Espera ...¡¿PORQUE ERES SEXY?!
Había pasado un mes desde que Miguel había entrado a trabajar al Lucky Cat Café y en ese tiempo desarrolló una cómoda rutina. Llegaba temprano para ayudar a alistar el local, platicaba con Hiro antes de que este se fuera a la universidad y ayudaba con los primeros clientes del día.
Trabajar en el café nunca era aburrido y tenían suficientes tiempos tranquilos para que tampoco fuera demasiado pesado. También había empezado a tocar varias veces a la semana y a los clientes parecían gustarles sus canciones ya que en esos dias sus propinas aumentaban. Si bien Miguel extrañaba a su familia y su país, podía decir que estaba bastante contento con su vida en San Fransokyo.
Lo único de lo que podía llegar a quejarse era de que veía a Hiro de manera muy esporádica. A veces el japonés llegaba en la tarde y en esas ocasiones solían quedarse platicando hasta que llegaba la hora de que Miguel se fuera. Pero también había días que el chico japonés llegaba mucho después del cierre del café y una mañana lo había visto llegar del laboratorio mientras se preparaban para abrir el café. Esto hizo que tía Cass reclamará su ausencia con preocupación, por lo que Hiro prometió ir a comer esa tarde con sus amigos de la universidad.
-¡Ya llegué! -anunció el chico al entrar con varias personas detrás de él.
-Hola, Hiro -le contestó Miguel con un un asentimiento mientras servía su comida a unos clientes.
Hiro y sus amigos se sentaron en una de las mesas que estaban libres y esperaron a que Miguel pudiera acercarse a atenderlos. Debido a que era la hora de la comida, el café estaba algo ocupado y el mexicano tardó un rato sirviendo órdenes. Estaba tan concentrado que no se percató que a pesar de que Hiro seguía hablando con sus amigos, de vez en cuando volteaba a verlo con una sonrisa algo boba en la cara. Quienes sí lo notaron fueron los amigos del genio de la robótica, que nunca había visto al chico distraído de una conversación en torno a sus experimentos.
-Buenas tardes -dijo Miguel con una sonrisa nerviosa. La idea de conocer finalmente a los amigos de Hiro le causa algo de ansiedad, no sabía de qué hablar con personas que eran esencialmente genios. Fred no contaba, a él ya lo conocía y si bien era agradable, estaba seguro que no era un genio.
-Miguel, estos son mis amigos. El es Wasabi, ella Go Go, la otra chica es Honey Lemon y a Fred ya lo conoces -presentó a sus amigos uno por unos, quienes respondieron con un saludo.
Excepto Honey, que decidió pararse a saludarlo con un beso en la mejilla y un abrazo. Miguel le regresó el gesto con la efusividad de todo mexicano que se encuentra a uno de los suyos en el extranjero.
-¡Mucho gusto! Hiro dice que eres de México, mi familia es de allá. ¿Te está gustando vivir aquí? ¿Extrañas mucho México? ¿Es cierto que cuando llegaste llevabas dos días sin comer? -le preguntó Honey Lemon a gran velocidad.
-Honey, espera -le dijo Hiro intentando que fuera más despacio, no quería que Miguel se sintiera agobiado-, no lo bombardees.
-No te preocupes, no me molesta -le aseguró Miguel con una sonrisa- Sí me está gustando mucho vivir aquí. Lo que mas extraño es a mi familia pero Hiro y su tía han sido muy buenos conmigo.
-Aww, nuestro querido Hiro si tiene su corazón -dijo en broma Wasabi. Si bien a veces el chico podía ser algo calculador y sarcástico, todos sabían que era una persona compasiva.
Hiro solo se sonrojó, realmente no sentía que fuera para tanto. Lo había azorado la expresión de sincero agradecimiento y cariño que le había dirigido el mexicano.
-Oye, Hiro nos dijo que eres músico. ¿Conoces la canción Recuérdame? Se volvió muy famosa hace un par de años que se descubrió que quien la cantaba la había robado de otro músico -le preguntó Honey- Es una de las favoritas de mi mamá.
-Oh, sí que la conozco. De hecho el músico que la escribió fue mi tatarabuelo. Yo fui quien ayudó a descubrir la verdad.
-OH, AMO ESA CANCIÓN ¿Podrías cantarla? -le dijo Honey con mucha emoción.
-Sí me gustaría pero creo que hay demasiada gente para que pueda dejar de trabajar sin que sea un problema -le dijo Miguel cuando vio que entraban más clientes-. De hecho, chicos, les tomó su orden rápido para seguir atendiendo a los demás.
Cada uno de ellos pidió su comida y Miguel siguió atendiendo clientes durante un rato. Cuando volvió con sus platillos empezaron a preguntarle más sobre su vida en México.
-Pues vengo de una familia muy grande, cuando era mas chico vivíamos hasta 4 generaciones juntas. Toda mi familia hace zapatos, excepto un par de primos míos y yo que nos dedicamos a la música -les explicó.
-¿Y tu familia aceptó que vinieras hasta acá solo? -preguntó Go Go, su amistad con Honey la había expuesto a lo protectoras que podían ser las familias latinas con sus hijos.
-Pues no estaban muy felices al respecto, pero realmente no se opusieron. Después de que me rebele contra la prohibición que tenía mi familia sobre la música ya aceptan todas mis ideas locas.
-Pero dices que tú y tus primos se dedican a la música ¿Cómo aprendieron si estaba prohibido? -comentó Wasabi extrañado.
-Ah pues la prohibición surgió porque mi tatarabuelo desapareció para seguir su carrera como músico y mi tatarabuela la prohibió porque le recordaba que la había dejado. Un día descubrimos que en realidad había sido asesinado por un amigo suyo que se hizo famoso al robar sus canciones. Pero las cartas que le mandaba a Mamá Coco probaron que él había querido volver y que había escrito las canciones.
Se asentó un silencio incómodo en la mesa. No estaban acostumbrados a que alguien comentará el asesinato de un ancestro a manos de un amigo de manera tan casual.
-Pensé que Coco era tu hermana menor -comentó Hiro confundido después de unos segundos.
-Sí, es mi hermana menor pero también era el nombre de mi bisabuela.
-En las familias mexicanas es común decirles a las abuelitas mamá junto con su nombre de pila -explicó Honey Lemon.
-Así es. Bueno pero antes de que nos enteramos de eso yo aprendí a tocar la guitarra por mi cuenta. Luego descubrí que mi prima Rosa había estado tomando clases de violín en la escuela sin que nadie supiera. Somos los rebeldes de la familia -dijo Miguel, recordando la sorpresa de no haber sido el único que iba en contra de las órdenes de Mamá Elena-. Aunque ella fue más inteligente al respecto, dejaba su instrumento en casa de una amiga para que no la descubrieran. Ahora se dedica a la música clásica, está intentando entrar a una orquesta.
-Es una forma muy curiosa de rebelarse. Cuando Hiro lo hizo, se metió a peleas de robots ilegales -recordó Wasabi- Si no mal recuerdo, incluso lo arrestaron.
-¡TENÍA TRECE AÑOS! -exclamó Hiro- No pueden juzgarme por algo que pasó hace años. Aparte no fue tanto una rebelión, solo estaba aburrido y era una forma fácil de ganar dinero.
-Ah, no sabia que Hiro tenía un lado de chico malo -comentó Miguel divertido.
-Es más como un chico malo con corazón de oro -dijo Go Go burlándose del menor- Excepto que en un lugar de un chico malo es un nerd.
-¡GO GO, POR FAVOR! -reclamó Hiro consternado. Realmente no consideraba necesario que sus amigos lo avergonzaran frente a Miguel, él no tenía porqué saber de sus errores de la adolescencia.
-No te preocupes, Hiro. No le diré a nadie que fuiste un criminal o que en realidad eres un nerd -le dijo Miguel con un guiño, mientras se alejaba para preparar el café que le había pedido otra mesa.
En el mes que llevaba en el café había logrado dominar bastante bien hacer bebidas, incluso le habían enseñado a hacer dibujos con la espuma en los lattes. Sin embargo, cuando Hiro estaba presente sus habilidades parecían esfumarse, en esas ocasiones se ponía nervioso y se le olvida hasta qué botones presionar. Esta vez no parecía ser diferente, ya había hecho dos cafés que no salían como debian.
-¿Te ayudo? -le dijo Hiro divertido, se había aparecido detrás de él cuando vio que seguía luchando con la máquina- Pensé que ya sabías usarla.
-Te juro que si la se usar-le respondió Miguel.
-Ah sí, veo que ya la sabes hacer café perfectamente -le dijo Hiro con una sonrisa burlona- No es como si este tuviera demasiada agua y... ¿Eso es canela? ¿Cómo es que acabó ahí?
-Sí los hago bien -replicó con un puchero- tú me traes mala suerte.
-Bueno, entonces me voy para que puedas trabajar sin mi mala suerte cerca -le guiñó en venganza mientras volvía a su mesa.
Pasaron un par de horas así. Miguel se acercaba a la mesa a conversar con Hiro y sus amigos, bromeaban, se hacían preguntas y alguno de los dos chicos más jóvenes se sonrojaba de vez en cuando. Lo que ninguno de los dos notaba era que los muchachos mayores intercambiaban miradas divertidas entre ellos. En los años que tenían de conocerlo, Hiro nunca se había interesado románticamente por alguien. Ni siquiera parecía tener los leves enamoramientos que hubieran sido comunes a los 16 años. Por lo mismo nunca lo había visto sonrojarse tanto ni sonreír embelesado.
Lo más divertido era que los dos chicos parecían ignorar sus acciones, ambos eran realmente distraídos. Además estaban seguros que Hiro no había notado que había empezado a hablar de Miguel con mucha frecuencia en las últimas semanas ni que se habían vuelto muy cercanos en poco tiempo. A pesar de ser un genio, era realmente malo con aspectos sentimentales.
Conforme pasó el tiempo todos los clientes se fueron retirando, incluyendo al grupo de genios que pasaron a despedirse de Miguel y tía Cass. Miguel y Hiro ayudaban a limpiar y recoger para preparar el local para el día siguiente. Fue cuando estaban recogiendo los vasos que quedaban en las mesas que varios se volcaron en la bandeja y Miguel terminó empapandose su playera.
-Oh no, Miguel ¿estás bien? -preguntó tía Cass asomándose desde la cocina.
-Sí, no pasa nada- le respondió tratando de exprimir el exceso de agua- Llegando a casa me cambio.
-No puedes andar así, te puedes enfermar -lo regañó tía Cass. Realmente le recordaba a sus tías y a su mamá que no se cansaban de decirle que se pusiera un suéter- Que Hiro te preste una de sus playeras.
-Tiene razón, ven conmigo -le dijo Hiro invitándolo a subir por las escaleras por las que él ya ascendía-. Tienes que ser menos torpe, te pudiste haber lastimado.
Miguel sólo le puso los ojos en blanco y lo siguió hasta su cuarto, donde sacó una playera de las muchas que tenía y se la pasó.
-Gracias, mañana te la regreso.
-No te preo... -Hiro se había quedado sin habla al ver que el mexicano se quitaba la playera que se le pegaba por la humedad y dejaba al descubierto su torso. La verdad es que él sabía que su amigo era apuesto pero nunca había estado tan consciente de ello hasta ese momento.
Miguel tenía una amplia espalda y fuertes brazos, consecuencia de cargar material en la zapatería y de andar con la guitarra a todos lados. Hiro no pudo evitar pensar que el joven mexicano podría cargarlo sin ningún problema. Tenía unos hombros fuertes y una bonita piel morena que invitaba a Hiro a tocarla. La sorpresa que le causaron sus pensamientos lo hizo golpearse con el mueble que tenía al lado y dio un pequeño quejido de dolor, por lo que Baymax apareció.
-Hola, Hiro. Iniciando escaneo -dijo el simpático robot antes de que Hiro pudiera detenerlo.
-Baymax, no es necesario -realmente debería de reconfigurar a Baymax para que no saliera a la mínima provocación, sólo se había dado un pequeño golpe.
-Escaneo completo. Detectó una leve taquicardia, sudoración en las manos y un enrojecimiento del rostro. Estos pueden ser síntomas de una alergia, de un ataque de pánico y de una fiebre.
-Hiro ¿estás bien? Todo eso suena muy grave -le dijo Miguel preocupado, quien ya había terminado de cambiarse.
-S-sí, estoy bien. Solo me pegué en el brazo -contestó Hiro avergonzado. Estaba consciente de que lo que detectaba Baymax no tenía nada que ver con el golpe, y todo que ver con que se había estado comiendo con los ojos a su amigo.
-Si tus síntomas persisten, recomiendo que vayas al medico.
-No es necesario, pero gracias Baymax. Estoy satisfecho con mi cuidado -le dijo a Baymax quien se despidió y volvió a su maletin.
-¿Seguro que estás bien? Tu cara esta muy roja.
-¡SÍ! MEJOR BAJEMOS A AYUDAR A TÍA CASS, SEGURO AÚN NO TERMINA DE RECOGER -dijo apresuradamente Hiro mientras salía corriendo del cuarto.
Miguel solo se encogió en hombros y lo siguió. No estaba seguro de que acababa de pasar, pero no podía ignorar lo lindo que se había visto Hiro con su cara toda sonrojada.
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