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En esta zona nos evitamos el drama innecesario


Si la amistad entre Hiro y Miguel había derrumbado muchas de las barreras que tenía el japonés, las últimas parecían caer con su relación sentimental. Una de las mayores sorpresas que había tenido Miguel fue lo cariñoso y empalagoso que podía llegar a ser su novio. Normalmente no era una persona muy efusiva, excepto a veces con su tía, y prefería mostrar su cariño con comentarios sarcásticos y regalos inventados por él mismo. Había imaginado que su relación con Hiro se daría de esa manera, con un cariño real y profundo pero no siempre expresado de manera explícita.

Hiro había resultado una gran sorpresa en este sentido. Lo recibía con abrazos y besos llenos de felicidad siempre que lo veía, en más de una ocasión incluso se le llegó a lanzar a los brazos si llevaban más de un par de días sin verse. Cuando salían lo tomaba de la mano o el brazo y adoraba acurrucarse con él en su departamento por horas.

Miguel no podía estar más feliz con la forma tan abierta en que Hiro le demostraba su cariño. Había salido con algunas personas a lo largo de su vida, pero nunca se había sentido tan querido ni había querido tanto a alguien. Era algo realmente bonito tener alguien con quien pudiera ser el mismo todo el tiempo, con quien podía bromear, discutir e incluso no hacer nada sin ninguna presión.

Por su parte Hiro sentía que acababa de descubrir un nuevo mundo con su relación. Querer a alguien de esa manera lo había tomado completamente desprevenido. Y no es que el no amara profundamente a sus amigos y a su tía, realmente lo hacía con todo su corazón. Pero Miguel era diferente, nunca se había sentido tan cómodo y feliz con alguien. También había abierto por primera vez las puertas de una atracción física que por momentos llegaba a agobiarlo de la mejor forma posible.

Era así como se encontraban esa tarde lluviosa en el departamento de Miguel abrazados en el sillón. En teoría iban a salir al cine a ver una película pero al ver que empezaba a llover prefirieron quedarse a ver una película en casa. Tenían todas las buenas intenciones de seguir ese plan, incluso hicieron palomitas y sacaron dulces para concentrarse en la película. El plan era Netflix and Chill, no eran unos adolescentes hormonales que no podían pasar un rato sin estarse besando.

Tuvieron aproximadamente 5 minutos de éxito hasta que uno de los dos (no estaban seguros quién) tomó la mano del otro. Después de eso pasaron a abrazarse tiernamente y después empezar a darse pequeños besos entre las escenas importantes. Una cosa llevó a la otra y la película quedó olvidada por completo mientras ellos se besaban apasionadamente.

Se separaron para tomar aire y tranquilizar un poco sus ritmos cardíacos. Hiro se acurruco suavemente sobre el pecho de Miguel mientras este le acariciaba con cariño su larga cabellera. El mexicano pudo haberse quedado ahí recargado contra el reposa brazos de su sillón escuchando la lluvia caer con su novio entre sus brazos toda la vida si lo hubieran dejado.

–Miguel –le dijo Hiro sacándolo de su ensoñación–. Debo irme pronto, hoy me toca patrullar con Baymax.

–Pero cariño –sintió como Hiro se estremecía un poco ante el apodo cariñoso–, está lloviendo muy fuerte, podrías enfermarte.

–Para eso es el traje con efecto impermeable, tontito –le recordó el japonés picandolo en sus costillas con cariño.

–Yo sé –Miguel solo alcanzó a abrazarlo más fuerte hacia él–. Solo quisiera que te quedaras aquí conmigo.

–Yo quisiera quedarme.

En ese momento al mexicano se le ocurrió la mejor forma de aplazar la partida de su novio, aunque fuera por unos cuantos momentos más. Empezó por besar a su novio repetidas veces, volviendo cada beso mas intenso. Hiro no se quejo y ¿cómo podría hacerlo? Para él, los labios de Miguel habían sido una revelación. Había besado a otras (muy contadas) personas en su vida, pero nada se comparaba con besar a Miguel. Sus besos lo ponían sensible como un alambre al rojo vivo que se amoldaba ante cualquier estímulo del otro chico.

Miguel empezó a acariciarle la espalda por encima de su camiseta, a lo que el otro reaccionó abrazando fuertemente la cintura del moreno en un intento por acercar sus cuerpos aún más. Las manos del músico le causaban gran placer con su calidez y suavidad. A Hiro nunca le había gustado mucho que lo tocaran, pero con Miguel se rompían todas las reglas que él consideraba establecidas.

El mexicano se separó un poco de él para empezar a depositar besos en el rostro de su novio, pasando por la comisura de sus labios, sus mejillas, su frente para volver a sus labios. La cara sonrojada y embelesada de Hiro le dijo que iba por buen camino y paso a respirar suavemente sobre su oreja.

