Capítulo 8.
LAS VACACIONES HABÍAN TERMINADO y por lo tanto todos los alumnos ya se encontraban en Hogwarts. El primer banquete del año había sido delicioso como cualquier otro pero lleno de alegría por parte de la mayoría. Amigos contándose cómo habían pasado las vacaciones, compañeros preguntando por familiares... Aunque ese no era el caso de Violet. Tenía dos cosas en su mente, la primera era la conversación que iba a tener al día siguiente con su hermana. Intentaba organizar sus ideas para saber qué y cómo decirlo. Y la segunda era la conversación que tuvo con Regulus en un vagón de tren antes de que ella se fuera de brazos cruzados.
Ambos, señor y señora Black los habían acompañado al andén para coger el tren. Tras despedirse de ellos y dar, una vez más, las gracias por todo, la chica se adentró, dejando un baúl medio lleno para después sentarse en un vagón vacío. Aunque poco tiempo duró estando sola ya que el joven que le había quitado el sueño por fantasear y recordarle apareció y cerró la puerta. Estaba un poco nervioso, podía notarlo porque se arreglaba las mangas de la camisa cuando se sentía así. La razón era desconocida, pero esperaba descubrirla.
―Creo que nunca había escuchado a mi madre hablar bien de alguien durante tanto tiempo, solo le agrada un grupo muy selecto de personas. Me alegro de que le agrades.
―Sí, estoy al tanto de los gustos y creencias de tu madre. Así que sí, yo también me alegro que le parezca agradable. Hay algo que ronda tu mente y parece que te atormenta, ¿se puede saber qué es?
―Es algo que me comentó mi elfo Kreacher, el día de Navidad estabas a punto de enviar una carta. Pero no con tu lechuza. Simplemente tengo curiosidad ya que no destacas por la gran cantidad de amigos que tienes.
Lo sabía, sabía que no se iba a callar el elfo. Y también sabía con certeza que Regulus querría saber la verdad, así que se lo diría, pero no completamente. Solo tenía que saber lo que ella quisiera, es decir, lo que él quería escuchar. Con el paso de los años había aprendido esa lección, que a veces hay que decir a las personas lo que quieren escuchar, así no corres ningún riesgo.
―Lo que escriba o no, mande o no, y a quién no es de tu incumbencia Regulus. Creo que como persona tengo el derecho de libertad y también de privacidad. Pero si tanto te preocupa, sí, escribía a una amiga.
―Por supuesto que tienes tus derechos, no he dicho lo contrario. Pero has tenido suerte, Kreacher me lo comentó primero a mí y le convencí de que no dijera nada a mis padres. Es que tú estás ahora mismo como si no fuera grave el asunto...
―¡Y no lo es! Yo solo mandé una carta a una amiga, punto.
―¡Pero podría haber sido! ¡Si se hubieran enterado habrías tenido problemas! Mis padres no son conocidos por sus suaves métodos de hallar la verdad o su paciencia.
―Soy consciente de ello―ya estaba de pie frente a él, su cabello había adoptado un tono castaño muy oscuro, casi negro. ―No es un misterio que utilicen la maldición cruciatus con sus hijos, por lo que no me extrañaría que la hubieran usado conmigo. ¡Lo sé!
―¡Eres imposible! ¡Un día te caigo bien y al siguiente apenas me hablas! ¡Un día me besas y días después me gritas del enfado! Estamos c... ¡Somos amigos! ¡Y los amigos no se tratan así! ¡No quiero estar así contigo pero debes entender que tus actos pueden tener consecuencias terribles!
―Los amigos no se besan Black.
Pasó por su lado y apartó de un movimiento la mano que se había colocado sobre su hombro y con su bolso en mano se fue de ahí. Acabó pasando más de la mitad del viaje en el baño y más tarde se sentó en un vagón con unos Ravenclaw que leían y no dijeron nada durante el resto del viaje, solo asintieron con la cabeza cuando la pelirrosa preguntó si podía sentarse ahí.
Y ahí se encontraba terminando de cenar, con un trozo de pastel de frambuesa sobre su plato. Una vez que terminó de tomarlo se levantó atrayendo algunas miradas por ser de las primeras en irse y se marchó a la sala común de Slytherin. Iba a paso normal pero en cuanto estuvo fuera de vista avanzó a paso rápido hasta las mazmorras. No tenía intención de cruzarse con nadie en esos momentos e iba a conseguirlo. Una vez que llegó a la entrada de su sala común dijo la contraseña y se adentró en la oscuridad verdosa. Pasó la sala y subió las escaleras hacia los dormitorios de las chicas.
El resto de sus compañeras de habitación no estaban como esperaba. Sus cosas estaban ahí así que sacó un camisón lila y se lo puso una vez se deshizo de su uniforme. Cepilló su cabello y limpió sus dientes y cara y se metió en su cama. Tenía que levantarse pronto al día siguiente por lo que debía descansar lo suficiente. Creía que hallaría respuestas a las incógnitas que tenía pero lo que no sabía era que iba a acabar con más dudas que antes.
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