Capítulo 2
Bien, Bakugō comprendía que existía un límite de estupidez que se adaptaba según las circunstancias a cada persona, no obstante, el que alguien estuviera tocando su puerta a las tres de la mañana, en medio de una tormenta, le hacía creer que ese dichoso "límite", no existía en el individuo tras la puerta.
No supo cuánto tiempo permaneció estoico en esa posición tan ridículamente graciosa. Su cuello en dirección a la puerta y el resto de su cuerpo en rumbo al segundo piso. Lo único que lo extrañó de todo eso era que la persona había seguido tocando el timbre y la puerta en alternancia.
Honestamente, planeaba no ir a abrir, es decir, fácilmente podría hacerse el dormido, era de madrugada y cualquier persona normal estaría dormida a esas horas. Pero él era el único tonto que había decidido sacrificar su tiempo de descanso con tal de estudiar un poco más para sus pruebas de el día siguiente.
Sin embargo, se dio cuenta de que aquel individuo no iba a desistir, y si continuaba tocando el timbre podría despertar a sus viejos, lo cual no quería, porque seguramente los tendría encima de él al siguiente jodido día regañándolo por haber permanecido en vela.
—Carajo —farfulló.
Después de que el susto inicial se le hubiera pasado, se dirigió a paso lento hasta la entrada, y antes de abrir, decidió observar por la mirilla. Al menos debía intentar saber si se trataba de un posible agresor o de algún villano. Dudaba que fueran sus familiares, ya que no solían visitarlos en esas épocas del año.
No logró ver mucho, la oscuridad del exterior sumada a la del interior, no ayudaba en nada a sus cansados ojos. Lo que sí pudo afirmar, era que se trataba de un chico, un poco alto, pero se veía demasiado escuálido para ser un adulto.
Supuso que se trataba de algún indigente, o algún adolescente perdido que buscaba ayuda en medio de la nada.
—Ah, carajo, no estoy para andar cuidándole el culo a un escuincle irresponsable —se dijo en voz baja, yendo a buscar las llaves para quitarle el seguro a la puerta.
Una vez estuvo de regreso, no tardó en dejar libre de candados la entrada, y con el corazón latiéndole a mil por lo que estaba a punto de hacer, se dispuso a abrir la puerta de par en par.
Lo que vio lo dejó consternado.
Muchas veces se había considerado difícil de impactar, no cualquiera conseguía hacerlo abrir la boca a todo lo que su mandíbula daba, y que sus ojos amenazaran con abandonar sus cuencas oculares. No obstante, tenía que admitir que lo que estaba contemplando no era algo que veía todos los días. En realidad, se trataba de algo que nunca pensó llegar a presenciar.
—¿Mitad mitad? ¿Qué demonios haces aquí?
De todos los posibles sospechosos, no podría haber imaginado que se trataría de él.
—Bakugō —arrastró su nombre.
Para el rubio fue... Desconcertante la manera en que aquellos ojos de diferente color brillaron al encontrar su rostro. Una pequeña incomodidad se plasmó en su interior, difícil de descifrar para el momento tan esporádico que estaba presenciando.
No tuvo que hacer mucho esfuerzo visual para poder notar el estado tan deplorable en el que se encontraba su contrario, pues el farol a un costado de la entrada de su hogar hacía muy bien su trabajo. Sus ropas estaban completamente empapadas, podía notar que incluso estaban manchadas de lodo, su cabello parecía una mota de paja mal acomodada, y en su cara yacían diversos moretones y raspones que podía deducir provenían de alguna pelea en la que pudo involucrarse.
No sabía qué hacer, lo único por lo que podía optar, era obedecerle a su sentido común. El cielo estaba llorando como desquiciado, habían truenos y el viento no era muy amigable con el exterior, así que no preguntó nada; no tenía que hacerlo en ese instante.
—No te quedes ahí, pasa.
No obstante, en un visaje, las fuerzas de su compañero se vieron abatidas, por lo que al intentar dar un paso, acabó cayendo de rodillas en el suelo. Bakugō se vio en la necesidad de sujetarlo de un brazo para ayudarlo a ponerse de pie, y en cuanto pudo pasar su brazo por su espalda, cerró la puerta con el pie y lo dirigió hasta la sala de estar, intentando no pensar en el hecho de que alguien tan fuerte y capaz como él se encontraba de tal forma en la que ni siquiera era capaz de sostenerse él mismo.
Dejó a Todoroki sentado en el sofá, no importándole que estuviera mojado hasta los huesos; se dio la vuelta para ir a encender la luz de la estancia, y regresó de nuevo para tomar asiento frente a él en la mesita de centro que tenían como una decoración absurda.
