Capítulo 4
Unos días después, Olivia no había cruzado más que saludos con Víctor, que siempre parecía mirarla como si estuviese ideando algo. Sus ojos se iluminaban de forma peculiar cada que la veía, ella lo notaba, y siendo muy sincera consigo misma, eso le atemorizaba de cierta forma, esa mirada. Por otro lado, con David las cosas estaban un poco mejor, habían charlado un par de veces a lo largo de los días, pero solo eran charlas cortas para preguntar cómo estaba el otro, agregar algún comentario, y luego se despedían. Ella, a pesar de haber cedido a que él le hablara, aún no dejaba que se instalara totalmente, porque desde donde ella lo miraba era sumamente peligroso, a niveles sentimentales. David parecía comprender, ya que no insistía más cuando ella establecía líneas discretas en su comunicación.
¿Estaba siendo mala con él?, se preguntó una vez. Mala no, injusta, le había respondido su conciencia.
Suspiró tratando de desechar esos pensamientos que volvían a su cabeza. Decidió quedarse con que aún no podía fiarse, solo esperar a que el tiempo mostrara que debía hacer, esperar a que Dios le hablara.
Estaba entrando a su clase de matemáticas, y eso le recordó que hoy le darían la nota que había sacado en su examen, lo que la hizo sentir ansiosa olvidando el tema que merodeaba en su cabecita. No tendría la nota máxima por los punto negativos, pero sí una buena gracias a que David le había explicado a la perfección.
Ah, David la había ayudado y ella aún no le cedía su amistad, pensó. El no traía planes de coquetear con ella, sino solo de acercarse, a pesar de lo que Alexio había comentado, que le llamaba la atención a él… a él y a Víctor. Los había mencionado a los dos ¿No?
No estaba segura, pero lo cierto era que lo poco que David le había dejado ver era sincero, no buscaba romance con ella, solo amistad.
Quizá, solo quizá debía hacer que las cosas esperaran un poco más. Para asegurarse. Cuando por fin estuvo dentro del aula, le fue inevitable mirar a donde David estaba, pero este no estaba solo, Víctor estaba sentado descuidadamente sobre la mesa de él, mientras hablaban tranquilamente. Ella caminó a una mesa mirándolos de reojo, no quería ser conseguida infraganti, mientras miraba a este par de chicos guapos y populares. Por fin tomó asiento y sacó las cosas necesarias para recibir su clase.
―No sé qué fue lo que hiciste, pero te vas a arrepentir de poner tus manos sobre David ―Una voz femenina le llamó la atención, provocando que Olivia alzara sus ojos, consiguiendo a Graciela, una compañera de clases que ya conocía, pero con la que evitaba compartir.
Graciela Mendoza. Era una chica morena, con curvilíneas destacables en su cuerpo, su cabello era negro al igual que sus ojos, y era parte de ese grupo de chicos populares, aunque a ella no la rodeaba una vida de rica.
―¿Qué? ―Cuestionó Olivia totalmente confundida.
―¿A qué estás jugando, santita? ―Le respondió ella con voz despectiva y ojos retantes, cargados de rencor. Olivia seguía sin comprender nada.
―No estoy jugando a nada, ¿de qué rábano estás hablando?
―No te… ―Masculló como si contuviera las ganas de arremeter contra ella y pegarle, fue cuando Olivia decidió levantarse, sintiendo la amenaza. Tenía miedo, sí, pero jamás se dejaría pisotear por muy acelerado que tuviera el pulso― No te hagas la estúpida, sé que estás enamorada de David. Quiero advertirte que te alejes de él, él es mío, y no te permito acercarte a él.
Olivia, que era más baja que Graciela, igualmente elevó una de sus cejas como si la reciente amenaza no hubiese calado como su contraria quería. Pronto los demás alrededor comenzaron a notar la discusión de las féminas y se silenciaron para prestar atención a lo que decían.
Chismosos todos, pensó Olivia, queriendo dirigirles una mirada de regaño, pero no podía apartar los ojos de Graciela, quien parecía que en cualquier baje de guardia se le lanzaría encima.
―David no es un objeto del que te puedas apropiar, es una persona, él decide a quien acercarse, y a quien no ―Defendió, atacando ese particular primero―. Y conmigo te equivocas, no estoy enamorada de David ―Le gustaba, solo eso, y para Olivia, gustar, estar enamorado y amar eran cosas muy distintas una de otra. Además ¿A quién en esta escuela no le gustaba David?―, simplemente soy su amiga. Además, tú no eres su novia ni mucho menos, creo que eras la menos adecuada para prohibir algo que tenga que ver con él.
Un “ohhhh” muy largo sonó al fondo de parte de las personas que estaban al pendiente de lo que sucedía. Olivia al contrario de sentirse como una ganadora por sus palabras, se sintió un poco enojada con Graciela. Era tan descara de venir a reclamarle algo como eso, ignorando que David era una persona consciente que sabía tomar decisiones, sin siquiera sentarse a medir que tanto podría afectar a David eso que ella exigía. Era posesiva, pudo ver, y no hay mayor enfermedad que apropiarse de una persona cuando esta ni si quiera sentimentalmente corresponde. Ese tipo de posesividad es tóxica y peligrosa.
―Tienes esa lengua un poco afilada ―Reconoció Graciela, con ojos como cuchillos―. Habrá que cortártela. No sabes con quien te estás metiendo, santurrona ―Olivia no iba a responder más nada, no tenía caso, aunque esa amenaza sí que le preocupó bastante, pero en eso llegó una tercera voz.
―Basta, Graciela ―Fue firme y sumamente serio. David miró con cautela a Graciela primero, comunicándole con la mirada que dejara ya el drama, y luego miró a Olivia para inspeccionar mediante sus ojos si había algún daño emocional, algo preocupado. Se sorprendió un poco al ver que Olivia no estaba asustada, ni conmocionada, más bien estaba decidida y enojada.
―¿Vas a defender a… esta? ―Preguntó Graciela con indignación, cruzando sus brazos.
―Me llamo Olivia.
―Déjate de pleitos, el profesor está por llegar, no quiero problemas ―Puso como excusa, y para su salvación, el profesor llegó mirándolos a todos, como si quisiera conseguir a alguno haciendo algo desaprobador para echarlo de un grito.
Cuando vio a Olivia, Graciela y David de pie, los miró por algunos segundos, analizando la situación, pero no dijo nada, extrañamente, y continuó su caminó hasta su escritorio, para dejar sobre este su bolso y carpetas con papeles.
Olivia le dirigió una mirada ligera a David, pero este estaba fijo en Graciela. Estaba sorprendentemente serio, no tenía un gesto exacto en el rostro, pero su semblante y sus ojos… oh, sintió que si la miraba así ella se mearía de miedo. Se veía… amenazante.
―Joven Mendoza, Rojas y Vitale, tomen asiento por favor ―David le dirigió una mirada al profesor, y luego a Olivia, para de un momento a otro cambiar su rostro a un más gentil y relajado, regalándole una sonrisa pequeña, como si intentara comunicarle que todo estaba bien.
Cuando los tres estuvieron sentados al fin, el profesor desde su escritorio comenzó a hablar de nuevo.
―Según los llame, se irán levantando hasta acá para recoger el resultado de su examen ―Y así inició el llamado de cada estudiante, apellido por apellido, dándole consejos o pequeña reprensiones por el mucho o poco esfuerzo de quien estuviese llamando al momento―. Vitale ―La llamó un tiempo después, y con la mirada la instó a que se levantara, esta nerviosamente fue a él. Primero tomó la hoja del que había sido su examen, pero no la observó, y luego miró al profesor―. Ha hecho un gran trabajo ―Felicitó él, como si también estuviese complacido―, si no hubiese tenido esos puntos a su contra, tendría la mejor nota del aula.
Olivia sonrió sin poder contener la alegría. Era el primer halago que le hacía este profesor en particular, que por momentos parecía odiarla, y aparte de eso, había sacado una buena nota sin tener que quemar su última neurona pensando en cómo llegar al resultado, todo fue fluido y fácil cuando lo realizaba, y ella casi se pone a saltar de arriba abajo como una niñita.
Miró a David, que como esperaba le sonreía felicitándola desde lejos, ella alzó su pulgar, agradeciéndole, aunque luego lo haría formalmente. Pero para nadie pasó desapercibido las miradas que estos se dirigían. Rápidamente volvió a su sitio, muy fascinada con su examen de donde resaltaba un ocho con una pequeña felicitación escrita de parte del profesor.
―Rojas ―Llamaron ahora a David y Olivia se puso atenta, si ella había sacado ocho, seguramente que él un diez. Aunque el profesor había comentado que ella hubiese sido la que tendría la nota más alta― No está prestando la suficiente atención, Rojas ―Le regañó el profesor desaprobatoriamente, logrando que Olivia lo mirara ceñuda sin comprender―, no entiendo qué tenía en la cabeza cuando hizo este examen. Debe esforzarse más.
David tomó la hoja, pero no la miró para comprobar nada, solo asintió ante lo dicho por el profesor y se fue a sentar. Por alguna extraña razón esta vez no la miró, Olivia esperaba que sí para que con algún ademán le explicara algo, pero no, no la miró en ningún momento. Olivia lo vio leer la hoja de su examen un poco, pero al instante la arrugó y guardó en un bolsillo de su bolso sin ninguna emoción en el rostro.
Olivia no supo qué pensar, no entendía nada.
¿Cómo es que después de que le explicara todo a ella y ella obtuviera una buena nota, él simplemente saliera mal? No sabía qué tan mala era su calificación, pero lo que había comentado el profesor Medina no dejaba mucho que desear.
Que no supiera como hacerlo era mentira, si él no hubiese sabido cómo hacer los ejercicios, tampoco habría podido explicarle a ella tan correctamente.
Algo estaba pasando, definitivamente.
…
Olivia caminaba por los pasillos, pensativa por lo que pasó con David. Acababa de salir de su clase de Historia, y ya tocaba receso, así que de inmediato fue a su casillero, cambió sus libros, y tomó rumbo al campo de futbol. No había vuelto a ver a David, que prácticamente siempre veía por ahí danzando, y eso le pareció sumamente sospechoso. Le hizo pensar que quizá la estaba evitando a ella.
Ella tomó el atajo de la vez que tropezó con él y Víctor, y fue un poco raro para ella recordar lo que pasó ese día. Fue muy vergonzoso, había chocado con David, y no solo eso, sino que fue a parar al piso también. Fue inevitable no pasar por los vestidores de hombres, de donde salían los chicos aquella vez, y la entrada del mismo estaba abierta de par en par, como invitándola a pasar.
Lo que alcanzaba a ver desde ahí era solo parte del interior, ya que este doblaba en una esquina y por ahí continuaba a lo que eran las duchas y vestidores en sí, se veía una estructura metalica dividida en cuadros, vio varios pares de zapatos puestos ahí, así que supo que era un lugar específico para dejarlos. Pero algo llamó su visión, un bolso puesto en uno de los cuadros, era el bolso de David, lo reconoció al detallarlo.
Ahí estaba la hoja arrugada que había sido su examen.
La curiosidad embargó a Olivia, que empezó a sentir unas terribles ganas de meterse, abrir su bolso y observar la hoja. Quería saber qué había puesto David exactamente, que lo haría ganarse un regaño del profesor. Pero eso era arriesgado, ¿qué tal que ellos estén ahí y la vean? De inmediato la acusarían de ladrona, acosadora, o algo por estilo.
