Durante una sesión fotográfica para un drama amarraron a la muñeca de Yeonjun un hilo rojo y lo conectaron con la chica protagonista de la historia. Ellos tenían que abrazarse y verse enamorados con el hilo uniéndolos frágilmete. Era algo cliché y aburrido, pero yo no podía apartar mi mirada cada vez que Yeonjun intentaba pescar el hilo con la boca como si fuera un pez mientras que les daban las indicaciones.

—Creo que lo enredé en mi cabello —dijo Yeonjun de repente mientras tiraba el delgado cordoncito. Me acerqué para ayudarlo antes de que lo regalará. Por estar jugando con la utilería—. ¡Ah! Ten cuidado con el cabello.

—Es tu culpa por jugar con el hilo.

—¿Cómo iba a saber que se enredaría tan fácil? —suspiré—. ¿Y si lo muerdo hasta que se desamarre?

—No, ya está afuera —Le entregué el listoncito a la compañera de Yeonjun—. No se lo vuelvas a dar, por favor.

—Ah, Yeonjun —dijo la chica —. No quiero imaginar qué sería de ti si el hilo se pudiera enredar a tu alrededor, serías un dolor de cabeza para el pobre de Beomgyu.

¿No sé enreda? Llevé mi mano al cuello y toqué esa delgada línea que de vez en cuando me apretaba y Yeonjun hizo lo mismo, siguió el camino que me rodeaba y asfixiaba. Nos miramos por un par de segundos sin saber qué decir.

—¿No sé enreda? —preguntó Yeonjun, aún mirándome.

La chica se rió un poco.

—Claro que no, sería complicado que se enredara, por eso es intangible —respondió—. No se puede tocar.

—¡Bien, empezamos ahora! —gritó el fotógrafo y yo me alejé.