Trataba de no hacer contacto visual con el chico, pues no era tan tosco como para inmiscuirse como un completo chismoso en la vida contraria. Obviamente necesitaba una explicación de su parte, porque él tendría que dar una en caso de que sus viejos se dieran cuenta, y también porque estaba aturdido por lo repentino del suceso. Pero no iba a pedirla. Esperaría a que el contrario quisiera hablar.
Miró de reojo el reloj colgado sobre la pared.
Eran las tres y media. Meh, tendría tiempo suficiente. Esperaría. Sí.
Pero el sueño le ganaba, y él no era de ser tan manso, así que cuando pasaron los quince minutos más eternos de toda su vida, comenzó a desesperarse.
—Estás herido —no fue una pregunta, se trataba de una afirmación para romper el silencio.
—Ah, sí —habló, como si recién notara que lo estaba.
Bakugō enarcó una ceja.
—Sigues sangrando —hizo otro intento.
—Eso parece —de nuevo, su voz sonaba plana. Completamente apagada.
Katsuki chasqueó la lengua, sintiendo aquel "esfuerzo" inútil. Se levantó bruscamente, ganándose la atención ajena pero ignorándola abismalmente; desapareció del campo de visión de Shōto durante un par de minutos, hasta que volvió a regresar, esta vez con un botiquín casero de primeros auxilios en sus manos.
No dijo nada más, simplemente se ubicó en medio de la mesa, justo entre el espacio que dejaban las piernas del más alto, y sin llegar a mirarlo a los ojos, comenzó a sacar del botiquín torundas y alcohol, algunas curitas y gasas.
Una vez tuvo el algodón humectado con alcohol, sujetó sin mucha fuerza innecesaria el rostro del bicolor, quien sin poner resistencia se dejó hacer; comenzó con la curación de la herida abierta sobre su pómulo, la cual parecía tener un grado de profundidad... Bastante grave, para ser solo por una supuesta pelea.
—Auch, eso duele —gimió cuando sintió el apretón del algodón sobre la piel lastimada.
—Oh, disculpa, no lo siento —le dijo.
Todoroki continuó siseando cada vez que el rubio le desinfectaba alguna de las numerosas heridas en el rostro, también cuando rosaba por accidente los moretones en sus brazos y en la cara.
El contexto era extraño. Ellos dos, a pesar de todo lo que ocurrió en su primer año, no podían decir que se consideraban los "mejores amigos", sí, había un complejo de amistad entre ambos, pero ninguno de los dos había intentado entablarla como tal. Normalmente era el bicolor quien respondía que sí cada vez que le preguntaban si eran amigos, mientras que el rubio lo negaba rotundamente. Y con Deku como mediador, pues, nunca hubo la necesidad de afianzar su relación.
Solo eran conocidos como el trío de ingenuos con complejo de héroes.
Todavía no entendía porqué Mina los había bautizado así, al caso quizá aplicaba el sin nada que perder de Izuku, pero tampoco le interesaba ahondar más en ello.
Fueron varios minutos en los que permanecieron así, en silencio, mientras cada uno de los dos se enfrascaba en sus distintos dilemas. A Bakugō le generaba incertidumbre haberse topado con el bicolor, muchas dudas estaban dentro de su cabeza, e intentaba guardar la calma, pero la mirada ida y pensativa del contrario solo lo hacía desesperar más.
Después de un rato, Bakugō terminó de desinfectar y curar la mayoría de las heridas que tenía Todoroki, lo único que le restaba era suturar la herida abierta sobre el pómulo del chico, la cual era muy profunda como para solo cubrirla con unas gasas.
—Tendré que suturar esa —le avisó mientras preparaba el equipo de sutura, señalando el punto clave de su rostro.
—Ah, está bien —fue su contestación.
No pasó mucho para que nuevamente tuviera sus manos en las facciones del más alto, esta vez atravesando su piel con una delgadísima ajuga que se encargaba de poco a poco volver a cerrar la pálida y helada tez, que antes estuvo unida. Eso fue lo que más le dolió al chico, por lo que tuvo que sostener con fuerza un cojín a su lado para evitar soltar quejas vergonzosas.
En cuestión de segundos, Bakugō había terminado de coser y ya hasta había cubierto la herida con una gasa bien sujetada. Se levantó de su lugar una vez estuvo satisfecho con su trabajo, y fue a dejar el botiquín en su lugar, para después volver a aparecer por donde se había ido. Esta vez tomó asiento al lado de Todoroki, y el silencio que antes estuvo presente, se instaló una vez más entre los dos.
