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Tener un novio romántico puede causar taquicardias


Antes que nada disculpen la tardanza, la Higuel Week me tuvo medio loca y mi beta casi se muere entonces creo que el atraso se entiende. Espero este mes ya publicar el próximo capitulo que es el último. Si les interesa planeo seguir con El Kitsune y el Policía entonces me concentraré en eso. ¡Gracias por leer! 



El laboratorio en el que trabajan Hiro y sus amigos es quizás uno de los más prestigiosos del país, incluso del mundo. En él se desarrollan inventos y avances para el bien de la humanidad en campos como la medicina, construcción, transporte y sustentabilidad. Era también el lugar en el que Hiro pasa la mayor parte de su tiempo, por lo que Miguel había insistido en visitarlo al menos una vez.

Hiro no había tenido problema, solo que nunca se le había ocurrido que le pudiera interesar ver el lugar donde trabajaba. Junto con el resto de los chicos escogieron una fecha para que todos pudieran mostrarle sus experimentos al mexicano. Miguel estaba muy emocionado de ir, le encantaba la idea de aprender algo más de Hiro aún si era probable que no lo entendiera completamente.

Al llegar al edificio se encontró con Honey Lemon en la entrada. La chica le explicó que Hiro había planeado salir por él pero se encontraba en un punto muy delicado de un proceso y no podía separarse de su trabajo por ningún motivo. A Miguel realmente no le importó mucho esperar otro rato para ver a su novio, Honey le caía muy bien y podía platicar muy a gusto con ella.

–Ven, te dije que te mostraría en lo que estoy trabajando –le dijo indicando la mesa de trabajo donde pasaba una buena parte del día que estaba cubierta de equipo de química– Ahorita estoy intentando estabilizar una composición que tenga la capacidad de retener grandes cantidad de agua sin contaminarla.

–¿Es para las fugas de agua? –preguntó intrigado– Así no se desperdiciaría el agua cuando hay problemas en las presas y tuberías.

–Exacto –le dijo Honey con una sonrisa– Podría disminuir en buena parte la pérdida de agua e impactar la escasez de la misma.

Se acercaron a uno de los grandes tanques de agua con los que había estado trabajando. Honey lanzó una de las muestras de la composición que tenía sobre la mesa. Al entrar en contacto con el agua empezó a absorber y se podía ver como se iba expandiendo para retener todo el líquido.

–¡Es increíble! –exclamó asombrado– ¿Qué le falta?

–Aún no logró que mantenga su composición en grandes cantidades sin que tenga reacciones adversas –le explicó con algo de frustración–. Si produzco demasiado se empieza a caer a pedazos o peor aún, la contamina de tal forma que purificarla es muy caro y problemático.

–Ya veo –Miguel le dirigió una sonrisa–, estoy seguro que lograrás arreglarlo.

Honey le devolvió la sonrisa y le indicó que siguieran a ver a los demás chicos. Normalmente estaban en el mismo espacio pero por las grandes cantidades de agua que había estado utilizando se había movido a un laboratorio aparte. En el espacio más grande encontraron a Go Go y Wasabi trabajando arduamente.

–Hola –los saludó la chica asiática– ¿Vienes a ver al pequeño genio?

–Sí, pero Honey dice que está muy ocupado entonces vine a verlos a ustedes primero.

–¿Ya te mostró cómo va a evitar que entremos en una crisis de agua y acabemos en el mundo de Mad Max?

–¡Sí! Es genial –le dijo con una emoción que hizo que Go Go sonriera de lado– ¿Puedo ver en qué trabajas tú?

–Seguro, pequeño músico –le hizo un gesto para que se acercara–. Ya sabes de mis bicicletas y traje electromagnético.

Después de que Hiro le dijo a Miguel sobre su trabajo de héroes le informó al resto del grupo que había alguien mas que sabía. Todos habían estado emocionados de poder compartir con él y le habían mostrado cómo utilizaban sus trajes. Un par de las plantas del jardín de la mansión de Fred sufrieron como resultado pero no había sido tan grave.

