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51: "Tanto tiempo sin vernos"

Luna

Hoy vinimos a la playa temprano para disfrutar el día. La idea es almorzar acá y luego ir a distintos lugares de Malibú a recorrer.

Estoy sentada en una reposera bajo la sombra observando a todos los que están en la playa. Niños jugando con sus pelotas de fútbol, madres regañándolos, padres hartos de la vida y adolescentes besuqueándose como si mañana se acabara el mundo.

Luego tenemos a Sol, quién está sentada en la arena haciendo un castillo. Parece una niña de 5 años, pero se ve tierna haciéndolo con su cola mal hecha y su bikini de flores. Me invitó a participar de la construcción, pero me negué porque odio sentarme en la arena.

Según ella, soy aburrida sentándome en la sombra, pero odio con mi vida quemarme y no pienso correr ese riesgo. Teniendo en cuenta que soy pálida como un vampiro quedaré como un tomate.

Sol se sienta al borde de mi reposera y me mira con una sonrisa.

—Jeje, terminé mi castillo.—me dice con una felicidad de niña pequeña, niego con la cabeza—. Mira, te cuento su historia. Aquí vive Carry, la sirena. Los piratas mataron a su familia y ahora tiene que cuidar el reino de su padre.

A veces me llega a sorprender lo infantil que es Sol. Para nada me molesta que lo sea, es más, me agrada que sea así. Pero, en serio, tiene 19 años y le anda haciendo un castillo de arena a una sirena imaginaria.

Me acerco un poco a ella y veo el enorme castillo que hizo, hasta tiene un poso con agua para que Carry pueda nadar. 

Bueno, puede llegar a ser infantil, pero Sol es talentosa para hacer castillos de arena.

—Es...impresionante, la verdad. Pensé que ibas a hacer dos torres y nada más—le digo y se ríe.

—Siempre amé hacer castillos de arenas. De pequeña me fascinaba, pero mi mamá jamás me dejaba hacerlos porque decía que eran de niña estúpida y por más de que yo ya lo fuera no debía demostrarlo al mundo. Así que cada vez que hacía un castillo ella me lo pisoteaba y yo lloraba, luego venía mi papá y nos ocultábamos de mi mamá para poder hacer uno nuevo.

Con cada cosa que me cuenta Sol de su madre la odio cada vez más. Entiendo en parte porque se comporta un poco como una niña pequeña, cuando debía hacerlo su mamá jamás la dejaba.

Le dejo un beso en la mejilla y le digo:

—Pues tu mamá no está aquí, así que haz todos los castillos que se te canten—me deja un beso en la boca—. Por cierto, ¿de dónde sacaste agua? No te vi ir a buscar.

—Eeeem, jeje. Puede que haya usado el agua de nuestra botella y la gasté toda—me dice y yo la miro mal—. Luego compro otra, lo prometo.

Genial, culpa de Carry ahora moriré deshidratada.

Cuando Sol me está contando algo de su castillo veo como una pelota cae arriba de él destruyéndolo y Sol lo mira horrorizada.

—Nooooo—grita la rubia—. Pobre Carry, se quedó sin familia y ahora sin hogar.

—Le pasa por robarme el agua—digo.

Un niño se acerca a dónde estamos y agarra la pelota, Sol lo mira mal y ya veo la pelea que se viene.

A disfrutar.

—Oye—Sol llama la atención del niño—. Arruinaste el castillo de mi sirena.

El niño de tal vez unos 9 años la veo ceñudo, yo solo disfruto de la escena con un batido de frutilla.

Sí, Sol es de la clase de personas que se pelearían con un niño.

—¿No crees que estás demasiado vieja para hacer castillos, señora de avanzada edad?

Sol abre la boca indignada. Me estoy conteniendo la risa.

—¿Y tú no eres demasiado pequeño para ser tan imbécil, bebé?

—¡Tengo 9 años!

—Sí, y de seguro que ni te sabes limpiar el culo.

No te rías, Luna. No te rías que sino luego te insultará a ti.

—Sabes qué—le dice Sol arrebatándole la pelota—. Le iré a contarle a tu mamá lo que hiciste.

—No sabes quién es—le responde el niño.

Sol lo mira a él y luego a una señora que no está tan lejos de nosotras.

—No es muy difícil deducirlo teniendo en cuenta que ambos tienen el cabello rojo—al terminar de decir esas palabras se dirige dónde está su mamá con el niño corriendo detrás de ella suplicándole que no lo haga.

Yo también la sigo para saber el chisme.