El reloj seguía avanzando, y de a ratos el cielo se interponía entre la quietud de la sala de estar de ese hogar, soltando estallidos entre sus nubes y soltando ruidosos truenos. Para Katsuki aquello se estaba volviendo una tortura. ¿En serio tenía que esperar tanto para que el mitad mitad le dijera algo? Para empezar, había sido él quien llegó sin avisar y sin permiso a su casa. ¿Y ahora resultaba que debía ser considerado con eso? ¡Estupendo!
Al parecer era demasiado expresivo, porque no tardó en recibir lo que tanto su subconsciente como su epidermis contraída denotaban querer saber.
—Lamento haber llegado sin avisar, y sin ni siquiera haber pedido permiso. Sé que estás no son horas de arribar en una casa ajena, cuando tú y yo no somos tan cercanos en realidad.
Bakugō no supo qué fue lo que más le dolió, o si de verdad lo hizo. Si el hecho de que ni siquiera lo estuviera mirando mientras se disculpaba, o el que halla admitido —por decirlo así— que no eran tan cercanos.
No lo malinterpreten. Él no suele comportarse de esa manera con los demás. Era solo que se le hacía... Extraño, que el bicolor dijera eso de la nada, cuando tiempo atrás se la pasaba alardeando con cualquiera de que eran amigos, ignorando sus constantes reproches ante ello.
Tal vez al fin tanta queja de su parte ya estaba haciendo efecto en él. ¿Debería alegrarse?
—Es solo que no pude pensar en nadie, ni en nada más. Solo me di cuenta de que había caminado hasta tu casa, cuando ya estaba aquí. Fue en un acto inconsciente.
Katsuki permaneció callado, escuchando y analizando con minuciosidad cada palabra que salía de la boca de Todoroki.
—Yo... No esperaba que hubiera nadie, por lo que me sorprendió cuando me abriste la puerta. Pensé que eso era algo que definitivamente tú jamás harías.
—Y no lo haría —contestó con franqueza—, es solo que estaba despierto por pura casualidad, y escuché cuando tocaste. En un principio pensé que se trataba de un borracho o un desquiciado que intentaba entrar a la fuerza. También me sorprendió que fueras tú, mitad mitad.
El aludido sonrió en una pequeña mueca ante el apodo ya tan común para él. Lo había bautizado así desde el primer año, por lo que no era extraño el escucharlo cada tanto cuando Bakugō se refería a su persona de esa manera.
—Supongo que, en otro contexto, tampoco hubiera venido a tu casa a esta hora —admitió sin tapujos—. Es solo que... La situación que me orilló a eso... No lo sé, solo pude atinar a cederle el poder a mi subconsciente.
—¿Cederle? ¿A qué te refieres?
—A que sólo me dejé llevar, por algo que en mi interior consideraba correcto.
Bakugō estaba aún más confundido todavía. Porque, ¿cuál era la necesidad del bicolor de hablar entre líneas? ¿Acaso había algo que no quería que entendiera fácilmente? ¿Se suponía que tenía que adivinarlo?
—No quería preguntar, pero creo que terminé aún más enredado de lo que ya estaba.
—No te culpo —musitó.
—De acuerdo —suspiró y se aclaró la garganta después—. Eh... ¿Tú...? ¿Tuviste alguna pelea con algún vándalo o villano?
—¿La tuve? —aquel cuestionamiento fue enunciado en voz baja—. Sí, la tuve, pero no fue con ningún vándalo ni villano... Más bien, creo que fue con un supuesto héroe.
—¿Y qué héroe sería tan idiota y sin escrúpulos como para golpear hasta casi desfigurar a un mocoso de dieciocho años?
Todoroki rió.
Fue una risa seca, apática, más bien, parecía un gesto de incredulidad que aparentaba llevar tiempo atorado en el borde de su garganta.
—¿Quién sería? —susurró al aire; suspirando, entrelazó sus manos sobre su regazo y volteó a ver al rubio que esperaba su respuesta con ansiedad mal disimulada—. Fue ese que se hizo llamar mi padre durante toda mi vida.
El aire se atoró en los pulmones de Katsuki.
¿En verdad...? No podía ser... No tenía idea de qué pensar, qué decir, o cómo reaccionar. Tampoco era como si estuviera preparado para responder a una confesión de tal magnitud.
Por lo que sabía hasta ahora, el héroe número uno, Endeavor, había estado "expiando" sus antiguos errores del pasado, cuando había convertido a su familia en un manojo de desgracias, traumas e infelicidad. Jamás llegó a pensar que aquel hombre que supuestamente había cambiado, se convirtiera nuevamente en aquello que casi destruye la vida del chico que tenía enfrente, y que, por si fuera poco, se había encargado de fragmentar poco a poco el alma de su hijo mayor, quien terminó conectado a unas máquinas poco antes de morir.
—¿Por qué...? —no pudo contener su curiosidad, era prácticamente imposible hacerlo, pues estaban hablando del hombre con el que estaban haciendo sus pasantías para ser pre héroes en cuanto se graduaran, ya habían incluso establecido un contrato sobre ello.
Necesitaba saber, si lo que veía en los irises del más alto era miedo, tristeza, o pena. O tal vez parte de las tres combinadas.
Todoroki tambaleó entre sus palabras, murmuró algo que no entendió, que no supo comprender, y cuando el heterocromático notó que tenía una mueca de duda, suspiró mientras temblaba por el frío que le generaban sus húmedas ropas y la brisa que se colaba entre las paredes nocturnas del hogar.
—Por favor, prométeme que no le dirás a nadie, Bakugō —su mirada era de súplica, una mirada nunca antes vista por sus ojos carmesíes.
—Lo prometo —le afirmó, tanto a Todoroki como a él mismo. En su mente se instaló automáticamente que jamás traicionaría la confianza que el más alto estaba depositando en él, a pesar de que no se llevaran tan bien.
—Bien, te lo agradezco.
Entonces volvió a guardar silencio.
Tardó un poco, no obstante, esta vez Bakugō no lo presionó con sus expresiones ni con su cuerpo respondiendo a la ansiedad que le generaba la prematura espera.
—Soy gay, Bakugō.
Su ser enteró sufrió una contractura gigantesca.
—Mi padre me golpeó porque soy gay.
Bakugō ha sufrido insomnio por diferentes motivos a lo largo de toda su joven vida. Algunos más fuertes que otros.
Por ejemplo, cuando no podía dormir por la emoción de que al día siguiente tendría su examen de admisión a la U.A; gran parte de la noche previa la había pasado repasando una y otra vez todos sus movimientos especiales para ataque y defensa, tratando de cerciorarse de que nada se le pasara por alto.
También estaban aquellos días en los que no pudo ni cerrar el ojo después de su secuestro por la liga de villanos; cada vez que parpadeaba, el recuerdo de esos idiotas teniéndolo atado de manos y pies, intentando lavarle el cerebro para que se uniera a ellos, instantáneamente funcionaba como un trapo que obstruía sus vías respiratorias, impidiéndole inhalar el tan necesitado oxígeno. Fueron semanas de ojeras enormes bajos sus párpados, y pesadillas que lo arrastraban a un abismo en el que casi se queda sumergido.
Otro podría ser cuando ocurrió la guerra en la que tuvieron que involucrarse ellos hasta quedar algunos demasiado perjudicados. La sensación de su corazón bombeando al mil por hora, combinada con el dolor de una punzada ahí mismo, y coronada con el negro absoluto envolviéndolo para hacerlo dejar de sentir la vitalidad en su alma. Había muerto. Definitivamente había muerto.
Sin embargo, se le fue otorgada otra oportunidad de vivir, la cual había estado aprovechando al máximo, pero aquello no significaba que todavía no existiera un diminuto miedo a cerrar los ojos y nunca jamás abrirlos. Porque era como si estuviera viviendo con el corazón de otra persona, y temía que algún día aquello se acabara y le arrancaran ese órgano tan importante que ese hombre le había entregado a cambio de su vida.
Lo que jamás habría adivinado, era que terminaría teniendo, de nuevo, insomnio, esta vez por culpa de un chico de cabellos mitad rojizos y mitad albinos, que en ese momento de la madrugada se encontraba durmiendo gracias a un calmante sobre un futón a un costado de su cama.
Ya eran las cuatro de la mañana. Con minutos más o minutos menos, no sabía. Lo único de lo que estaba seguro era de que el sueño ya se había escapado de sus manos y que no podría atraparlo más.
"Soy gay" "Mi padre me golpeó por ser gay".
Quería pensar que estaba sorprendido por eso, pero, a decir verdad, no, no lo estaba.
Ya no le generaba impresión el hecho de que un padre fuera de esa manera con su hijo solo por sus preferencias sexuales. Había visto tantas cosas, tanta maldad, tanta bajeza en el mundo, que aquello ni siquiera le parecía tan abominable como quizá le parecería a Izuku.
Porque esa era la realidad de un mundo en donde existían los héroes y los villanos. La maldad ya no solo era representada por personas que utilizaban sus dones únicamente para eso, sino por los que se suponía debían emplearlos en ayudar, salvar, proteger.
Aunque, claro, eso no quitaba que la actitud del progenitor del bicolor le generara repulsión e incomodidad. ¿Cómo alguien así podría ser considerado como el símbolo del poder? Era un jodido asco.
Se removía entre sus sábanas, inquieto, los ojos le ardían pero era incapaz de echarse a dormir. En una de sus tantas volteretas en su cama, quedó de tal manera que podía ver fácilmente el rostro apaciguado del chico de la cicatriz.
Nunca lo había visto dormir.
No, más bien, nunca lo había observado tanto tiempo mientras dormía.
Y quizá era porque no tenía nada más en que entretenerse, quizá era porque el contexto en el que estaban no dejaba nada más que hacer, pero, por un momento, le pareció ver demasiada tranquilidad en su cara. Dormido, respirando suavemente, se veía tan en paz, que se sintió un poco orgulloso de al menos haber podido ayudarlo a olvidar un poco del desastre que había pasado horas atrás.
La situación se resumía en Enji Todoroki enterándose de que su hijo era homosexual, mientras éste hablaba al respecto de eso con su hermana mayor, Fuyumi. Al ser tan conservador aún, el hombre no pudo soportar que el menor de sus hijos resultara ser un "anormal", como se refirió a él mientras discutían acaloradamente.
La cosa escaló demasiado, ambos se exaltaron, y cuando la chica intentó intervenir, por accidente su padre la empujó, haciendo que cayera contra el altar aún presente de Touya, provocando que los cristales del marco se enterraran en su brazo y el fuego de las velas le quemaran un poco la piel de sus extremidades.
Shōto se enojó, demasiado; Enji ya no estaba en sus cabales.
Acabaron atacándose mutuamente, resultando en arañazos, puñetazos, golpes, e incluso llegando a utilizar sus quirks. El hombre terminó por correr al chico de su casa, importándole poco el estado en el que se encontraba, y gritándole que solo le permitiría pisar la estancia cuando "pensara" bien las cosas. Y con pensar se refería a cambiar las palabras que le había gritado con una valentía impresionante.
"¡Sí, idiota! Tu hijo es un marica".
Bakugō tuvo que reprimir una risa de mera jactancia cuando Todoroki le contó eso. Nunca creyó que el "chico bueno" acabaría diciéndole tales cosas a su tosco padre. Él no era nadie para opinar, pero aquello le había parecido la mejor contestación del siglo a un padre aparentemente homofóbico.
Contrario a lo que Todoroki pensaba, a Katsuki no le incomodaba el tema de las sexualidades o las identidades de género, sí, le confundían un poco porque en Japón no se tocaba abiertamente ese tema debido a su cultura conservadora, pero algo sabía, y no por ello iba a juzgar o a criticar una persona.
Él siempre decía, que cada quien se metía por el culo lo que quería.
Vulgar, sí. Pero así era él.
Y tampoco lo gritaba con afán de ofender a nadie, solo que le parecía tonto como todos se preocupaban por etiquetarlo todo.
El amor era amor, ¿no? En sus distintas representaciones. ¿Por qué no sólo disfrutar del privilegio de amar en lugar de estar ocupados intentando que todos acepten algo que quizá no están interesados en aceptar?
Al fin y al cabo, la opinión de alguien jamás ha cambiado ni destruido nada. Bueno, habían excepciones —ajam, política corrupta, ejem, Corea del Norte—, pero no ahondaría en eso. No cuando ya iban a dar las cinco de la mañana y tenía que levantarse para alistarse para ir a la escuela.
Y sobre eso... Observó con curiosidad una vez más el cuero dormido de su compañero de clases.
Era fin de semana, todos habían pasado esos días en casa de sus familias. ¿Cómo se suponía que ambos iban a asistir a clases al día siguiente si Todoroki ni siquiera tenía una muda de ropa a su disposición? Tuvo que prestarle un pijama de su padre porque su ropa no le quedó lo bastante holgada como para que fuera cómoda para dormir.
Y solo tenía un uniforme disponible en su armario.
—Es una mierda —susurró, tirándose de nuevo sobre la almohada.
Ya pensaría en eso cuando fueran las cinco y media. Mientras, desperdiciaría los minutos que le quedaban intentando en vano dormir.
Sí, era inútil. Era inútil cómo sus últimos pensamientos antes de finalmente caer en brazos de morfeo —gracias a alguna divinidad que se apiadó de sus ojeras—, fueran eclipsados únicamente por dos simples palabras: Todoroki Shōto. El chico que dormía a pocos metros de distancia de él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro