06. vanaheim
YELLOW───❝ capítulo seis ❞
vanaheim
REGRESAR A VANAHEIM HABÍA RESULTADO DISTINTO DE LO QUE HALIA ESPERABA. Cuando asomaba su cabeza por la ventana, podía verlo todo como si estuviera extrayendo la visión directamente de sus memorias. Las cascadas kilométricas que llenaban el espacio con susurros, cargando agua tan clara que parecía blanquecina bajo la luz del sol. Los árboles lánguidos y curveados en todos sus distintos tonos azules. Hasta las personas parecían teñidas con un aire de familiaridad, aunque era pretencioso afirmar que Halia hubiera podido conocer a todos los vanir en su tiempo viviendo como una de ellos. Su corazón daba hitos cada que su mirada detallaba algo en su tierra, instaurando un remolino de emociones que se acumulaban en la base de su clavícula.
Halia había vivido esto antes. Cientos, miles de veces, en todos sus sueños dormida o despierta. Se veía a sí misma de regreso a su hogar, rodeada de su gente. Se veía feliz, saludable e intocable por las tragedias; prístina, intacta y protegida. La realidad era distinta por muchas razones. La primera y más obvia era que la tragedia evidentemente sí que la había quemado. Sus avorazadas llamas se habían apropiado de su infancia, dejando tras sí una interminable humareda carbonizada. La segunda era que por más que enfocara sus verdosos ojos en cada rincón de los paisajes que pasaban, Halia no podía encontrar ni un rastro de sus padres ahí. No quiso sucumbir a la desesperación, pero parecía que los rayos del sol se habían olvidado de su dios y la tierra de su madre.
La joven parpadeó con celeridad al sentir una creciente humedad asentarse en la base de sus ojos.
Si sus padres no se encontraban ahí de alguna forma, en algún reflejo o en alguna nube, ¿dónde más podría encontrarlos? Se negaba a enfrentar la innegable y punzante posibilidad de que estaba completamente sola en el mundo.
Halia entrelazó sus manos en su regazo hasta que sus nudillos se tiñeron de blanco.
Su futuro esposo había insistido en viajar en un vagón separado al de ella, dejándola con la única compañía de su nueva doncella. No era Berta, eso era evidente, pero era amable. Y silenciosa. No alcanzaba a precisar si ya había mencionado su propio nombre con antelación. Halia prefirió dejar de romper su propio corazón, sacar su cabeza de la ventana y enfocarse en la mujer. Sin el consentimiento de la otra, Halia llevaba un largo momento retándola con la mirada, esperando a que ella pestañeara primero. Perdió múltiples veces. Cambio de estrategia.
—¿Y si...? ¿Jugamos Veo, Veo?
La doncella apenas se inmutó.
—Claro.
Halia sonrió aliviada.
—Perfecto. Tú empieza.
—Veo, veo... Algo verde.
—Es... ¿pasto?
—Sí.
Halia suspiró profundamente y volvió a sumirse en su asiento.
El hogar Igorson no tardó en erguirse alto, en cuanto dejaron atrás a una densa cordillera. No tenía parecido alguno con el palacio asgardiano que la resguardaba previamente, pero su aura logró intrigarla lo suficiente como para inclinarse en su dirección. Eran torres rectangulares que sobresalían con picos poco coordinados. Los montes que lo resguardaban parecían absorber cada rayo de luz que anteriormente bañaba a Vanaheim, dejándole una triste sombra como manto. Halia extrañó la calidez de inmediato.
En cuánto se detuvieron, la puerta del vagón se abrió con un chirrido y Haakon se reveló a sí mismo para recibirlas. Halia se tomó una pausa antes de tomar la mano que el joven le ofrecía para ayudarla a bajar del vehículo.
—Bienvenida. Mi casa es tu casa —Haakon se giró hacia su doncella—. Diane, ¿me permitirías guiar personalmente a Halia a su habitación? Apóyame con organizar sus pertenencias, por favor.
