿¡Por qué!? —lloré.

—Nadie podía evitarlo, Evora. Y él estaba tranquilo con eso —fue lo último que escuché de papá antes de que mi hermana me quitara el teléfono. Para este momento era lo menos que me importaba.

Los latidos de mi corazón estaban acelerados como si hubiera corrido un maratón o hecho una hora de cardio, pero solo era un síntoma del dolor que sentía, solo era una señal que me indicaba que Benjamín ya no estaba a mi lado, que ya no lo vería nunca más y que no había podido cumplir su promesa: quedarse conmigo hasta aprobar mi examen. Ese era el menor de mis problemas pero dolía pensar en su promesa incompleta. Fue fácil aceptar que la muerte de mi hermano me dolía casi tanto como la de mi madre, porque aunque no había pasado toda su vida conmigo, me había devuelto la sonrisa que había perdido, me había hecho sentir amada como solo ella lo hacía, me enseñó a vivir viéndole el lado bueno a todo y eso no iba a olvidarlo jamás.

No quería creerlo, es que no podía ser verdad. Pero una parte de mí sabía que lo era. Sabía que Benjamin había vivido una vida feliz y que había tenido todo lo que deseó. Entonces ¿por que sentía que le había fallado? ¿Por que sentía que no iba a poder cumplir lo que le había prometido? Mi pecho sentía un vacío mucho mayor que el que ya tenía desde hace dos años, estaba totalmente rota.

~×~

~Benjamin Clutier Smith~

Sentía una paz liberadora, era tanta que podría decir que era palpable.

¡Oh, pero ni siquiera puedo tocar algo! Mi cuerpo ya no se movía y de pronto podía verlo en la camilla que había sido mi hogar por estos últimos meses. ¿Qué está pasando?

Las personas y las cosas seguían igual que cuando aún habitaba ese cuerpo tendido en la habitación, de pronto una mujer que no conocía personalmente apareció frente a mí tendiendome la mano. Usaba un hermoso vestido blanco y su rostro se me hacía familiar de algún lugar, pero no daba de donde.

—Me presento: soy Lilith-june, tu madre.

—¿Ingerí alguna droga o algo por el estilo? —pregunté con duda y el bello sonido de su risa llegó a mis oídos —. Espera, en verdad eres mi madre. ¡Oh, vaya! ¡Tu eres mi madre, la verdadera!

Imaginé este encuentro millones de veces, pero nunca creí que fuera posible que sucediera.

—Si, hijo, yo soy tu madre —me sonrío y yo devolví el gesto.

Mamá.

—Lo siento, mamá. Quizás no soy lo que esperabas o la manera en que quisieras conocerme, ¿puedes decirme dónde estamos? —dije —. ¿Estamos muertos? ¿Estamos en el cielo? Porque se ve bastante parecido a la tierra —era exactamente igual.

—Oh, hijo, tengo tanto que explicarte —me acarició la mejilla y fue una de las sensaciones más maravillosas que había sentido jamás.

Sabía que mi estadía en la tierra había acabado y ahora podía compartir tiempo con mi mamá.

Estaba satisfecho de lo que había sido de mi vida, de poder conocer a Evora, Isana y al doctor Martin. De lo que papá y Tara me amaron en vida. Ahora estaba listo para pasar la eternidad con Lilith-june, mi madre, y esperar a que el tiempo de cada uno de ellos llegara para poder seguir juntos hasta el fin de los tiempos.

Tomé la mano de mamá y la acompañé hacia un resplandor más brillante de lo que jamás había visto. La sensación de paz que me embargo me confirmó el lugar donde estaba.

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