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Habían pasado unos días desde la última visita de la menor, la única persona que fue a visitarla antes de que le dieran de alta era su madre, aunque le pidió de manera amable que no fuera, sigo yendo a visitarla. No le gustaba que las personas sintieran lástima por ella, por eso prefería quedarse sola en esa enorme habitación todo el día, era aburrido pero lo prefería a que estuviera gente encima de ella todo el tiempo.
Le dieron de alta muy temprano, eran poco más de las 7 de la mañana. Le trajeron todas sus cosas y fue a cambiarse al baño. El doctor le indicó que no volviera a cometer otra imprudencia o las consecuencias podrían ser mortales; su corazón era fuerte, por esa razón pudieran salvarla. Le recetaron unas pastillas para poder controlarse, de solo ver el preció no pudo evitar sentirse incomoda, eran mucho más costosas que las otras que solía tomar. Lo único que hizo fue asentir a todas las indicaciones.
No tenía un solo centavo en los bolsillos, estaba demasiado lejos de casa y ni siquiera tenía su celular con ella para poder hacer aunque sea una llamada. Miró el reloj antes de salir del hospital, inhalo un poco de airé y comenzó a caminar a casa. A la mitad del caminó los pies le empezaron a doler, sus tenis eran viejos que le lastimaban la planta de los pies. Se detuvo frente a una tienda, movía los pies para que ese dolor se fuera. Todavía le quedaba mucho caminó por continuar, no quiso seguir descanso, quería llegar lo antes posible a casa y tomar un baño. Miraba a todo su al rededor, las personas parecían demasiado felices al caminar y reían todo el tiempo, se perdió tanto en eso, que al darse cuenta ya estaba muy cerca de casa. Se detuvo en la esquina, miraba su casa con tanto despreció y asco, era una casa tan pobre que se alegraba de que Dahyun no pudiera verla. No había nadie dentro, miró el pequeño reloj de su pared y era medio día. Al parecer su madre podría estar en el trabajo, dejo sus cosas aún lado y entro a su habitación. Todo estaba como la última vez que lo dejo y fue directo hasta su cama. Se dejo caer encima, quitó aquellos tenis que lastimaban sus pies, toda la planta estaba morada y dolía cada vez que lo tocaba.
—Me preguntó cuando terminará.
Miró las paredes de su habitación, esas notas pegadas en toda la pared era lo que le recordaba lo miserable que era su vida. Todas tenían escrito algo doloroso de recordar, cada una representaba cosas que la herían y que lograron hacerla llorar. La última nota que escribió la noche anterior a su ataque, estaba sobre su escritorio, la sostuvo con ambas manos y la miró fijamente.
''Dile adiós a la persona que te abandono''
Escuchó el ruido de la perilla de la puerta de entrada. No tardo en entrar su madre con mucha prisa y caminó hasta la habitación de la japonesa. Se quedaron mirando directamente a los ojos con expresiones totalmente distintas, su madre la miraba con tristeza en los ojos y Sana siempre la miraba con despreció.
—¿Por que no me dijiste que te darían de alta hoy? Pude haber ido a buscarte—La regaño su madre.
—No tengo porque decirte nada—Enfrento a su madre—Verte solo me hace recordar el porque no me gusta venir acá.
—¿Puedes al menos ser un poco menos grosera?—Le mustió a su hija—Nos queda poco tiempo juntas.
—No quise ser grosera contigo en el hospital, verte era mi parte menos favorita del día—Sana fue en busca de unos zapatos—No debí haber venido aquí.
Salió cerrando la puerta con todas sus fuerzas. Ver a su madre solo la ponía de mal humor, no tenía ninguna idea de a dónde ir, seguramente su mejor amiga estaba todavía en clase. Decidió ir a casa de Mina, era el único lugar que se le ocurría, aunque tuviera que esperar a que llegara lo prefería antes que quedarse sentada en alguna parte de la ciudad.
Los pies cada vez le dolían más, esta vez no se detuvo a descansar. Lo único que deseaba era llegar a casa de Mina y poder descansar en el suelo. Se detenía cuando sentía su corazón latía demasiado rápido, tomaba un respiró e intentaba calmarse. El pecho ya no le dolía como antes, el dolor cada vez iba disminuyendo. Intento tranquilizarse en el resto del caminó y caminaba más despacio que al principió. Logró ver a lo lejos la casa de su mejor amiga, toda la calle estaba en silencio, el vecindario en dónde vivía era uno de los más tranquilos de seúl. Se dejo caer en la banqueta de la calle frente a la casa de Mina, la boca la tenía seca, moría de sed y las manos le temblaban. Se quedo ahí durante dos horas, intentaba no dormir mientras esperaba, el sueño parecía vencerla poco a poco, luchaba con todas sus fuerzas para no quedar dormida en la calle.