–¿Sabías que me encanta estar contigo? –le dijo, sintiendo como las manos de Hiro apretaban fuertemente su ropa– Tú me encantas.

–A mí también –le contestó el genio con una sinceridad abierta- Me gusta mucho estar contigo siempre.

Miguel le sonrió antes de darte otro beso y seguir con su camino. Empezó a besarle suavemente el cuello, sintiendo como se aceleraba la respiración cada vez que se llegaba a otro punto. Pasó desde el lado de su oído hasta llegar a la curvatura que conecta con su hombro. Empezó a morderlo suavemente, con cuidado de no dejar marcas visibles.

La respiración de Hiro se había ido acelerando poco a poco pero con la primera mordida soltó un gemido con sorpresa. Se acercó más hacia el cuerpo de su novio, intentado sentir todavía más. El japonés pasó una de sus manos por el cabello de Miguel alentandolo a seguir y guiandolo hacia los puntos donde se sentía mejor.

Ante la respuesta tan positiva de su pareja el músico movió su mano debajo de la su playera por instinto, intentando acercarse y sentir más. La piel de Hiro era suave pero cubierta de algunas cicatrices que eran resultado de sus aventuras como héroe. Acarició con reverencia cada una de esas marcas, sacando aún más gemidos de la boca de su querido genio. Cada sonido que expresaba lo hacía volverse loco. Miguel ya había olvidado que él solo había buscado unos minutos extra con su querido novio y no sabía cómo parar lo que había empezado.

En la parte más recóndita y aún racional de su cabeza alcanzó a pensar que nunca había tenido problemas para controlarse en este tipo de situaciones, pero ahora no podía. Solo sabía que quería seguir tocando a Hiro, sentir su piel y su calor hasta donde pudiera. No estaba seguro de hasta dónde pensaba llegar, solo tenía la certeza de querer estar cerca de este chico tan maravilloso y sensual que le había robado el corazón.

Siguió dando besos hasta llegar a su clavícula y su hombro. Mientras tanto sus manos siguieron explorando el resto del cuerpo de Hiro. Acarició suavemente su espalda y sus costados haciendo pequeños dibujos con sus dedos mientras levantaba su playera. Llevó sus manos a la cadera del otro donde siguió repartiendo caricias. En el momento de pasión no lo pensó dos veces para bajar a tomar el trasero de Hiro para presionarlo contra una parte de su cuerpo que había despertado con interés.

De repente sintió Hiro se despegaba de él con un pequeño empujón contra su pecho y se movía rápidamente al otro extremo del sillón. Podía ver que su cara estaba completamente roja mientras se tapaba la boca con sus manos y sus ojos mostraban algo de sorpresa y pena.

–¿Hiro? –lo llamó Miguel con cuidado a lo que el japones solo respondió desviando su mirada–. Cariño mio, por favor.

Hiro le regresó la mirada y logro sostenerla. El mexicano no sabia que hacer, quería acercarse pero no estaba seguro de que su tacto fuera a ser bienvenido por su novio.

–¿Estás bien?

Asentimiento por parte del japonés.

–¿Estás seguro?

Otro asentimiento.

–¿Puedo acercarme? –le dijo levantando levemente la mano en su dirección– Te prometo no tocarte si no quieres. Solo quiero estar cerca.

Otro asentimiento, está vez más lento.

Miguel procuró acercarse con cautela, no quería que el otro chico se espantara y saliera corriendo. Al estar frente a él dejo unos centímetros entre los pies Hiro y sus rodillas para no acorralarlo.

–¿Te lastimé? ¿Fue algo que hice? –preguntó con algo de temor, no estaba seguro de que haría si lo había herido– Sabes que puedes decirme lo que sea, aunque me duela.

Se sorprendió al sentir la mano de Hiro sobre la suya y al levantar la vista puedo ver que tenía una leve sonrisa en su cara.

–Nunca he tenido problemas para decirte las cosas, no pensaba empezar ahora –le contestó tomando su mano y acercándolo–. Y no te tengo miedo, puedes acercarte más si quieres.

–Entonces ¿qué pasó? Fui demasiado lejos muy rápido ¿verdad?

Hiro se volvió a sonrojar pero hizo todo lo posible por seguir viendo a Miguel, no quería que pensara que había hecho algo malo. Más que nada le daba algo de pena tener que confesar lo que ocurría realmente. Con cualquier otra persona hubiera preferido guardarlo, pero sabía que Miguel no lo dejaría fingir que nada había pasado. Tampoco quería ocultarle cosas, su novio merecía que fuera honesto con él.

–Realmente es que fuiste mucho más lejos de donde he llegado con cualquier persona.

-...

–¡DI ALGO, MIGUEL! ¡Sabes que me pone los nervios de punta que te quedes callado!

–Perdón lo estaba procesando –le dijo riendo un poco–. Con razón te espante, no se me ocurrió preguntar si estaba bien.

–No es que no me haya gustado –desvió otra vez la mirada–, solo me sorprendió mucho. Nunca había hecho nada así con alguien.

–Está bien, es natural.

–No te quise decir para no ahuyentarte –le confesó– Sé que mi falta de experiencia no es lo ideal.

–Hiro, tú sabes que...

Fue interrumpido por un sonido que salía del reloj del japonés. Lo presionó y salió un holograma de Baymax.

–Buenas tardes. Hiro, me parece que hoy íbamos a patrullar durante la noche ¿Han cambiado los planes?

Hiro se pasó la mano por la cara, se le había olvidado por completo.

–Perdón, Baymax. Ya salgo para allá, te veo en el punto de encuentro en unos minutos –le dijo para desconectar la llamada y empezar a incorporarse–. Perdón, realmente me tengo que ir.

–Lo sé –le tomó la mano para acompañarlo a la entrada del edificio.

Bajaron en silencio tomados de las manos, sabiendo que tenían que terminar la conversación que estaban dejando pendiente. El genio ingreso los comandos necesarios a su reloj para que le proporcionará la armadura completa con aditamentos para todos los climas. Se acercó a darle un beso en la mejilla a Miguel y se encaminó para salir.

Lo detuvo la mano del mexicano que no había soltado la suya. Este llevó la mano de Hiro hacia su cara, dándole un tierno beso a través del guante.

–Cuando acabes de patrullar, regresa aquí –le pidió suavemente–. Aún no terminamos de hablar.

–Ya será la madrugada para entonces.

–No importa –le sonrió–, te espero cuanto sea necesario. Toca la ventana de mi cuarto para entrar.

–Está bien –su novio realmente era algo cursi–, pero antes quiero un beso de buena suerte.

Nadie dijo que él no lo fuera también.

Esa noche en que patrulló fue probablemente una de las más largas en la vida de Hiro. No pasó realmente nada relevante, solo se encargaron de evitar que algunos autos se patinaran por la lluvia y ayudaron a algunas personas a llegar más rápido a casa. Aún así Hiro estaba tan ansioso que sentía que tenía una comezón debajo de su piel que no podía calmar. Patrullar siempre le había dado algo de paz, con el claro objetivo de estar siempre alerta por cualquier problema que pudiera surgir pero por primera vez no podía esperar a terminar su labor. Decidió dejar que Baymax terminará de patrullar solo los últimos minutos, solo quería llegar a ver a Miguel y aclarar todo.

Para cuando llegó eran las 4 am y tocó levemente la ventana. Miguel se levantó de su cama y lo jaló hacia adentro, casi sin darle tiempo de quitarse el traje que estaba empapado. Acabaron sentados en la cama del mexicano abrazados a pesar de que se habían visto hace solo unas horas.

El primero en romper el silencio fue el músico.

–Tú sabes que me puedes contar todo.

–Yo sé. Lo siento –le respondió el héroe con un nudo en la garganta–. Nunca había vivido algo como esto. Nunca me había gustado alguien como me gustas tú. No sé cómo hacer nada de este tipo.

–Está bien –pasó su manos por el cabello del otro para tranquilizarlo–. Sabes que no es algo de lo que debas avergonzarte, la verdad no me importa. Tampoco me importaría si hubieras tenido a mil amantes antes de mí. Yo solo quiero estar contigo.

–Yo sé que no importa –le dijo dejando que la tensión saliera de su cuerpo– Solo no sabía cómo decírtelo, no te enseñan a hablar de tu experiencia sexual en la universidad.

–Yo se que no, no te preocupes –le dijo con una sonrisa alentadora– Solo dime hasta dónde quieras llegar. No tenemos que hacer nada con lo que no te sientas cómodo.

–En algún punto sí me gustaría hacer de todo contigo –le susurró el japonés– Solo no aún, no me siento listo.

–Y a mí me encantaría hacer lo que quieras contigo –le dijo depositando un beso en su frente– Tú sabes que yo te esperare el tiempo que necesites.

–Gracias –enterró su cara en la curva del cuello de Miguel–. Debería irme, es tarde.

–Puedes quedarte. Me puedo ir a dormir al sillón.

–Podemos dormir juntos –le dio el beso que se llevaba guardando desde que entró por la ventana–. Quiero estar cerca de ti.

Esa noche durmieron pocas horas pero fueron felices de haberlo hecho abrazados.

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