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03

Tzuyu se alegró de que ninguna de sus amigas había intentado seguirla. Solo había cruzado la calle al pequeño parque. Tzuyu siempre venía aquí cuando necesitaba pensar. Y gente, tenía mucho en que pensar.

Sabía que debería darle una oportunidad a Sana, pero era tan difícil. Cuando miraba a la chica, veía la misma cara que había leído sus mensajes de texto privados delante de toda la cafetería. Eso es una razón para estar así con ella, ¿cierto?

Pero al mismo tiempo, la Sana que había aparecido de pie delante de su puerta parecía completamente otra persona. Las cuatro amigas sabían que algo iba mal pero no tenían idea de que era.

Tzuyu gimió, sentándose en un banco en la parte trasera del parque y levantando las manos para peinar su cabello. Ella levantó la cabeza, deteniéndose por un momento. Un puñado de margaritas a lo largo del camino captaron su atención. Era un milagro que aún sobrevivieran, considerando lo cerca que estaban del invierno. Inmediatamente inspirada, Tzuyu sacó su cuaderno de dibujo de la mochila y sujetó el lapicero en medio de sus dientes mientras buscaba una hoja limpia.

La razón por la cual Tzuyu amaba dibujar era porque podía capturar la esencia de cualquier momento. Ella disfrutaba tomándose su tiempo para observar el sujeto que iba a dibujar, quería saber cada curva, cada sombra, cada parte luminosa, cada pequeña imperfección. Así era como encontraba la belleza en las cosas.

Comenzó con el tallo curvo de las margaritas, asegurándose de resaltar el resplandor del sol contra la hierba que rodeaba las flores. Su lápiz raspó contra el papel grueso, trabajando a una velocidad impresionante. Su cabello colgaba frente a su cara y tomó su labio inferior entre sus dientes en concentración.

Sin embargo, su mano se congeló cuando miró hacia arriba. Su vista de las flores había sido bloqueada por una pequeña figura. Tzuyu reconoció instantáneamente su camisa.

—Sana, ¿qué estás-?—la voz de Tzuyu se apagó cuando Sana se dio la vuelta agarrando un ramo de flores. Las flores que Tzuyu estaba dibujando ahora estaban recogidas en la mano de Sana. La chica más pequeña parecía más que satisfecha de sí misma y alzó las flores para que Tzuyu las viese.

—Las encontré—Sana sonrió ampliamente, caminando hacia Tzuyu y prácticamente llevándole las flores a la cara. Tzuyu espetó empujando las manos de Sana fuera de su cara, lo que causó que las flores cayeran al suelo.

—Ouch—Sana murmuró agachándose y recogiendo cada flor una a una, levantándolas al sol como si estuviese comprobando que estuviesen bien. Tzuyu cruzó los brazos y se colocó delante de la chica.

—¿Por qué elegiste esas?—Tzuyu resopló cerrando su cuaderno de dibujo de golpe y arrojándolo de nuevo a su mochila. Sana se puso de pie y abrazó las flores contra su pecho.

—Eran bonitas—sonrió, mirando las margaritas y riéndose.

—Si, ¿sabes qué?—preguntó Tzuyu, sin esperar ninguna respuesta—Las has matado—la chica de ojos mieles señaló el trozo de césped en el cual habían estado las flores.

—¿Qué?—Sana susurró, luciendo preocupada. Se arrodilló junto al parche de hierba y lo palmeó suavemente—Oh—murmuró, sacudiendo la cabeza.

—A veces necesitas mirar las cosas bonitas desde lejos—Tzuyu suspiró. Como si no estuviera ya frustrada, esto solo empeoró las cosas.

Sana levantó la vista del césped por un momento y se encontró con los ojos de Tzuyu.

—¿Cómo tú?—preguntó, inclinando la cabeza como un cachorro confundido.

Tzuyu puso los ojos en blanco.

—Adiós, Sana—murmuró, agarrando su mochila y corriendo por el camino antes de que la otra chica tuviera oportunidad de responder. Sana miró a Tzuyu alejarse hasta que la chica no era más que un punto en la distancia.

La pequeña chica se giró hacia las margaritas pasando las manos por el césped donde antes estaban las margaritas que había arrancado.

—Estúpida—murmuró, sacudiendo la cabeza y golpeándose la frente un par de veces, como para comprobar si su cerebro estaba hueco—Estúpida—repitió, agarrando una margarita e intentando volver a conectarla con el tallo.

—Mal—suspiró ella. Sus manos temblaban de frustración mientras trataba de hacer que la margarita se pusiera de pie en el parche de hierba una vez más—No, mal—sacudió la cabeza rápidamente y siguió tratando de que la flor se pusiera de pie.

Una gota de agua en su espalda hizo saltar a Sana. Miró hacia el cielo, tratando de determinar de dónde venía. De repente, hubo otra gota, y otra, y otra, hasta que fueron demasiadas para que la chica las contara.

—Ouch—murmuró ella. Inclinándose rápidamente, recogió las flores y las sostuvo con fuerza contra su pecho. Sacudió la cabeza, mirando a su alrededor en busca de algún lugar donde el agua no pudiera lastimarla. Lo más grande que pudo encontrar fue el bosque, así que sostuvo las flores cerca de ella y se apartó del camino, tropezando entre la maleza.

(...)

Tzuyu acababa de quedarse dormida cuando alguien irrumpió en su habitación. Caminó de regreso a casa y se dirigió directamente a su cama, con la intención de dormir un poco para sacar los pensamientos de Sana de su cabeza. Desde que había dejado el parque, la chica más pequeña había sido lo único en su mente.

Ella gruñó, sentándose y mirando a la figura en su puerta.

—¿Qué quieres?—resopló, limpiándose los ojos y mirando a Nayeon.

—¿Dónde está Sana?

—¿Cómo se supone que voy a saber?—Tzuyu levantó las manos en el aire.

—La dejé en la habitación de Jihyo hace veinte minutos porque tenía que hacer tareas y cuando volví se había ido Tzuyu, ido—Nayeon negó con la cabeza y suspiró con frustración.

—La última vez que la vi fue en el parque—se encongió de hombros Tzuyu, pasando una mano por su largo cabello—Ella recogió las malditas flores que estaba dibujando.

Nayeon respiró hondo.

—Está bien, bueno, ¿dónde estaba?

—En el borde del bosque, donde hay un banco—Tzuyu se puso de pie y encendió la luz. Parpadeó un par de veces para dejar que sus ojos se acostumbraran—¿Por qué eso importa?

—Porque podría estar perdida, Tzuyu—se rió Nayeon ante el total desprecio de Tzuyu por la otra chica—Sin mencionar que hay una lluvia torrencial—Tzuyu levantó una ceja, apartando una de sus cortinas y dándose cuenta de lo terrible que se había puesto el clima.

—Ella puede cuidarse sola—se escogió de hombros Tzuyu, tratando de no preocuparse demasiado por Sana. Por alguna razón, estaba empezando a sentirse mal por la forma en que trataba a la otra chica. Pero Tzuyu sabía lo que había hecho y seguía diciéndose a sí misma que la odiaba.

—Eso es discutible—murmuró Nayeon, apoyándose en el alféizar de la ventana junto a Tzuyu—¿Te contó Jihyo sobre la noche pasada?—Tzuyu sacudió la cabeza.

—Toma las llaves—Nayeon asintió hacia la puerta—Te lo explicaré mientras vamos a buscarla.

Tzuyu gruñó, pero por alguna razón hizo lo que Nayeon le dijo y la siguió a la sala de estar. Pensó que era lo menos que podía hacer por dejar a Sana bajo la lluvia en primer lugar.

Las chicas trotaron bajo la lluvia y se deslizaron dentro del auto de Tzuyu lo más rápido que pudieron.

—Entonces, ¿qué se suponía que tenía que decirme Jihyo?—la chica de ojos mieles encendió el auto y salió del estacionamiento.

—Ve a la izquierda—instruyó Nayeon—Daremos la vuelta por la parte de atrás del parque—Nayeon miró a la ventana—No estoy muy segura, todo lo que sé es que cuando Sana se estaba cambiando, Jihyo encontró cristales en sus pies.

—¿Qué?—los ojos de Tzuyu se agrandaron y giró la cabeza para asegurarse de que Nayeon no estaba bromeando—¿Cristal?

—Sip—Nayeon contestó haciendo notar la p—Se lo tuvo que limpiar y esas cosas—Nayeon limpió la condensación de la ventana del lado del pasajero mientras Tzuyu daba vueltas lentamente por la parte trasera del parque—Lo extraño es que Jihyo dijo que parecía que ella se hubiese puesto el calzado encima del cristal.

—¿Qué demonios?—Tzuyu sacudió su cabeza en confusión—Eso es muy extraño.

Nayeon solo asintió con la cabeza.

—Bueno, pero aquí está y no hay mucho que podamos hacer excepto asegurarnos de que no prenda fuego al piso.

—Nayeon, no la veo—Tzuyu exclamó. Habían recorrido todo el parque sin señales de Sana. Nayeon le indicó a Tzuyu que saliera del auto. La chica de ojos mieles levantó una ceja—¿Por qué yo?

—Porque tú fuiste quien la dejó ahí, para empezar—Nayeon le envió a Tzuyu una mirada incriminatoria. La chica más bajita tenía un punto.

—Ella no es mi responsabilidad—argumentó Tzuyu. Se cruzó de brazos y miró por la ventana. Esto la estaba molestando. Estaba empezando a sentirse mal por Sana. Ella nunca hubiera esperado que eso sucediera—Sana merece estar ahí bajo la lluvia. O algo peor.

—Tzuyu, no pretendes eso—Nayeon se acercó y dejó una mano en el hombro de Tzuyu—Ella es diferente—pensó la chica más baja por un momento—Tú y yo sabemos que no es la misma persona que era hace unos años.

—Si—Tzuyu puso los ojos en blanco—Al menos hace unos años ella sabía que no éramos amigas—murmuró. Nayeon la fulminó con la mirada y Tzuyu levantó las manos en el aire, como si se estuviera rindiendo—Bien, bien, bien, iré—se inclinó sobre el asiento trasero, palpando el suelo. Sus cejas se juntaron—¿Dónde está mi paraguas?

—Creo que Dubu lo tomó prestado la semana pasada.

—Ah, que bien—murmuró Tzuyu, cerrando los ojos y respirando profundamente—Me debes una por esto, Im—Nayeon le sonrió burlonamente y Tzuyu le dio una última mirada a la otra chica antes de abrir la puerta del auto y plantar sus pies en el asfalto mojado.

La lluvia golpeaba contra su coche, sonando como un coro de tambores marchando por la calle. Cerró la puerta del coche rápidamente y levantó las manos para protegerse los ojos de aguacero torrencial. Tzuyu nunca, ni en un millón de años, imaginó que estaría haciendo algo como esto solo para ayudar a Sana Minatozaki. De hecho, probablemente pensó que sería ella quien dejaría a la chica bajo la lluvia torrencial como venganza. Pero ahora, las tornas habían cambiado.

Nayeon le dio un pulgar hacia arriba desde el interior del calor del auto. Tzuyu sacudió la cabeza, antes de quitarse el cabello mojado de la cara y saltar a la acera. Decidió que la mejor idea sería ir al último lugar donde había visto a Sana. Justo cuando puso un pie en el camino de asfalto, un fuerte trueno la hizo saltar.

Tzuyu se dijo a sí misma que estaba corriendo porque quería salir de la lluvia lo antes posible. No podía estar corriendo porque estaba preocupada, ¿verdad? Tzuyu sacudió el pensamiento de su cerebro y patinó hasta detenerse junto al banco donde había visto a Sana. Casi se cae por el impulso, considerando que el suelo ya estaba resbaladizo.

Miró a su alrededor, sin encontrar señales de Sana.

