Epílogo
Cinco años después
Luna
Abrazo a mi profesor de narrativa fuertemente al mismo tiempo que me da mi diploma. Escucho aplausos a mi alrededor, no les doy mucha importancia, solo pienso: ¡Logré graduarme de la universidad, perras!
Estoy tan feliz, o más bien orgullosa de mí.
Pasé de vivir debajo de un puente con un gato y sin dinero a graduarme en la universidad de New York con honores y tres libros internacionales publicados. Cuando tan solo tenía quince años me sentía perdida, me dan ganas de regresar el tiempo atrás y decirle a esa niña que jamás se rinda. Que sí cumpliremos nuestros sueños.
Limpiándome un par de lágrimas, bajo del escenario. Marte me espera allí con un ramo de flores. Venus está a su lado con los mellizos del terror, intentando que no se vayan muy lejos. Phoenix y Urano me miran con una sonrisa.
—¡Felicidades! —Marte me abraza tan fuerte que apenas puedo respirar—. ¡Estoy tan orgullosa de ti!
—Yo igual—agarro el ramo. En serio es hermoso, hay rosas rojas y algunas flores azules, las cuales no sé el nombre.
Siento un apretón fuerte en cada pierna, no me tardo en darme cuenta que son Ada y Mohan cuando noto sus mechones rojos y naranjas. Miro hacia su dirección, cuatro ojitos verdes me miran con una sonrisa.
—¿Cómo están los mellizos del terror? —me agacho para abrazarlos.
Les doy un besito a cada uno, Mohan se limpia la cara mientras que Ada rueda los ojos por la acción de su hermano.
—¡Felicidades, tía Luna! —me abraza la niña—. Mohan y yo estamos felices por ti, solo que Mohan es muy inmaduro para decirlo.
—¡No es cierto! Yo también estoy feliz por ti, tía—le saca la lengua a su hermana, quien se cruza de brazos.
—Ya dejen de pelear que les saldrán las arrugas muy rápido. Muchas gracias a los dos, son los mejores sobrinos del mundo.
—Somos tus únicos sobrinos—Ada enarca una ceja.
Ada tiene un carácter fuerte, también es muy inteligente. Le encanta leer, investigar sobre temas que usualmente a los niños de seis años ni les importa y ama tener la razón. Esta niña cuando sea mayor se comerá el mundo.
Su hermano Mohan...pues, es bastante tonto, como Venus. Ama los autos de carrera y el color rojo, por eso le tiene orgullo a su cabello, el cual también tiene mechones naranjas. A diferencia de su hermana no es tan intelectual, pero es un aficionado de la cocina, su tío Mercurio le inculcó eso.
Recuerdo la reacción de Marte al enterarse de que iban a ser mellizos, la pobre casi se desmaya, Venus directamente se desmayó. Aun así, todos fuimos muy felices por su nacimiento.
—Por ahora—canturreo.
Le sacudo la cabeza a ambos y me levanto para saludar a Venus, quien me recibe con un abrazo fuerte.
Ahora es un director de cine muy reconocido y su carrera está a punto de despegar con el estreno de su nueva película, aún faltan meses para eso, pero varias personas ya están emocionadas y listas para verla.
Marte sigue pintando como siempre. Gana mucho dinero por sus pinturas y sus exhibiciones son una de las más exclusivas. Terminó de graduarse hace un año y le va muy bien con su trabajo.
—Quién diría que te ibas a graduar de la universidad, recuero que todos estábamos preocupados por si te graduarías de la secundaria.
—Las personas cambian y ahora estudié algo que, si me interesaba, no como las estúpidas matemáticas.
—¡Las matemáticas no son estúpidas! —exclama Ada.
—Shh. Calla—le pongo una mano en la cara y la empujo hacia atrás.
Salto para abrazar a Phoenix. Él me deja un beso en la mejilla y me mira a los ojos.
—Así que los milagros existen.
—Ay, cállate—lo empujo ligeramente hacia atrás.
—Estoy orgulloso de ti, tus papás también lo estarían—le sonrío. Ojalá ellos estuvieran aquí.
—Sí, así es.
—Te preparé un pastel—interrumpe Urano. Tiene un pastel con glaseado azul en la mano—. De parte mía y de Leo, dijo que te diga que te quiere mucho y está apenado por no poder venir.
Leo está en unas vacaciones en Australia junto con Canis, quisieron despejarse un poco de la banda luego de grabar el último disco.
—Dile que es un maldito por no venir a mi graduación y gracias por el pastel.
Le dejo un beso a Urano en la mejilla, mi intención era abrazarlo, pero el pastel nos complica esa acción. Estoy por decirles algo más, pero Marte interrumpe.
—Oye, debemos irnos ahora para llegar a la tarde—me dice.
—Está bien. Los veo en unas semanas, creo. Pueden venir con nosotros si quieren—les digo.
—Con Urano debemos terminar de firmar los papeles de la casa, pero tal vez podamos hacernos un tiempo.
—Eso sería genial. Los veo luego.
Me despido con la mano al mismo tiempo que me alejo con Marte, Venus y los dos gusanos que tengo de sobrinos.
Marte va muy atenta a su celular mientras nos dirigimos al auto, Venus camina agarrándole la mano a Adam, quien le habla de habrá a saber qué. Mohan está a mi lado, me doy vuelta a verlo cuando tira de mi túnica.
—¿Me regalas el gorro?
Me saco el gorro y se lo pongo en la cabeza. Al niño se le ilumina la cara y corre donde está su hermana.
—¡Ja, mira quién es el inteligente ahora! —le saca la lengua.
Ada, enfurruñada, se zafa del agarre de su padre y empieza a correr al Mohan con el objetivo de quitarle el gorro. Venus intenta detenerlos mientras me río de la situación.
Los niños se calman cuando se sientan en el auto. Para mi mala suerte debo de soportar un viaje de cinco horas con estos dos a mi lado, cuando quieren son unos pesados.
—¿Listos para el viaje?
—¡Sí!
—Mátenme.
—Ay, Luna.
—Tú porque no debes de viajar con estos dos estorbos.
—¡Oooye! —Ada me mira enfadada.
—Tienes razón, Ada es un estorbo—me susurra Mohan.
Ada lo oye de igual manera y empiezan a pelearse. Decido ponerme los audífonos y desconectarme de mi entorno.
Los mellizos no me molestan tanto, en una oportunidad, mientras dormía, me pincharon el cachete con un lápiz. Me enojé y les escondí el bendito lápiz, luego de eso no molestaron más.
Estoy soñando con algo cuando siento que me caigo hacia abajo, del susto logro agarrarme de un asiento. Miro hacia mi costado. Mercurio acaba de abrirme la puerta.
—¡¿Eres imbécil?! ¡Casi me matas!
—Yo que culpa tengo de que duermas apoyada en la puerta.
—Se honesto. Sí sabías.
—Mmm, puede que sí. Pero si te caías te hubiera agarrado.
—Ajá.
—¡Tío Mercurio! —se escucha al unísono.
Aprovecho su distracción para bajar del auto. Los mellizos ya están atacando a Mercurio, ha llegado mi momento de paz.
—Pero miren quien viene aquí, la egresada más linda de todo New York—Libra sale de la casa.
Está cubierta de harina y chocolate, de seguro estaba haciendo un pastel o algo así.
Me acerco a abrazarla, hace tiempo que no la veía. Desde que abrió su restaurante junto con Mercurio en Italia están muy atareados, así que cuando nos reunimos jamás pueden venir.
—¿Cómo ha estado todo? —le pregunto.
—Como siempre, creo. Mercurio sigue torturando a nuestros cocineros y yo me encargo de que no mate a nadie, somos un buen equipo.
—¿Y él?
Miro su barriga, ella esboza una sonrisa y se lleva un dedo a la boca pidiendo silencio. Me acerco más a ella y la abrazo nuevamente.
—Ven, entremos. De seguro estás cansada por el viaje. ¿Te torturaron mucho los mellizos?
—No tanto como suelen hacerlo. ¿Sabes sí...?
—¡Luuna!
Me doy vuelta para encontrarme con Saturno.
—¡Estoy tan feliz de verte! ¡Felicidades por egresarte!
—Gracias. ¿Te cortaste el pelo? —le pregunto.
—Solo un poco. Necesitaba un par de cambios en mi vida.
Saturno dejó la carrera que estaba estudiando porque no le apasionaba, luego se decidió por fotografía y ahora está estudiando eso. Según ella encontró lo que más le gusta hacer en esta vida, así que estoy feliz.
—Me alegra que ahora estudies algo que te guste. ¿No hay ninguna afortunada?
—Sí, yo. No necesito pareja, me costó comprenderlo, pero estoy más feliz soltera que con alguien a mi lado. No necesito una historia de amor, con mi propia historia basta.
—¡Así se habla! —exclama Libra—. Sabes, tal vez te elija como madrina de mi hijo.
—¡¿Qué?!
Mercurio aparece con los ojos bien abiertos junto con Venus. Tiene una mochila en cada mano y los mellizos corren a su alrededor.
Miro a Libra, ella quedó viéndolo con una botella de cerveza en la boca.
—Ña, para que seguir ocultándolo. ¡Estoy embarazada! —exclama con los brazos abiertos.
—Y aun así tomas cervezas—murmura Saturno, me rio de su comentario.
Creo que todos los sabíamos menos Mercurio. La idea original era que solo Marte y yo lo sepamos, así lo quería Libra hasta anunciarlo, pero Marte se lo contó a Venus y a Saturno como la chismosa que es y Saturno se lo contó a Sol, quien me reclamó por no habérselo contado. Intentamos que esa información no llegara a Mercurio, por su cara de sorpresa veo que lo logramos.
—¿Estás embaraza? —pregunta.
Libra le sonríe con los ojos brillosos.
—Vas a ser papá.
Mercurio suelta una risita antes de ir corriendo hacia Libra y levantarla del suelo para abrazarla. Luego de que le da unas cuantas vueltas la baja y la besa en los labios.
—Vas a ser mamá—le dice, llorando.
Mercurio se agacha y le besa la barriga a Libra, quien también llora.
Comparto una sonrisa con Saturno mientras miramos la escena. Venus también está llorando y Marte graba el momento.
—Bueeno, ya es hora que vayas dejando el alcohol, Libra—intenta arrebatarle la botella de cerveza a Saturno, pero no lo logra.
—Eso, ¿cómo se te ocurre tomar alcohol con nuestro bichito ahí adentro? —Mercurio le frunce el ceño.
—Hay que enseñarle buenos gustos desde chiquito—Libra se encoje de hombros.
Marte se acerca a abrazarlo a ambos y a felicitarlos. Ada también lo hace, en ese momento voy a buscar una cerveza a la heladera.
—¿Y qué hay de ti, Luna? —pregunta Libra— ¿Tú y Sol no piensan en tener hijos?
—¿Crees que podamos tener un hijo a la distancia?
—Ya, pero en el caso que no sea así.
—Ninguna de las dos quiere niños, solo gatitos, pero ni siquiera eso porque no podemos pasar a los gatos de un continente a otro—abro la cerveza—. Hablando de Sol, ¿saben dónde está?
Todos me miran extrañados. Así que hay algo que todos saben menos yo, genial.
—¿No te ha escrito? —pregunta Mercurio abrazando la barriga de Libra.
—Perdí mi celular antes de...
Veo a Mohan con mi celular.
Me acerco a él y se lo arrebato de un manotazo. El niño se me ríe, aprovecho que Marte no está viendo y le saco el dedo del medio.
Allí veo los mensajes de Sol.
Ridícula: foto.
Ridícula: ¿vienes J?
—Debo irme—anuncio metiéndome el celular en el bolsillo.
.・✫・゜・。.
La laguna está tal cual como la recordaba. Los arboles azules y amarillos brillantes, el césped perfecto, el agua corriendo y la vieja casa abandonada de madera.
Diría que ahora está mucho más linda. Hay más flores y frutos de los árboles, y el agua parece estar más cristalina. Ya extrañaba este lugar.
Ahora, ¿dónde cara...?
—¡BU!
Tal es el susto que me da Sol que mi celular vuela por los aires. Ella se ríe de mí mientras me agarro el pecho, mi corazón va a mil.
—Te hubieras visto la cara—me dice entre carcajadas.
—Casi me matas de un infarto—le reclamo mirándola de mala manera.
—Ay, no exageres. Solo dije bu—se acerca a mí y me abraza desde el cuello. Me da un besito en la mejilla y luego en la boca—. Tanto tiempo sin verte.
—Casi dos años. ¿Te cortaste el pelo? ¿Otra vez?
—Debía arreglar el desastre que me hice hace unos meses.
Sol ha estado experimentando con su cabello. Primero se hizo un flequillo ella sola, claramente eso no salió bien, recibí toneladas de sus mensajes llorando porque le había quedado mal, intentó hacer las cosas bien y fue a la peluquería donde sí se lo hicieron bien y le queda hermoso. Luego quiso cortarse un poco el pelo, no fue un gran cambio, pero yo lo noto.
—Lo llamas desastre y aun así te quedaba hermoso.
—Luna, una parte estaba más corta que la otra.
—Sí, no sé cómo haces para quedar hermosa con cualquier cosa. Podrías disfrazarte de ogro y aun así serías una princesa hermosa—le doy un beso en los labios.
—Eres una tonta.
—Mira quien habla.
—¡Oye! —me golpea suavemente el hombro.
Me rio por su acción.
Últimamente ambas hemos estado muy ocupadas con nuestros respectivos trabajos. Ahora Sol es una diseñadora con su propia marca de lujo y está muy atareada, yo he estado igual con la banda y mi último año de universidad, así que no nos vimos como por un año y medio, tal vez un poco más de eso.
Siempre me resultó increíble que ambas funcionemos tan bien a la distancia. Tal vez sea la costumbre, no lo sé, pero mi amor hacia ella no cambió nunca desde que me despedí en ese aeropuerto por primera vez.
—Lamento no haber podido ir a tu graduación. Quería caer ahí de sorpresa, pero me surgió un asunto de último momento y tuve que cancelar el vuelo y venir directamente hacia aquí. Lo siento—me dice.
—Tranquila, yo he hecho cosas peores—miro inconscientemente mi mano donde ya no está el anillo que me regaló para mi cumpleaños.
Lo perdí hace unos meses y me siento tan culpable. Sol dice que no pasa nada, que solo es un anillo y no por su ausencia cambiará algo, pero tiene un valor sentimental muy grande.
Fue el primer regalo de cumpleaños que Sol me dio, él más importante de la vida y con el que me di cuenta que mi amor hacia ella iba mucho más haya que un crush. Lo tuvimos desde hace muchos años y yo lo perdí.
—La próxima vez que vuelvas a culparte por el anillo no cacheteo. En serio, Luna, no te culpes. Sé que el anillo para ti es muy importante, para ambas de hecho, pero, al fin y al cabo, solo es un anillo, no es que perdimos nuestro amor.
Tiene razón, pero aun así me siento culpable.
—Ven, caminemos un poco antes de ir con los demás—me agarra de la mano y me guía por la laguna.
En el camino me cuenta cosas de sus modelos y próximos desfiles que está planeando, yo le cuento sobre cómo me fue en la graduación y que Mercurio se enteró que será papá.
—No puedo creer que me lo perdí—me dice, decepcionada.
—Tranquila, Marte lo grabó.
—¿Lloró mucho?
—Bastante considerando que es Mercurio.
—Espero ser la madrina.
Mejor ni le digo sobre los planes de Saturno.
Seguimos caminando unos minutos más. Sol juega mucho con su collar o los anillos en su mano, cosa que me hace sospechar que está nerviosa, pero prefiero no decirle nada.
Le saco una foto a una pato mientras Sol me saca una foto a mí sacándole la foto al pato, quien nos mira con curiosidad. Sol lo saluda y el pato nos corre.
Poco fotogénico.
Seguimos caminando hasta que Sol se detiene en un lugar. Justo donde me pidió para ser su novia unos años atrás.
—Te tengo una sorpresa—me dice.
Rebusca entre las hojas amarillas, azules y violetas algo, forma una sonrisa cuando encuentra dos coronas de flores.
Se acerca y me pone la que es azul con violeta, ella se queda con la amarilla.
—Veo que no te aburriste esperándome—lee digo.
—Necesita que todo fuera muy especial para decirte algo.
La miro, extrañada.
—¿Qué cosa? ¿Te vendrás a vivir por fin conmigo a New York?
Ella se ríe. Luego suspira.
—Ojalá—suelta una risa—. Luna, yo...ni siquiera planeé una manera de decírtelo, así que no prometo no tartamudear o decir las palabras correctas.
Juega con sus anillos, está nerviosa.
—Luna, puedo llegar a dudar de cualquier cosa, pero jamás dude de nuestro amor. Desde la primera vez que te conocí sabía que no era casualidad que el destino nos cruzara en ese momento, sabía que ibas a ser importante para mí. Jamás imaginé que serías la persona que más amo en la vida, pero me alegra que haya sido así. Yo te amo. Te amo tanto que podría escribir mil libros explicando lo que siento por ti y aun así las palabras no alcanzarían porque simplemente es inexplicable, solo tú y yo lo entendemos.
Una lágrima cae por mi mejilla.
—Y sé que nuestra relación es complicada, que yo soy complicada con mis problemas, mis dramas, con mis mensajes llorando porque me corté mal el flequillo—suelto una risa—, y tú aun así me amas. Tú a pesar de todo decidiste seguir a mi lado, siempre me apoyas y siempre me hiciste sentir amada. Y, sí a ti no te molesta, me encantaría que sigas a mi lado el resto de mi vida, pero de otra forma.
El mundo se detiene en el momento exacto en el que saca una cajita de terciopelo y se arrodilla antes mí con lágrimas en los ojos y una sonrisa que llega a los más profundo de mi corazón.
Y allí está. El anillo que había perdido. Tiene el mismo cristal de años solo que ahora ya no está rodeado de alambres. Ahora es un anillo de oro. Un anillo de compromiso.
—Luna, ¿te gustaría casarte conmigo?
Solo veo sus ojos celestes y pienso en todo el camino que recorrimos juntas. En todos los tropiezos, risas, besos, menajes y en ella.
No puedo imaginarme a otra persona para que me acompañe en esta vida. Siempre fue ella, lo supe desde el momento que la vi hacer ese berrinche por los lápices, me daba miedo aceptar que Sol fuera la indicada para mí, pero ya no tengo miedo.
—Estoy enojada contigo, no me dejaste que te pida ser mi novia y ahora ni siquiera me das la oportunidad de que yo te pida matrimonio.
Se ríe, aun esperando mi respuesta.
—Entonces...
—Sí, Sol. Quiero casarme contigo y llevar tu ridículo apellido por el resto de mi estúpida vida. Quiero estar junto a ti hasta que el mundo se derrumbe.
La sortija sale volando al momento en el que Sol salta sobre mí y me abraza fuertemente. Nos besamos apasionadamente. Cada vez que sus labios acarician la comisura de los míos siento un cosquilleo en el corazón, siento felicidad.
Decir que la amo simplemente no es suficiente. Cada vez que estoy con ella es como si me enamorara como la primera vez. Siempre que me besa me siento en casa. Ella es el hermoso poema que releo todos los días y lo disfruto tanto que, por más de que lo haya leído por muchos años, la magia jamás se perdió. Puede que no sea el mismo, que esté un poco rayado, dañado y en algunas partes tenga cintas para que no se siga rasgando, pero el amor hacia el sigue existiendo y jamás se extinguirá.
Caemos al suelo, pero no por eso dejamos de besarnos. No quiero dejar de besar a mi futura esposa y madre de mis gatos, aunque lo hacemos para tomar aire.
Mi dedo acaricia su mejilla húmeda y nuestras narices se encuentran.
—Mierda—Sol se separa—, perdí el anillo.
—Con que tú lo robaste—sonríe. Miro hacia mi derecha, la caja solo está unos centímetros de mí. Me estiro y lo alcanzo—¿Tienes tu anillo? —saca otra cajita de su bolsillo, las intercambiamos y le digo: —Tu mano.
Sol me da su mano.
—La izquierda.
—¿Mmm?
—La sortija va en la mano izquierda.
—¿Qué no es esta la izquierda?
—No.
Cambia de mano rápidamente con una sonrisa. Niego con la cabeza, divertida.
Agarro su mano y pongo la sortija en el dedo anular. Una lágrima se escapa de mi ojo ante la acción.
Sol, aun llorando, agarra mi anillo y hace lo mismo. Levanto la mirada y me encuentro con ella, con mi futura esposa.
—Eres mi casualidad favorita, Luna.
Le doy un beso en la boca.
—Opino lo mismo sobre ti.
Mi espalda choca con el piso cuando Sol salta sobre mía abrasándome tan fuerte que me deja roja, yo lo hago de la misma manera. Estamos un rato así, viendo nuestras sortijas.
Acabo de darme cuenta que esta tiene grabada flores y demás detalles hermosos.
—No puedo creer que lo hayas robado—veo los anillos.
—Sí, me dio penita verte tan triste, pero sabía que luego te pondrías feliz. Estás contenta, ¿no?
—¿Cómo no estarlo? Me casaré con el amor de mi vida.
.・✫・゜・。.
Chocamos nuestras copas llenas de sidra con risas y la panza llena.
Nos fuimos una hora después de la laguna. Claro, ya todos sabían sobre el plan de Sol, así que Libra y Marte se tiraron sobre mí para ver el anillo y Mercurio abrazó a Sol fuertemente al igual que Venus. Ahora estamos brindando.
—Un brindis por el hermoso bebé que se aproxima—dice Saturno, Libra y Mercurio se abrazan. Luego, nos mira a nosotras—, y por las futuras esposas.
Brindamos nuevamente, a Sol se le vuelca toda la sidra y se limpia disimuladamente con la campera de Venus.
—Ya quiero que sea la boda—comenta Libra.
—Será en la India.
—¿Eh? —miro confundida a Sol—¿Por qué en la India?
—¿Por qué no? Vi los vestidos que usan allí y son muy lindos.
—Ya hablaremos de esas cosas ¿sí? —le digo.
—Dios, no puedo creer que ya todos estemos casados o con hijos—dice Marte.
—Casi todos—Saturno la mira—. Y tienes razón. ¿En qué momento nos convertimos en esto? Parece como si fuera ayer que jugábamos a captura la bandera y comíamos hamburguesas cada vez que podíamos.
—Pues, ya crecimos y no podría estar más agradecido de que haya sido a su lado—todos ponemos muecas tiernas por el comentario de Mercurio, quien se ruboriza—. Ya, lo digo en serio. Estoy agradecido con la vida por haberme dado tan buenos amigos.
—Los amo, chicos—agrega Marte.
—Agh, ya se ponen sentimentales—Sol me golpea el hombro.
Ella se para y levanta su copa media vacía.
—Otro brindis porque nuestra amistada—pide.
Todos levantan sus copas.
—¡Por los seis mosqueteros! —exclama Venus.
Chocamos nuestras copas una vez más entre risas, buenos momentos y una vida por delante.
Fin
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