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Recuerdos melancólicos.

Escena retrospectiva. 

Tiempo atrás.

No sabía con exactitud que día era, ni siquiera deseaba saber cuanto tiempo había pasado desde esa tragedia que terminó con arruinar la poca cordura que le quedaba. Todo en su casa iba empeorando poco a poco, la comida no era suficiente, su ropa era un desastre y su estabilidad mental se desmoronaba. Hace una semana que su padre se fue de la casa, lo único que les dejo como recuerdos eran ese montón de deudas que ni siquiera en vida podría pagarlas. Era una pequeña casa, para una familia rota como la de ella. Todos la miraban con lastima, miraban esos ojos hinchados de tanto llorar, esa sonrisa que nunca adornaba su rostro. Estaba harta de esa miserable vida que llevaba. 

Iba caminando a un parque cerca de su hogar, llevaba solamente un poco de dinero, el suficiente para poder almorzar y cenar mientras su madre no estaba.  No supo en que momento decidió seguir caminando, paso por aquel parque cerca de su localidad, pero estaba repleto de pequeñas familias divirtiéndose. Verlo, la deprimía más de lo normal. Iba contando cada árbol que posara frente a sus ojos, luego de contar 100 realmente perdió la cuenta, seguramente llevaba el triple debido a que sus pies dolían debido al cansancio. Terminó llegando a una zona muy lejana de casa, se detuvo enfrente de una tienda de ropa, miró por la ventana y estaba repleto de un montón de abrigos, todos eran muy bonitos y el suyo terminaba siendo horrible a comparación de los otros. Resguardo sus manos en sus bolsillos, se quedo mirando fijamente la ventana, sus ojos se encontraron con una pequeña niña a dentro que iba sujetada de la mano con su madre. 

"Por qué solo las flores hermosas pueden disfrutar de la primavera"

Sana sin querer volteó a ver a su izquierda y se encontró con un elegante abrigo negro con una carita sonriente en medio. Se imaginaba con aquel abrigo puesto posando frente a un espejo. No se percató que la niña dentro de la tienda, la estaba mirando fijamente como lo hacía ella hace unos minutos atrás. sus miradas se encontraron el uno al otro, la niña cuyo lunar tenía justo en la nariz, le sonrió tan delicadamente que sus pequeñas mejillas se sonrojaron, terminó frunciendo el ceño de todos modos. 

—¿Como te llamas?—Le hablo desde el otro lado de la ventana—Mi nombre es Mina—Le sonrió dejando ver sus dientes. 

Era la primera chica que le hablaba luego de regresar de japón. 

—Mi nombre es Sana—Le susurro esperando a que lograra escucharla—¿Mina?—Repitió su nombre—¿Eres japonesa igual a mi?—Mina asintió sonriente—Vaya, eso no es muy común. 

—¿Y tu mamá? No es bueno que andes sola afuera, mucho menos sin abrigo con este frió—Mina alzo una ceja disgustada. 

—Ella no puede acompañarme, esta muy ocupada y no tengo frió—Mintió la japonesa. 

Aquella niña dentro de la tienda salió corriendo desapareciendo de su vista. Iba a caminar de regreso, estaba anocheciendo y no podría volver a casa si se quedaba más tiempo parada. Ya estaba por dar la vuelta, cuando escuchó su nombre, rápidamente volteó detrás suyo y se encontró con la niña del lunar alzando sus manos para llamar su atención. No estaba sola esta vez, su madre estaba aún lado suyo con el celular en mano. Le pidió que regresara, estaba dudando, algo muy dentro de ella decía que de no regresar se arrepentiría. 

Tomo la mejor decisión. 

—Sana, apúrate—Gritó Mina ansiosa quién daba fuertes brincos consecutivamente. 

Sana llegó a dónde estaban paradas, la tomaron de la mano y la llevaron a la tienda. No lograba explicar todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Era como si una enorme manta cubría todo su cuerpo consiguiendo que no tuviera más frió de noche. 

—¿Que pasa?—Preguntó recuperando la cordura. 

—Mi mamá, dice que no debes andar por las calles con esa ropa en un día muy helado como hoy—Mina no dejaba de sonreírle—Hoy es mi cumpleaños y en ves de que me compre algo a mi, quiero obsequiarte algo a ti. 

Las personas no hacían nada bueno por los demás, a menos que quisieran algo a cambio. Lo aprendió a la mala, hubiera deseado que no fuera así.

—Ni siquiera me conoces ¿Por que harías eso por mi?

—Por que mis padres me enseñaron a compartir—Soltó su mano de Sana—Y algo me dice muy dentro de mi, que debo ayudarte—Se paro enfrente suyo y le sonrió de nuevo dejandole ver sus dientes y extendió su mano enfrente suyo—¿Quieres ser mi amiga? Estoy segura que seremos grandes amigas en un futuro. 

Sana con todo el miedo del mundo, sujeto su mano aceptando aquella propuesta. Deseaba llorar, su ego nunca se lo permitiría y se contenía todas esas lágrimas de felicidad que ansiaban derramarse en sus mejillas. Era su primer amiga.

Eramos de mundos diferentes, ni eso nos detuvo para hacer crecer ese hermoso jardín que te hacía brillar todos los días.

Fin del Flashback.

Claro que le sorprendió escuchar esa confesión, llevaban mucho tiempo siendo amigas y creyendo que conocían la una de la otra. Se equivocaron, guardaban enormes secretos y le ocultaban a la otra todo ese dolor en sus pechos. Alguien tan buena como lo era la niña del lunar, la que le ofreció su amistad una tarde sin conocerla, la que la había salvado ese momento, era la misma chica frente a sus ojos que la amo tiempo atrás. Lograba imaginarse todo lo que tuvo que sufrir, porque enamorarse de Minatozaki Sana, era un infierno en el que solo salías quemado vivo.  Se miraban la una a la otra, esperando a que alguna hablara. Ninguna parecía tener toda la intención de hacerlo. Miraba el suelo, luego sus zapatos encima de los escalones y de reojo veía a Mina quién tenía la mirada fija en sus zapatos. 

—¿Por que me lo dices tan de repente?—Dijo con incomodidad intentando medir sus palabras—Es algo que no me esperaba, no sé que decirte—Mustió extrañada—Me gustaría decirte algo positivo, pero tu misma sabes que todo hubiera terminado mal y hubiera preferido que no te acerques a mi. 

—Siempre lo supe—Mustió desanimada la japonesa—¿Y si te lo pidiera ahora? ¿Estarías conmigo?—Se acerco a Sana, sostenía su mentón haciendo que la mirara directamente a sus ojos llenos de lujuria por el momento—¿Te quedarías conmigo esta noche? 

Sana agarro la muñeca de Mina e hizo que la soltara. Se levanto del escalón en el que permanecía sentada y camino unos pasos al frente hasta llegar a la calle. Su respiración estaba aumentando al igual que su presión, no lograba pensar con claridad. Esa propuesta, estaba muy lejos de referirse a algo amistoso. 

—No me utilices para olvidar—Enterraba sus uñas en la palma de su mano—Solo estas dolida por lo que hizo Chaeyoung, no dejes que eso te ciegue—Sana volteó atrás para ver a Mina—Tú no eres esa clase de persona, no seas como yo. 

Mina se levantó del escalón, no dio ningún paso, solamente se quedo parada en ese mismo punto alejada de Sana. 

—Lo siento, no pensé en mis palabras...—Estaba avergonzada de sus acciones impulsivas—Yo... solamente no quiero seguir sintiéndome mal.

—Si quieres, me puedo quedar contigo esta noche—Sana caminaba hasta dónde estaba Mina parada—Podemos ver películas, dormir o ir a dónde tu quieras—Se detuvo al frente de ella, le sonrió y cerro la distancia con un tierno abrazo—Eres mi amiga, me preocupo por ti más de lo que tu te imaginas. 

Le correspondió el abrazo, no la forzó ni nada por el estilo. Miró de reojo en la esquina de la casa de Mina, lo único que hizo fue sonreír indirectamente y la abrazó mucho más fuerte. Le pidió que entrara a casa, la recibió con un pequeño vaso de agua. La sentó en el sofá de su habitación, era pequeño pero muy cómodo. Fue a la cocina por un poco de agua y unos bocadillos, estaba sirviendo los vasos con agua. Se distrajo al escuchar el sonido de su celular proveniente de su bolsillo, era un mensaje de Tzuyu, venía con una foto adjunta y unas pequeñas palabras ''¿No crees que se ven muy bien juntos?'', reviso rápido al mensaje, en la foto estaba Dahyun alado de Taehyung, el sonreía de una manera natural, mientras que la menor solo mantenía su mirada perdida como siempre. Estaba celosa. 

Volvió a la habitación de Mina con todos los aperitivos. Se sentó aún lado de ella, dejando la charola aún lado. Soltó un fuerte suspiro, cada vez que la miraba le dolía, nunca se imaginó que la vería en ese estado tan deprimente. 

—¿Ahora me contaras bien lo que paso?—Dijo queriendo retomar el tema de lo de Chaeyoung—No sé si hice bien en preguntarte. 

Mina estaba reteniendo sus lágrimas, intentaba mantener la postura, no quería seguir llorando. Se recostó sobre el sofá dejando caer todo su cuerpo en ese cómodo lugar. Miraba a Sana de reojo, le sujeto la muñeca y le sonrió, quería hacerle entender que no debía preocuparse más por ella. 

—No quiero hablar más de aquello—Dijo en voz baja de una manera lenta y tranquilizadora—Chaeyoung es una gran persona, no la culpo en absoluto—Rió de repente sorpresivamente—Todos nos cansamos de esperar algo que puede ser que nunca llegue a suceder, todos tenemos un límite y la paciencia no es eterna...—Bajo la mirada—Ella llegó a su limite, supongo que lo hizo.

—Que llegara a su limite, no quiere decir que se comporte como una perra—Le susurro Sana al oído a la japonesa—Deja ir simplemente ese sentimiento, será doloroso, pero no dolerá tanto como guardarlo para ti misma.

Sana estaba mirando a Mina sin siquiera parpadear. 

—Sana...—Dijo de repente su nombre para llamar la atención de su mejor amiga—¿No tienes miedo?—La expresión de la japonesa cambió tan de repente como si sus ojos intentaran interrogarla—Lo que quiero decir, es que estas saliendo con alguien. Pero, no es a ella a quién quieres—Cambio un poco el tono de su voz volviéndola un poco más ronca de lo normal—¿No te duele verla con alguien más?—Miró a los ojos directamente de la japonesa—Hable con ella, me confesó que ella también siente lo mismo por ti ¿Por qué simplemente dejas de huir? Lo que quiero decir, es que si yo estuviera en el lugar de Dahyun, dolería tanto que terminaría llorando frente a mi ventana—Hizo una pequeña pausa—Eso sería muy triste—Finalizo. 

Sana agacho la cabeza, agarro un poco de los aperitivos que había llevado y tomo su vaso de agua de golpe. No le gustaba mostrarse débil ante los demás, era como si mostrara un lado del cuál todos se burlarían. La manera en la que Mina se seguía preocupando por ella pase a sus problemas, no cualquier persona lo haría. Su mejor amiga, no era cualquier persona, era alguien importante en su vida. Nunca se dio cuenta cuando se volvió tan importante ni mucho menos de la valiosa persona que mantenía a su lado. 

—Claro que duele verla con alguien más—Respondió la japonesa en voz baja—Todas las mañanas al despertar, me preguntó si estoy haciendo bien—Hizo una pequeña pausa—Nunca te he contado la verdad, no soy una persona que crea que tiene un verdadero futuro—Mina quería interrumpirla pero Sana negó con la cabeza para que guardara silencio de nuevo—No lo tengo realmente—Busco entre sus bolsillo el frasco con pastillas que llevaba siempre consigo y se los mostró—Nací con un problema del corazón—Guardo de nuevo el frasco en su bolsillo—No es la única razón por la que creó que no tengo un futuro, sin embargo eso no puedo decírtelo, estoy segura que querrías hacer algo de saberlo y no quiero eso—Le sonrió a su mejor amiga dejando ver sus dientes—La vida es un asco total.

La profundidad de sus palabras se veían reflejadas en su mirada. Cada vez que se ponía de esa manera, era como si su brazo prendiera llama y lograba sentir como las marcas de quemadas de cigarro volvían hacerla arder hasta llorar. 

—Lo sospechaba, habían días en los que solías agotarte más de lo necesario y te ibas a quejar al baño—Mina se levantó del sofá y se paro enfrente de Sana con una enorme sonrisa cálida—Aún es temprano ¿Por que no vemos una de nuestras películas favoritas?—Le sugirió entretenida—Hagamos de esta mal día, el mejor de nuestras vidas. 

Esa tarde recibió una mala noticia, la cuál hubiera preferido no haberla escuchado. El momento estaba cada vez más cerca, por primera vez deseaba con todas sus fuerzas que no llegará y que todo se convirtiera solo en una pesadilla. Una noche que cubriría todas sus heridas, un día en el que no tendría por que llorar recordando cosas tristeza, si no más bien llorar de felicidad. Al menos eso pretendían las dos. 

Si seguía ese caminó de rosas marchitas, llegaría al infierno del que tanto hablaba.

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