—¡¿Sana?!—llamó, poniendo las manos alrededor de su boca para hacer que su voz viajara más lejos. Escuchó durante unos segundos, tratando de encontrar alguna respuesta bajo la lluvia torrencial. Después de unos momentos sin respuesta, Tzuyu comenzó a escanear el área circundante.

¿Dónde podría haber ido? A Tzuyu se le cayó el estómago cuando pensó en todas las cosas posibles que le podrían haber pasado a la chica. Sus ojos se posaron en un trozo de maleza que había sido pisoteado recientemente.

—¡¿Sana?!—llamó de nuevo, empujando a través de la maleza y a través del mismo borde del bosque. La lluvia era tan fuerte que seguía cayendo a través de las hojas por encima de ella. Ya estaba empapada de pies a cabeza. Su cabello goteaba por su espalda y los lados de su cara, y ahora sus botas estaban cubiertas por una fina capa de barro por haber caminado por el bosque.

Se secó los ojos y miró hacia sus manos las cuales ahora estaban con rayas negras del maquillaje de sus ojos que se había corrido. Tomó la manga de su suéter y se limpió el resto del maquillaje de la cara, todavía escuchando alguna señal de donde podía estar Sana.

Mientras se adentraba más en el bosque, Tzuyu estiró la cabeza en todas las direcciones para tratar de encontrar a la otra chica. La lluvia no mostró signos de detenerse pronto. Solo podía reírse de la situación en la que se había metido.

Paró de caminar cuando notó algo blanco en el suelo, que sobresalía contra la tierra oscura. Se acercó y se dio cuenta que era una de las margaritas que Sana había arrancado. Una mezcla de ira y de preocupación se creó en su estómago.

—¡¿Sana?! ¡¿Dónde estás?!—llamó, aferrándose a la margarita y adentrándose más en el bosque. La maleza comenzaba a ser más gruesa y Tzuyu miró hacia atrás para asegurarse de que conocía la salida.

Un trueno la estremeció, minutos después escuchó un gemido. Esa tenía que ser Sana.

—¿Sana?—gritó más alto, mirando a todos los lugares más rápido. Un destello blanco detrás de un árbol captó su atención, y corrió hacia el árbol, dándose cuenta de que el destello blanco pertenecía a un par de converse blancas.

—¿Sana?—rodeó el árbol y sus suposiciones fueron confirmadas. La chica pequeña estaba sentada acurrucada en una bola, con las manos sobre las orejas y la cabeza enterrada en las rodillas. Tzuyu tuvo que recordarse que esta era la chica que había hecho de su vida un infierno durante tres años.

—Sana—dijo más fuerte que antes, golpeando la pierna de la chica con el pie. La cabeza de Sana se levantó de golpe y una mirada de terror cruzó por su rostro, pero fue reemplazada instantáneamente por una mirada de alivio cuando vio a Tzuyu parada frente a ella.

Tzuyu casi de cae hacia atrás cuando Sana se puso de pie de un salto y rodeó el cuello de Tzuyu con sus brazos. ¿Sana Minatozaki la estaba abrazando? Esto era nuevo.

—Chewy—tarareó la chica más pequeña.

—Ese no es mi nombre—dijo Tzuyu con firmeza, quitándose a la chica empapada de encima—¿Qué estás haciendo aquí?

Sana lo pensó por un momento. Momentos más tarde se agachó y tomó las flores que había arrancado y estaban ahora magulladas.

—Las maté—murmuró, sacudiendo la cabeza.

Sana se inclinó y trató de mantener erguida una de las flores, pero no pudo.

—Estúpida, estúpida, estúpida—murmuró en voz baja, golpeándose un lado de la cabeza con los dedos.

—No hay nada que puedas hacer—Tzuyu levantó una ceja después de observar las acciones de la chica. La lluvia continuaba, incluso más fuerte, aunque parecía que eso no le importaba a Sana. Ella continuaba tratando de volver a colocar las flores en su sitio.

—Sana—resopló Tzuyu, agarrando el brazo de la chica y levantándola de golpe. Sana inmediatamente se tambaleó hacia atrás, frotándose el brazo de arriba y abajo.

—Ouch.

—Estás bien—Tzuyu sacudió la cabeza y comenzó a caminar en dirección por donde había venido—Vamos a volver a casa, vamos.

—¿A casa?—Sana se animó al escuchar las palabras de Tzuyu.

Rápidamente agarró las flores y se las llevó al pecho. Tzuyu hizo una mueca al ver como Sana untaba aún más de barro en su camiseta favorita puesta. Se mordió el labio tratando de alejar cualquier cosa que tuviese que ver con ella y siguió caminando.

—¿A casa con amigos?—Sana preguntó unos metros más atrás de Tzuyu.

—No soy tu amiga—Tzuyu murmuró, acelerando el paso. Estaba desesperada por llegar a casa y cambiarse la ropa empapada y las botas enbarradas.

—Pero teníamos química juntas, así que somos ami–

—¡No somos amigas!—espetó Tzuyu, dándose la vuelta y bajando las manos a los costados—¡No soy tu amiga, y no deberías esperar eso de mi después de toda la mierda que me metiste! Así que... simplemente... solo... deja de hablar—masculló.

—Oh—dijo Sana en voz baja, bajando la cabeza y caminando penosamente detrás de Tzuyu mientras caminaban. El resto de la caminata fue bastante tranquila, excepto por Sana murmurando 'estúpida' para sí misma cada pocos minutos. Tzuyu se obligó a ignorarla.

Finalmente llegaron al borde del bosque y Sana se detuvo, mirando alrededor lentamente. Encontró el lugar donde una vez habían estado las margaritas y se arrodilló.

—Lo siento mucho, flores—dijo en voz baja, dejando las flores suavemente sobre el césped—Buenas noches.

Tzuyu se paró a unos metros de distancia con los brazos cruzados, observando las acciones de Sana. La chica de ojos mieles se obligó a ignorar la culpa que actualmente la invadía. Sana se puso de pie lentamente y se volvió hacia Tzuyu, manteniéndose callada como le había dicho la chica de ojos mieles.

Tzuyu respiró hondo y siguió caminando, suspirando de alivio cuando Nayeon apareció a la vista. Sana se apresuró detrás de ella, sin saber a dónde iban.

—Entra—Tzuyu señaló el asiento trasero del coche. Sana asintió y siguió sus instrucciones. Tzuyu gimió cuando se dio cuenta de lo sucio que se iba a poner su auto. Empujó la puerta para cerrarla detrás de Sana y caminó hacia el lado del conductor.

—¿Dónde estaba?—preguntó Nayeon tan pronto como Tzuyu se sentó. La chica de ojos mieles se vio en el espejo del lado del conductor e hizo una mueca.

—En medio del bosque como una estúpida—resopló Tzuyu, sin siquiera molestarse en mirar a la chica en el asiento trasero. Arrancó el coche y se alejó del costado de la carretera.

—Estúpida—murmuró Sana desde el asiento trasero, reafirmando lo que había dicho Tzuyu. Nayeon le lanzó una mirada a Tzuyu antes de volverse a mirar a Sana.

—¿Estás bien? ¿Estás herida?—preguntó Nayeon preocupada. Sana inclinó la cabeza hacia un lado y levantó sus manos enfrente de la cara, girándolas de un lado a otro.

—Hace frío—fue todo lo que dijo la chica más pequeña, abrazando sus manos alrededor de su torso. Bajó la mirada a su regazo y sacudió la cabeza, enviando gotas de lluvias volando por todo el asiento trasero del auto. Tzuyu la miró a través del espejo retrovisor.

Estaba enfadada. Estaba enfadada con Sana por lo que le había hecho. Estaba enfadada con Sana por haber vuelto. Estaba enfadada con Sana por cambiar, como si ella ni siquiera recordara el daño que le había hecho a Tzuyu.

Pero lo más importante, estaba más enfadada consigo misma por no odiar a la chica que estaba en el asiento trasero de su coche. Porque la Sana de ahora, no era la Sana que había conocido en la escuela secundaria.

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