—¡¿Sana?!—Gritó Mina quién venía con Momo del otro lado—¡Sí es Sana!
Sana volteó a ver en dónde escuchó que gritaron su nombre y se encontró con la mirada de sus dos amigas quienes venían corriendo hasta en dónde estaba. Alzó la mano como saludó y les sonrió por unos segundos. Reía al observar como sus dos amigas venían a toda velocidad sin siquiera pardadear, se detuvieron al frente suyo intentando recuperar el aliento y no pudo evitar burlarse.
—Correr no es lo tuyo, Mina—Se bufó Sana—Momo como siempre, sigue en forma.
Las 3 rieron al mismo tiempo.
—¿Que te trae por acá? Pensaba que estabas en el hospital, iba a ir a verte a entregarte todas las tareas que tienes pendiente—Mina buscaba entre sus cosas todo los apuntes de sus cuadernos—Dudo mucho que puedas descansar en una semana—Alzó su dedo pulgar para mostrarle apoyo a su mejor amiga al notar su cara de cansancio—Volviendo al tema ¿Como te sientes? ¿Llevas mucho esperando aquí?
—No llevo aquí mucho, recién llegó—Mintió la japonesa—Lo único que quiero es un poco de agua...
—Vamos a entrar a la casa—Sugirió Mina.
Las dos japonesas asintieron, siguieron a Mina hasta dentro. Como era de esperarse los padres de esta no estaban en casa, esa enorme casa solo la habitaba Mina, la mayor parte del tiempo sus padres siempre estaban fuera y solo la llamaban para saludar o por si necesitaba algo. Se acomodaron en el enorme sofá de la sala de espera mientras Mina iba a la cocina a traerles unas bebidas.
—Quedaste muy delgada—Momo observaba de pies a cabeza a la japonesa—Pensaré muy seriamente en enfermarme para estar en forma.
—Dudo mucho que en verdad quieras eso—Le respondió Sana a Momo—Ahora te ves mucho mejor que yo.
—Siempre lo he estado—Dijo con orgullo Momo acompañada de una enorme sonrisa—Entonces ya no hay competencia, terminé ganando esa tarde.
—No puedo creer que sigas pensando en eso—Se bufó Sana—Olvidé el hecho de que tienes un enorme ego.
Mina traía las bebidas con mucho cuidado de que no se derramara ni un poco en el suelo. Se apresuró antes de que las dos japonesas terminaran peleando como era la costumbre de ambas. Les entregó un par de refrescos a cada una y se sentó en el sofá de alado, uno que era más pequeño.
—El ego de Momo es más grande que su cerebro—Se bufó Mina de la pelinegra—Eso no es un secreto.
Momo frunció el ceño ofendida.
—Que graciosas—Frunció el ceno Momo mirando a ambas—Por cierto, no vas a creer lo que andan diciendo en los pasillos de la escuela—Se acercó un poco más a Sana—Tú amiga la ciega es una rarita como Jeongyeon.
Sana quedo mirando a Mina durante dos segundos y regreso su mirada a Momo quién reía sola.
—¿Por qué dicen eso de ella?
—No lo sé, es solo un rumor que anda rondando—Momo parecía confundida—Solo porque no es tu amiga no la he molestado—Guardo silenció un momento—Eso no quiere decir que nadie lo haya echo ya, vi a YeonJun de la clase 3° tirando sus cosas o empujándola—Bebió un poco su bebida—Espero que no terminé como Jeongyeon.
Mina se paso ahogar con el refresco por las palabras de Momo.
—Ella no va a terminar como Jeongyeon, porque ni tú ni yo la molestaremos—Sana miró con rabia a Momo con el ceño totalmente fruncido.
—¿Porque te molesta? ¿Tan importante es para ti esa ciega?—Momo alzó una ceja—¿Acaso eres tú la novia de la ciega?
Sana tenía cara de pocos amigos, la manera tan desvergonzada de Momo al decir cosas tan delicadas lograban hacerla hervir la sangre del enojo.
—Yo no soy lesbiana—Sana se levantó del sofá—Ni siquiera se te ocurra decir tal estupidez en publico.
Conocía perfectamente sus sentimientos por Dahyun, era la palabra ''lesbiana'' la que ocasionaba que su sangre hirviera del coraje. No quería ponerse ni una sola etiqueta. Y odiaba que por ese simple rumor estuvieran molestándola.
