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Capítulo 1

Todo empezó bien temprano por la mañana, cuando solo faltaba media hora para ir a la preparatoria. Olivia corría de un lado a otro en su habitación, buscando el compañero de su zapato. Ya estaba vestida, llevaba puesto un sencillo suéter gris de capucha y bolsillos, un poco más grande de su talla habitual, con unos jeans grises rotos en las rodillas, llevaba puestos calcetines impares, uno era azul con estrellitas, el otro era blanco con rayas negras, esto porque no consiguió el par de ninguno en el revoltijo que era su habitación. Se había comprometido a organizarla, pero había pasado una semana desde que lo dijo.

―¡AHH! ―Gritó jalando sus cabellos castaños―. Jesús mío, ayúdame a encontrar ese zapato ―Rogó juntando sus manos y mirando al techo―. Sé que debo organizar mi cuarto, pero sabes que mi tiempo es bastante contado justo ahora, échame una mano, por fis.

Y como cosa del cielo, su tenis voló, literalmente, a su hombro, golpeándola.

―¡Auch! ―Se quejó sobando su hombro, pero al ver su zapato sus ojos se iluminaron y lo tomó de inmediato.

―Jesús escuchó tu oración, porque casualmente encontré tu tenis bajo el sofá, desordenada ―La acusó su hermano, Jacobo, desde el umbral de la puerta, riéndose de ella―. Debes organizar esto, parece chiquero.

Cuando ella terminó de ponerse el tenis de color blanco, fue a su hermano y lo abrazó fuertemente. Quizá en otra ocasión le hubiese dado un golpe mientras lo acusaba de ser un demente por tirarle el zapato, pero estaba a solo horas de irse a otra ciudad para hacer su último año de universidad, le faltaba muy poco para graduarse como Contador Público. 

Jacobo le sonrió, y la rodeó en sus brazos.

―Buena suerte en tu último año, Oli―Deseó.

―Buena suerte en tu último año, Jacobo ―Dijo igual.

―Pórtate bien y ayuda a mamá con la casa, no seas gruñona ni malcriada ―Le sacudió el cabello, y ella gruñó.

―Igual tú. No veas tanta TV, no mires malos vicios ni inventes nada raro. Tampoco comas tanto, ni te acuestes tarde.

―Miren quien lo dice, la señorita de la madrugada ―Rió él―. La que no me deja dormir con el sonido de su guitarra en las noches, esas no son horas de componer.

―Para componer solo se necesita inspiración, no una hora exacta. Además, amas mis canciones, no lo niegues ―Presumió ella, y su hermano volvió a revolverle el cabello.

―No entiendo cómo es que extrañaré trasnocharme por escucharte en las madrugadas.

―¡Olivia, vas a llegar tarde niña! ―Le gritó su madre, la Sra. Rosa, desde la cocina con desesperación. Ya era el cuarto grito que le daba esta mañana pidiendo su prisa.

―Cuídate mucho, te voy a extrañar un montón. Dios te bendiga ―Se despidió de su hermano con un nuevo abrazo, para seguidamente tomar su mochila y bajar las escaleras que la llevaban a la sala con velocidad.

―Amén. ¡Cuídate tú también! ―Alzó la voz al verla corriendo―. ¡Sobre todo de los chicos!

Olivia levantó el pulgar y corrió afuera de su casa, donde su madre ya la esperaba en su auto para dejarla en la escuela. Era el primer día de clases luego de unas buenas vacaciones, tocaba nuevo año escolar, y ultimo para ella, y estaba emocionada por eso. Ya pronto escogería su carrera y comenzaría una vida un poco más independiente. Llevaba como plan para este año tener unas excelentes notas para optar por una beca en una buena universidad, ir organizadamente con sus estudios y su vida, ayudar en lo posible a sus padres, y continuar apoyando como voluntaria en la clínica donde su padre trabajaba como oncólogo infantil.

Este año pintaba ser bueno y de aprendizaje, eso le pedía a Dios.

Cuando llegó a su escuela, le dio un beso sonoro a su madre en la mejilla y se fue corriendo a su casillero. Sintió los nervios correr por sus venas al ver que en los pasillos no había casi nadie. Eso significaba una cosa: las clases habían comenzado ya, y ella estaba sobre la hora.

