IV
Ya me tocaba de nuevo cuidar de mi vieja linda, el último día que estuve con ella antes de entregarle el turno a mi hermana, le di uno de los besos más grandes de toda mi vida, era su cumpleaños.
– Raquel setenta y seis– le dije riéndome aquel día.
Hablando con Samara estos días que estuvo con ella, me comentaba que trataban de localizar a la ambulancia para la tomografía, pero que no habían podido hacer nada y que lo más seguro es que hoy le tocaba porfin pasar por allí, ella entró conmigo hasta los cubículos, uno de los acompañantes nos dijo que le parecía que había que limpiar un momento la cama y ella al verme nervioso, fue y lo hizo ella. Todos recibíamos llamadas a diario de familiares y amigos para saber sobre la situación de salud de mi abuela, ella evolucionaba, aún sin saber por falta de la prueba lo que tenía. La doctora de guardia de hoy, fue la misma que la primera vez que me tocó cuidarla, así que ya tenía algo de confianza con ella y con los enfermeros que estaban ese día, allí nos explicaban que ella está muy soñolienta, pero dentro de toda la situación, todo parecía estar bien.
Yo entre nuevamente al cubículo donde estaba y apesar de estar dormida le di un beso grandísimo en la frente, minutos más tardes trate de despertarla y así medio despierta trate de darle algo de comida, pero así era imposible, pero no me puse nervioso, me dije a mi mismo que ella solamente estaba cansada, así que debería dejarla descansar, ella nunca ha estado tantos días en un hospital, así que por eso debe de estar así. Yo tomaba fuerte sus manos, que apesar de estar dormida apretaban las mías, ver sus cabellos blancos patinados me hacían acordarme de ese día en los que ella había decidido lavarse el pelo con un champú matizador que tenía en el baño y al salir asustada me decía que ella al ver el color de la espuma pensaba que había echo algo malo, tan solo para reírnos después de esas ocurrencias, después de eso le dije que se lavara la cabeza todas las veces con ese producto. Días atrás ella estaba al tanto de todo, ella sabía que estaba en un hospital y preguntaba por todos en la casa, por mi hermana pequeña y sobre todo por mi tía, ella ya quería estar en casa, en ocasiones se ponía un poco melancólica, pero yo rápido le decía que ya nos faltaba poco para estar en casa, que no teníamos porque tener prisa.
Pasaban las horas y yo veía que ella no despertaba del todo, se lo comento a la doctora y ella le mando hacer unos análisis, de igual forma le puso un monitor para ver sus pulsaciones, su tensión y otras cosas, ella estaba hipotensa.
– Doctora disculpe que la moleste con esto, pero usted cree que yo pueda facilitarle el número suyo a mi hermano, el vive en el extranjero, pero es médico igual.
Ella aceptó y apartir de allí todo lo que haría estaba en total conocimiento de mi hermano, allí le pondrían dos sueros para subirle la presión, para partiendo de allí ponerle otro, que si tuviera una embolia, podría solucionar parte de lo que padecía, la doctora trato de explicarme todo lo que hacía y mientras lo hacía yo contaba gota a gota como el medicamento bajaba por el suero. Yo salí al pasillo a estirar un poco las piernas, la ansiedad me atacaba y la mejor salida para ello era comer, comer hasta tratar de calmarme, podría jurar que casi hago un hueco por el camino que recorría de tantas veces que pasaba por el.
– Niño rápido ven acá que tu abuela despertó.
Así era, allí estaba ella con sus dos ojos abiertos que parecían dos luceros, el manitol había echo efecto, incluso antes del tiempo previsto por los especialistas, apesar de tener oxígeno puesto ella decía unas palabras que aunque no entendía por lo bajo que las decía, ya yo estaba más tranquilo mi vieja ya estaba despierta. Después de unos cinco minutos volvio a cerrar los ojos y apesar de ser hora de comer yo la dejé descansar. El enfermero a las horas volvió a llamarla para ver su reacción, pero ella no contestaba, todo lo que aparentemente estaba tranquilo, se volvió un infierno de momento, el monitor volvía a indicar que estaba hipotensa, la doctora estaba en conocimiento de esto y pidio que le levantarán la sábana para verle los pies, sus dedos estaban tornándose de un color azul.
Todos estaban tratando de hacer muchas cosas, mi hermano ya había estado enterado de la situación, la doctora me explicaría que Raquel estaba prácticamente en coma y que su cuerpo estaba pidiendo descansar, que ella podía incluso ponerla en terapia intensiva y entubarla, pero eso solamente alargaría el sufrimiento de ella y el nuestro.
– Taty no te preocupes, José y yo vamos para allá contigo, las cosas no están bien– me dijo Samara por una llamada.
Y justo ella en el camino, mi hermano nos llamaría a los dos, nos explicaba que teníamos que ser fuertes, que el ya había hablado con la doctora y estaba consciente de todo el pronóstico, ya Raqui estaba en coma y que no se podía hacer nada, ella estaba lista para irse de este mundo y teníamos que dejarla ir, someterla a terapia intensiva sería peor, ya que corría el riesgo de enfermarse con alguna bacteria. Ella podía durar así días o horas, teníamos que ser fuertes, más ahora que nunca. Mi mente se turbo en ese momento, mi pecho estaba acelerado y mi vista no sabía hacia donde dirigirse y mis manos estuvieron junto a las de ellas aparentando tan duro como podía, no la quería dejar y yo era incapaz de creer lo que estaba pasando.
Samara y José llegarían hacia el cubículo, el nos dejaría en una sala de espera en el pasillo y el se encargaría de todo, los dos no sabíamos que hacer, pero ya yo había llorado a mi abuela antes de que ella llegara, mi hermana estaba destruida, no podíamos creer que todo había llegado hasta aquí y nos estábamos dando apoyo.
– Taty yo solo necesito algo, después de esto, solo quiero que me prometas que vas a luchar por ser feliz, yo sé que no lo eres, pero tienes todo para serlo, dime qué va a ser así.
Yo le dije que si y mientras estabamos allí contando historias del pasado con la cual reírnos, estábamos como quien ahogaba sus penas con cada palabra que soltaban nuestros labios. Solamente sentimos la puerta del pasillo abrirse y José acercándose a nosotros, la verdad estaba casi dicha y esos segundos en el que se sentaba con nosotros se hicieron eternos, ya sabía lo que iba a decir, pero yo no lo quería creer.
– Raqui acaba de fallecer.
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