La mujer asintió silenciosamente y se retiró. El joven Igorson le dio la misma sonrisa que no paraba de dedicarle: tenue, tibia y poco comunicativa. Sin rechistar tomó su posición a un costado del castaño y lo dejó guiar el camino.
✫ ❂ ✫
EL RECORRIDO HABÍA SIDO TAN INSULSO COMO MONÓTONO, Halia se había cansado más mentalmente de lo que sus piernas podrían testificar por la caminata. Por más que intentó indagar en las razones más profundas por las que Haakon querría éste matrimonio, las respuestas salían de su boca como series impresas a molde. Lo hacía por el bien común. Lo hacía por Vanaheim. Lo hacía por ella. Lo hacía para terminar con las injusticias. Lo hacía para detener a Freyja.
Era hasta la fecha que Halia no podía recontar una mínima vez en la que haya sido testigo de alguien actuando lejos de sus propios intereses. Poco creía que Haakon sería el primero en demostrarle lo contrario.
Cuando por fin la encaminó a las puertas de la pieza designada para ella, Halia pronunció su último cuestionamiento y el que más punzaba su curiosidad: el paradero de su hermana, aquella que le había compartido su amistad por tantos años.
—Haakon.
—¿Sí?
—Perdona mi intromisión, pero no pude evitar notar que en todo el recorrido no mencionaste a Tova.
El joven encuadro sus hombros, evidentemente tomado desprevenido.
—Tova está bien. Se casó con un miembro de la corte. Bueno, asumo está bien, no he vuelto a escuchar de ella.
Innegablemente, la respuesta le resultó decepcionante a Halia, pero no por las razones incorrectas. Deseaba verla, pero aplaudía su astucia. La joven no ignoraba su fortuna al nacer como fruto único del vientre de su madre, cualquier varón que compartiera su sangre la hubiera opacado como heredero.
—Bueno, te dejo para que descanses, bella.
Con una sutil reverencia, Haakon besó el dorso de su mano y se retiró, dejándola por fin sola. Conversar con él le daba un sentimiento parecido al de conversar con una tabla de madera. Prefería jugar Veo, Veo con su nueva doncella.
Halia entró a la habitación a sus espaldas de mala gana. Sus pertenencias ya se encontraban ahí, acomodadas impecablemente. El interior parecía hueco; un vórtex de viento y disparidad que parecía querer absorber sus ánimos con éxito. Sintiendo sus piernas como bolsas llenas de arena, la rubia se arrastró hasta el taburete más próximo a ella y se desplomó en él.
Teniendo los más fuertes deseos de que sus padres estuvieran orgullosos de ella por este intento de pelear por su legado, Halia se quedó dormida.
...
...
—Psst...
...
—Psst...
La vanir se sacudió ante el segundo impacto de una pequeña roca contra su pómulo. Traída de vuelta a la conciencia de forma brusca, su espalda la recibió con un tenso dolor debido a mala postura en la que había dormitado y de sus labios se escapó un quejido ronco. Con ojos hinchados, boca seca y visión que no se ajustaban a la nueva oscuridad que adornaba la habitación, Halia miró de lado a lado esperando una señal de vida. Acababa de tener un sueño en blanco, que ahora la desorientaba en su regreso a la realidad. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?
—¡Psst!
Otra roca había logrado caer en su nuca.
—¡Auch!
Ágilmente, Halia se puso a la defensiva, dando la cara a su ventana.
—¿Quién eres?
—¡Ábreme ya, princesa!
Ella enarcó una ceja al ver a una sombra negra pedir la entrada desde el balcón de su ventana. Llevaban años que no se referían a ella de esa forma. Se rio.
—Claro, ¿quieres que te ayude a clavarme el cuchillo en el cuello o de esa parte te encargas tú?
Su contraparte bufó.
—Hablo en serio, tienes que dejarme pasar —tapando la tenue luz de la luna que se colaba en sus aposentos, la figura se desenmascaró. A pesar de estar a contra luz, Halia distinguió suaves facciones femeninas—. Vengo en nombre de Tova.