–Estoy tratando de adaptar el mismo principio que los hace funcionar para poder utilizarlo en trenes y autos –le explicó mientras lanzaba una pieza a través de la mesa a gran velocidad– Llevaría a un transporte tanto público como privado mucho más rápido, eficiente y con menor contaminación.

Miguel se quedó pensando en lo lejos que estaban algunos pueblos en México de hospitales y lo que significaría para ellos poder llegar rápidamente a una comunidad más grande donde pudieran atenderse. También recordó lo caóticas que podían ser las ciudades, la cantidad de contaminación y frustración que causaban los retrasos de camiones y trenes para gente que le urgía llegar a sus casas.

–Eso suena muy útil –le dijo maravillado.

–Lo será cuando termine de perfeccionarlo y lo pueda ir implementando en todo el mundo –le dijo moviendo varias piezas de su invento entre sus manos–. Mientras tanto también son muy entretenidas para jugar.

Le pasó una pieza y le indicó que la lanzará sobre la mesa. La cara de emoción del mexicano no tenía precio y Honey procuró tomarle una fotografía para mostrarle a Hiro más tarde. Go Go y Miguel siguieron jugando hasta que una de las piezas fue demasiado lejos y le dio un golpe en el brazo a Wasabi.

–¡GO GO TE HE DICHO QUE TENGAS CUIDADO CUANDO JUEGAS CON TUS IMANES! –le gritó.

–Fue Miguel –le dijo sardónicamente.

–No te creo nada.

–Eh ...sí fui yo, Wasabi –le dijo con mucha pena–. Estaba jugando y se me pasó la fuerza. Perdón.

–Bueno, ten cuidado –le dijo ya más calmado, era más fácil enojarse con Go Go que le pegaba mínimo dos veces por semana– ¿Quieres ver algo realmente genial?

–Ya he visto tus cuchillas de plasma, Wasabi –le dijo divertido–. Me queda claro que son armas poderosas.

–Oh, pequeño. Estas no son armas, son algo mucho mejor.

Miguel se acercó extrañado, no sabía cómo podrías mejorar lo más cercano a un sable de luz.

–Si no son armas ¿en qué estás trabajando?

–Bueno en realidad son dos cosas. Las cuchillas grandes las estoy diseñando para que puedan ser utilizadas durante accidentes y desastres para cortar a través del escombro –explicó levantando una de las cuchillas más grandes–. Ahora las estoy programando para que puedan detectar si hay gente cerca para evitar que lastimen a quienes deban ser rescatados.

–Wow –fue lo único que pudo decir– ¿Y lo otro?

–Cuchillos quirúrgicos –le indicó mostrándole una de las piezas más pequeñas–, cuando estén lo suficientemente probados se podrán usar en cirugía. Tienen la ventaja de no requerir esterilización y pesan mucho menos.

–Pero... ¿eso qué tiene que ver para operar en un hospital?

–No están pensados para hospitales normales –le explicó con paciencia–, serían útiles ahí pero los hice con la idea de que puedan ser llevados por doctores a áreas remotas. En lugares con limitado acceso al agua y aislados...

–Podrían hacerse cirugías con menores riesgos –entendió por fin– Podrías salvar vidas.

–Exacto –le dijo Wasabi satisfecho.

El músico se quedó sin habla ante todo lo que había presenciado durante el día. Sabía que estos chicos eran genios y héroes pero nunca se le había ocurrido que mezclaran ambos aspectos en el laboratorio. Eran personas realmente impresionantes y junto a su admiración sintió una pequeña inseguridad asentarse en su pecho. Él sabía perfectamente que la música también era una parte muy importante para la vida pero era difícil no sentirse pequeño a lado de gente que estaba intentando salvar vidas.

–¿Miguel? –lo llamó Wasabi para sacarlo de su estupor– Oye, Hiro debe de estar terminando justo ahora. Te podemos llevar a verlo.

Miguel sonrió y los siguió por el pasillo.

–Normalmente está en el mismo espacio que nosotros pero con este proyecto necesita equipo muy delicado y concentración –le fue explicando Wasabi– Aunque tanto él como Honey vuelven de vez en cuando para convivir.

–Bueno cuando va a diseñar se va a la cafetería –mencionó Honey–. En realidad deberíamos agradecerte eso, antes era imposible sacarlo de aquí cuando estaba inspirado.

–¿Agradecerme a mí? –preguntó confundido.

–Desde hace varios meses Hiro pasó de estar aquí a través de todo sus procesos, a trabajar en este espacio solo cuando es necesario –le explicó Honey–. Coincide justo con el tiempo en el que se volvieron más cercanos.

–Todos sabemos que no está en la cafetería solo por las alitas que le prepara su tía –le dijo Go Go poniendo los ojos en blanco–. Lo que lo impulsó a buscar algo de balance entre su trabajo y su vida normal eres tú.

Miguel se sonrojó cuando los otros chicos confirmaron lo que decía. Llegaron a una puerta pesada y de metal donde Wasabi se acercó a un panel en el que tecleó un código, segundos después la puerta de abrió.

–No hagan nada que nosotros no haríamos –le dijo Honey con un guiño mientras Wasabi le pedía que no les diera ideas.

La reacción le recordó a la tarde en la que los héroes habían entrado a su departamento con la llave maestra de Fred sin avisar. En cualquier otra ocasión eso no habría sido un problema, pero Hiro había encontrado la confianza para llevar sus besos a otro nivel. Por lo que el grupo los había encontrado en medio de la sala sin playeras, besándose apasionadamente y con Hiro metiendo su mano tímidamente dentro del pantalón de Miguel.

Después del incidente todos procuraban tocar antes de entrar a cualquier cuarto donde estuvieran ambos chicos solos. Por si acaso.

Al entrar a la habitación Miguel encontró a su novio guardando unos archivos en una computadora enorme.

–¿Amor? –lo llamó– ¿Está bien si paso?

–¡Miguel! –e dijo Hiro con una sonrisa enorme en el rostro– Pasa, pasa. Necesito con urgencia uno de tus besos.

Miguel solo alcanzó a reír antes de sentir los labios de Hiro contra los suyos. En realidad se habían visto el día anterior y no había una razón para extrañarse tanto. Aún así pasaron varios minutos besándose y abrazándose como si no se hubieran visto en meses.

–Lamento mucho no haber podido recibirte como prometí –se disculpó el japonés– ¿Los demás te mostraron sus experimentos?

–Sí, son increíbles –le dijo olvidando por completo el complejo de inferioridad que se le había estado formando– Ahora quiero ver el tuyo.

–Está bien, ojalá te impresione tanto como los de mis amigos.

–Seguro que sí, porque mi novio es un genio –le dijo divertido.

–Ven, te muestro el video y la simulación– le dijo acercándose a la computadora.

Abrió el archivo con la última prueba que había realizado. La simulación mostraba unos robots pequeños, similares a los que le habían ganado la entrada a la universidad pero mucho más complejos tanto en estructura como en función. Los nanobots se acercaban a la herida de un órgano para empezar a repararlo con cuidado hasta que se encontraba en estado óptimo.

El video que se reprodujo a continuación mostraba los mismos nanobots pero estos eran claramente reales. Se movían con mayor torpeza que sus compañeros simulados y al llegar a la herida tardaban bastante en empezar a trabajar. Aún cuando terminaron había partes que no habían quedado del todo bien.

–Eso es en lo que he estado trabajando –le explicó Hiro– Aún no logro que funcionen bien. En teoría deberían comportarse de la misma forma que la simulación pero no logro programarlos correctamente.

–¿Estás trabajando con nanobots para curar heridas? –le preguntó el mexicano asombrado.

–Básicamente sí. Eventualmente espero llevarlos más allá de simples heridas –explicó con pasión–. Incluso podrían llegar a destruir células cancerígenas, reparar un hígado y tal vez hasta heridas en el cerebro.

