Tal vez no lo hayas notado, pero nunca podrás enfocar la luz que desprende una bombilla, es demasiado incluso para nosotros. Demasiado brillo para simples como nosotros.

Crush, crush...crush.

Si lo piensas bien suena como algo rompiéndose, como una realidad quebrando la fantasía de nuestros sueños.

¿Se puede amar a alguien sin conocerle?
¿Se puede querer a alguien sin sentir su calidez?

¿Y si tan solo es la admiración y la añoranza de poseer lo imposible?
Somos adictos al dolor, no a ese físico, sino al espiritual. Por eso tomamos caminos difíciles y prohibidos y nos atrae lo imposible.

Justo por eso creo que nos enamoramos de lo irrealizable.
No seríamos humanos si nunca deseáramos esa luz utópica que nos duele y ciega.

Es preferible no pensar mucho en lo que no está a nuestro alcance, pero somos ambiciosos y masoquistas y preferimos imaginarnos una vida al lado de esa persona que rompe barreras en nuestra cabeza.

Crush.

Lo perfecto entre tantas imperfecciones. Lo más adorado por nuestra sed de algo excelso.

¿Vale la pena seguir alimentando tormentas sin arcoíris?

¿ Será tan perfecto como lo pensamos?

Crush...

Seguirá existiendo mientras vivamos, seguirá rompiendo corazones como una pandemia incurable. Un virus que nos implantamos nosotros mismos.

Una plaga utópica que ni siquiera nosotros entendemos.