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Conversar con Daniel si que me había puesto de los nervios pero como siempre sé como esquivar las cosas, no le di mucha importancia. Esa noche no pude pegar el ojos hasta que mi reloj marco las cuatro de la madrugada, ni siquiera quise bajar a cenar, me sentía súper nerviosa y quería llorar.
Si harían la carrera es obvio que perdería porque no soy una profesional conduciendo y menos un F1.
«Si le dí importancia»
Necesitaba hablar con mi padre sobre esto pero mejor decidí no abrir la bocota y esperar que el momento llegue.
Una semana había pasado desde esa tarde.
Me encuentro en la cafetería sola, al parecer Danna ya ha conocido a otras chicas súper cool y se la han llevado bien, no es algo que me afecte pero si que me hace falta tenerla al lado hablando sin parar.
La cafetería como todos los medio días se llena de todos los chicos que estudian aquí, desde el primer año hasta el último. A donde quiera que vea hay estudiantes bromeando y charlando tranquilamente.
Estoy sentada en la mesa de siempre, lejos de todo y a pocos metros puedo ver a un chico arrogante que en mi dirección.
«Joder»
—Hola, Aly.— saludo sentándose en la silla que tengo al frente.
—Hola Jhona.— dije con sátiras.
—¿Por qué tan sola?.— me hizo un mohín «Tarado».
—Siempre estoy sola.— mordí mi manzana.
—Es verdad, sola como tu padre.
Suspiré.— Si.
—Algún día tu padre pagara lo que le hizo a mi madre.
—¿Todavia no lo supera?
—Tidivia ni li sipira.— mofó.— Burlate todo lo que quieras pero te aseguro que mi madre esta súper mejor que con tu padre.
—Me alegro por ella.— finjí felicidad.— Siempre la quise como una madre.
Me observa con rencor.—Tu la odiabas.
—Oh, es verdad.— sonrei.— Pero lo que es del pasado ahí se queda, así que ya superalo.
—Como sea.— se encogió de hombros.— ¿Has planeado tu futuro?
—¿Ahora somos amigo?.— le mire con incredulidad.
—No, yo te odio a ti y a tu padre.— suspiro.— Solo que ya no somos críos para jugar al meterse con cada quien.
Bueno en ese punto tiene razón.
—Los problemas de adultos son de adultos, no tenemos que involucrarnos.— solté.
—Bien pensado.—me miro con ganas de soltar algo que no soltó.
—¿Pasa algo?
—No, todo bien.— se levanto y se fue.
Ok, eso si fue súper raro pero le resté importancia.
Últimamente todo me ha resultado súper raro.
<< Qué está pasando señor>>
A la hora de salida me encuentro en el baño arreglandome el uniforme y el cabello para no salir tan mal. Este día ya me había tumbado los pelos, el baño de SheDon Wills es muy amplio, tiene una larga ilera de lavados, una larga ilera de inodoro y un largo espejo. Su cerámica es blanca y la puerta de donde están los inodoros son de color marrón.
Término lo mío y justo cuando agarro mi bolso, el IPhone suena.
Papá.
Descuelgo.
—Hola papá.
—Hola cariño.— contesto al otro lado de la linea.
—¿Pasa algo?
—Pues si, Ángel ni Bruno podrán irte a buscar hoy y yo estoy muy ocupado aparte que ni siquiera estoy en la ciudad.— ¿no esta en la ciudad?
—¿Donde estas?.— en mi voz se escucho la desepción.
—Cariño me vine a San Francisco, lo siento.— suspiro y yo hice lo mismo.— Pero regresaras a casa con el hijo de Dan Smith, Daniel.— deje de respirar.— Ya le llame y dijo que no hay problema, así que cuando me regrese te llevaré algo bonito. Te amo.
—Te amo más.— colgé.
¿Me tengo que ir con ese chico tan raro? Ay no.
Salo del baño casi en carreras buscando a Danna pero no la encontré por ningún lado ¿ya se fue?.
Salí al estacionamiento y la veo conversando a pocos metros con un grupo de chicas. Me le cerqué.
—Danna.— saludo tímidamente y todas las otras chicas me miraron con desdén.
—¡Alyx!.— exclamo Danna con alegría muy característica de ella.—¿Que tienes? ¿Pasa algo? ¿Te ayudo en algo?.— esta chica es rara pero linda.
—E-es que hoy... hoy me voy contigo.— balbucee.
—¡¿EN SERIO?!.— asentí.— ¡QUE COOL! adiós chicas, no vemos mañana.
Vi como Danna se despedía de las patéticas de sus amigas y me halaba del brazo para caminar con ella.
¿Senti celos por sus amigas? Si.
—Alyx.— comenzó.— Disculpa por no estar contigo en el almuerzo últimamente, es que esas chicas van a fiestas y me sacan para todos lados, de verdad lo siento.