Se acercó un poco a la entrada, y observó el interior del vestidor de hombres con mucho cuidado. No se escuchaba nada dentro, supo que estaba vacío, los varones y en especial los deportistas, eran ruidosos y conversadores, si estuvieran dentro en los cubículos de baño o cambiándose, se escucharía hasta la entrada.
Está vacío, puedo aprovechar, pensó, es momento de ver ese examen y saber qué pasó.
Se decidió, y entró como lo haría un sigiloso gato ladrón, luego se sintió tonta por hacer eso dado que el lugar no contenía gente. Cerró la puerta detrás de sí, ya que desde ahí cualquiera que pasara podía verla, y ahora sí caminó al estante metálico para zapatos y tomó el bolso de David.
Había un par de bancos ahí, que eran precisamente para que se sentaran a ponerse los zapatos, y ella tomó asiento empezando a buscar bolsillo por bolsillo. Su pulso se hizo rápido, estaba bajo presión y moviéndose nerviosamente rápido, para hacer lo que iba a hacer, ver lo que iba a ver, y salir como si nada hubiese pasado.
En el bolso se David estaba su celular, sus cuadernos y dos libros, en otro lugar consiguió la envoltura de unos chicles y caramelos, también de chocolates. Descubrió que David era de esos chicos que hacían de su bolso un bote de basura y sonrió por eso. Ella lo hacía igual. Por fin dio con el papel arrugado, y lo desenvolvió para poder leer lo que ahí decía.
Olivia quedó boquiabierta al ver infinidad de errores, muchos, habían muy pocos ejercicios que estaban bien, y si llegaban a empezar bien, en algún punto había un error, casi todo estaba mal resuelto. Había sacado un cuatro, eso era terrible, malo, muy malo. Pero algo más la impresionó, los errores de los ejercicios se veían intencionales, eran errores que ni siquiera ella, como una persona torpe en matemáticas, habría cometido, eran errores a propósito.
¿Acaso David había buscado esto, que su examen saliera mal?
Si era así ¿Por qué?
Prometió mentalmente preguntarle eso, e interrogarlo hasta obtener una respuesta clara y concisa al respecto. Esto era inaceptable ¿Acaso no quería tener un buen futuro? ¿Sus padres no dirían nada al respecto? Está iba a meter el papel al bolso otra vez, para dejar todo como estaba, pero el sonido repentino de la puerta ser abierta la paralizó de miedo, y cuando por fin entraron gran parte de los muchachos del equipo de fútbol, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Seguro mal interpretarían la situación.
Ella abrió sus ojos tanto, que sentía que se le saldrían de las cuencas, los muchachos quedaron pasmados al verla ahí dentro, sobre todo porque era una chica y tenía el bolso de su capitán entre las manos.
Ay Jesús bendito.
David salió al frente del grupo y analizó la situación, observándola a ella con suma seriedad, no tanta como había mirado a Graciela, pero pudo ver que no le hacía nada de gracia lo que estaba viendo. Ella no supo que hacer, tragó grueso como tres veces y boqueó como un pez fuera del agua, sin saber cómo explicarse.
¿Qué era peor? ¿Robar o hurgar?
―N-no es lo que parece ―Logró pronunciar apenas audible, muerta de miedo.
―¿Entonces qué es? ―Preguntó él, tomándose la cintura, demandando una explicación. Algo se le removió dentro al ver la hoja que ella tenía en sus manos.
―Deberíamos llamar a la directora ―Aconsejó alguien.
―¡NO! ―Exclamó ella, levantándose― Y-yo no hacía nada… malo, lo juro, de verdad.
Vio a David sonreír y eso la llenó de desconcierto. ¿No estaba molesto con ella por lo que acababa de pasar?
―No sabía que eras de husmear en las cosas de los demás, Vitales ―Ella tragó saliva gruesa otra vez. Dicho de esa manera sonaba feo―. Esto te va a costar caro ―Amenazó siniestramente.
