Daddy's little boy
Las llaves resonaron antes de ser introducidas en la cerradura, un giro de muñeca y el moreno ya estaba dentro.
Ni siquiera dio dos pasos, que otros distintos se apresuraron a encontrarle. Rápido cerró la puerta, pues sabia lo que estaba apunto de pasar. Un borron rojizo se lanzó sobre él, obligándole a soltar el maletín que llevaba para sujetar el cuerpo del chico que se había aferrado al suyo.
—¡Tardaste! —una voz dulce y aniñada le regañó, provocando que se echase a reír por lo bajo mientras enterraba la nariz en su cuello, respirando aquel dulce aroma a algodon de azúcar.
—Perdona, habían bastantes asuntos que necesitaban atenderse con urgencia.
—¡Buh! No me sirve esa excusa. Yo soy mas importante ¿verdad, verdad?
Sonrisa ladina apareció en sus labios, antes de proceder a levantar la cabeza y encontrarse de lleno con aquellos orbes oliva que tanto le atraía.
—Lo eres, de eso no hay duda, pequeño. — Dejando de lado el maletín que yacía en el suelo, comenzó a caminar hacia el salón, dejando el menudo cuerpo en el sofá, para después aflojarse la corbata y quitarse la americana. Beso dejó en la frente, antes de indicarle con un gesto de la mano que se mantuviera quieto mientras volvía a la entrada y recogía dicho objeto de cuero negro y lo dejaba en la butaca, antes de dejarse caer en el sofá.
El pelirrojo, con una sonrisa traviesa, esperó cual niño obediente a que le dieran permiso de moverse, lo cual fue recompensado con un suave palmeo del mayor sobre su regazo. El menor gateó apenas dos pasos , antes de sujetarse del cuello ajeno y situarse con las piernas a cada lado de la cadera del moreno, y sentarse sobre él.
—Axeeeel...— menciona alargando la "e".— Quiero un beso. —ordenó con un puchero.
—Pero Helen, ¿no te lo había dado ya?
—¡No! ¡No lo hiciste!
—Mis disculpas, mi pequeño niño, creí que si. —socarrona sonrisa apareció cuando los mofletes de Helen se habían inflado cual pompas de chicle. Apretó dichas mejillas, con los dedos índice y pulgar, obligándole a soltar el aire.
—¡Mentira! ¡Lo olvidaste a propósito!
—¿Yo? Que ultraje, jamás haría algo asi.
—¡Si lo harias, porque te gusta molestarme!— volvió a quejarse el menor pelirrojo.
—Puede ser, puede ser.— el moreno agarró el mentón del contrario.— Deja de quejarte, o no te besaré, Helen. No te he enseñado a ser un niñito malcriado, ¿o si?
Helen negó con la cabeza y el sonrojo fue apareciendo en sus mejillas, asi como el nerviosismo que precedía a las ansias por ser besado, de sentir ese roce que desde la mañana en que se despidieron no había sentido.
Las ganas crecían a medida que ambos rostros iban acercándose en lo que, a ojos de Axel, parecía ser cámara lenta; quiso relamerse, había deseado todo el dia sentirle cerca, apenas se concentraba en el trabajo por lo mucho que le extrañaba verle sonreír o bailar sobre la cama con los auriculares puestos, vistiendo alguna de sus camisas. Esa imagen había estado presente en todo momento.
Por fin el contacto llegó y Axel pudo sentir con gusto, el escalofrió que había recorrido el cuerpo de Helen. El pelirrojo se había aferrado a las hebras de su nuca y por su parte el mayor había metido las manos bajo aquella amplia camisa que portaba. El roce aumentaba de ritmo y los pequeños mordiscos no se dejaron esperar erizando la piel de los implicados. Pero Axel decidió cortarlo antes de llegar a mas, aun su pequeño seguía castigado por hacer berrinche el dia anterior.
Puchero se formó en los labios ligeramente inflamados del menor, sabia que no conseguiría hacerle ceder, tendría que aguantarse. Por otro lado, el moreno acarició la mejilla del chico, sonriendo dulcemente.
—¿Mi pequeño está enfadado?— ante el asentimiento del contrario su sonrisa se ensanchó.— ¿Porqué? ¿Qué ha pasado?
—Yo quería mas besitos...
—En la noche, por ahora sigues castigado.
—¡Eres cruel, Axel!
—Para nada, solo te estoy educando, pequeño tigre.— Al ver como el pelirrojo le gira la cara con un berrinche, como la vez pasada, se acerca a su oreja para morderla con algo de fuerza, obligándole a soltar un quejido adolorido.— ¿Qué te tengo dicho sobre girarme la cara?
—Q-que no debo hacerlo...
—¿Entonces?
—Pe-perdon...n-no lo haré mas...
—Así me gusta. Ahora...por haber pedido perdon como un buen niño, ¿quieres que te prepare un gofre y nos bañamos juntos? —la mirada de Helen se iluminó de nuevo, esos premios eran sus favoritos.
—¡Vale! ¿Puedo ayudarte?
—Claro, ve a preparar las cosas, enseguida voy yo, voy a cambiarme.
El pelirrojo besó sonoramente la mejilla del mayor antes de levantarse rápidamente y salir disparado a la cocina. En cambio, Axel se levantó soltando una risilla divertida ante el entusiasmo del chico por cocinar juntos.
No se demoró demasiado en cambiarse, por lo que rápidamente estuvo listo y de camino a la cocina. Grata sorpresa fue la que se llevó al ver a su pequeña pareja bailando como si nadie le viera mientras empezaba a sacar los ingredientes de la nevera, era una excelente mezcla de sensualidad y ternura.
Brazos enroscó en torno a la cintura del joven, apoyando el mentón sobre su cabeza.
—Amo verte bailar, ¿sabias?— una risilla dulce y traviesa llegó a sus oídos, contagiando sus labios para sonreír casi de inmediato.
—Lo hago por eso.— añadió con voz cantarina.
En un gesto veloz agarró de los muslos al chico, para dejarlo sentado sobre la encimera libre de objetos. Perfecta ceja arquea, con travesura rozando sus narices.
—¿Ah sí? Vaya, que travieso eres.
—¡Pero así me quieres!
—Cierto, jamas lo negaría. Ahora mini chef...ayúdeme con los gofres.
Pasaron la tarde preparando la merienda y los gofres, que quedaron deliciosos, tanto que Helen repitió dos veces junto a su bola de helado de fresa. Axel no le permitió repetir por tercera vez para evitarle el dolor estomacal y después compartieron un relajante baño.
Sesión de cine hubo, viendo las películas que tanto le gustaban al pelirrojo, desde comedias hasta lo romántico, a pesar de lo mucho que lo odiaba, después de todo, a pesar de que estaba castigado sin mimos en exceso, cumpliría la promesa de pasar la tarde haciendo lo que quería.
Por eso ahi estaba él, intentando consolar a su niño, quien lloraba como si su juguete favorito se hubiera perdido, mientras los créditos finales de la película Titanic asomaban. Palmeaba su espalda, mientras el pelirrojo solo sabia lamentarse por Jack y maldecía a Rose. Odiaba Titanic, pero no podía resistirse a esa miradita brillosa y aquellas suplicas que lo condenaban a ver películas que estando solo no vería ni por oro.
—Ya pasó pequeño, ya pasó— solo atinaba a decir el mayor.
—Rose era una egoísta...ahi cabían los dos...hic...— sollozaba el chico, destrozado por esa decisión mal tomada.— Yo jamas te haría eso Axel...ahi cabríamos los dos juntitos...no te perdería...
—Lo sé, mi amor, cálmate. Rose tomó su decisión y Jack la aceptó.— trataba de consolarle. Le pasó otro pañuelo, era tan lindo mientras lloriqueaba, que su consuelo se mezclaba con la diversión malévola de verle llorar.— Se sacrificó por ella, Helen, no te apenes de ello.
—¡Tu nunca lo hagas! Ni se te ocurra dejarme solo jamas, Axel, o...¡m-mi fantasmita siempre te perseguirá enfadadito!
Basta, con esa carita llorosa, esa mirada cristalina y a la vez enfadada le paraba el corazón de tanta belleza junta. Diestra llevó a su mejilla, acariciando ésta con un roce de sus nudillos.
—Calma, no te dejaré solo jamás asi tu fantasmita no se enfadará, ¿trato hecho?
La respuesta del pequeño fue acomodarse entre sus brazos y ocultar su rostro en el pecho del mayor para relajar sus hombros. Llevaban juntos mucho tiempo, nadie había en el mundo que aguantase aquel yo tan infantil que tenia, nadie, salvo él. Por eso lo amaba tanto.
—T-trato hecho...