Abrió su casillero como un rayo, visualizó su horario en su celular y metió los libros que necesitaría, luego corrió sintiendo su respiración arder por el esfuerzo tan grande que estaba haciendo. Debía hacer más ejercicio. Lo peor del tema, y lo que la hizo dar un bufido, era que le tocaba matemáticas, su enemiga, con un profesor un tanto difícil el cual nunca llegó ser amistoso con ella. Este año, su año, el Sr. Alfonso Medina, sería su profesor de matemáticas, otra vez.

―Dios, ayúdame ―Susurró mientras corría por los pasillos del instituto.

Cuando llegó, tocó la puerta con suavidad, y movió un pie con ansiedad. Cuando el profesor Medina abrió y la vio, este tuvo que inclinar su cabeza hacia abajo. Olivia no se caracterizaba por ser especialmente alta. Él enarcó una ceja y cruzó sus brazos mirándola con reproche puro.

―El primer día de clases, y es tan atrevida como para llegar tarde ―Comentó―. ¿Cuál es su excusa, Vitale? ―La llamó por su apellido, ocasionando unos nervios tremendos en la chica.

―T-tuve un percance en casa, señor ―Defendió.

―¿Un percance? ―Cuestionó con sarcasmo―, ¿qué clase percance?

La chica mordió sus labios, aún más nerviosa que antes. No imagino que al decir aquello, el profesor le preguntaría tal cosa, no quería mentir con algún invento. Pero entonces, en su cabeza brilló una idea.

―M-mi hermano, él se va hoy a la universidad a culminar su carrera, no quise irme sin despedirme de él ―Dijo, y era válido, ¿verdad? Decidió pensar que sí.

El profesor pareció meditarlo, callándose algunos segundos. Entonces se hizo a un lado y le permitió el paso. Ella sonrió agradecida.

―Muchas gracias, de verdad.

―Tenga claro que en la próxima evaluación tendrá dos puntos negativos, así que esfuércese por comprender el tema de hoy ―Le riñó logrando que se pasmara.

Olivia no lo pudo creer, este era su año, y ya le habían quitado dos puntos. A pesar de eso, ella caminó y buscó un asiento libre, dejó su bolso a un lado y sacó su libro y cuaderno para iniciar la clase, dispuesta a poner toda la atención del mundo.

Pero no entendió del todo el tema cuando la clase finalizó por más que prestó atención, se había perdido parte de la clase, no era para menos, y estaba muy segura que si se le ocurría preguntarle algo al profesor, este la mandaría a volar en medio de la clase. Se sintió frustrada, ya llevaba dos puntos menos, y un tema sin comprender. Recogió su bolso y lo colgó en sus hombros para ir al primer descanso del día.

Caminó por los pasillos del instituto, en dirección a su casillero, con el ánimo un poco apachado por lo que acababa de suceder. Cuando llegó a la zona de casilleros, fue al suyo y realizó el cambio de libros para la siguiente hora.

―¡Olivia mía! ―Alguien la abrazó por detrás, de repente. Se había asustado, pero al ver la maraña de cabello ondulado y crespo, la felicidad llegó a ella de nuevo. Era su mejor amiga Emma Vadillo.

Emma era unos cuantos centímetros más alta que Olivia, de cabello voluminoso y enrulado color azabache, tenía la piel trigueña y unos lindos ojos marrones. Muy simpática, de cara redondita y nariz algo definida y alzada.

―¡Emi, que bueno verte! ―Sonrió y la abrazó con mucha fuerza―. No tienes idea de cuánto te extrañé, ¿cuándo llegaste?, ¿por qué no me avisaste? ―Cruzó sus brazos, tomando una pose recelosa al pronunciar las preguntas.

―Uff… aquí donde me ves mi linda, estoy agotada ―Manifestó―. Llegamos anoche de casa de mis abuelitos, por eso no te avisé nada, llegué y a dormir de una ―Sonrió―. Quise avisarte antes, pero se me pasó ―Rascó su nuca.

―Mmhm… bueno, decidiré creerte ―Sugirió riendo―. Yo por mi parte ya tengo noticias. Tengo dos puntos menos en mate, por llegar tarde.