―David ¿No vas a llevarla a dirección? ―Cuestionó alguien. David negó demasiado relajado.
―Olivia no estaba robando nada ―Aclaró―. Yo me encargaré de esto ―Y dicho eso, tomó su bolso hasta montárselo, le arrebató el papel de las manos y a ella la sujetó de la muñeca, para jalarla y sacarla de ahí.
Por dentro estaba enojado, pero por fuera fingía todo lo contrario.
Olivia, que tuvo el cerebro pausado por unos minutos, pensando en si David estaba molesto o no por como la estaba tomando de la muñeca, reaccionó de repente y trató de detener el trote a vaya saber dónde que tenía con David. Este sin embargo no quiso soltarla, sino que continuó caminando, entraron al polideportivo que siempre estaba solo, y bajo las gradas, en un muro, la arrinconó contra la pared del mismo.
―¿Qué haces? ―preguntó esta algo molesta por como la estaba tratando, él la miraba con intensidad, con ojos que le reprochaban algo y al mismo tiempo le comunicaban que estaba molesto, realmente molesto, a pesar de haber actuado bajo calma frente a sus compañeros de equipo.
―Eso quiero saber yo, Olivia ¿Qué buscabas en mi bolso? ―Casi lo masculló, mientras por dentro trataba controlarse.
Si había algo que David odiaba, era que se metieran en su privacidad, y como cosa irónica de la vida, se terminaban metiendo las personas que no quería. Quería llamar la atención de alguien, pero tal parece que sus actos llamaban a la presa equivocada, siempre.
―No entendí por qué el profesor te regañó ―Comenzó a explicarse ella, sin pelos en la lengua por explicar su verdad―, así que, mientras pasaba por los vestidores vi tu bolso, lo abrí y busqué la hoja del examen que sabía que habías arrugado y metido ahí, para ver con mis propios ojos lo que estaba pasando, y no comprendí nada David. Esos errores se veían tan hipócritas, parecía un examen hecho por un niño de cinco años torpe e incapacitado, y tú podrás ser muchas cosas, pero torpe e incapacitado no.
David la miró ceñudo, con cierta curiosidad de saber qué otras cosas pensaba ella que era él, pero supo que en este momento no le explicaría nada de eso.
―¿Quién te dio permiso para meterte ahí? ―Fue esa pregunta la salida a las cuestiones que ella le hacía― No es tu problema lo que yo haga con mis notas, no es tu asunto. Tú obtuviste lo que querías; que yo te explicara, pero eso no te da el más mínimo derecho de entrometerte en lo que yo decida hacer.
Esas palabras fueron duras, secas, agrías y sin filtro, y como vio ella en sus ojos, la intensión fue cumplida, alcanzar a herirla. En su garganta se hizo un nudo, pero se reprimió las ganas que tenía de llorar. No lloraría frente a él.
―Pensé que querías que fuera tu amiga ―Expuso lo primero que se le ocurrió, no con voz suave y triste, sino más bien de reproche. David se sintió hastiado de que no guardara silencio―. No sé qué harán tus amigos actuales, pero los míos se preocupan por mí, por lo que hago, por mí felicidad, me ayudan y me apoyan. Si eso te molesta, entonces no podemos ser amigos.
―Eres igual a Graciela ―Escupió con acritud en su tono. Si lo anterior la había herido, esto fue el colmo―. Defiendes que no hay que meterse con las decisiones que los demás tomas, pero aquí estás, reprochándome lo que hago, y por ende, lo que decido.
Olivia se contrajo contra la pared, al parecer, sin saber qué decir. A David le gustaba mucho comparar, notó ella, y no lo culpaba, pero hay comparaciones que hieren y daña, y esta era una de ellas. Desmedida, grotesca e incluso malsonante.
―Estás muy equivocado ―David ya se había alejado un poco, dejándole espacio que no le había dado mientras la culpaba contra la pared―. Yo no te trato como a un objeto, no te juzgo, solo me preocupo. No habría te habría criticado si me hubieses dado una buena razón para hacer esto que haces.
―¿Y por qué no me lo preguntaste directamente? ―Volvió a responderle con el mismo tono autoritario, sin una pizca de piedad―. No, tenías que asumir el papel de un detective y averiguar por tus propios medios. No eres más que una chismosa.
―¿Y tú me lo habrías dicho? ―Cuestionó ella tan pronto como el terminó su frase― ¿Te habrías detenido a explicarme por qué sales mal en tus clases a propósito?
Eso lo hizo abandonar la mirada oscura que tenía, y la sustituyo una de duda. Conociéndose, él jamás le habría dicho nada. No la conocía bien, no sabía cuál sería su reacción si le contaba sus razones, tampoco quería escuchar sermones, ya con los profesores le bastaba.
―No soy una chismosa ―Puntualizó ella con un brillo de enojo en los ojos―. Solo me preocupé por ti, pero veo que cometí un error ―Se movió de donde estaba en la pared, y comenzó a caminar a paso acelerado, sintiendo aún esa piquiña en los ojos. Pero se negó rotundamente a llorar.
Era su culpa, en parte, por pretender saber lo que ocurría; se había preocupado de verdad, no de una manera entrometida, había pensado cosas malas que provocaron querer ayudarlo como él la había ayudado con su clase. Y en ese intento había quedado mal, pero él a pesar de eso, no tenía derecho a llamarla como lo había hecho. Lograba hacerla sentir mal, y eso le molestaba más, porque no esperaba que él fuese de ese modo, pero claro, aún no le había mostrado del todo quien era, y esto provocó mucho más enojo de ella. Por algo su conciencia le daba voces de alarma, él era un hipócrita. Se había acercado cual gatito manso y cariñoso, para ahora sacar todo el veneno que era capaz de escupir cuando estaba molesto sin importar cuánto daño le hacía lo que decía.
Definitivamente, no le hablaría nunca más.
―¡Olivia! ―Lo escuchó gritar detrás de ella, cuando se volvió, este venía trotando a ella, acercándose.
Oh, no. ya no, pensó ella, y echo a correr, a correr con toda la velocidad que sus piernas le permitían, huyendo. Y ese acto hizo que de alguna manera su corazón acelerado se ablandara y ella comenzara a derramar las lágrimas que antes se había rehusado a derramar. Con el dorso de las manos se las secó, cosa que notó David, y le provocó un vacío de culpabilidad que lo impulsó a correr más rápido detrás de ella.
Ya había permitido que sus palabras la hirieran, pero no iba a permitir que la viera llorando. No era débil, lloraba de rabia, pero de la rabia que le producía el ardor de sus palabras. Ella siguió corriendo, como si huyera de un asesino, y comenzó a tomar atajos, para intentar perderlo, pero gracias a las condiciones físicas que poseía, no tardaba en estarle sobre los talones.
Comenzó a cansarse, las piernas las sentía entumecidas, y la gente alrededor los miraba como a dos extraños completamente locos, por correr uno detrás del otro. Fue entonces cuando una puerta fue su salvación.
No dudó en meterse al baño de chicas, ahí no se atrevería a entrar, y como rayo, una vez dentro, se metió en un cubículo huyendo de las miradas de las chicas que estaban ahí. Pasó seguro y se sentó sobre el inodoro, alzó sus piernas y las abrazó.
En la puerta se escucharon golpes. Todas se extrañaron, porque si una chica deseaba usar el baño, solo debía entrar y ya.
―¡Olivia, sé que estás ahí! ―Gritó David desde afuera del baño, ella pudo escucharlo, pero no respondió nada.
Las chicas que estaban en los lavabos no evitaron mirar al cubículo cerrado donde sabían que estaba a quien llamaba.
―Lo siento, ¿sí? ―Las chicas alzaron un poco sus cejas, expectantes de lo que pasaba― Lamento lo que te dije, por favor… lo siento ―Había dicho, pero Olivia solo siguió llorando más, no sabía por qué, si era lo dulce de sus disculpas, por lo acelerado que tenía el corazón o por el dolor de sus palabras anteriores.
―¿Qué está pasando? ―Cuestionó una voz afuera, seguramente a David. Esta persona no tardó a meterse en el baño, y alguien debió indicarle donde estaba, porque fue a su cubículo directamente sin antes averiguar si estaba en otro―. Olivia mía, ¿pasa algo? ―Era Emma, y ella abrió el cubículo, la jaló a ella dentro y volvió a cerrar.
Dentro, Emma la miró muy confundida, pero Olivia solo la abrazó sin decir nada, sabía que si le explicaba algo, las demás chicas afuera en el baño escucharían todo a la perfección, no quería generar un chisme. Emma entonces correspondió el abrazo y le acarició el cabello, logrando, minutos más tarde que se calmara y dejara de derramar lágrimas silenciosas.
―Menudo drama ―Se quejó una fémina, y luego se escuchó la puerta ser cerrada. Seguro se quejaba porque no pudo recoger prenda de lo que pasaba.
Y casi al instante, sonó la campana, indicando la entrada a la próxima clase.
―Debemos irnos ya, Liv ―Le notificó Emma, a lo que esta negó, mientras oían como las demás dejaban el baño para ir a clase.
―David puede estar afuera esperándome. No quiero verlo ―Su amiga la miró con aprensión, aún sin comprender. Ya no lloraba, afortunadamente.
―¿Qué te hizo? ―Preguntó al tiempo que se asomaba para comprobar que estaban solas.
―¿Puedo contártelo luego? ―Prácticamente rogó, a lo cual Emma asintió― Ve a ver si David está afuera, si está has que se vaya.
Emma dio un suspiro, pero salió del baño y efectivamente David estaba ahí, recargado a la pared al lado de la puerta del baño, parecía ajeno a su presencia, pero cuando esta se aclaró la garganta por fin la miró.
―Dile que salga por favor ―Dijo de inmediato―, que me perdone es que… ahg… dile que salga, que lo hablemos.
―No quiere verte ―Expresó Emma cruzando sus brazos, mirándolo con sumo recelo. David dio un suspiro y pasó las manos por su cabello―. Acabas de arruinar esto, David ―Este volvió a mirarla a los ojos― ¿Tienes idea de cuantas veces Olivia se negó a siquiera coincidir contigo? No quería por nada acercarte a ti, porque pensaba que eras malo. Hasta que fue a tu casa y no sé qué cara le mostraste, pero lograste que se cuestionara el ser tu amiga al menos. Pero ahora, viendo lo que pasa, incluso yo dudo en si eres buen amigo para ella. No entiendo nada. ¿Qué hiciste?
David la miró sin hacer ningún gesto, luego suspiró como si se resignara. Pensaba en que había sido muy duro con ella, cuando ella lo único que quería hacer era ayudarlo. Estaba siendo injusto, y de alguna manera, no quería arruinar su amistad con Olivia sin siquiera haberla iniciado.
Ninguna persona, ni siquiera Alexio o Víctor, que eran sus mejores amigos, le habían cuestionado por qué de sus actos con tal preocupación. Y la primera persona que parecía importarse por él, la echaba como a una basura. Porque sí, la había tratado como una basura y ahora le pesaba en el pecho. Emma al ver que no diría nada, suspiró.
―Será mejor que te vayas, sino tenlo por seguro que no saldrá ―Aseguró, y David sin esperar más se retiró con los hombros bajos, algo abatido por lo que acababa de pasar.
Ya la regaste, se decía.
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¡¡Jelou, jelou!! Jajajaja ¿Cómo están?
Bueno, acá les dejo el capítulo 4 uwu
¿Qué les va pareciendo la historia?
¿Qué opinan de los personajes?
¡¡Dios les bendiga!! ❤❤
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