—Solo es una broma—Se rió Momo—Nadie creería que tú seas lesbiana, quédate tranquila—Momo revisó su celular y se levantó rápido del sofá al ver la hora, su madre la mataría al llegar a casa—Me tengo que ir, olvidé que tenía un compromiso con mi familia—Dejo el refresco aún lado—Nos vemos mañana.
Mina acompaño a Momo hasta la puerta, se despidieron una vez más después de ponerse los zapatos. Cerró la puerta con seguro de nuevo y miró de reojo a su mejor amiga quién continuaba con esa expresión de pocos amigos en el rostro. Regreso de nuevo a dónde estaba sentada desde el principió y bebió un poco del refresco para refrescar su garganta que la sentía un poco seca.
—¿Por que no me dijiste que estaban molestando a Dahyun?—Sana miró a la dirección contraría de donde estaba Mina—Entonces esas heridas en sus manos no fue porque tropezara, si no porque la hicieron tropezar—Cerro las manos enterrando sus uñas en las palmas de las mano—¡Porque demonios no me dijo nada!
—No le tomé importancia a los rumores, no creí que la molestaran—Mina se levantó del sofá de nuevo—A lo mejor no quiso contarte porque no quería que te preocuparas.
—¡Aún así debió decirme!—Alzó la voz la japonesa.
—No grites que me causas dolor de cabeza—Mina se masajeó un poco a los lados de la cabeza y miró las palmas de la japonesa que estaban empezando a sangrar—¿Que paso ahora? No solo es lo de Dahyun lo que te preocupa ¿No es así?
Cada vez que enterraba las uñas en las palmas de las manos, solo podía significar una cosa; no podía lidiar con sus propios miedos. Luchaba con todas sus fuerzas para no desmoronarse frente a su amiga de nuevo. El pecho le dolía, el miedo la abrazaba y el dolor la perseguía, las palabras que dijo su madre antes de que se fueran las tenía reprimidas en el pecho, y al escucharlas lo único que causo es que el miedo volviera a ella.
—Estoy bien, no es lo que te imaginas.
Mina seguía observando a Sana, se acercó y la abrazo por detrás sosteniendo su cintura con sus delicadas manos. Asustó por completo a Sana quién dio un pequeño salto al sentir ese sorpresivo abrazo.
—Se que hay hago más ¿Por qué no quieres contarme?—Mina deslizo sus manos hasta sujetar ambas manos de Sana en un intento por calmarla—¿Es por eso que viniste a verme?
—Mina...—Susurro Sana con lágrimas en los ojos—La odio, y aunque la odie no quiero que se muera, no quiero quedarme sola.
—¿Tú madre?—Mina trago saliva.
Sana asentía con los ojos completamente rojos.
—Lo siento mucho, Sana—Mina recostó su mejilla sobre la espalda de Sana apretando fuertemente las manos de la japonesa—No te dejaré sola ni hoy ni nunca.
Sana dio dos paso al frente y Mina la terminó soltando. Volteó a ver a Mina quién parecía querer llorar al igual que ella y dio un paso al frente quedando tan cerca que sus respiraciones podían escucharse.
—Mina...—Susurro Sana con un tono suave dirigiéndose a la japonesa.
Mina tragó saliva al tenerla tan cerca suyo, movió sus manos sin pensar y acarició lentamente la mejilla de Sana. Se estaban mirando directamente a los ojos sin pestañear una sola vez, los ojos de Sana siempre fueron tan inexpresivos, muy diferente a lo que estaba viendo en ese preciso momento, lograba ver aquel dolor que la perseguía día con día. Cerro los ojos y se fue inclinando moviéndose lentamente queriendo pegar sus labios con los de la japonesa.
—No lo hagas—Sana puso su mano para evitar el beso consiguiendo que los labios de Mina terminaran besando la palma de su mano—No te dejaré cometer un error, ni yo tampoco quiero cometer uno.
—Tienes razón, lo siento—Mina estaba demasiado avergonzada de sus acciones—No sé el porque intente besarte, no puedo hacerle eso a Dahyun.
Sana sostuvo a Mina de las manos con una ligera caricia.
—¿Sigues sintiendo algo por mi?—Sana miró hacía otro lado.
Mina no sabía que responder, agacho la cabeza y dio dos pasos atrás chocando con uno de los sofás de la sala.
—No lo sé, Sana.
Un sentimiento de confusión doliendo en el pecho.
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