―¿Qué te hizo llegar tarde? ―Cuestionó con cierto aire a burla. Emma conocía a Olivia, y sabía que muchos de sus retrasos se debían a su torpeza.

―No conseguí mi zapato ―Dijo, riendo ahora por ello―, deberías ver mi cuarto, está horrible. Ahora Jacobo es el ordenado en la casa, ¡me robó mi papel!

―Ya era hora que ese chico madurara ―Rió su amiga―, ¿ya desayunaste algo? Si quieres vamos a la cafetería, yo invito.

―Uhh… claro que sí ―Aceptó y terminó por organizar su casillero a medias. Este también estaba algo desorganizado, pero anotó mentalmente recogerlo y limpiarlo un poco luego.

Caminó con Emma a su lado contándole cosas de su viaje al pueblo donde vivían sus abuelos paternos. Le comentó los momentos graciosos que había pasado junto a sus primos y tíos, los cuales decidieron reunirse todos para darles una sorpresa a los ancianos. Incluso sacó su celular para mostrarle algunas fotos del sitio y sus familiares. Todo se miraba divertido y muy bonito.

Ambas entraron a la cafetería y pidieron algo de comer, se sentaron en una mesa y continuaron con la charla.

―¿Ya sabes que quieres estudiar? ―Preguntó Olivia a Emma. Esta negó con su cabeza.

―Aún no estoy segura, la verdad, y mi madre ya me está comenzando a preguntar al respecto ―Hizo un pequeño gesto, para luego beber de la malteada que había pedido―. ¿Tú ya sabes?

―Sí, me iré por la carrera de medicina ―Sonrió.

―¡Genial! Tendré una amiga doctora ―Alagó moviendo sus hombros.

En eso, la puerta se abrió dejando ver a los integrantes del equipo de futbol del instituto, que se adentraban a la cafetería. De inmediato muchos iniciaron el bullicio, recibiéndolos a todos como unos reyes, esto debido a que el año pasado hicieron un buen trabajo ganando varios de los partidos institucionales.

De entre todos, destacó primero Víctor Ayala, uno de los jugadores principales, quien comenzó a hacer inclinaciones agradeciendo los aplausos, gritos y silbidos. Luego lo rodeó por los hombros David Rojas, el capitán, a lo cual gritaron más voces, sobre todo las del sexo femenino. Este saludó al público cual artista famoso y camino junto a Víctor, quien se conocía como uno de sus mejores amigos.

―¡Este será el mejor año de nuestras vidas! ―Vociferó eufóricamente Alexio Cuyo, la última rebanada del pastel de tres partes. El tercer mejor amigo del grupo. A este lo correspondieron más voces y silbidos clamando su nombre.

Estos tres jovencitos eran parte de esos seres escolares a los que se les llamaba los populares, todo el instituto los conocía por su participación el en equipo de futbol, y aparte por la gran cantidad de dinero que rodeaban sus vidas. Eran hijos de gente pudiente, y ellos se encargaban de manifestarlo con los lujos que siempre los acompañaban.

Aparte de ser atléticos, tener cuerpos bien trabajados y ser adinerados, también tenían la virtud de tener rostros casi perfectos. Y ellos estaban consciente de aquello, así que no desaprovechaban esas cualidades a su favor.

Caminaron entre las mesas de la cafetería saludando a sus conocidos, mientras se acercaban a la mesa que habían decidido marca como su territorio, y la cual nadie ocupaba por respeto a ellos. Se instalaron todos en la mesa alargada y blanquecina, para comenzar a conversar entre ellos muy animadamente.

―¿Soy yo o Víctor está más gordito? ―Cuestionó su amiga, mirando en dirección a la mesa donde estaban los mencionados.

―Uy, no lo digas en voz alta ―Expresó Olivia con sarcasmo―. Puede que Víctor pegue un grito del susto al solo imaginar que está gordo ―Su amiga dio la carcajada de la vida ante su comentario.

Y sin querer, llamó la atención de David, quien vio a Emma primero, y luego fijó sus ojos en Olivia. La castaña trató de actuar normal ante las miradas, y le dio un pequeño golpe a su amiga para que controlara su risa. Gracias a Dios esta reaccionó y fue calmandose, pero se quedó mirando en dirección a ellos. Olivia decidió quitar sus ojos de los chicos, y fue en ese momento cuando su amiga notó algo.

David había golpeado sutilmente el brazo de Víctor con su codo, y le hizo una seña para que mirara a nada más y nada menos que Olivia.

―Amiga, te están mirando ―Le susurró.

―¿Qué? ―Susurró también al no comprender nada.

―Mira allá ―Indicó con su cabeza, y esta volteó.

Y se encontró con la extraña sorpresa de que David y Víctor la miraban intensamente. Eso la hizo estar intranquila, sin saber qué hacer. No evitó sonrojarse ante eso, no le despegaban los ojos de encima y para rematar, ambos le sonrieron simultáneamente. Trató de ver a otra mesa, pero se dio cuenta de que había más miradas en ella. Los curiosos habían notado que dos de los chicos más populares la estaban observando mucho, y no solo eso, le habían regalado sonrisas.

Ella decidió mirar ahora sus brazos sobre la mesa.

―Ay, Jesús ―Apuñó sus manos tratando de mantener la calma y no hacer nada raro por los nervios.

―Oigan… pero alguien se sonrojó ―Dijo su amiga riendo por las actitudes de Olivia.

―Calla, Emma ―Soltó con un suspiro apenado―. Esos chicos coquetean con casi todo lo que se mueva, no puedo dejar que esto me conmueva.

―Pero creo que sí te está conmoviendo, ¿no? ―Movió esta sus cejas de arriba abajo muy rápido.

―¡No! ―Negó, moviendo su cabeza.

―¿Pero verdad que son lindos? ―Cuestionó su amiga.

―Emma, no me estás ayudando ―Reclamó ella, Emma solo pudo reír.

―Está bien, me calmo, me calmo ―Alzó sus manos en señal de paz.

Luego de aquello, el sonido de la bocinas llamó la atención de todos los presentes. 

―Queridos estudiantes, solicitamos su presencia en la sala del teatro. Por favor, vayan todos en orden ―Dijo la voz de la bocina―. Queridos estudiantes, solicitamos su presencia en la sala del teatro. Por favor, vayan todos en orden ―Repitió apaciblemente.

Rápidamente las chicas recogieron sus cosas, y siguieron al grupo de estudiantes que ya se encontraban en camino a la sala del teatro. Al entrar al lugar, tomaron asiento y se dispusieron a esperar la razón por la que habían llamado al alumnado.

Cuando la sala se llenó, la directora del instituto apareció en el escenario con una cordial sonrisa.

―Buenos días para todos ―Inició su saludo, hablando con un micrófono―. Primero que nada, quisiera iniciar dándole la bienvenida a todos ustedes, deseándoles buena suerte, en especial a los jóvenes de nuevo ingreso, espero que puedan recibir de nosotros una educación admirable y pongan en práctica los valores que enseñamos a todos nuestros estudiantes. Por otro lado, muchachos de último año, tengo mi esperanza puesta en ustedes. Ya están a punto de graduarse de bachillerato y de dejar este lugar, pero estoy segura que alguna huella de ustedes quedará por estos salones y pasillos, solo espero que no en las paredes ―Todos rieron junto con ella―. Pero, dejando a un lado la ironía y el chiste ―Optó por un tono más serio y tranquilo―, ya esta es la etapa de madurar, de dejar la mente de adolescentes y comenzar a pensar como los casi adultos que son. El mundo está lleno de maldad, corrupción y delito, y ustedes son parte de una generación que con su energía pueden cambiar vidas de manera positiva si así se lo proponen. Les pido de todo corazón ―Puso la mano en su pecho—que no sean crueles con este mundo, sean la luz al final del túnel, no un huracán furioso que se lleva todo a su andar y solo deja pistas de destrucción.

>>  Recuerden que las cosas que hacemos nos acompañaran de alguna u otra manera durante toda nuestra vida. Así que intenten hacer de este último año algo que no puedan, ni quieran,  olvidar, y no me refiero a ser egocéntricos y alocados en sus acciones, me refiero a que hagan algo con lo que puedan dar ejemplo a los demás, que sea inspirador, que al recordarlo en el futuro, pueda ocasionarles una sonrisa y sentimientos gratos y de plenitud. Usen su juventud con sabiduría. No pisen a los demás, no humillen, por el contrario, sean únicos y brillantes en su andar.

Luego de una bonita charla de reflexión y motivación, la directora pasó a hablarles acerca de nuevos clubes a los que podían sumarse para colaborar con ellos, dio felicitaciones a los equipos de fútbol y baloncesto, por sus grandes victorias, les notificó que gracias a su destacada participación tendrían a varias universidades importantes viéndolos para seleccionar a los estudiantes a los cuales becarían por el área de deportes. Y dijo varias cosas más, pero al finalizar mencionó:

―Ahora, como un especial regalo de parte del instituto, se les concede un tiempo libre junto con un emocionante partido de fútbol. Muchachos del equipo Águilas Blancas, espero que en estas vacaciones hayan cuidado sus capacidades físicas. Prepárense para un partido de inicio de año escolar.

En ese momento todos gritaron emocionados. Un partido significaba un receso muy largo, por lo que verían una o dos clases al final y podrían irse a casa. Era el mejor regalo de inicio de año escolar.

Todos comenzaron a gritar el nombre del equipo, y rápidamente los muchachos del equipo se retiraron animadamente para cambiarse y alistarse para el partido. Los demás salieron tras ellos, aun gritando, y tomando rumbo al campo de fútbol. 

―¡Águilas, Águilas, Águilas, Águilas! ―Vociferaban con mucha emoción.

―¿¡De qué color!? ―Preguntó alguien a gritos.

―¡¡Blancas!! ―Respondió la multitud―. ¡Águilas, Águilas, Águilas!

Olivia entonces, siguiendo al grupo de jóvenes, quiso sacar su celular, pero sintió desesperación pura al no tocarlo en ninguno de sus bolsillos, los palpó nuevamente, para descartar que estaba loca, y efectivamente no lo tenía en los bolsillos.

―¿No te di mi celular Emi? ―Le preguntó a Emma ahora descolgando su bolso de uno de sus hombros, para buscar en cada bolsillo del mismo.

―Nop ―Respondió ella―. Vi que lo pusiste en tu casillero, no te dije nada porque pensé que lo dejabas ahí intencionalmente.

Olivia recobró color al escucharla decir eso, solo debía ir a buscarlo.

―Adelántate y guarda buenos puestos para el partido, yo iré por mi celular ―Dijo, alejándose de ella en retroceso.

―Está bien, no te tardes ni te tropieces con nada ―Sonrió su amiga, que pronto desapareció entre la gente.

Entonces Olivia corrió en dirección a la zona de casilleros, rápidamente llegó al lugar y al estar frente a su casillero, lo abrió y descubrió que ciertamente ahí estaba el aparato, entre los libros. Ella sonrió y lo tomó, lo revisó un poco, descubriendo algunas notificaciones de Instagram y Facebook, pero decidió verlas más tarde y guardar su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.

Y corriendo así mismo, fue en dirección al campo, esta vez tomando un atajo que sabía le haría un poco más corto el camino allá. Corría sin mucha prisa, pero sintió su teléfono vibrar y sonar en su bolsillo, era el aviso de un mensaje de texto, lo supo por el tipo de sonido que este emitió. Había configurado su móvil para que sonara distinto en cada notificación, Facebook tenía un tono, Instagram otro tono, los mensajes de texto otro, WhatsApp otro, cada app uno distinto, y cada uno de ellos los conocía. Sin detenerse se sacó el celular del bolsillo y miró la pantalla.

Era un mensaje de Emma.

¿Trajiste de casualidad agua? Tengo sed y olvidé mi botella ―Decía el mensaje, Olivia rodó sus ojos.

Sí tengo, ya voy de camino, no puedo creer que gastaras un mensaje solo pa-…

Y hubiese terminado de escribir el mensaje, pero el impacto contra un pecho duro la hizo caer estrepitosamente al suelo, recibiendo el impacto con su trasero. No dio tiempo ni de que la atraparan antes de caer, como siempre leía en los libros, pero por suerte su celular no voló de sus manos.

―Au, au, au ―Aulló de dolor.

―Discúlpame, por favor, no me fijé que venías ―Le respondió una voz masculina, bastante suave y profunda. Fue entonces que alzó sus ojos para ver con quien había chocado―. ¿Te lastimaste?

Y su corazón dio un vuelco terrible de nervios al ver unos muy famosos ojos azules. Había chocado con nada menos que el capitán del equipo de fútbol, David Rojas, quien venía de los vestidores masculinos.

Este rápidamente le tomó la mano y la ayudó a ponerse de pie― ¿Te encuentras bien, chica?

Caracterizado por ser todo un misterio, David era el tipo de chico que te cautivaba con su silencio y prudencia, por extraño que parezca; sus ojos pintaban ser calculadores, de esos que te descubren el alma con solo mirarte, y tenía una presencia que lograba intimidarte, a pesar de no ser muy fornido. Tenía una cabellera negra algo larga, rapada en degrades por los laterales bajos de su cabeza, pero más largo en la parte superior de esta, tan largo que caía hasta llegar a su mandíbula, pero justo en ese instante lo llevaba sujetado con una liga, y tenía en su frente una banda blanca a juego con el uniforme de su equipo. Sus ojos eran de un tono azul celeste, muy clarito y bonito, que además resaltaba por la palidez de su piel. Su rostro era de facciones finas, y su mandíbula era un poco alargada, sus labios eran finos, pero sus ojos un poco más redondos.

―Y-yo… ―Balbuceó muerta de nervios. Y no era para menos, David te hipnotizaba con sus ojos y su altura. Aunque delante de Olivia mucha gente era alta.

―¡Vamos, vamos! ―Dijo alguien que venía de adentro de los vestidores masculinos―. Ya estoy listo y tengo ganas de patear balones y traseros―Y la sola pronunciación del “sha” le dejó entrever un acento un poco argentino de alguien que también conocía―, ¿Qué ves que no me ponés atención? Soy celoso, sabés eso ¿no? ―Y cuando salió completamente, este pudo ver lo que miraba su amigo con una linda sonrisa de dientes ocultos―. Ya entiendo todo ―E igualmente sonrió recargándose en el hombro de David.

Víctor Ayala. Otro de los populares y el jugador estrella del equipo del cual David era capitán. Este era por unos pocos centímetros más bajo que David, y muy a diferencia de él, este vivía de bromas y chistes, era muy activo y animado. Su encanto estaba en sus lindas sonrisas alegres y sus preciosos ojos de un color verde amarillento, muy particulares y vivos. Era de piel trigueña y cabello castaño claro, casi rubio, que pintaba ser suave, su rostro era más cuadrado, e incluso su nariz era más poco redondita. Este le sonrió de manera que Olivia estuvo a punto de derretirse, rápidamente sus mejillas se coloraron y su corazón palpitó mucho más rápido, haciéndole pensar que quizá tenía taquicardia.

―E-estoy bien. L-lo siento, debo irme ―Dijo para de inmediato esquivarlos y caminar a zancadas muy aceleradas.

―Oye, ¡oye! ―Trató de hablarle Víctor, pero esta no volteó su rostro, de hecho, caminó más rápido al escucharlo.

En eso, salió ahora Alexio de los vestidores, colocándose una banda semejante a la de David hasta acomodarla. Alexio era de piel trigueña más oscura, de ojos verdes, y su estatura era semejante a la de Víctor, con la diferencia de que él estaba más musculado que Víctor y David. Su cabellera era enrulada y abundante, de color negro. Este último era de una actitud semejante a la de Víctor, activo y parlanchín, pero podía llegar a ser mucho más loco y explosivo que Víctor.

―Ya estoy listo, vámonos ―Dijo, pero ninguno atendió a su voz. Estaban fijos en alguien que caminaba por el pasillo. Alexio miró en esa dirección descubriendo a la chica.

―¿Es ella? ―David y Víctor asintieron―. Se llama Olivia Vitale, comparto una clase con ella. Es todo lo que tengo.

―Pues has tu magia y averigua más ―Sugirió David―. Vámonos ya.

Y siguiendo la ruta de la castaña, fueron al campo donde los esperaban para jugar.

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Iniciaré diciendo...

¡¡Bienvenidos a esta nueva aventura, que Dios les bendiga y les llene de entendimiento!!

❤❤ espero sus votos y comentarios 😚😚

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