—Bien. Ahora, mi llorón y adorable bebé, ¿pedimos una pizza? No tengo ganas de cocinar.
—¿Con extra de atún?
—Con extra de atún.
—¡Va-vale! ¡Pídela, pídela!— ante aquel entusiasmo, rápido Axel se adueñó del teléfono para llamar a domicilio y pedir la pizza con extra de atún tal y como Helen la quería.
No tardaron tanto como el moreno creyó, sonando el timbre a la media hora y poco mas, ventajas de tener una pizzería no muy lejos del departamento.
Cenaron a gusto, entre risas, pues Helen ya se encontraba fuera de su depresión momentánea debido a la muerte de su personaje favorito y devoraba la pizza como si no hubiera mañana. Por su lado, Axel solo se deleitaba con los comentarios animados y con verle tan feliz como un niño en navidad, con tanta emoción que su corazón desbordaba de felicidad.
Llegada la hora de dormir, Helen esperaba que Axel dijera algo para irse a dormir juntos, pero supuso que seguía castigado, por ello en silencio y la cabeza gacha se dirigió a su habitación.
Axel hizo lo propio, prestándole una camisa suya para que el pelirrojo durmiera cómodo y cronometró cuanto tardaría en suceder lo que ya sabia de antemano.
El menor solo sabia dar vueltas en aquella enorme cama, pero no conseguía dormirse, le era muy necesario cierto cuerpo, que lo abrazase y que su aroma lo calmara para conciliar el sueño, pero no estaba.
Harto de estar asi, se destapó de dos patadas a las sabanas y salió del cuarto, escabulléndose hacia el cuarto de su pareja. Odiaba estar en el cuarto de invitados, mas aun cuando él solito se había exiliado en una rabieta por no querer aceptar un castigo que apenas notaba por lo cariñoso que seguía siendo Axel con él a pesar de decir que se restringirían los mimos.
Ahora entraba al cuarto que compartían, atisbando cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, la figura de su novio. A gatas se subió y se acomodó tras su espalda, encogido por si seguía enfadado con él. Pequeño susto se dio cuando su voz le hizo saber que estaba despierto.
—Has tardado, ¿sabes?— su tono de voz era un susurro, nada que ver con un tono enfadado, si no mas bien algo dulce.
—¿Sigues enfadado conmigo?
—No, pequeño.
—E-Entonces...¿puedo quedarme aqui?—el menor se vió rodeado por aquellos brazos que tanta protección y calidez le brindaban.
—Este es tu sitio, siempre lo ha sido, Helen.
—No volvamos a pe-pelear, Axel...me siento triste si no duermes conmigo... —se acurrucó en sus brazos, enterrando el rostro en su pecho, asi como antes lo hizo.
—No mas peleas, lo prometo.
—Te amo, Axel, mu-mucho...
Axel sonrió en la oscuridad, apretando el agarre sobre el cuerpo ajeno, elevando el rostro foráneo por el mentón para robarle un dulce y corto beso, siendo correspondido por Helen, quien sentía esas mariposas en el estomago y su corazón latir desbocado.
—Y yo a ti, nunca te harás una idea de cuanto. Ahora, pequeño mio...duerme.
—¿Ya no estoy castigado?— preguntó el mas bajo, sacándole una risilla al mayor ante su cambio de tema.
—No, ya no.
—¿Volverás a darme mimos extras?
—Todos los que quieras.
—¿De verdad?— volvió a preguntar.
—De verdad de la buena.
—¿Lo juras por mi?— el pelirrojo intentaba asegurarse. —Si mientes mi fantasmita te perseguirá.
Gruñido se escapa de la garganta de Axel.
—Lo juro, tu fantasmita no tendrá que perseguirme.— se le pasó todo cuando un rápido besito le fue robado por parte del menor, seguido de una risilla victoriosa. El moreno rodó los ojos, su novio era un pequeño chantajista emocional.—Ahora duérmete, Helen.
—Ya voy. Una cosita mas.
—¿Ahora que es?
—Buenas noches, te amo, ¿verdad que lo sabes?
De nuevo su corazón se había derretido por aquellas dulces palabras, imposible resistirse.
—Lo sé, siempre lo supe. Dulces sueños, mi niño, te amo.
Y así, la pareja habiendo hecho las paces, por fin conciliaron el sueño, dejando que la dulzura les envolviera, aferrados el uno al otro.
Después de todo, no hay nada mejor para derretir un corazón de hielo, que la dulzura de un niño grande.
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