—Señora—una chica que parece de nuestra edad nos mira con una sonrisa, pero la borra cuando ve a su hijo ahí.

—¿Qué hizo ahora? —pregunta cansada.

—Arruinó mi castillo de arena y me insultó. Está molestando a mi novia y a mí.

—La verdad es que a mí...—Sol gira la cabeza en tiempo recorrer y no me dedica una mirada muy amistosa, es más, me dio miedo—. Me está fastidiando demasiado, y nos dijo vieja.

—A ti ni te hable—se defiende el niño.

—No, pero la llamaste vieja a ella y yo soy mayor, así que por lo tanto también me dijiste vieja a mí.

—¡No puede ser, no te crie para que le faltes el respeto y andes molestando a la gente! ¡Y yo debo de tener la misma edad que ellas, así que también me dijiste vieja a mí! Ven, nos vamos a casa.

—Pero, ma...

—A casa—dictamina su madre—. Lamento que les haya molestado, espero que con esto entienda a no hacerlo.

—Está bien—Sol se gira a mi dirección para ir nos, pero antes le saca la lengua al niño y nos vamos de vuelta a nuestra reposera.

Comemos sin interrupciones de niños molestando y yo me quejo de cada vez que se levanta viento y me cae arena. Como la odio.

Ya cuando terminamos, Sol me insiste para ir al agua, yo me niego, pero pronto me encuentro quejándome porque ella me salpica.

—Sol, basta.

—Mójate el pelo—me insiste.

Ella se tiró de lleno, mientras que yo aún me estoy quejando y no quiero mojarme la cabeza.

—No.

—Síí. Zambúllete, es divertido.

—Que no.

Ella me mira con una sonrisa y luego salta arriba mío hundiendo me cabeza al agua casi matándome. Cuando salgo escucho su risa y me dan ganas de matarla.

—¡Sol, casi me ahogas!

—Claro que no. Solo te zambullí un ratito. No seas llorona.

La miro mal mientras ella nada como perrito a mí alrededor y me dedica una sonrisa. Luego se zambulle, nada hasta mí y me abraza desde la cintura y se aferra a mí como un koala.

—¿Por qué eres tan aburrida?

—No soy aburrida.

—Sí lo eres. Ven, vamos a zambullirnos, nadar y besarnos mucho—me dice con una sonrisa y yo me rio.

Luego ella me empuja haciendo que caiga al agua y me besa. Creí que besarse bajo el agua sería más difícil, pero no lo es tanto si tengo que ser sincera.

Cuando salimos tomo una gran respiración al igual que Sol, quien se sigue riendo.

Estamos mucho tiempo jugando el agua. Salpicándonos, besándonos y jugando carreras de quien nada más rápido.

Hasta que pasa la tragedia.

Mientras salto de las olas, Sol me habla y me insiste que vayamos más profundo, donde las olas no rompen tanto. Ya que nos encontrábamos en un lugar donde pegaban fuertes y más de una vez nos tiró a ambas.

No muy convencida acepto. Nos divertimos muchísimo más aquí que en donde estábamos.

—Ves que fue una buena idea—me dice Sol, luego se zambulle para que una ola no se la lleve—. La clave es ir a donde las olas no rompen, porque si no nos tiran como hace un rato.

Mientras habla veo la enorme ola que viene detrás de ella.

—Sol...

—Ahora, si unas de estas olas nos rompen en la cara de seguro terminaremos en la oriya con...

Intento agarrar a Sol para que no se vaya, pero no conseguí sujetar su mano y la ola nos revuelca a las dos. Lo último que escucho a ella gritando mi nombre, luego la ola me arrastra. Logro no tragar agua y no ir me más lejos.

Cuando salgo del agua veo a cualquier persona menos a Sol.

Genial, la perdí.

—¡Sol! —grito esperanzada de que aparezca, pero no da rastros de vida.

Me dirijo a la oriya para ver si se encuentra allí y no veo nada, solo a niños corriendo con pelotas. Esquivo a un grupo de surfistas y en ese momento veo a la rubia tirada en la oriya.

Su cabello está en su cara e intenta apartarlos mientras tose fuertemente.

Me acerco corriendo y paso una mano en su espalda.

—Veo que te arrastró la ola—le digo—. Intenté agarrarte, pero también me llevó a mí. Pero veo que a ti más bien te revolcó.

—Luna—lloriquea—, tragué un montón de agua y me entró en la nariz. Y-y me raspé la rodilla.

—Oow, ¿te hiciste una pupa?

Me regala una mirada asesina por mi chiste, pero no le dura mucho porque vuelve a toser fuertemente.

Veo su rodilla. Me arrepiento de haberme burlado, porque no solo se raspó, le está chorreando sangre.

Decimos ir al hotel, mucha playa por hoy. En el camino renguea y me cuenta como la arrastró la ola. Por más de que la hizo mierda dice que fue divertido.

A mí nomás me arrastró un poquito y no me pareció divertido.

Al llegar al departamento le pongo a Sol un ungüento y una banda en su rodilla. Luego se tira en el sofá quedándose dormida. La pobre quedo cansada.

Prendo el aire acondicionado y la tapo con una manta dejándola dormir mientras me tomo una ducha para sacarme la arena. También hablo por video llamada con Leo.

—Que suertuda eres al estar en un hotel cinco estrellas, en la habitación vip con tu novia que es maravillosa y una vista a la playa hermosa. La próxima pueden llevarme, recuerden que ustedes son mis mamis—me dice Leo

—Lo pensaré. ¿Cómo va todo por haya?

—Pues un poco caótico por el tema de la competencia. Aquila está un poco resfriada, pero creo que se mejorará para la competencia.

—Esperemos que así sea. ¿Tú estás emocionado por viajar a Milán? Será la primera vez que vas a Europa.

—Por supuesto que sí. Ya quiero que llegue el día—me responde—. Además, ya quiero cantar la canción de Fiorella.

Leo nos mostró una canción que escribió y todos estuvimos de acuerdo con cantarla. Se llama como el dibujo que hizo y habla sobre lo duro que es vivir la vida. Es una canción hermosa.

—Sí, yo también estoy emocionada por eso. Bueno, Leo, te dejo. Seguiré viviendo mis maravillosas vacaciones mientras tú sufres en New York.

—Jaja, te odio.

Me despido de él y voy al sofá a ver una serie.

Sol

Al abrir los ojos veo que se está reproduciendo una película y que Luna está a mi lado viéndola comiendo los muffins que hice ayer. Estoy tapada con una manta amarilla y el aire acondicionado está prendido.

¿Me quedé dormida?

Cuando Luna nota que me desperté me dice:

—Hola. Tus muffins están riquísimos.

—¿Me dormí?

—Sí.

—¿Y no me despertaste?

—Ajá.

—Luna—la regaño.

—¿Qué? Te veías muy cansada luego de pelear con un niño, casi ahogarme, construirle un hogar la sirena esa y casi morir.

—Pero yo quería disfrutar el día.

—No es muy tarde. Si te bañas rápido podemos salir a recorrer la cuidad y luego venimos a comer aquí, escuché que harán una cena y te puedes servir lo que quieras—me dice ella mientras me enderezo y froto mis ojos.

Le hago caso y me voy a bañar. Estoy llena de arena y tengo los cachetes colorados, pero no me arrepiento, amo jugar en la playa.

Al salir me pongo unos shorts y una remera relativamente grande que me regaló una vez Luna.

—Oye, iré a dejarle muffins a mi mamá y luego si quieres podemos ir a recorrer la cuidad—le digo metiendo muffins en una caja.

—¿Le darás los muffins que horneaste para mí? ¿En serio?

—Primero que nada, no los hornee solo para ti. Y mi mamá me pidió probarlos así que sí, le convidaré—Luna se queja, yo solo niego con la cabeza—. Además, ahora está en una junta, así que debe de tener hambre.

—No sabía que estaba en este hotel.

—Sí, vino porque tienen que hablar sobre un par de cosas. Ya sabes, como cuentas y esas cosas aburridas que haces para los hoteles. En fin, vuelvo rápido.

Recorro los pasillos con la caja llena de muffins y saludando a gente que pasa. La oficina donde está mi mamá se encuentra a dos pisos más abajo que él mío, así que no es tan lejos.

Cuando salgo del ascensor ya la localizo. Está vestida con un traje impecable, su cabello recogido y tiene una tableta en la mano. Detrás de ella hay una puerta grande y veo que hay muchas personas en ese salón.

—Mami—llamo su atención.

Ella se sorprende al verme, pero yo lo ignoro.

—Sol ¿Qué haces aquí?

—Te traje muffins. Dijiste que querías probarlos y también comentaste que esta junta es muy larga, creí que era buen momento para traerlos. Mira, le puse chispas de chocolate y el glaseado es rosado, je.

—Vale. Muchas gracias, pero no puedes estar aquí.

—¿No? Antes iba siempre a tus juntas, ¿por qué en esta no puedo? ¿trabajas con la mafia y no me dices? —le pregunto y mi mamá me ve con el ceño fruncido.

