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Hey Sweetie


Los acordes de aquella solitaria guitarra cesaron de sonar en cuanto el timbre que finalizaba el periodo escolar retumbó en toda la institución. Sabía que había hecho mal en escaquearse de las clases, pero ese dia era muy importante para Erick, necesitaba que todo estuviera perfecto, antes de cometer aquella dulce locura.
Era 14 de Febrero, el tan ansiado San Valentín, y tenía pensado algo especial para una personita aún más especial. Pareciera mentira que dos años atrás se hubiera enamorado de alguien de su mismo sexo, al principio le resultó una broma de mal gusto hacia sí mismo, pero bastó solo dos sonrisas de aquel rubio para que el moreno se volviera loco y su corazón casi se saliera de su pecho. Desde entonces, su mirada lo seguía cada vez que se topaban en los pasillos o sus manos picaban por agarrar la suya, deleitarse con aquel sonrojo cuando provocaba que hubiera tropezones o algún roce entre ellos. Si muchos creían que la perfección no existía, era porque aún no habían visto a su hermoso niño, Alex. Aun podía volver a quedarse sordo cuando recordaba como su mejor amiga había gritado como cualquier fangirl al saber quién era la persona que le robaba el sueño.
Y justamente ella había decidido ayudarle a preparar aquello para San Valentín. Tenía miedo, los nervios a flor de piel, pero era ahora o nunca. Dos años en la sombra, tocaba ponerse en marcha.
Recogió la guitarra, guardándola en su respectivo estuche y salió al Hall donde estaban las taquillas. Se acercó a la numero 126 escrito en negro sobre una placa blanquecina, la que le habían dicho era la de Alex, y supo que asi era por la pegatina del Capitán América, al parecer su adorado niño era fan de esos superhéroes. Adentró un pequeño sobre por la ranura de abajo, y raudo siguió su camino, dejando notita tras notita. Había creado un pequeño juego, que si la suerte le sonreía, saldría todo bien y por fin podría agarrar libremente aquellas manos pecosas.

A diferencia de Erick, que era alguien popular y querido por todos, con un gran carisma, Alex era un chico tímido, que siempre portaba una dulce sonrisa, y la mirada al suelo. No solía relacionarse, pero muchos lo querían por la ternura que inspiraba su aura aniñada. Alex tenía un pequeño secreto, que ni sus mejores amigos sabían: le gustaba Erick, desde hacía dos años, cuando lo había encontrado en el aula de música, escondido y tocando su preciada guitarra. Se había enamorado de su voz, de aquel suave tono que envolvía sus sentidos. No hubo tensión ninguna, solo un agradable momento en el que Erick tocaba y cantaba, acompañado del piano de Alex, formando una melodía tan dulce que derretiría cualquier barrera helada con su calidez y ternura. Pero había un problema, Alex supo que se había enamorado del moreno desde el primer momento, y por su miedo a ser alejado por ello, mantuvo una distancia cordial y amena con él dejando algo descolocado a Erick, ignorando los latidos en su pecho desbocados y el rubor producido por su mera presencia.
Una sonrisa embobada surcó sus labios cuando su reproductor puso de forma automática una canción de Luis Fonsi, esa misma le había oído cantar a Erick ese dia, y desde entonces, vivía enamorado de ella. Con un suave y tímido tarareo, se acercó a su taquilla, abriendo esta. Sorpresa la que se llevó cuando vio un papel doblado por la mitad, con curiosidad leyó el contenido:

"Hey sweetie:
¡Al fin me atreví a hacer esto! Sé que esto es raro, pero quiero un poco de tu tiempo. Es un juego, al que quiero que te me unas. Sigue las pistas, y nos veremos al final del camino. Por favor, dame una oportunidad.
Ve al aula de ciencias, busca debajo de la mesa donde siempre te sientas.
Atentamente, alguien que amaría besar tus pecas."

Alex parpadea sorprendido. No sabía a qué venia esto y no dudó en agarrar a Eleonor de la mochila casi ahogándola en cuanto esta pasó por su lado silbando.
-Oye, ¿sabes quién está detrás de esto?- La pelirroja solo sonríe picara y se encoge de hombros hacia la pregunta de su amigo.
-¿Quién sabe? Si tanto te interesa sigue las pistas.- canturrea sin más, antes de salir corriendo y dejar al rubio con la palabra en la boca y la nota en la temblorosa mano.
Alex suspira, no le quedaba de otra que seguir el camino trazado por aquellas notitas y rezar por que aquello no fuera una broma sin gracia de parte de sus amigos, se enfadaría muchísimo.
Caminó con paso ligeramente acelerado, le ganaban las ganas de saber quién estaba detrás de ello. Cruzó la esquina que daba al aula, entrando en esta. Rápido vistazo echó por si alguien estaba escondido alli, pero para su decepción, alli no había nadie. Se acercó a su mesa, la que solía compartir con Carrick, y tantea debajo. En el pequeño cajón que el largo mueble tenia, halló algo frio, como metálico, lo cual no dudo en sacar corriendo, encontrándose con una cajita de latón, alargada y chapada en un tono azul pastel. Abrió esta, dando con su contenido, otra nueva nota, de la cual, una púa de guitarra cayó al ser alzada para leerla. Su corazón se aceleró al ver aquello, la persona misteriosa estaba relacionada con la música y sus ilusiones nacían y morían en segundos. Sacudió la cabeza, tratando de concentrarse en el juego, leyendo la nota:

"Hey sweetie:
¿Te gusta la música, verdad? Por favor, no me confundas con un acosador. ¿Te gustó la púa? Yo tambien tengo una. Aunque admito que hace poquito, un pajarillo me contó que estabas aprendiendo a tocar la guitarra. Me sentí muy emocionado, espero me dejes enseñarte. Usa la púa para que tus dedos no se hagan daño.
Ahora vé a la sala de conferencias, perdona de antemano por hacerte cargar con mas cosas. No te diré el qué, es sorpresa.
Atentamente, alguien que desea tocar algún dia contigo, otra vez."

-¿Otra vez? No puede ser...-murmura para sí mismo. La ilusión se hacía cada vez más grande. No podía ser él, no tendría tanta suerte.
Agarra la cajita de latón, guardando ahora ambas notas y su nuevo tesoro, aquella púa con una "A" grabada en dorado sobre un color azulado. Corrió hacia la sala de conferencias, donde el director solía dar largas charlas que Alex usaba para hacer los deberes del dia siguiente y aprovechar la tarde en otra cosa.
Llegó agitado por la carrera, abriendo de par en par las puertas de aquella enorme sala repleta de sillas vacías. Una de ellas destaca, sacándole una risa y un sonrojo notable. Si su suposición era acertada, esa persona era sumamente adorable.
Esquivó las hileras hasta situarse en medio de todas ellas, frente al enorme oso panda, que sujetaba un bello ramo de rosas rojas, con una nota sobresaliente de entre ellas, la cual el rubio enseguida divisó. Enternecido por aquello, agarró la nota, acercándose a olisquear el suave perfume de las flores, acariciando la cabeza del peluche.
-Que tierno...- murmura abriendo la notita.

"Hey sweetie:
¡Chan chan! Ya estas a punto de acabar, solo una parada más, prometido. Perdona por el oso, pero solo de imaginar sosteniéndolo, prácticamente muero de ternura. Tengo ganas de verte. ¿Estarás sonrojado? ¿Te ha gustado? Es difícil esperarte al final, porque tengo ganas de saber tus reacciones y darme cuenta de que mi imaginación no te hace justicia cuando pienso en lo tierno que te estarás viendo.
Última parada, donde todo empezó, el aula de música.
Nos vemos pronto, Alex. Espero no decepcionarte.
Atentamente, alguien que quiere verte pronto."

El aliento se le fue. Ahora estaba claro quien estaba detrás de aquello, no cabia duda ya. Dejando la pequeña caja en su bolsillo trasero del pantalón, se adueñó del ramo y del oso, como meramente pudo y volvió a salir corriendo, con los ojos brillantes, una sonrisa emocionada, la ilusión a flor de piel. Necesitaba saberlo, necesitaba verle, no podía mas.
La puerta estaba abierta, y no dudó en cruzarla, maravillándose con el espectáculo. Todo olia a rosas, estaba decorado con todas ellas, incluso sobre el piano, petalos descansando sobre las teclas. Queria llorar de lo hermoso que estaba siendo todo. Incluso había globitos rosados y corazones recortados y pegados por todo el lugar. Era hermoso, aun no se creía que alguien se tomara las molestias de hacer algo asi por él.
Un click se oyó, al cerrarse la puerta y los nervios salieron a la luz, dejando a Alex de nuevo con su inseguridad, no atreviéndose a darse la vuelta y encarar a esa persona. Unos acordes sonaron, reconociendo al instante aquella canción, no podía creerlo, era demasiado bueno.

Erick respiró hondo a medida que tocaba la primera canción que ambos entonaron juntos, solo quería cantarle un pequeño trozo del estribillo:
-"Dime que estas solo y que nadie te ve como yo. Dime que no pasan las horas si estamos los dos. Y te juro que si conmigo te vas, siempre con un beso vas a despertar. Y si te enamoras, te juro que me enamoro de ti."- dio los últimos acordes antes de finalizar.

Alex, moria de ternura, era él, era Erick. Giró sobre sus talones, encarandole por fin, para sonreírle mientras las lágrimas se le resbalaban por las mejillas. Se veía gracioso con aquel lazo atado al cuello, mientras se acercaba a él.
-Hey sweetie, soy tu regalo de San Valentín... ¿saldrías conmigo?- Alex soltó las cosas antes de lanzarse sobre el moreno, colgándose de su cuello.
-Has tardado.-Soltó entre risas.
-Pfff, solo dos añitos, merecío la pena.-acaricia la cintura ajena, acercándole a su cuerpo.-Feliz San Valentín.
-Feliz San Valentín... -Y por fin Erick hizo lo que llevaba soñando por dos largos años, llenar de besos todas y cada una de las pecas que tenia sobre el punte de su nariz, antes de atrapar sus labios en un profundo y ansiado beso, que seguramente le quitaría el aliento a su pequeño, pero este no parecía ser reacio a ello, atrayendo el cuerpo del mayor hacia él. Habia sido demasiado tiempo de espera y era hora de recuperarlo.
Ahora que lo tenia por fin con él no pensaba soltarlo en un largo, pero largo tiempo.
A veces hay cosas más dulces que el chocolate, y ellos lo sabían muy bien.
-Hey sweetie, te amo.

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