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Verdades.


Flashback:

Sana puso sus manos sobre la cintura de Tzuyu, la diferencia de altura era mínima, sin embargo le cumplió esa petición, acerco sus labios con los suyos y lo sello con un beso tierno y cálido, que consiguió que sus cuerpos no sintieran más el frió de la nieve. La taiwanesa se aferraba tanto a sus labios que no la soltaba y cada vez que quería separarse no se lo permitía.

—¿Me darías una oportunidad?—Susurro Tzuyu al separarse un poco.

Quedaron en silencio 10 minutos, sin ninguna respuesta y peleando con las miradas.

—De acuerdo—Susurro Sana de vuelta.

Tzuyu sonrió y abrazó a Sana, la oculto en su pecho, ocultaba la expresión de una chica que no estaba feliz, tampoco disgustada. Estaba siendo egoísta en utilizar a una persona para querer ocultar la ausencia de otra. Y no sentía remordimiento alguno.

—Una cosa más—Sana se separo de Tzuyu—Esa noche, la primera vez que me llevaste a tu departamento—Era un poco egoísta, no quería desaprovechar la oportunidad—¿Recuerdas lo que me propusiste?

Tzuyu asintió.

—Lo recuerdo—Bajo un poco la mirada—Te propuse, que si aceptabas ser mi pequeño pasatiempo, te solucionaría tus problemas, ayudaría a tu madre, te ayudaría a ti y no necesitarías trabajar de nuevo con la condición de que tu cuerpo fuera mi juguete—Hizo una pequeña sonrisa—En ese momento, creí que serías solamente eso, un pasatiempo—Miro directamente a los ojos a la japonesa—Ahora estoy enamorada de ti.

—Haré lo que tu me pidas mientras ayudes a mi madre—Sana alzó la cabeza y miró a Tzuyu—Es lo único que pido. 

Estaba perdiendo la poca cordura que mantenía, no quería quedarse con los brazos cruzados luego de aquella mala noticia que recibió en el hospital la tarde anterior. De todos modos, iba a renunciar a Dahyun, cada vez era más imposible el que estuvieran juntas. Ya había pensando mucho sobre la propuesta de Tzuyu, tuvo suerte de que todo pasara tan rápido. 

—Tenemos un trato.

Ambas sujetaron sus manos y se miraron a los ojos.

—Solo te pediré un último favor—Sana guardo silencio unos segundos—Dile a Dahyun que estamos saliendo, estoy segura que eso terminará por romperle el corazón y se olvidará de mi. 

—Nunca terminaré por entenderte, eso es lo que más me atrae de ti—Tzuyu sonrió y le dio un pequeño beso en los labios a Sana—Como tu desees—Le guiño el ojo.

Fin del Flashback.

Toda la ropa estaba cayendo al suelo, la blusa de Tzuyu, la rompió y no se molestó en quitársela botón por botón, la tiro en alguna parte del departamento, lo único que le faltaba por quitarle de arriba era su brasiel que llevaba puesto de un encaje negro que alzaba sus pequeños pechos. Era la primera vez que lo haría con una chica, sus manos aún era inexpertas, estaba improvisando, besaba sus hombros y luego subía al cuello, en todo momento se mantenía con los ojos cerrados, no quería abrirlos.

Los jadeos que salían de la boca de Tzuyu, eran altos, más cuándo bajo hasta sus pechos y jugaba con sus pezones con la lengua, arañando cada parte de su espalda sin piedad alguna. Continuaban en la misma posición, Tzuyu encima suyo, meneaba sus caderas de adentro hacía afuera sobre sus piernas.

Sana llevo sus manos a las nalgas de Tzuyu y con toda la fuerza, la levantó. Le revolvía el cabello como loca y se lo jalaba, no paraban de besarse y morderse tan desesperada mente que terminó hirieron sus labios. La llevo a la habitación, la tiro sobre la cama y se subió encima, besaba su abdomen y con una de sus manos le fue quitando lentamente el pantalón, quedo impresionada al abrir un poco sus ojos. 

La estaba mirando, con esos ojos brillosos que demostraban lo bien que se la estaban pasando. Volvió a cerrar los ojos de nuevo, cada beso que dejaba sobre la piel morena de Tzuyu, le quemaba, no era a ella a quién quisiera estar besando en ese momento, no podía parar, era algo que ella misma escogió y nadie más la obligo. Se detuvo, las yemas de sus dedos rozaban la entre pierna de la taiwanesa. Volvió a cerrar sus ojos, llevaba lentamente su mano hasta el cuello de Tzuyu, la agarro del cuello y le plantó un beso, le metió lengua, exploraba cada lugar en la boca de la contraría, su otra mano estaba enterrada en sus muslos enterrando sus uñas en ella. 

Estaba por meter su mano dentro de las bragas de Tzuyu, un fuerte ruido provenir de la puerta hizo que sus manos se detuvieran y detuviera el beso. La expresión en el rostro de Tzuyu, le sorprendió, en su mirada detonaba miedo. Se quitó de encima y la dejo pararse, se ponía su ropa apresurada. 

—¿Pasa algo?—Preguntó confundida la japonesa. 

Tzuyu se detuvo le pidió que guardara silenció y le guiño el ojo. 

—Escóndete en el baño dentro de la bañera—Le pidió con la voz entre cortada.

Sana obedeció a las ordenes, toda la situación le confundía y le causaba un enorme dolor de cabeza. Se quedo mirando a la ventana de fuera, los rayos del sol entraban por la pequeña ventana del baño, era un buen clima. Escuchaba los pasos de Tzuyu caminar rápidamente hasta la puerta, escuchó la voz de un hombre, era gruesa y se escuchaba de un señor mayor. 

—Padre, no pensé verte hoy—Dijo la taiwanesa.

—¿Con quien estas?—Dijo el hombre mayor—¿Otra vez estas perdiendo el tiempo con niños estúpidos? 

Aquellos gritos le recordaba a su niñez, su padre siempre solía gritarle. 

—Estoy sola, revisaba algunos documentos de la empresa, te prometí que no te decepcionaria—Tzuyu hablaba demasiado animada. 

—Deja de mentir, niña estúpida—Alzó su mano y sin siquiera meditarlo la palma de su mano choco con la mejilla de la taiwanesa—Me estoy hartando de tus tonterías. Tener una hija como tú, solo me causa vergüenza. 

Todo se tornaba obscuro, el cielo incluso se nubló y el fuerte ruido de la bofetada que su padre le dio a Tzuyu resonó en todo el departamento. Ella parecía tenerlo todo, tenía todas las comodidades que cualquier persona pudiera desear, nada era perfecto por que todo tenía un precio, nunca se puso a pensar que eran iguales, eran verdaderamente parecidas por los padres que les tocaron. 

—¿Por que?—Tzuyu tartamudeaba y tocaba su mejilla la cuál dolía—No te he decepcionado, me estoy esforzando. 

—Si ese es todo tu esfuerzo, es decepcionante—Le gritó de nuevo—Eres igual de inútil que tu madre, por eso se murió cuando te tuvo, eso no cambia que eres una hija bastarda. 

Sana no quería quedarse con los brazos cruzados, lo último que escuchó logró que le hirviera la sangre, ninguna persona merecía ser tratada de esa forma. Quería salir del baño y darle unos fuertes golpes al padre de Tzuyu, pero era un asunto en el que no debía intervenir. 

—Lo siento mucho, padre. Prometo que me esforzare más—Bajo la cabeza. 

El padre de Tzuyu solo la miró con despreció, no se molesto en contestarle y le dio un fuerte golpe a la puerta antes de irse. Salió del escondite, miraba desde la puerta de la habitación como cayó de rodillas con las lágrimas cayendo de sus ojos, ocultaba su rostro entre sus manos. Era lamentable todo lo que escuchó, era como si se estuviera viendo a los 8 años, su mano en dónde su padre la quemaba le ardía como si se los estuviera haciendo ahora, miró su brazo y con la yema de sus dedos detallo cada pequeña cicatriz oculta que tenía en el brazo. No tenía idea de como consolarla, un enorme nudo en la garganta le impedía hablar o decir algo para animarla. 

Caminaba hasta dónde estaba Tzuyu, saco un pequeño pañuelo de su bolsillo y se agacho para quedar a la par con ella. 

—Los padres son complicados,. A veces son unas personas horribles—Susurro la japonesa—El mió también fue mal padre, no tengo buenos recuerdos de el y me alegra que se haya ido—Sana volteó a ver a Tzuyu—¿Por que querer impresionar a un hombre como el? Haz las cosas por ti misma, por complacerte a ti. 

Tzuyu quito sus manos de su rostro y volteó a ver a Sana quién tenía extendido un pequeño pañuelo, lo agarro y se limpiaba las lágrimas de su rostro con el. 

—Siempre quise que el me aceptara como su hija—Tragaba saliva—Aunque la prueba de ADN fue positiva, el nunca me registro como su hija—Se puso de pie y cerro sus manos—Mi abuela me creció, no tiene mucho que me entere que el tenía una familia y mi madre solo fue una de sus amantes. 

—Nosotros decidimos sobre quienes pueden herirnos... No somos tan distintas después de todo, ambas tenemos una vida de mierda solo con dificultades diferentes—La expresión de Sana se volvió sería y el brillo en sus ojos desapareció—Las personas apestan, no llores por nadie como tu padre, no vale la pena. 

Nunca solía meterse en asuntos de otros, escuchar toda la discusión solo consiguió que sus malos recuerdos volvieran. Sana se puso de pie, sacudió un poco su ropa y fue en busca de sus cosas que estaban sobre el sofá, Tzuyu se quedo parada en el mismo lugar. 

—¿Por esa razón molestabas a Dahyun?—Continuó hablando la japonesa.

Tzuyu miró a Sana. 

—Sí...—Trago saliva la taiwanesa—Una parte de mi, le tenía envidia a ella y a los demás. Tenía personas que los cuidaban—Acaricio su mejilla de Sana—Ahora que lo pienso, tu eres igual a uno de ellos.

Sana alzó una ceja irónica y rió ante las palabras de Tzuyu.

—Me iré a casa, nos vemos después—Se despidió la japonesa.

Hizo una pequeña reverencia de despedida, sujeto la perilla de la puerta, no pudo abrirla, Tzuyu sujeto fuertemente su mano para impedir que abriera la puerta y se fuera. 

—No te vayas—Susurraba Tzuyu con la cabeza baja—No hemos terminado—Recalcó.

La ropa que llevaba puesta, la fue quitando poco a poco, comenzó con su blusa, seguido de su pantalón, quedo completamente en ropa interior. Se acercaba a Sana, quedo parada enfrente de ella, acomodo un poco de su cabello suelto detrás de su oreja, la miraba directamente a los ojos, quería ser de la japonesa y no perdería la oportunidad de tenerla. 

—¿Te irás?—Tzuyu le susurro cerca de su oído—Conozco más de ti, de lo que te puedes imaginar—Soltó un fuerte jadeo, y luego tomo ambas manos de Sana para que sujetaran su cintura—No te contengas. 

Los deseos de Sana, eran demasiado fuertes, llevaba tiempo sin tener sexo con nadie, y Tzuyu no era una mala opción, cualquier persona cuerda quisiera tener a una chica como lo era ella, su piel era suave al igual que sus labios y aún así, muy dentro de ella misma, deseaba irse del departamento, porque no era Dahyun.

—No puedo hacerlo—Sana se alejó de Tzuyu—Otro día será, hoy no puedo cumplir con tu capricho.

—¿Me estas rechazando?—Tzuyu dio dos pasos al frente—¿En serio?—Arrincono a Sana en la puerta y sujeto su cabello quedando muy cerca de su boca—Terminaremos con esto y luego podrás irte. 

Sana guardo silenció un momento, apretó un poco los dientes y miraba a Tzuyu directamente a los ojos como ella la esta mirando, con la misma intensidad. En ellos reflejaba toda la furia que su cuerpo mantenía resguardado, la mirada de una chica que odiaba que la hicieran sentir inferior, la misma mirada de una chica que detestaba ser rechazada. 

Ni siquiera se molesto en responderle, choco sus labios con los de ellas en un profundo beso que se mantenía intenso, sus manos recorrían cada parte del cuerpo de Tzuyu, bajaba hasta sus nalgas y metía su mano dentro de su ropa interior. La hizo retroceder hasta que llegaran al enorme sofá, la arrincono hasta que termino sentada. Le quito poco a poco el cachetero que llevaba puesto, abrió un poco sus piernas y subió de nuevo hasta sus pechos, saboreando cada pezón con su lengua. 

Tzuyu jadeaba cada segundo, concentraba toda su mente en sentir solamente las caricias de la japonesa, su cuerpo estaba realmente caliente y los besos le quemaban tanto que estaba perdiendo la cordura, nunca se imaginó que terminaría teniendo sexo con la chica que solía trabajar en la cafetería de su tío, la misma chica que causo un enorme interés por su comportamiento tan arrogante y esa mirada tan fría que la miraba desde el otro lado del mostrador, era la misma que terminó enamorada de una chica tan diferente a ella. 

—¿Por que te enamoraste de Dahyun?—Preguntó tan repentinamente la taiwanesa que Sana se detuvo y se separó un poco de ella alzando un poco su mirada para mirarla directamente a los ojos—Se que no es el momento adecuado, solo quiero que me respondas antes de que continúes... 

Sana estaba entre las piernas de la taiwanesa, al escuchar el nombre de Dahyun su cuerpo se congelo, era en la persona de la que menos quería recordar en ese momento. Su cuerpo se puso rigidom no había expresión alguna que demostrara como se sentía en ese momento.

—¿Conoces las margaritas?—Sana agacho la mirada—Siempre fueron mi flor favorita, son pequeñas y necesitan mucho cuidado, muchos prefieren las rosas como tú, sin embargo para mi, no hay flor más especial que las margaritas... Dahyun es mi flor favorita—Sonrió dejando mostrar un poco sus dientes—Yo no soy nada más que un rostro bonito, la chica de mal carácter y un montón de cosas más, pero para Dahyun, no soy nada de eso... Es como primavera, en una chica que solo vive en invierno. 

Tzuyu con su dedo alzó el rostro de Sana para que la mirara. Logró ver como sus ojos brillaban, y su mirada se tornaba más cálidos. 

—Eres un desastre—Tzuyu se agacho un poco y le plantó un pequeño beso en los labios a la japonesa—¿Si otra persona te hubiera ofrecido lo mismo que ello ¿Lo hubieras aceptado? Creía que tenías más dignidad—Miró al suelo—¿Prefieres que te odie? Porque no simplemente decirle la verdad.

Se levantó del suelo, Sana tenía su ropa encima. Su mochila estaba tirada enfrente de la puerta. Antes de dar un paso, se detuvo y volteó a mirar a Tzuyu, recogía cada una de sus prendas que decoraban el suelo del departamento. 

—Hice mi mejor esfuerzo, estoy segura que si tuvieras una oportunidad de salvar a tu madre, tu también harías lo que yo... Dignidad, eso se pierde con el tiempo—Soltó una pequeña risa—Porque soy una estúpida—Susurro Sana antes de abrir la puerta y marcharse. 

Salió de ese enorme edificio, miró al cielo y en la luna le vino el reflejó de Dahyun, toco sus labios y se sentía realmente culpable. No solo la había herido esa tarde, si no que la hizo derramar lágrimas de nuevo. Toco su pecho y su corazón dolía, si la odiaba entonces cuándo el día llegará no le dolería y seguiría a delante. Pero, eso es lo que menos deseaba, no quería que la odie.

¿Cuál era ese día que tanto pensaba?

Las flores se marchitan en otoño... Y cuando llegue ese día, ella también se marchitaría con ellas.

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