Contra todo sentido de supervivencia, Halia quitó el pestillo de la ventana de barrotes y la dejó pasar. Confiaba ciegamente en las mujeres, ¿qué problema había con eso?
—¿Tova? ¿Ella está bien?
La mujer de tez oscura se deshizo por completo de la tela negra que cubría su cabeza, mostrando una gran cabellera trenzada que caía pesada por su espalda. Se encogió de hombros, escaneando su alrededor.
—No lo sé. Solo dejó instrucciones muy claras desde la corte.
Halia la imitó y miró a su alrededor también, sin tener una imagen clara de qué era lo que buscaban.
—¿Instrucciones?
—Te sorprenderá saber que Haakon no solo se despertó hace una semana con la idea de tomar tu mano y restaurar un Vanaheim distinto. Necesito que me acompañes. Daremos un paseo.
Halia asintió, esperando que éstas fueran las respuestas que Haakon no parecía querer darle. Con toda la intención de dar el susodicho paseo, Halia abrió camino a la salida de su habitación, pero los dedos de la contraria pronto se enrollaron en su antebrazo para detenerla. La mujer la miró con seriedad y negó con la cabeza. Con solo un gesto de su barbilla, le apuntó a las sombras que bailaban por debajo de su puerta. Había dos personas ahí afuera. La mujer movió sus labios al son de "guardias". Halia enarcó una ceja en confusión, mientras la otra posaba un dedo sobre sus labios recomendándole discreción.
—¿Cuál es tu nombre?
—Nereida. Vamos, ponte esto.
Vestida de negro de pies a cabeza en una moda parecida a la de Nereida, Halia salió por la ventana a su balcón con una nueva adrenalina bombeando sus pulmones. Agradecida por tener otra actividad que no fuera caminar, mientras arrastraba su vestido como si tuviera una vara incrustada en la espalda, Halia gustosamente saltó sobre la enredadera que cubría las paredes de la propiedad para descender por ella hasta tocar el suelo de un último salto. No protestó nada, no preguntó de más, solo siguió a Nereida y a su intuición.
Afuera, un par de caballos bien educados las estaban esperando. Ambas montaron el correspondiente y Halia se enfocó en seguir de cerca la cabalgada de la desconocida.
—Pon atención.
Halia acató la orden, teniendo la expectación al borde de un arrecife. Entrañó el firmamento con una dedicación sin igual, ansiando honestidad con cada fibra de sí. Observó el cielo sobre sus cabezas, asemejado a una pecera que atrapaba nebulosas dentro de sí: brillantes, gaseosas y calladas. El aire se sentía frío en sus mejillas, al viajar por sus cabellos y al impactar en las manos que se aferraban a la montura del caballo. Los grillos orquestaban sus cantos con el silencio de la noche como lienzo y el olor a césped de Vanaheim la inundaba de nostalgia. Halia no entendía. ¿Poner atención a qué? ¿Qué era lo que no veía?
Nereida frenó en cuanto alcanzaron la cima de un monte cercano al centro de la ciudad. Halia no espero nueva instrucción, sino que bajó del caballo más frustrada que antes.
—¿Poner atención a qué, Nereida? ¿Qué diablos está pasando? —exclamó, imponiéndose a sí misma frente a la morena.
Eso no pareció perturbar su calma.
—A esto —señaló a su alrededor—. A la paz. ¿Cómo vas con tus clases de magia seidr?
—¿Mis...? —a Halia se le cortó el aire.
Con un movimiento fluido de sus manos, Nereida invocó una luz tan fuerte que quemó sus ojos por unos segundos, pero iluminó efectivamente sus alrededores. La rubia parpadeó rápidamente para disipar los brotes de colores que danzaban en su visión. Mientras más se enfocaba, el peso de lo que Nereida quería mostrarle se asentaba sobre ella. Era un mural de aproximadamente 5 metros de alto, posicionado perfectamente de cara al corazón de Vanaheim. Halia parpadeó más veces, ya no por la luz, sino por la impresión. Descuidadamente retrocedió sobre sus pasos para contemplar la totalidad de la obra. Nereida la tomó del brazo antes de que pudiera tropezar.
