Y volví a besar los mismos labios, volví a sus brazos, aquel cariño que con imaginación se hizo realidad. Volví a prender fuego sobre la pólvora mojada, las cenizas de un amor impuro y el incienso de algo inexistente. Sin miedo al fracaso, con ganas de más.

— Cariño...somos demasiado diferentes.
— Amor...somos exactamente iguales.

Y un adiós no sirvió de nada, cuando al volver de un último sueño despierto, la realidad me dió un mal trago. Miles de kilómetros separan algo que no existe, y solo, la nitofilia, hizo realidad mis más profundos deseos de amar a alguien que no sabe que amo.