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Sukoshi no kibo

Día cinco: Teniendo un momento más cercano

—Deberías dejar de llorar, te ves horrible —dijo Bakugo, un chico de cabello rubio y ojos rojos que recién regresaba del exterior.

—Es imposible no hacerlo, todo esto es una mierda —contestó el pelirrojo sentado en el suelo.

—Ya casi llegamos, son solo un par de días más de viaje —comentó el rubio tranquilamente sentándose a su lado—. Una mierda o no, no podemos echarnos a llorar no es momento para eso.

—¿Y cuándo será el momento? —cuestionó el otro con voz quebrada. ¿Cómo podía Bakugo estar tan tranquilo después de haber perdido a Denki?

—Cuando las prioridades cambien, en ese momento ya podremos llorar, así que deja de joder pelo de mierda.

Se quedaron un buen rato en silencio recordando lo que no querían recordar, queriendo con todas sus fuerzas ignorar cualquier cosa que solo los llenara de dolor y sufrimiento, en ocasiones los sentimientos era una carga demasiado pesada para llevarla a cuesta, pero al mismo tiempo era imposible descargarla, dejando al corazón estancado en momentos demasiado dolorosos e hirientes. 

Tan solo pocas semanas habían pasado y se sintieron como años, habían viajado desde una punta del país a la otra, escondiéndose, huyendo y sobreviviendo. Solo un sueño los impulsaba, una vaga esperanza que a fin de cuentas era lo único que aún les quedaba, la cual era un lujo que ya muy pocos se permitían, pero ellos quisieron confiar en aquel poco sólido sentimiento y vivir, después de todo la alternativa era demasiado desalentadora como para aceptarla tan fácilmente como la mayoría de sus conocidos habían hecho.

Habían sido cinco personas las que partieron ese día lluviosos ocultándose en la oscuridad de la noche, ahora solo quedaban dos de ellos justo cuando el viaje estaba llegando a su fin. ¿Aquella pequeña esperanza que tuvieron sería real? Se habían embarcado en una aventura sin garantías, pero no les quedaba de otra, donde estaban no se encontraban mejor, pronto todos los suministros en el refugio donde habían vivido por cuatro largos años se acabarían, morirían de hambre o de sed lo que pasase primero.

Y ahora solo quedaban dos personas en aquel ridículo viaje, después de enfrentarse a múltiples peligros y adversidades únicamente sobrevivieron Katsuki y Eijiro cargando con los sueños y esperanzas de todo el grupo que partió aquel día. Cuando anunciaron sobre su partida en el refugio cada habitante del lugar les dijo locos, dementes e idiotas, pero más locos estaban ellos que esperaban la muerte con los brazos abiertos,  aquellas cinco personas habían preferido morir luchando, buscando sobrevivir. Si iban a dejar ese mundo lo harían sin rendirse, vivir era la meta y el sueño.

—Bro, tengo hambre —comentó tranquilamente el pelirrojo y casi de inmediato una fruta le fue ofrecida—. Gracias.

Comieron en calma, contemplando la pared de roca frente a ellos en un silencio cómodo. Hace pocas horas habían enterrado a Denki quien murió debido a una herida infectada, el chico había luchado con todo lo que tenía para sobrevivir, sin embargo, la falta de medicamentos hizo imposible su recuperación. Su novio, Kirishima, el chico pelirrojo que todavía sollozaba suavemente mientras comía la dulce fruta, había quedado devastado, fue un completo inútil ante la naturaleza, pero que esperaba hacer un chico de diecinueve años contra el vaticinio del mundo.

—Kirishima, dormiremos aquí y mañana seguiremos con el viaje, marcaré este lugar en el mapa igual que los demás —informó Bakugo sacando el arrugado papel que tenía marcadas con marcador negro dos cruces hechas con sumo cuidado, puntos que indicaban donde yacían sus demás compañeros, Mina y Sero, lo habían hecho para nunca olvidarles.

—¿Podremos lograrlo? ¿Realmente podemos lograrlo? —preguntó Kirishima intentando contener las lágrimas, pero su voz sonó tan rota y lastimera, al borde de la desesperanza, fue tanto el sentimiento de tristeza que trasmitió en aquellas dos simples preguntas que el rubio cenizo, quien odiaba el contacto físico, se lanzó hacia él con desespero y lo abrazó de tal forma que parecía que estuviese intentando mantener los trozos del roto corazón de su amigo juntos.

—¡Maldición! ¡No te rindas! —Casi gritó Bakugo sintiéndose aterrado. Él no podía perderlo, si  seguía así lo perdería y si eso pasaba no sabría como continuar sin su amigo, sin esa persona que siempre había estado a su lado—. Pelo de mierda no te rindas, yo no me he rendido y Denki odiaría saber que lo haces tú. ¡Llegaremos juntos! 

—Katsubro no llores tú también —susurró el pelirrojo devolviendo el abrazo a su amigo y haciéndolo esconder el rostro entre su cuello como si intentara protegerlo de aquellos terribles sentimientos—. Deja de temblar, yo no me rendiré, seguiremos juntos y llegaremos a la colonia, no te pienso abandonar.

—Nadie está llorando, deja de inventar cosas —contestó entre sollozos el rubio haciendo sonreír, por primera vez en días, a su mejor amigo.

—Entiendo bro, es mejor que descansemos por hoy. 

Allí se quedaron hasta que el sol salió en el horizonte y los pájaros cantaron su matinal melodía, ajenos al mundo aunque fuera solo por unas horas, en una pequeña burbuja que los alejaba del peligro que les aguardaba por la mañana al continuar su viaje, mismo peligro que se había llevado a sus padres y amigos, dejándoles  solos en el mundo.

Pocos días después, más de los que habían calculado, divisaron en el horizonte un gran muro con una enorme cúpula que parecía hecha de cristal. Salieron corriendo de entre los árboles, dejando atrás el frondoso bosque que les había servido de cobijo y refugio, entonces corrieron aún con la guardia en alto hacia los enormes muros, fue la carrera más hermosa de sus vidas, Kirishima rio de alegría mientras Bakugo solo sonreía.

A lo lejos escucharon una bocina, sonido que recordaban vagamente, luego un motor retumbando levemente mientras se aproximaba a ellos. ¿Hace cuanto no veían un auto? No estaban seguros, pero la vista les pareció simplemente maravillosa.

El vehículo se les acercó deteniéndose a unos metros de ellos y un joven de cabello de dos colores se bajó de este con un extraño aparato en sus manos.

—Buenas tardes. ¿Están infectados? —preguntó al mismo tiempo que les apuntaba con aquel aparato el cual hizo algunos sonidos, no les dio oportunidad a los jóvenes de contestar a la pregunta antes de bajarlo y hablar con voz calmada, casi fría—. Están limpios, suban atrás. —Sin decir nada más solo regresó al lado del copiloto. 

Los dos viajeros obedecieron de inmediato y subieron a la parte trasera del vehículo todoterreno blindado donde se encontraba un sucio y herido peliverde.

—Ustedes también lo lograron —comentó el peliverde con lágrimas saliendo de sus ojos esmeralda mientras tenía la mirada perdida en el frente más allá de la ventana delantera auto—. A mis compañeros les hubiese encantado ver este lugar.

—A los nuestros también —concordó el pelirrojo viendo al rubio cenizo quien observaba tranquilamente el paisaje pasar por la ventana—. Estarán felices de saber que lo logramos —dijo al contemplar la sonrisa de su amigo reflejarse en el vidrio.

Lo logré, una historia más, ya se acabó la guachafita de historias cómicas, wajajajajaja. Espero que les gustara el enfoque que le di a este tema, en ocasiones me pongo seria.

¿Tienen alguna duda sobre el mundo de esta historia? Solo pregunten con confianza.

Gracias por leer, como siempre no me canso de agradecer esto. También recuerden que si ven algún error por favor díganme se los agradecería demasiado.

No siendo más nos leemos en la próxima publicación (me di cuenta de que no podían ser capítulos porque no es una misma historias) o en otra de mis historias.

Los quiero.

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