El mural mostraba en todo su esplendor el rostro de su tía que la miraba con ojos infundidos en bondad. Los trazos denotaban un realismo que mandó escalofríos por las extremidades de la joven. Le faltó el aire unos segundos más, mientras abría y cerraba la boca como pescado fuera del agua.
El mural tenía una inscripción:
Larga vida a la reina Freyja.
—Freyja no es la reinante incompetente que Haakon te quiere hacer creer que es. Vanaheim la ama. Después del caos del partir de tus padres, ella trajo armonía, seguridad y calma.
—P-pero... —las palabras tropezaron en los labios de Halia con brusquedad, salientes de su indignación—. ¡Ella fue quien mató a mi madre! ¡No es digna de ese trono! ¿Por qué...?
Las miles de preguntas se quedaron atrapadas en su garganta.
—¿Por qué nadie está enojado? —balbuceó finalmente, sintiéndose pequeña en su ingenuidad.
—Esa noche se supo que hubo destrucción en el palacio, pero no los detalles. Freyja dio un comunicado anunciando la muerte de tu padre a manos de Sutr y sus desafortunados destinos a manos de los gigantes de Jötunheim. Específicamente, bajo órdenes del padre de tu mamá, Halia.
Más indignación, pesada y calurosa, perforó la base de la garganta de Halia, mientras mantenía la mirada fija en el rostro retratado de su tía.
—Halia. Con anunciar sus desafortunados destinos, me refiero sus muertes: la de Gerd y la tuya.
Con otro movimiento que fluyó desde su hombro hasta la punta de sus dedos, Nereida develó un mural que descansaba debajo de la imagen de Freyja. La pintura se mostraba mucho más roída y desgastada, los rastros sobrevivientes de lo que una vez fue. Era una imagen de sus padres lado a lado, coronas en sus cabezas y mirada solemne. En medio de ambos estaba una niña a su imagen y semejanza, protegida con ambas figuras que se erguían a sus costados. El labio inferior le tembló, mientras vocalizaba las escrituras al pie de la obra: eran sus nombres grabados debajo de un descorazonador "descansen en paz".
—No vayas a llorar —le advirtió Nereida, justo en el momento en el que sus ojos se desbordaban en una cascada de llanto.
—Sí voy a llorar —la contradijo con voz ahorcada, soltando un par de sollozos golpeados.
A pesar de advertirle que no lo hiciera, no rechistó y le dio un momento de silencio en el que Halia intentaba descifrar como vivir dentro de ese cuadro junto a sus padres.
Todo este tiempo. Todo este tiempo. Las piezas encajaban.
—¿Por eso nadie me buscó?
—Y por eso nadie está enojado. Hay paz entre los vanir, no el caos que Haakon te prometió.
—¿Cómo supo él dónde encontrarme?
—Alguien de la corte personal habló. Tova...
—Está casada con uno de los miembros —completó y Nereida asintió—. ¿Este es su intento de detenerme? ¿A eso te mandó?
Ella negó.
—Tu lugar en el trono es legítimo, de eso no hay duda. Si los vanir supieran que estás viva, que Freyja mintió y que tu madre murió a sus manos, habría guerra; no habría tolerancia. Lo único que Tova quiere es que sepas perfectamente lo que estás haciendo y por qué lo estás haciendo. No que tomes decisiones movida por las mentiras de Haakon y sus delirios de grandeza.
El pecho de Halia subía y bajaba a un ritmo desmesurado. Su semblante entero se había deformado en los más amargos pensamientos. Desde lo profundo de su diafragma, un grito desgarró el aire de sus labios. Con media vuelta, saltó de regreso a su caballo y no le dio una segunda mirada a Nereida antes de cabalgar lejos.
✫ ❂ ✫
FUERA DE SU ABSURDA VESTIMENTA OSCURA, y después de recorrer Vanaheim con ríos salvajes corriendo por sus ojos y la mente zumbando en miles de pensamientos, Halia cruzaba la propiedad de Haakon con pies firmes. El personal había sido mucho más cooperativo de lo que esperaba; cada que preguntaba qué dirección tomar para encontrar al señor del lugar, todos tenían una dirección acertada que proponerle. Fueron las dos figuras resguardando las puertas de su habitación los que parecieron más reacios a atender sus exigencias.
—Por amor a Freyr, déjenme pasar —proclamó con las manos en puños a sus costados. Ellos solo se miraron entre sí—. ¿Tan difícil es ver por un segundo a mi futuro esposo?
Las palabras futuro esposo parecieron ser el encanto correcto. Con coordinada exactitud, se hicieron a un lado. Empujando de ambas manijas, Halia se abrió paso a la habitación del susodicho. Estaba más oscura que los pasillos, se aglomeraban tumultos de sombras abriéndose paso por la forzada vista de la rubia. Dos pares de velas habían sido colocadas en cada costado, elección dudosa ante el tamaño del lugar, pero no eran aquellas las que brillaban más fuerte. A un lado de la cama, acomodada en una vitrina de cristal, se encontraba una resplandeciente espada en exhibición. Halia no podía ver los detalles bajo la funda, pero inmediatamente supo quién era y su corazón se detuvo. La furia, la confusión, la frustración, todo estaba en silencio, sometido ante la estupefacción.
Lævateinn, la espada de su padre. Misma que había regalado a los Jotun a cambio de la mano de su madre. Misma que le había asegurado las victorias en su reinado. Misma que hubiera prevenido que Sutr le pusiera una mano encima a él o Freyja a su madre.
Lævateinn. Summarbrander. La espada de verano.
Sus oídos habían dejado de escuchar y su visión estaba pegada en el mango del arma que cantaba una divina canción solo para su mente. Ni siquiera atinó a reaccionar, cuando Haakon se interpuso en su camino.
—¿Te gusta? —preguntó, deshaciendo los botones de las muñecas de su camisa.
—¿Gustarme qué? —preguntó inocentemente, luchando por salir de su estupor.
Haakon alzó sus brazos a ambos lados haciendo referencia a su habitación.
—Colecciono distintas reliquias de mis viajes —Halia señaló con su dedo por encima de su hombro a aquella arma que parecía solo brillar a sus ojos—. Oh, ¿te gustan las espadas?
Ella asintió mecánicamente, temerosa de dar un paso incorrecto y que ésta desapareciera. Tantas leyendas, tantas historias. Todos se estremecían al escuchar su nombre. Quería escuchar a Haakon pronunciarlo.
—Es una baratija, en realidad. Poco filo, pero es bonita. Uno de mis sirvientes me la regaló, diciendo que lo había conseguido del personal del mismo Sutr —Haakon se rió estruendosamente—. Las cosas que dice la gente para vender. La acepté con el mismo gusto.
Halia no dio crédito a lo que escuchaba. Sin embargo, cuando pretendió terminar la distancia entre ella y Lævateinn, su vigor fue confundido con un deseo totalmente distinto. Haakon la ciñó por la cintura y la besó, mal interpretando profundamente las intenciones que tenía al estar en sus aposentos.
Halia maldijo la mente tan simple del hombre y maldijo su desafortunada situación, pero donde había confusión ahora había resolución. Siempre hubo una razón por la cual ella debía regresar a Vanaheim, pero no era la lucha de poder hacia el trono, sino recuperar el legado de su padre de una forma totalmente distinta.
Tenía que recuperar la espada de verano.
nia's note <3
qué onda, hi, hello, qué tal.
¿me recuerdan?
han pasado mil años, pero
estoy tan feliz de estar aquí.
(!!!)
ya estoy escribiendo el siguiente,
espero ya irles publicando sema-
nalmente y estas vacaciones acabar
el primer acto!
coméntenme para no parecer
loquita hablándole a la pared
jajsjdhjaja
¡gracias por estar aquí!
cualquier comentario, duda o sugerencia, aquí estoy <3
¡les amo con todo mi corazón!
chau
💌
próximamente...
07. rescatar a la princesa
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro