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La mala suerte que la acompañaba parecía no querer dejarla en paz, rió al ver aquel hombre entrar por la puerta, no venía solo y aunque llevaba puesta unas enormes gafas pudo reconocerlo, el parecido que tenía con Dahyun, le sorprendía bastante. Le dio la espalda y miró la puerta de la cocina en dónde Yeji iba saliendo con unos platillos y le sonrió apenas se dio cuenta que la estaba mirando. Desvió su mirada a otro lado, no necesitaba atenderlo y lo único que debía hacer era ignorarlo hasta que cerraran. Uno de sus compañeros cuyo nombre era Dae-hyun se acercó para atenderlo y todo parecía ir bien hasta que el chico gritó su nombre para que fuera. 

—Minatozaki ¿Podrías traer unos vasos de agua?—Le gritó su compañero. 

Sana tuvo que voltear a verlo y asentir a la petición, justo en ese momento se encontró con los ojos del padre de su novia quién sonrió al mirarla. 

—No tardaré—Hizo una reverencia antes de entrar a la cocina. 

Entro casi corriendo a la cocina que todos voltearon a verla, y es que el padre de Dahyun la ponía tan nerviosa, el hombre la miraba de manera muy extraña que le ponía los pelos de punta. Todos dentro de la cocina la miraban divertidos por la acción tan repentina de Sana. 

—Pidieron 4 vasos de agua para la mesa 7. 

—En un momento—Le respondió uno de los asistentes del chef—¿Tú eres la chica nueva? Había escuchado que eres muy bonita y ahora que te veo mejor, tiene razón—Lleno los vasos con el agua y se acercó a Sana para entregárselos—Venir al trabajo será divertido a partir de ahora—Le entregó los vasos sin mirarla—Aquí tienes. 

—Muy interesante tus palabras, pero estoy saliendo con alguien así que abstente de volver a decir tonterías—Sana le arrebato los vasos con el ceño fruncido—Gracias por los vasos con agua. 

Todos dentro de la cocina se rieron e incluso el mismo chico quedo sorprendido por las palabras de la japonesa. 

—Me disculpo entonces—Se disculpo el chico avergonzado. 

 Sana lo ignoró y salió de la cocina, su compañero estaba en la barra, estaba yendo a su dirección de el pero le indicó que fuera a llevarlos. No quería acercarse a la mesa, ni siquiera quería figurar en el mismo mapa que el padre de Dahyun y tener que atenderlo, terminaría siendo un dolor de cabeza. 

—Aquí tienen sus vasos con agua—Sana hizo una reverencia al acercarse—Perdón por la tardanza—Se disculpo. 

Se acercó y dejo los vasos sobre la mesa repartiéndolo a cada uno de los que estaban sentados. El padre de Dahyun no dejaba de mirarla y comenzaba a ponerla más nerviosa de lo que ya estaba. 

—Es una sorpresa encontrarte aquí, ni tan sorpresa porque sabía que te encontraría aquí. Escuché que la amiga de Chaeyoung dijera que estabas trabajando aquí y quería hablar contigo—Dijo el padre de Dahyun.

—No tengo tiempo para hablar con usted ahorita, estoy ocupada—Sana intento darse la vuelta. 

—Es verdad, estas trabajando—El padre de Dahyun bebió agua y quedo mirando el vaso dejándolo caer al suelo—Antes de que regreses a trabajar, limpialo.

Los amigos del padre de Dahyun lo miraban confundido.

—¿Pasa algo compañero?—Dijo uno de ellos.

—No pasa nada, solo se resbalo mi vaso.

Sana estaba conteniendo su irá para no cometer una tontería, Yeji se acercó a la mesa y se puso aún lado de Sana.

—¿Tiene algún problema señor?—Preguntó Yeji.

—No pasa nada, solo se le resbalo el vaso—Sana tocó el hombro de Yeji—Iré por un recogedor para limpiar. 

Yeji dirigió a Sana hasta el almacén en dónde guardaban las cosas de la limpieza. Le entregó el recogedor, una escoba, un trapo y unos guantes. Regreso a la mesa, se agacho para recoger los pedazos del vaso de vidrió y con mucho cuidado los fue recolectando uno por uno con mucho cuidado evitando cortarse con alguno de los pedazos.

—Ahora que te veo bien, mi esposa tiene razón—Se levantó de la mesa—No cabe duda que eres hija de la señora Kang Sun-Hee aunque nunca haya mencionado que tenía una hija.

Sana dejo caer un pedazo de vidrió al escuchar el nombre de su madre.

—Tú madre una simple sirvienta y tu padre un alcohólico adicto a las apuestas—Se toco la barbilla fingiendo que estaba pensando en algo—Lo menciono una vez, que el hombro con el que se caso solía golpearla ¿A ti también te lo hacía? 

—¿Solo a eso vino? ¿Para hablarme de mi familia y querer humillarme?—Sana se puso de pie y quedo viendo al padre de Dahyun con tristeza en la mirada—Si es así, podría retirarse que interfiere con mi trabajo y esta haciendo pasar un mal momento a todos aquí. 

El padre solo rió al mirar a Sana con esos ojos apunto de llorar. 

—No quiero que te acerques a mi hija con mayor razón—Sonrió—Dahyun tiene dos padres que la quieren y la cuidan ¿En cambió tu que tienes?—Hizo una pausa—¿No tienes verdad?—Le dio 3 golpes con el dedo cerca de los hombros de Sana—Así que no quiero venir a repetirtelo de nuevo y que conozcas tu lugar aquí. 

Sana estaba conteniendo toda su irá que estaba sintiendo con aquel hombre, odiaba que las personas quisieran humillarla o la hicieran sentir de menos. Y el lo había hecho desde el principió y se estaba odiando a si misma por no poder hacer nada. 

—Si Dahyun quiere terminar conmigo, que me lo diga ella—Se dio la media vuelta y pudo ver como todos la estaban observando—Si no tiene nada más que decir, buenas noches. 

—Una cosa más, niña imprudente—El padre de Dahyun tomó uno de los vasos de alguno de sus compañeros y lo dejó caer al suelo de nuevo—Te faltó limpiar aquí—Le indicó el hombre con el dedo. 

Yeji estaba parada justo detrás de Sana, hizo que se detuviera cuando iba a dar la media vuelta y se paro al frente del padre de la menor quién la miraba de una manera extraña. Levantó la cabeza y lo quedo mirando con una mirada retadora.

—Usted limpié lo que ensució—Se cruzo de brazos la chica de ojos pequeños—Pude ver que fue usted mismo quién lo hizo, así que limpie, pague y váyase de aquí.

Sana estaba parada justo detrás de Yeji, solo mirando de reojo todo lo que estaba sucediendo. El padre de Dahyun saco la billetera y tiró dinero sobre la mesa. Iban recogiendo sus cosas y se estaban levantando de la mesa.

—¿No me escuchó?—Volvió hablar Yeji—Le dije que limpiará lo que ensució. 

—No tengo que hacer lo que corresponde que es tu trabajo. Si quieres el piso limpió, hazlo que para eso les pagan aquí. 

Salieron del restaurante, las pocas personas que quedaban dentro igual hicieron lo mismo debido a que hora de que cerraran. Despidieron a todos y recogieron las mesas, nadie decía una sola palabra de lo sucedido, Sana no tuvo problemas en volver a limpiar todo el desastre que el padre de Dahyun había ocasionado. Estaba demasiado apenada por lo sucedido y temía que la despidieran por aquello. Terminaron de arreglar todo, volvió a los vestidores y  miró de nuevo la hora en el celular, eran las 12 de la noche y no tardaría Mina en ir por ella, guardó el celular dentro de la mochila y se quitó el mandil.

—¿Conocías a ese señor? ¿Dahyun es tu amiga?—Le preguntó Yeji—El parecía enojado contigo, es un señor con un mal carácter.

Sana no respondió y cerró con candado su locker del trabajo.

—Me acabo de dar cuenta de que eres muy fetiche—Sana volteó a verla—Y la gente así, me desagrada. 

Yeji quedo boca abierta ante la respuesta de la japonesa que no quiso hablar más y prefirió irse. Sana se quedo parada un momento más y se dio la media vuelta para caminar hasta la puerta. Era una noche nublada en dónde la luz de la luna no iluminaba la noche, sus pies parecían moverse por si solos, caminando hacía alguna parte de la ciudad, mirando al frente sus ojos se desviaron sobre una señora que venía caminando con su hija, ambas reían mientras se tomaban la mano y parecían demasiado feliz que la risa en su rostro se desvaneció. Recordó las palabras del padre de Dahyun con respectó a su familia, sentía un enorme odio dentro de si, como si la estuviera quemando en ese momento. 

Flashback: 

Una niña abandonada sin ningún lugar a dónde ir, con un montón de heridas ocultas entre esos pedazos de tela que utilizaba como ropa. Era solitaria, no tenía amigos con los que jugar y la única persona que la quería estaba demasiado lejos para estar con ella, poco a poco quería desvanecerse. Lo único que vagaba por su mente todos los días, es cuando todo el dolor que sentía se terminaría. 

Estaba parada sola en una oficina que desconocía alado de un señor que no conocía. No recordaba mucho, no sabía como terminó en ese lugar desconocido. Al frente suyo habían personas paradas discutiendo, no deseaba escuchar más gritos que tapo sus oídos por completo para no escuchar más a las personas desconocidas y cerró los ojos. Sintió unas manos cálidas sujetar ambas manos y al abrir los ojos se encontró con unos ojos marrones de una señora mayor.

—¿No te gusta escuchar gritar a las personas?—Le preguntó la señora mayor y soltó las manos de Sana—Se que no me conoces pero yo a ti si—Le sonrió y revolvió su cabello—Mi nombre es Minatozaki Aiko.

Sana no dijo ninguna palabra, tocó solamente su cabeza y repitió el gesto que aquella señora mayor había hecho. Nunca nadie, había tenido un gesto similar y no pudo evitar caer en lágrimas.

—No llores, mi pequeña nieta—Se agacho para quedar a la misma altura que Sana—Si prometes dejar de llorar te daré un regalo. 

—¿Un regalo?—Limpió sus lágrimas y la miró—¿Por que me regalarías algo a mi? 

—¿Te gustan las flores?—Sana negó con la cabeza y puso aquella margarita ante sus ojos—A mi me encantan, en especial las margaritas, esta flor en especial significa inocencia y alegría, se parece a ti—Llevó un poco de cabello detrás de la oreja de Sana y acomodó aquella flor en su cabello—Al igual que la margarita tu tienes que sonreír, no volverás a llorar, porque el monstruo no volverá a lastimarte.

Se tocó el cabello y sus pequeño dedos sintieron aquella margarita sobre su oreja, otra lágrima volvió a deslizarse sobre las mejillas. Unos brazos rodearon su cuerpo tomándola por sorpresa, no se movió, era tan cálido que deseaba que nunca la soltará. Fue la primera vez que sintió que alguien en verdad la quería. 

—¿Tú no me harás daño como el?—Susurro Sana con mucho miedo.

—¿Le tienes miedo?—Abrazó con más fuerza a Sana.

—El es malo...

—El no te volverá hacer daño, te lo prometo. 

Todo cambió a partir de ese día, no tuvo que esconderse en la noche en el armario de su habitación, ni tampoco tenía que escuchar gritos, no tenía porque volverse a tapar los oídos. Su abuela no era igual a su padre, era buena y cantaba para ella en esas noches de pesadillas. Cada tarde al llegar de la escuela, luego de un día duro de escuela, salían al jardín y regaban todas las plantas y flores del lugar, para Sana fue una enorme impresión lo bien que estaba cuidado todo y las flores que nacían en ese jardín eran las flores más hermosas del mundo. 

—¿Por qué te gustan tanto las flores?—Sana les echaba agua a un par de girasoles.

—Las flores dicen tantas cosas sin siquiera decir una palabra—Se paró detrás de Sana y miró todo su jardín—Tú abuelo solía traerme flores todos los días, me traía una diferente cada día—Sonrió al recordar—El amaba las orquídeas y me miraba cada noche y me decía que su orquídea preferida, siempre sería yo—Volvió a mirar a su nieta quién estaba quieta mirando al frente—Tú también un día, encontrarás a tu flor favorita y al igual que estas flores, cuidarás de ella.

—No creó, nadie quiera a alguien como yo—Volteó a mirar a su abuela—Si ni mis padres me amaron, dudo mucho que un extraño llegué a hacerlo. 

La mirada de Sana siempre se reflejaba el rencor, el miedo y el odio que llevaba conteniendo desde muy pequeña. 

—Esa persona te va a querer mucho más de lo que tus dos padres lo hicieron—Arrancó una de las flores que Sana estaba viendo al principió—Y cuándo la encuentres, entrégale esta margarita como obsequió—Le ofreció aquella margarita blanca—Y cuidarás de esa persona, como si fuera una flor de este jardín. 

Sana tomó la margarita con las manos y la miró por varios segundos. Sonrió para si misma, imaginando como sería encontrarse con esa persona que la amaría, y en ese momento sintió calidez en el pecho.

—Sí existe una flor para mi, quiero encontrarla.

Fin del flashback. 

Sana se detuvo frente a una parada de autobuses y miró la luz roja del semáforo que estaba todo derecho. Aquel recuerdo la había puesto demasiado sensible, recordar a su abuela era demasiado doloroso para ella. Miró del otro lado de la calle, venía una pareja sujetados de la caminó caminando con una enorme sonrisa y luego miró la palma de su mano.

—Tenías razón abuela—Sana suspiró—Encontré a mi flor favorita pero no puedo cuidar de ella bien. 

Un autobús se detuvo, miró la ruta a la que iba y al ver que pasaba cerca de casa, decidió subirse. Estaba vació, la única persona dentro, era ella y se sentó al final alado de la ventana para ver todo el caminó. Paró a una esquina antes de llegar a casa, seguía con sus emociones por los suelos y lo único que deseaba era llegar a casa a tirarse sobre su cama y dormir. Al estar cerca de casa, pudo notar que la puerta estaba abierta, fue corriendo y entró a su casa mirando por todos lados pero no pudo encontrarse con nadie, todo estaba en orden, o al menos eso creía hasta que su mirada se encontró con los ojos de aquella persona a la que le temía. 

—Cuanto tiempo sin verte, mi querida hija. 

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