Capítulo 3.
Las semanas en Hogwarts pasaban volando gracias a los trabajos y tareas que mandaban todos los profesores. Violet dedicaba todo su tiempo fuera de clase para llevar todo al día exceptuando las comidas, la media hora que dedicaba para asearse y sus amadas horas de descanso en la cama.
Pero una tarde al llegar a la biblioteca se dispuso a buscar información en su libro de Historia de la Magia para realizar en un pergamino la determinada tarea.
Se sorprendió mucho al ver un trozo de pergamino doblado entre unas hojas.
Lo comenzó a desplegar con cuidado ya que nunca se sabe cuándo podrían gastar una broma los Merodeadores, no sería la primera vez en ser víctima de alguno de sus planes.
Pero no era ninguna carta explosiva ni nada del estilo, simplemente era una pequeña carta.
Si todavía quieres tomar esas clases de vuelo ve al campo de Quidditch una hora antes del desayuno. No hace falta que traigas una escoba.
Que no te vean.
R. A. B
El escritor del papel sin duda alguna era Regulus y sorprendió para bien a la muchacha ya que pensaba que no se había tomado enserio su conversación de hace casi dos meses en el tren.
Pero Regulus si se tomó muy enserio sus palabras y finalmente se atrevió a dar el paso.
A la mañana siguiente consiguió despertarse a la hora acordada y con cuidado de no despertar a sus compañeras se vistió sigilosamente con ropa abrigada y recogió su cabello con un moño que acabó un poco deshecho por el sueño que todavía tenía.
Avanzó silenciosamente por el castillo y una vez que salió de él trotó hasta el campo de Quidditch para llegar cuanto antes.
Llegó finalmente al punto de queda y para alegría de ella, él ya había llegado.
Pudo observar como se situaba sentado en la parte baja de las gradas junto a dos escobas. Vestía de negro pero resaltaba su gran bufanda de los colores de Slytherin que siempre usaba con gran orgullo.
No se dirigieron muchas palabras el uno al otro, únicamente Violet escuchaba con mucha atención las explicaciones del azabache intentando imitarle.
No es una causa perdida, pensó él, por lo menos sabe cómo manejar una escoba.
La espera valió la pena, se dijo a sí misma, pero no lo diré en voz alta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro