—Es gracioso —dijo Yeonjun tomándose un descanso, yo lo esperaba lejos de las luces y las gigantescas cámaras, él sólo vino corriendo hacia mí—. Estaba tan acostumbrado a no verle el fin al hilo, que ahora es gracioso verlo achicarse cuando me acerco a tí.

Yeonjun levantó su mano y yo hice lo mismo, ambos las juntamos para ver como el hilo que antes era extenso se hacía apenas una línea roja de muñeca a muñeca, era más corto que un cabello. Yeonjun tomó mi mano para examinarla de cerca y un pequeño escalofrío erizó mi piel.

Cuando Yeonjun me tocaba me sentía mareado y mi respiración se volvía irregular, mis ojos no sabían en qué lugar ponerse y de pronto temblaba. Detestaba eso. Yeonjun podía verlo, era tan fácil descubrirme que ya no me esforzaba en ocultarlo. Si el mundo tenía que enterarse, entonces que lo hiciera, ya no me importaba.

—Parece una cinta métrica —dijo Yeonjun de repente, acercando y alejando su muñeca a la mía.

Yo sólo reí.

—Regresa al trabajo. —Lo empujé un poco y él sonrió.

Yeonjun caminó de espaldas observando cómo el hilo se extendía. Pero a pesar de verlo y saber que era sólo una línea roja, yo aún la sentía asfixiándome.