–Podrías curar casi cualquier enfermedad.

–Es la idea sí, pero primero necesito que funcione con cosas tan básicas como una cortada –dijo con frustración mientras golpeaba la mesa.

–Es impresionante –le aseguró Miguel con unos ojos de adoración que lo hicieron sonrojar–. Eres increíble, sé que lograrás que funcione pronto.

Hiro solo lo abrazo con fuerza. Llevaba buena parte de la tarde trabajando y se estaba frustrando desde hace más de una hora. A veces olvidaba que no podía solucionar las cosas de un día para otro, especialmente un trabajo tan delicado como este. Le hacía bien escuchar que su novio creía en él de la misma forma en la que creía en su sueño de ser un músico de talla internacional.

–Ven, hay muchas partes de estos laboratorios que aún no ves –tomó su mano para guiarlo hacia la puerta–. Hay mucha gente genial en el resto del edificio.

Fue así como se les fue buena parte de la tarde viendo en qué trabajaban los compañeros de Hiro. Había gente que trabajaba desde cómo hacer procesos ya existentes más eficientes y sustentables hasta quien estaba obsesionado con lograr colonizar otros planetas. Incluso había una chica con la que Miguel pudo platicar cómodamente sobre música, resulta que estaba buscando una forma de canalizar la energía del sonido para general electricidad.

Al terminar su recorrido salieron a uno de los jardines de la universidad a estar solos. El japonés lo llevó a uno de sus rincones favoritos donde había muchos árboles que les dieran sombra y tenían una linda vista del espacio abierto.

–Hiro –lo llamó el mexicano– ¿Por qué estás conmigo?

–¿Cómo? –no entendía la pregunta– Estoy contigo porque viniste a verme trabajar.

–No hablo de hoy –le dijo con un deje de frustración–. Hablo de porqué estás conmigo si eres mucho mejor que yo.

–Miguel, eso es ridículo.

–No lo es –dijo doblando sus rodillas contra su pecho y abrazandolas– Diario convives con gente que está tratando de cambiar el mundo y que es lo suficientemente inteligente para hacerlo.

–Sigo sin entender eso qué tiene que ver con nosotros –le dijo con una confusión tan genuina que le causó una pequeña punzada en el pecho a Miguel por el sincero cariño que le demostraba.

–Porque podrías estar con alguien mucho mejor que yo –le explicó con un nudo en la garganta– Alguien que entienda mejor tus experimentos, que no tengas que contarle solo la versión simple o que te pueda ayudar. Alguien...

No alcanzó a seguir hablando porque sintió como los brazos de Hiro lo rodeaban con fuerza hasta tirarlo de lado. Se acomodó para poder ver al japonés a pesar de la posición incómoda, vio sus ojos húmedos y tristes. No sabía que había hecho para hacer llorar a su novio pero se sentía fatal de cualquier forma.

–No digas esas cosas –le dijo dejando que sus lágrimas corrieran por sus mejillas–. Yo no quiero estar con nadie más, solo contigo.

–Hiro...

–¡NO! –le gritó tan fuerte que no se atrevió a seguir hablando– No quiero que pienses esas cosas ¿Alguien te hizo sentir mal hoy? –preguntó confundido– Si acaso yo soy el que no te merece –agregó en un susurro.

–Eso no es cierto –le dijo con indignación– Tú eres maravilloso.

–Yo soy un gruñón con problemas para socializar que usa el sarcasmo como método de defensa. No sé si merezco a alguien tan talentoso, bueno, amigable, tierno y dedicado como tú como novio –siguió llorando todavía más desesperadamente mientras estrujaba la ropa de Miguel entre sus manos y enterraba su cara en su hombro– Solo sé que quiero estar contigo porque me haces sentir mejor que cualquier otra persona en esta vida.

–Perdóname, no te queria poner triste –le dijo intentando sentarse más cómodamente y abrazarlo– Fue un momento de inseguridad, no sé de dónde salió.

–Si alguien alguna vez te hace sentir menos, me dices y los aplasto –declaró enterrando su cara en la curva del cuello de su novio.

Miguel solo alcanzó a reír por la solución tan simple de Hiro. No estaba seguro de dónde había salido esa inseguridad, normalmente era muy seguro de sí mismo. Tal vez olvidó que lo más importante no era si merecía o no a Hiro, lo que realmente importaba era que ambos querían estar juntos justamente por sus diferencias.

–Nadie me hizo sentir mal, amor. No te preocupes –le aseguró el mexicano– Solo fue un desliz, creo que todos tenemos algunas inseguridades.

–Eres un idiota si crees que yo quiero estar con alguien más –le reclamó Hiro con un puchero.

–Intentaré ser menos idiota en el futuro.

Hiro asintió con aprobación. Se le quedó viendo hasta que sus ojos comenzaron a abrirse de manera caricaturesca e intentó separarse del embrollo de brazos y piernas en que se encontraban. Miguel pudo quedar infértil para siempre si no hubiera desviado una patada accidental.

–Espera, amor ¿Qué te pasa? –le dijo intentando que se quedara quieto.

–¡Ven, te quiero llevar a un lugar!

–¿Ahorita? –le dijo confundido a más no poder.

–¡Sí!

Se zafaron del abrazo en el que estaban como pudieron y Hiro se echó a correr tomando la mano de Miguel. Cada vez que preguntaba hacia donde iban solo sentía como el japonés aceleraba el paso y le dirigía una sonrisa sobre su hombro. El mexicano solo se dejó guiar por uno de los edificios de la universidad, subiendo rápidamente, porque Hiro no los dejó ni esperar el elevador, hasta la azotea.

Al llegar Miguel fue sorprendido por uno de los jardines más hermosos que había visto. En ese espacio se encontraba plantas de todo tipo, flores, arbustos y árboles cubriendo una buena parte de la superficie. Había incluso varias enredaderas que se envolvían sobre unas estructuras de metal. Entre tanto follaje había también unas bancas de piedra y algunas luces que colgaban entre las enredaderas.

–¿Qué clase de universidad tiene una especie de jardín botánico en una azotea?

–Las universidades con muchos botánicos y biólogos nerds que aman la jardinería. Los de los demás departamentos los apoyamos porque es un lugar bonito para venir a relajarse –le dijo mientras lo acercaba a una de las bancas.

–Es muy bonito –comentó el músico admirando las flores que tenían cerca.

-Te quiero.

–¡¿QUÉ?¡ –fue lo único que pudo a decir Miguel por la sorpresa.

–Te quiero mucho –le repitió Hiro con seguridad y un bonito sonrojo en sus mejillas– Me atrevería a decir que te amo.

–¡YO TAMBIEN TE QUIERO! –le gritó con emoción– Y creo que también te amo. Mucho.

Después de eso no había mucho más que hacer que darse un beso en el cual los dos sonreían. Si les hubieran preguntado el día anterior si se quieren ambos hubieran contestado que obviamente sí. Por algo eran tan melosos y pasaban tanto tiempo juntos. Hiro podía ver lo que Miguel sentía por él en cada canción que le dedicaba, en sus besos y sus abrazos. Por su lado el mexicano no tenía que buscar más allá de las sonrisas que le dirigía su novio, la forma en que lo recibía siempre con emoción y la manera en que tomaba su mano.

Aún así escuchar a Hiro decir que lo quería, que lo amaba, era algo que le daba un cálido sentimiento en el pecho a Miguel y una felicidad tan grande que no estaba seguro de cómo cabía dentro de su cuerpo.

–Solo tengo una duda –le mencionó una vez que se separaron– ¿Por qué tuvimos que salir corriendo hasta acá?

–Quería decirte que te quiero en un lugar romántico.

–¿Y por eso me hiciste correr por toda la universidad y subir 5 pisos de escaleras? –le preguntó divertido.

–Te dije hace varios meses que sería el novio más romántico del mundo.

–Y el que más hace correr a su novio sin mayor explicación.

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