—¿Qué? No. Solo es que estamos hablando de cosas...ya sabes, confidenciales.

—¿Cómo qué? Quiero saber, ahora me da intriga.

—Si es confidencial no puedo decirte.

—Pero, yo soy tu hija y....

—Sunna, ¿tienes la lista de empleados? Lo necesitamos para...

Creo que ambos nos paralizamos al ver al otro. De repente el aire se vuelve más pesado y el mundo se ve ajeno a mí. No escucho nada, solo un zumbido.

Su cabello rizado está mucho más largo y se ve más fuerte. No parece el niño de antes, ahora tiene un poco de barba y viste con un traje elegante. Parece una persona diplomática y respetable.

Júpiter no parece el Júpiter de hace tres años. Aunque no lo parezca es inevitable no pensar en cada golpe, insulto y pleito que tuvimos. En todas las cosas horribles que me hizo sentir y en como arruinó mi vida. En cómo me quebró.

Luego de tres años sin verlo, siento como un pequeño cosquilleo llega mi nuca y como mi estómago empieza a dolerme. Un nudo se forma en mi garganta y mis ojos no pueden mirar otra cosa que no sea él.

La persona con la cual soñé durante tres años, la culpable de que hoy en día tenga que ir a terapia y el culpable de todas mis inseguridades. Esa persona está delante de mí luego de 3 años intentando superar todo lo que me hizo.

—Sol...—pronuncia con voz temblorosa—. Yo...no sabía que estabas aquí.

No digo nada. Solo me quedo parada viéndolo con mi respiración hecha un desastre y apretando la caja de muffins más de lo necesario.

—Hija—mi mamá se pone enfrente de mí tapando a Júpiter y yo dirijo mi mirada a ella—. Gracias por los muffins, puedes irte...

Nuevamente no hago nada.

—Sol, hija...

Cuando reacciono lo que hago es darme vuelta lentamente e ir me por el pasillo por el que vine. Antes de entrar al ascensor me doy vuelta a verlo una vez más y noto como Júpiter me mira casi igual de sorprendido que yo.

El camino hasta mi departamento es silencioso y lleno de pensamientos de lo que acaba de pasar. Aunque no estoy tan sorprendida por eso en realidad, mamá había dicho que la junta que tenía era con los padres de Júpiter, este hotel es de ellos y mi mamá, pero jamás creí cruzármelo nunca más.

No aviso que llegué o le digo algo a Luna, solo me siento en sofá con la vista fija en el piso.

—¿Pasa algo? —me pregunta con la boca llena de crema, se está comiendo otro muffin.

—Júpiter está aquí—le digo y no sé qué cara pone, pero seguramente una de sorpresa.

—¿Qué? —solo asiento con la cabeza.

Luna se acerca a mí y se sienta al lado. Yo por fin me digno a mirarla con los ojos un poco llorosos.

—¿Estás bien?

Tomo un suspiro antes de responder.

—Sí. Estoy bien.

—Sol, no tienes que...

—Luna—la interrumpo—. Estoy bien—le repito—. Y no lo digo porque no quiero que te preocupes. No mentiré, detesto que él esté aquí, pero, no estoy tan mal. No tuve un casi ataque de pánico, solo estoy sorprendida.

No me dice nada. Solo me ve y, si tuviera que adivinar, pensando que decirme.

Me imaginé mil veces está situación. La idea de verlo nuevamente hacía que me doliera la cabeza y que mi respiración se agite, pero, eso no pasó en realidad. No tengo miedo a que él esté cerca de mí, aunque tampoco es que me agrade la idea.

Ya no estoy mal. Estoy bien.

Miro a Luna nuevamente y me ve con una sonrisa—Ya estoy bien.

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🌊 Nota de la autora 🌊

Hoola

¡¿Queeeee?!

¡¿Júpiter que haces aquí?!

Je, yo sé que muchos lo extrañaban, jiji.

En fin, como siempre él arruinando los momentos lindos de Luna y Sol.

Y lamento decirles que tendremos más de él, lo siento.

Olvidándonos de él, hoy casi perdemos a Sol JAJAJ.

Tengan cuidado con romperle sus castillos de arena.

Instagram: dell_h16
Tik tok: dell_h1

🌊 ¿Felices con el regreso de Júpiter, jeje? 🌊

☀¿Harián un castillo de arena con Sol o se quedarían sentados como Luna?☀

🤍 ¿Les gusta la playa? 🤍

Nos vemos el lunes 😘❤

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