—Tranquila Danna, no eres mi niñera para estar a mi lado a cada nada.— sonrei tristemente ¿ahora va a fiesta? eso si que dolió.
Caminamos casi por todo el estacionamiento hasta que vimos un Lamborghini color azul marino y a un chico recostado de el.
—¡Daniel!.— esos hermanos si que se aman, Daniel la abrazo alegremente mientras depositaba un dulce beso en la mejilla de su hermana.
—Nena, ¿Que tal tu día?.— son tan adorables. Me quede detrás de Danna viendo y escuchando sus empalagosos cariños hasta que Daniel se dio de cuenta de mi presencia.— Hola princesita.
—¿Princesita?.— pregunto su hermana con una mirada sádica.
—Hola Daniel.— salude esquivando la pregunta.
—¿Que tal tu día?.— me preguntó.
—Normal.— le reste impontacia.—¿Ya nos podemos ir?.— asintió.
Al entrar a ese auto tan maravilloso me sentí un poco nerviosa ¿por qué? Ni idea pero lo estaba, mejor dicho lo estoy. Siendo sincera a Daniel no hay que negarle lo bueno que está en todos los sentidos de la palabra, su voz, sus labios, sus cejas, su nariz, su cuerpo, su todo. Completamente todo joder.
Me sumergí tanto en mis pensamiento que no sabia que Danna me estaba hablando desde el asiento del copiloto.
—... es hermoso Alyx, tienes que verlo.— Dios mio ¿ver qué?.
—Disculpa pero ¿de que me hablas?.— sonrei con vergüenza y Daniel que estaba calentando el motor se dio cuenta.
—De mi mascota.— dijo él.
—Ah, ya.— dije.— ¿Esta grande el perrito?
Danna soltó una carcajada que se la contagio a su hermano y yo me siento realmente ridícula.
—No es un perro.—dice ella entre risas.— Es un conejito.
—¿Tienes un conejo?.— le pregunté sorprendida.
—Si.— dijo de lo más obvio.
El resto del camino ellos se la pasarón hablando de cosas que Dios sabe que, yo solo me deje llevar de la suavidad del asiento y clavé mi mirada el la ventana. Este auto era genial, de verdad, parecía una nubecita suave. Poco más tarde Daniel ya estaba aparcando en el estacionamiento de su casa.
Todos bajamos.
—Muchas gracias de verdad.— le dije.
—Tranquila.— sonrió.— ¿Te gustaría entrar?.— señalo la casa.
—¡SIIII!.— sin darme tiempo de responder Danna grito, Dios parece una niña de cinco años.— Anda Alyx, así conoces a el conejito de tu futuro novio.
Espera que.
—¿Que?.— fruncí el ceño.
—Danna.— su hermano la miró con cansancio.
—Ay, es broma.— nos dio una sonrisa pícara que deje pasar desapercibido.
Me deje llevar por ellos y termine entrando a la gran casa de los Smith.
Guao Guao, esta casa debo admitir que es una belleza, súper grande, con un estilo a ricachón y muy distinta a la mía.
—Guao.— dije mirando todo plenamente sorprendida.— Que casa tan linda tienen.
Ambos me mirarón y sonrierón, Dios mio eran muy lindos pero Daniel es como una obra maestra.
Me mostrarón todo, absolutamente todo y por un momento me sentí mal al recordar que la noche en la que les di el recorrido por mi casa solo le mostré lo básico de la mansión.
Terminamos el recorrido y Danna y yo subimos a su habitación para hablar sobre trivialidades sin sentido.
Su habitación es muy distinta a la mía, mientrás la mía es de color azul marino con blanco, la de ella es rosa fucsia con blanco y estrellitas plateadas. Tiene una gran cama, un tocador, sofá blancos y alfombras rosadas.
—Tu habitación es muy... linda.— sonrei..— ella me miro divertida.
—Gracias Alyx.— me senté en uno de los sofá.— Alyx...— comenzó algo nerviosa.— Sé que tu y yo no tenemos mucho trato pero ¿te gustaría ir a una fiesta este fin de semana?.— me sorprendió su propuesta.— Es solo por este fin.— hizo puchero.
—Danna...— estoy nerviosa de responder.— No creo que papá me de permiso. Él es muy... sobre protector.
—Ay por favor.— camino por toda la habitación.— Sólo dile que iremos a una reunión tranquila y verás que aceptara.— Danna era experta mintiendo, ya me di cuenta.
—Bueno, esta bien.— acepte al verla casi suplicando.— Pero dime que no me dejarás sola.
—¡TE LO PROMETO!.— chilló y corrió a abrazarme.—¡GRACIAS PRECIOSA!.
#
Pase el resto de la tarde conversando con ella hasta que por fin me fui a mi casa, no vi a Daniel después de subir a la habitación. No le di importancia y ya a las once y veinticinco de la noche me acosté a descansar.
Pero una pregunta rodaba por mi cabeza.
«¿Donde te metiste Daniel?»
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